Erwin J. Haeberle

“Parafilia” - Un Concepto Pre-científico
Algunos comentarios sobre un debate actual

Traducido por Mariely Colon, PhD., LMHC, MBA.


En mis días como un profesor de universidad yo solía decir a mis alumnos que la historia de la sexología es, en gran medida, una historia de las ideas y, en muchos casos, una historia de ideas tontas.

Uno puede demostrar esto, por ejemplo, observando los términos “científicos” y profesionales usados
​​en diferentes momentos para varias conductas sexuales. El caso más evidente de esto: Parte de la terminología introducida por nuestros pioneros sexológicos es ahora ampliamente considerado obsoleto. Cuando tratamos de averiguar por qué se ha producido este cambio, aprendemos que no es simplemente debido a los avances científicos. También descubrimos y tenemos que entender un hecho subyacente raramente discutido de la historia cultural: Los esfuerzos científicos pueden ser, y a menudo son, sujetos a influencias no científicas - la religión, los tabúes sociales, las leyes civiles y penales, la política partidista, las novedades pasajeras intelectuales y las modas, la presión ejercida por grupos poderosos de interés, oportunidades de financiación para investigaciones, las pólizas de seguros de salud, medios de comunicación impresos, el cine y la televisión, el Internet, y muchos, muchos más.

Mirando hacia atrás, se puede hacer una observación general preliminar: En nuestras sociedades seculares occidentales, las influencias no científicas han, de una manera u otra, reforzado dos grandes tendencias culturales - la criminalización y la medicalización de la conducta sexual humana. Ambas tendencias tienen sus propias historias fascinantes, pero este no es el lugar para profundizar en ellos. Basta decir que, en los últimos años, también ha habido una tendencia en contra correspondiente, es decir, los esfuerzos para des-penalizar y des-medicalizar. En cuanto a este último esfuerzo, los psiquiatras han sido encontrados en ambos lados del tema: A veces han sido los verdaderos “misioneros de la medicalización”, ampliando sus manuales mediante la adición de nuevos diagnósticos, en otras ocasiones se han apoyado a la tendencia contraria y han reducido su número. En general, sin embargo, la tendencia ha sido hacia la reducción: Hoy en día, los diagnósticos son menos, más específicos y más precisos. En cualquier caso, todas estas batallas ideológicas, luchas de poderes profesionales, los movimientos de liberación de las minorías, las innovaciones tecnológicas, la actual revolución electrónica y otras influencias no científicas han jugado un papel en la formación de nuestras ideas acerca de la sexualidad humana, y que también han dejado sus huellas en nuestra terminología profesional - directa o indirectamente, para bien o para mal.

En la actualidad, en la preparación de una nueva edición del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM V) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), el antiguo término “parafilia” ha, con bastante retraso, sido objeto de un examen crítico y debate vigoroso.

En realidad, para cualquier observador crítico con una formación en la filología y la filosofía el término siempre ha aparecido moralista y de este modo pre científico en apariencia. Por lo tanto, para los estudiosos fuera del campo de la sexología, siempre ha sido difícil de entender por qué “parafilia” no ha sido descartado hace años, junto con otros términos ideológicos, imprecisos o engañosos como “perversión”, “desviación”, “eyaculación precoz”, “coitus interruptus”, “sustituto sexual”, “contracepción”, “sexo opuesto”, y similares. Para obtener más información, presione
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Sin embargo, con algunas excepciones notables, sexólogos, especialmente aquellos que también son médicos y psiquiatras, nunca han sido muy sensibles a los matices de la lengua o de los orígenes y el significado exacto de una palabra. La mayoría de ellos, al igual que muchos otros especialistas, tienen poco interés en la etimología y la semántica. Una vez que una jerga profesional ha sido ampliamente aceptada, por lo general se aferran a ella, no importa cuántas veces se ha demostrado ser poco práctico, ilógico, absurdo, o simplemente erróneo. A este respecto, incluso algunos sexólogos radicales son curiosamente conservadores.

Volviendo al tema que nos ocupa:
Tradicionalmente, los psiquiatras han definido una “parafilia” simplemente como un “trastorno sexual”, añadiendo que involucra un comportamiento “desviado” o “anormal”. Sin embargo, mientras tanto, algunos colegas se están sintiendo incómodos con tales definiciones vagas y amplias. Por lo tanto, también critican el presente Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA). Para ediciones futuras, tratan de introducir algunas distinciones y aclaraciones en la esperanza de hacer el término más aceptable y útil.

Un ejemplo típico “progresivo”, “
informado” se puede encontrar en un libro de texto reciente:

Una parafilia es un “interés sexual poderoso y persistente que no sea en la cópula o comportamiento pre-copular con parejas adultas humanas consensuales fenotípicamente normales.” (1)


Para mí, esta definición plantea una serie de preguntas: ¿Qué tan poderoso es poderoso? ¿Cuán persistente el persistente debe ser en orden para cualificar? ¿Y qué clase de copulación se supone que siga el “comportamiento pre-copular”? ¿Sólo el coito? ¿Qué pasa con el coito anal? ¿El sexo oral y el coito manual (masturbación mutua) califican? Aparentemente no, porque me han dicho que “las caricias de preparación están bien, si conduce al coito y el coito anal, pero es una parafilia si conduce al sexo oral o la masturbación mutua”. Esto me deja perplejo: ¿Por qué el coito anal es más “correcto” que el sexo oral y la masturbación mutua? La lógica de esta se me escapa.

¿Y por qué este énfasis en la cópula como el objetivo final de la actividad sexual y su única justificación válida? Después de todo, sabemos que los terapeutas sexuales suelen aconsejar a las parejas que envejecen a “explorar formas no coitales de hacer el amor”, cuando los problemas de erección y lubricación hacen el coito vaginal difícil. ¿Están estos terapeutas promoviendo un comportamiento parafílico? ¿Están atrayendo a sus clientes a callejones laterales sexuales oscuros y lejos del único y brillante camino hacia la realización erótica? ¿Los clientes realmente necesitan píldoras de potencia y lubricantes artificiales para que puedan copular y así encontrar un “verdadero amor” que los psiquiatras pueden aprobar?

En un nivel más mundano: La anterior definición de libro de texto también hace las parafilias una especie de exhibicionismo consensual que se está volviendo cada vez más popular hoy en día: Mirándose el uno al otro masturbarse a largas distancias por cámara de PC. De esta manera, “voyeuristas” y “exhibicionistas” pueden complacer el uno al otro, ya sea como resultado de su propia iniciativa personal directa o a través de las grandes páginas de web para “aficionados”. De hecho, uno puede muy bien preguntarse si, con los nuevos medios de comunicación electrónicos, los viejos estereotipos de los “mirones” y “exhibicionistas” tendrán mucho futuro. Después de todo, es probable que cada vez más y más gente "común" tomarán ventaja del Internet donde pueden exponerse y mirar a otros con poco esfuerzo, sin riesgo de ser arrestados, y prácticamente sin costo alguno para ellos. Un impulso para hacerlo parece más común de lo que se sospechaba, ya que el gran número de esos videos en línea sugiere que tanto la demanda como la oferta son considerables y pueden estar creciendo.

De hecho, muchos usuarios de Internet ni siquiera necesitan la emoción de la interacción, pero se contentan con mirar los muchos videos pornográficos de acceso libre como ayuda para la masturbación en solitario. Esto parece cada vez más común entre los adolescentes de sexo masculino, pero también entre los hombres de mayor edad, solteros o casados. ¿Alguien seriamente propone que todos ellos son parafílicos? Algunos psiquiatras podrían responder que no, que esta actividad no es necesariamente parafílica siempre y cuando no sea exclusiva y sigua siendo un mero sustituto de una deseada, pero no disponible copulación. Sin embargo, no estoy convencido por estos sofismas. Después de todo, ¿quién va a ser el árbitro final en esta lista? ¿Quién puede determinar a lo que se está sustituyendo, y que es temporal y exclusivo y por qué? Para mí, cualquier afirmación de certeza en este asunto parece arrogancia profesional y la ceguera deliberada - la negativa de ver todo el espectro de las realidades sexuales de hoy.

Y ¿qué pasa con la prostitución en el Internet? Aquí los participantes pueden ver y quizás también escuchar, pero nunca se tocan entre sí. En otras palabras: No hay ninguna posibilidad de cualquier tipo de cópula real. Por lo tanto, se ha argumentado que la prostitución en el Internet también es parafílico. Esto no tiene sentido para mí, porque es una nueva versión de un negocio muy antiguo. Por cierto, ¿el concepto de parafilia aplica aquí tanto a la prostituta y como al cliente? Para obtener más información, presione
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Por otra parte:
La definición de libro de texto habla de la copulación con “un adulto fenotípicamente normal”. Esto plantea dos preguntas:

1. ¿Qué es fenotípicamente normal? ¿Es alguien parafílico, porque él se enamora de (es decir, se siente un interés sexual intenso y persistente en) una persona que tiene todos los síntomas del síndrome de Turner o Klinefelter? ¿O son estas parejas deseadas fenotípicamente normales? Si lo son, ¿qué hay de PAIS o CAIS? ¿Dónde exactamente trazarías la línea? Era la esposa del filósofo Moses Mendelssohn parafílica, ¿porque ella se enamoró de un jorobado?

2. ¿Qué exactamente significa la palabra adulto? ¿Cualquier persona mayor de 18 años? ¿Sobre 21 años? Después de todo, la mayoría de edad se alcanza a edades diferentes en distintos países. ¿Alguien quiere establecer una edad adulta psiquiátrica especial que aplique en todas partes a todas las personas en todo momento? Si es así, ¿qué edad se tiene que escoger?

¿Fue el emperador romano Adriano parafílico, porque sentía un interés sexual intenso y persistente por Antínoo, de 16 años de edad, que, como suele suceder, murió a los 20 años y por lo tanto nunca llegó a la edad adulta? O ¿lo fue? ¿Acaso la edad adulta masculina en la Roma imperial comenzaba a los 16 años? ¿O incluso antes? En ese caso, ¿fue el enamoramiento de Adriano nunca parafílico del todo? ¿O debería uno retroactivamente postular una diferencia entre lo legal y la edad adulta bio-psicológica, incluso en los tiempos antiguos? Si es así, ¿fue Adriano quizás un parafílico durante los primeros 2 años de la relación, pero no por los últimos 2 años? ¿Qué tan relevante es todo esto de todos modos, y para quién? ¿Por qué debería importarle a alguien? ¿Por qué necesitamos una etiqueta psiquiátrica para una de las grandes historias de amor de todos los tiempos?

¿Y qué decir de Romeo y Julieta que sentían un interés sexual intenso y persistente en el otro y nunca llegó a la edad adulta? (OK, supongo que esto no cuenta, porque ambos eran presumiblemente de aproximadamente la misma edad.) Pero vamos a considerar otra pareja de adolescentes - Rómulo (18) y Jeannette (13). Rómulo podría, por supuesto, muy bien enfrentar cargos criminales (“estupro”). En el contexto actual, sin embargo, algo es más relevante: Puesto que él es cinco años mayor y, según muchos, un adulto, algunos podrían considerar sus sentimientos parafílicos y llamarlo un “hebefilia” (del griego hebe: joven). Este es un nuevo término de lujo para las personas (en su mayoría hombres) que se sienten atraídos sexualmente por jóvenes alrededor de la edad de la pubertad y poco después (13-16 años). Según la mayoría de los escritores, los objetos de tal deseo adulto pueden ser los adolescentes de ambos sexos, pero otros restringen el término al deseo por los hombres jóvenes. En este último caso, también pueden llamarlo “efebofilia” (del griego ephebos: adolescente), pero a veces ambos términos se utilizan intercambiablemente o con aún otros significados. En este momento, el uso no es firme.

Para un comentario, vamos a saltarnos lo obvio, un ejemplo muy gastado del griego antiguo “paiderastia” y simplemente decir: Ningún texto clásico antiguo, incluyendo la Biblia, ha encontrado la atracción de los adultos hacia los jóvenes sexualmente maduros a ser extraño, raro, o notable en modo alguno. A esa edad, la mayoría de los jóvenes han pasado sus ritos de iniciación y han sido aceptados como miembros plenos de sus comunidades (por ejemplo: Bar y Bat Mitzvah). De hecho, en la mayor parte de la historia humana, millones de hombres adultos se han casado con novias jóvenes adolescentes. ¿Hebefilias - y por lo tanto parafílicas - todos?

¿Y qué decir de Don Giovanni en la ópera de Mozart? Él persigue a todas las faldas que ve, pero, de acuerdo a su criado Leporello, quien está manteniendo una lista de las hazañas de su amo, “sua passion predominante è la giovin principiante”. Para los amantes de la ópera del siglo 18 esta revelación apenas fue una conmoción o incluso una sorpresa. Todo lo contrario: Para ellos, confirmó que el comportamiento del Don, mientras agresiva, excesiva, y quizás compulsiva, era “normal” en por lo menos en un aspecto - la elección de sus víctimas eróticas. A pesar de sus muchos rasgos poco atractivos, esto era algo con lo que los hombres en el público siempre se podían identificar. Además de esta orientación sexual masculina “típica”, sin embargo, Mozart y Da Ponte han creado aquí una enigmática, completa figura de escenario. Alternativamente encantador y despiadado, un egocéntrico educado y valiente nihilista, Don Giovanni ha, a lo largo de dos siglos, inspirado muchas diferentes interpretaciones. Pero, ¿realmente entendemos su personaje (y por lo tanto toda la ópera) mejor, si ahora también lo llamamos hebefilia?

Ahora muchos psiquiatras podrían argumentar que ellos no utilizarían el término “hebefília” con Don Giovanni y con cada uno de los millones de hombres quienes, en el pasado, se casaron con novias jóvenes adolescentes. Después de todo, por lo general continuaron sus relaciones sexuales mientras las novias llegaban a la edad adulta y hasta la edad media, y muchos de los hombres también copulaban con mujeres maduras (Don Giovanni llevó a la cama cientos de mujeres en muchos países, sólo en España 1,003. Sé razona que la mayoría de ellas debieron haber sido adultas). Por lo tanto, los psiquiatras podrían decir, uno no puede concluir que estos hombres tenían una preferencia abrumadora por las adolescentes. Algunos pudieron haber tenido tal preferencia, pero uno ya no puede estar seguro. De todos modos, no había forma, incluso en el momento, de distinguir un “hebefília” de todos los demás, porque “todo el mundo lo estaba haciendo”, y la mayoría de los hombres probablemente no lo hizo por razones parafílicas, sino simplemente porque era una costumbre tradicional.

Un argumento interesante, pero uno que plantea un número de preguntas nuevas: Cuando una sociedad entera observa la costumbre de los hombres adultos casándose con novias adolescentes, ¿qué sentido tiene hablar de hebefilia y un hebefilio? ¿Qué criterios se podrían utilizar para distinguirlos de los otros hombres? ¿Y por qué uno trata de hacer eso en primer lugar? ¿Qué utilidad práctica podría posiblemente servir?

El ejemplo de otra “parafilia” puede ser instructivo aquí - fetichismo del pie. Como todos sabemos, la China imperial, hace más de 1,000 años, tenía una tradición de incapacitar los pies femeninos. Este llamado vendaje de los pies se dice haber tenido un componente erótico: Pequeños pies hacían una mujer sexualmente más deseable. De hecho, se suponía que sus “pies de loto” provocaban y aumentaban la excitación masculina. Si esto era cierto y, de ser así, para cuántos hombres, ahora quedará para siempre un tema de especulación. Sólo una cosa es cierta: En el caso de la China imperial, no hace sentido en absoluto hablar de “fetichismo de pies” como una parafilia y distinguir “fetichistas de los pies” como un grupo especial del resto de la población. La creencia en la atracción erótica de los pequeños pies femeninos producidos artificialmente estaba tan profundamente arraigada en la cultura China, que tal distinción habría sido considerada no sólo inútil, pero absurdo. Para obtener más información, por favor, presione
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En resumen: con los factores culturales jugando un papel tan importante, uno tiene que ser muy cuidadoso cuando uno trata de establecer criterios diagnósticos “objetivos” para orden y el desorden en la conducta sexual humana. Esto no quiere decir que los psiquiatras no pueden ni deben intervenir en ciertas situaciones concretas. Sin embargo, podrán hacerlo de manera más eficaz si se abstienen de amplias declaraciones y pronunciamientos absolutos basados
​​en convicciones morales no reconocidas.

Con esto, llegamos ahora a los términos “parafilia” y “trastorno” a sí mismos:
Sólo puedo repetir: Son, y siempre permanecerán, pre-científicos. Por supuesto, cuando F. S. Krauss acuñó el término “parafilia” hace más de 100 años atrás, tenía las mejores intenciones. Para obtener más información, presione
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Pero, como argumento, simplemente no lo va hacer. “Parafilia” y “trastorno” son juicios de valor negativos, no descripciones objetivas de hechos. Los psiquiatras no se hacen ningún favor adoptando tales términos moralistas. Si quieren respeto en el futuro, será mejor que busquen expresiones nuevas, más neutrales. No trato de ser exigente o negativo. Simplemente pienso que mis estimados colegas, cuidadoso y serios como son y conducidos por los motivos más nobles, están luchando por una causa perdida.

Creo que el verdadero problema aquí es el concepto de parafilia en sí. No hay manera de evitarlo: es y seguirá siendo siempre una esencia ideológica. No es una descripción neutral de la nada, sino un juicio moral negativo. ¡Y no ayuda dividirlo en parafilia y trastorno parafílico! Si se me permite citarme de mi
Diccionario Crítico:

parafilia. (gr. “al lado” y “amor”, es decir, el amor de segunda clase)... un término ahora preferido sobre los viejos “perversión”, “aberración” y “desviación” que han caído en desaprobación por ser demasiado duros e ideológicos. Sin embargo, el nuevo término en realidad no representa ningún progreso intelectual, ya que también supone e implica la existencia de un “real", “verdadero”, “natural”, y “correcto” amor (filia), que tiene hermanas de rango menor parado al lado, detrás, o más abajo de ella, al igual que el personal paramédico está detrás o más abajo del médico “real”. Científicamente hablando, se trata de una suposición injustificada. Profesionales en cualquier campo deben clara y abiertamente declarar las razones de sus desacuerdos en cada caso individual. Estas razones resultarán convincentes en algunos casos, pero en otros casos pueden muy bien llegar a ser no más que prejuicios.

En otras palabras: Cualquier persona que utiliza un término como “parafilia” con ello indirectamente dice saber lo que es correcto y lo incorrecto en la conducta sexual humana. Lo mismo es cierto de la palabra “trastorno”. De nuevo, el orador asegura conocer el único orden correcto. Tal aseguración puede hacer algún sentido cuando uno habla del cuerpo humano y sus funciones, aunque, como nos recuerda los casos de sexo físico indeterminado, incluso aquí el término puede ser controversial. Por ejemplo, algunos médicos bien intencionados han, en referencia a la intersexualidad, introducido el término “Trastornos del Desarrollo Sexual (DSD)”. No es sorprendente, esto no cayó bien con los intersexuales que se sintieron denigrados por esa caracterización peyorativa. Por lo tanto, ellos han, en respuesta directa, sugerido la expresión menos moralizante “Diferencias del Desarrollo Sexual” (también DSD).

Además:
Mucha gente recuerda la época en que los psiquiatras consideraban la masturbación solitaria y el comportamiento homosexual ser síntomas de psicopatología, es decir, trastornos sexuales. De hecho, la Iglesia católica sigue sosteniendo parte de esta tradición cuando declara en su catecismo actual de que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. En apoyo de esta opinión, los autores citan la doctrina de la ley natural. Para un análisis de esta doctrina, presione
aquí.

Para nosotros los sexólogos modernos, sin embargo, debe quedar claro que la doctrina de la ley natural no tiene lugar en la ciencia. Por lo tanto, debe ser igualmente claro que el término “trastorno” ya no es aceptable cuando se trata de algo tan complejo como la conducta sexual humana. Los científicos deben dejar tal certeza moral (mejor: el dogmatismo) a las autoridades religiosas.

En conclusión: Nosotros en la sexología debemos, de una vez por todas, deshacernos de los términos pre científicos moralistas “parafilia” y “trastorno”. En cambio, debemos preocuparnos acerca de los comportamientos que causan aflicción o discapacidad en los individuos concernientes y/o causan daño a los otros. Aquí, debemos buscar (y estoy seguro que encontraremos) términos moralmente neutrales, términos puramente descriptivos, que, al final, van a fortalecer, no debilitar, la autoridad de los psiquiatras y otros que podrían ser solicitados para intervenciones.

Tal vez algo como “intereses eróticos que pueden beneficiarse o que requieran de terapia”, o “impulsos sexuales que demandan control o intervención”. Yo no soy un clasicista, pero uno de nuestros colegas que es fluido en griego y latín, probablemente podría surgir con nuevos y atractivos términos griegos o latinos que no prejuzguen los asuntos ¡antes de que uno ni siquiera los mire! Si este nuevo, apropiado término suena bastante elegante, será aceptado por la profesión psiquiátrica. Entonces todo el mundo será feliz, y el actual inútil, sin fin, y a menudo mordaz debate llegará a un final armonioso.

Berlín, Julio de 2010



(1) Cantor, J. M., Blanchard, R., & Barbaree, H. E. Sexual disorders in P. H. Blaney & T. Millon (Eds.), Oxford textbook of psychopathology (2nd ed.). Nueva York: Oxford University Press 2009 (pp. 527-548).