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 El curso de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte usualmente se describe como un ciclo. Se ha hablado incluso de un “ciclo de vida”, desde la infancia a traves de las diferentes etapas de crecimiento, maduracion, y disminucion de una “segunda infancia” en la tercera edad. Sin embargo esa forma de hablar es superficial y vana. Por ejemplo, la interpretación de la vejez como una segunda infancia ha llevado a la falsa creencia de que las mujeres y los hombres mayores son "asexuales" como niños y no tienen necesidades o capacidades sexuales. En cualquier caso, para el individuo, la vida no es un ciclo, es decir, una vez que ha terminado, que no comienza de nuevo. Ante esta desagradable verdad, ciertas creencias religiosas asumen un ciclo de vida de otro tipo - una "transmigración de las almas", es decir, la posibilidad de que alguien pueda renacer en otra vida como otra persona o un animal, pero en el contexto científico actual, tenemos que dejar de lado esas creencias. Uno puede, sin embargo, describir la vida de una especie, incluida la especie humana (Homo sapiens), en términos cíclicos: Cada nueva generación nace, vive y muere como sus progenitores - un patrón que se repite una y otra vez. Aun así, en este sentido general, la descripción no dice mucho. Después de todo, en nuestro mundo moderno, las experiencias de cada generación es muy diferente de la que le precedió. No sólo eso: en el plano personal las experiencias son siempre muy específicas y, en última instancia, incomparable. En resumen: La belleza y la dignidad de cada vida humana son debido al hecho de que es única y transitoria. Una vez vivido, no se puede vivir de nuevo. Esto también es cierto de cada uno de los momentos fugaces de la vida. Una vez que han pasado, nunca regresan.
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