Salud Sexual para el Milenio

Declaración y documento técnico

 

Cláusula de descargo de responsabilidad

Este documento es el resultado de un proceso de consulta y perfeccionamiento

efectuado por la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS). No se trata de

una publicación de la Organización Panamericana de la Salud (OPS); aunque se

reconoce la participación de la OPS, el contenido de esta publicación es

responsabilidad de la WAS.

Salud Sexual para el Milenio: Declaración y Documento Técnico es una

publicación de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) realizada con el

apoyo financiero de la Fundación Ford. Favor de citar este documento como:

World Association for Sexual Health. (2008). Salud Sexual para el Milenio:

Declaración y Documento Técnico. Minneapolis, MN, USA, World Association

for Sexual Health.

Esta publicación puede ser utilizada para actividades académicas y de desarrollo

programático, sólo puede ser reproducida con estos fines. Es obligatorio citar la

fuente en cualquier tipo de reproducción. En ningún caso podrá utilizarse esta

publicación con fines comerciales.

  

Tabla de Contenidos

Salud Sexual para el Milenio Declaración y documento Técnico. 6

Sinopsis. 6

1. Reconocer, promover, garantizar y proteger los derechos sexuales para todos. 6

2. Avanzar hacia la igualdad y la equidad de género. 7

3. Condenar, combatir y reducir todas las formas de violencia relacionadas con la sexualidad. 8

4. Proveer acceso universal a la información completa y educación integral de la sexualidad. 8

5. Asegurar que los programas de salud reproductiva reconozcan el carácter central de la salud sexual 9

6. Detener y revertir la propagación de la infección por el VIH y otras infecciones de transmisión sexual 9

7. Identificar, abordar y tratar las preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales. 10

8. Lograr el reconocimiento del placer sexual como un componente de la salud y el bienestar total 10

Conclusión. 11

Salud Sexual para el Milenio: Introducción. 11

Reconocimiento de la importancia de abordar la sexualidad y la salud sexual como elementos clave para comprender los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas. 12

Salud Sexual para el Milenio refleja los últimos adelantos técnicos en la ciencia de promoción de la salud sexual 16

Salud Sexual para el Milenio. Declaración. 17

Conclusión. 18

Referencias. 18

Capitulo 1. 19

Reconocer, promover, garantizar y proteger los derechos sexuales para todos. 19

Introducción. 19

Algunos obstáculos que deben superarse en torno a los derechos sexuales. 20

La necesidad de contar con derechos sexuales. 22

Superar las complejidades y los retos relativos a los derechos sexuales. 29

Conclusiones. 32

Acciones necesarias. 33

Referencias. 33

Capitulo 2. 38

Avanzar hacia la igualdad y la equidad de género. 38

Introducción. 38

El desequilibrio de poder: los guiones sexuales representan la desigualdad de género. 40

La promoción de una sexualidad con equidad de género. 43

Conclusiones: promoción del cambio a todos los niveles de la sociedad. 44

Acciones necesarias. 45

Referencias. 46

Capitulo 3. 47

Condenar, combatir y reducir todas las. 47

formas de violencia relacionadas con la sexualidad. 47

Introducción. 47

La función de la reducción de la violencia sexual para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. 47

Definición de la violencia sexual 48

Prevalencia de la violencia sexual 49

Las consecuencias de la violencia sexual 52

El contexto y las causas fundamentales de la violencia sexual 53

Estrategias para reducir y eliminar la violencia sexual 54

Acciones necesarias. 56

Referencias. 56

Capitulo 4. 57

Proveer acceso universal a la información completa y educación integral de la sexualidad. 57

Introducción. 57

Educación integral de la sexualidad en el contexto de la diversidad sexual mundial 59

Acciones necesarias. 64

Referencias. 64

Capitulo 5. 65

Asegurar que los programas de salud. 66

Reproductiva reconozcan el carácter central de la salud sexual 66

Introducción. 66

El reconocimiento de que el acceso a la atención de salud sexual y reproductiva es esencial para el desarrollo mundial 67

La falta de vinculación entre la atención de salud reproductiva y un enfoque positivo frente a la sexualidad. 69

Volver a colocar a la sexualidad en la salud sexual y reproductiva. 71

Conclusiones. 72

Acciones necesarias. 73

Referencias. 73

Capitulo 6. 73

Detener y revertir la propagación de la. 74

infección por el VIH y otras infecciones de transmisión sexual 74

Introducción. 74

La prevención de la infección por el VIH/sida y de las infecciones de transmisión sexual: un requisito para el desarrollo mundial 76

La necesidad de contar con intervenciones y programas eficaces de prevención de la infección por el VIH y las infecciones de transmisión sexual en el mundo en desarrollo. 79

Acciones necesarias. 85

Referencias. 87

Capitulo 7. 88

Identificar, abordar y tratar las. 88

preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales. 88

Introducción. 88

El vínculo entre la función sexual y la salud y el bienestar generales. 89

La prevalencia de las preocupaciones, los problemas y las disfunciones sexuales. 91

La educación y el tratamiento eficaz de las preocupaciones, los problemas y las disfunciones sexuales. 96

Acciones necesarias. 97

Referencias. 98

Capitulo 8. 99

Lograr el reconocimiento del placer sexual como un componente de la salud y el bienestar total 100

Introducción. 100

El placer sexual en su contexto histórico. 101

El placer sexual es necesario y contribuye al bienestar, a la felicidad y a la salud. 104

La lucha actual para incorporar los derechos sexuales positivos en los programas de promoción de salud sexual 105

La necesidad de un postulado sobre el deseo y el placer en los programas de educación de salud sexual para jóvenes y personas con discapacidades. 106

Conclusiones. 107

Acciones necesarias. 107

Referencias. 108

Apéndice I 110

Descripción de la Asociación Mundial para la Salud Sexual 109

Actividades. 109

Autoridades actuales. 111

Membros de la WAS. 111

Apéndice II 116

Declaración de Derechos Sexuales de la WAS. 111

Apéndice III 117

Organización Mundial de la Salud (OMS) Definiciones de trabajo de sexo, sexualidad, salud sexual y derechos sexuales. 111

Apéndice IV. 119

Método empleado en la elaboración de la declaración y del documento técnico Salud Sexual para el Milenio. 111

Apéndice V. 121

Agradecimientos. 111

Financiamiento. 111

Crédito de Fotografías. 111

 

Salud Sexual para el Milenio: Declaración y documento Técnico

Sinopsis

 

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) han sido concebidos

para resolver algunos de los problemas sociales más complicados y

urgentes de nuestro tiempo, así como para fomentar el desarrollo

humano en el nuevo milenio. En esta declaración y documento técnico

se afirma que la promoción de la salud sexual debe desempeñar una función clave

para cumplir los ODM. La promoción de la salud sexual es fundamental para la

consecución de la salud y el bienestar, así como para alcanzar el desarrollo

sostenible y, más específicamente, para la ejecución de los ODM. Las personas y las

comunidades que disfrutan del bienestar sexual están mejor preparadas para

contribuir a la erradicación de la pobreza individual y social. Por cuanto la

promoción de la salud sexual fomenta la responsabilidad individual y social, además

de las interacciones sociales equitativas, contribuye a mejorar la calidad de vida y a

la instauración de la paz.

Este documento especifica y explica en detalle ocho aspectos bien diferenciados

pero interrelacionados de la salud sexual que desempeñan funciones importantes

para fomentar el desarrollo humano. Con el propósito de contribuir de manera

significativa y eficaz al cumplimiento de los ODM, los programas de promoción de

la salud sexual deben abordar la totalidad de la sexualidad humana. Por ejemplo,

para promover eficazmente la reducción del riesgo de infección por vía sexual del

VIH, los programas de promoción de la salud sexual deben reflejar e incorporar la

realidad de que las relaciones sexuales incluyen al género y la dinámica de poder, y

además, de que el deseo de intimidad y el placer desempeñan una función

primordial en la configuración del comportamiento sexual. Por otra parte, todos los

gobiernos, organismos internacionales, el sector privado, las instituciones

académicas y la sociedad en general, además de las organizaciones de salud sexual,

deben adoptar un enfoque intersectorial que promueva la salud sexual como una

estrategia diferenciada y esencial para lograr los ODM.

Salud Sexual para el Milenio conceptualiza a la salud sexual como multidimensional e

identifica y examina específicamente ocho metas concretas que en conjunto

comprenden un enfoque integrado e integral de promoción de la salud sexual. Por

último, este documento técnico describe las acciones necesarias específicas que son

especiales para cada una de las ocho metas de la declaración.

 

1. Reconocer, promover, garantizar y proteger los derechos sexuales para todos

Los derechos sexuales son un componente integral de los derechos humanos

básicos y por consiguiente son inalienables y universales. La salud sexual es un

componente integral del derecho al goce del grado máximo alcanzable de salud. La

salud sexual no puede obtenerse ni mantenerse sin derechos sexuales para todos.

Acciones necesarias

 

1.1 Para abogar eficazmente por la salud sexual y promoverla es importante que los

derechos sexuales estén ubicados dentro del contexto de los derechos humanos

existentes. Debe alentarse a los gobiernos y las organizaciones y organismos

internacionales a que respalden la agenda de los derechos sexuales mediante el

reconocimiento, la promoción, el respeto, la garantía y la protección de los

derechos humanos y las libertades fundamentales esenciales para la salud sexual.

Este enfoque servirá para ubicar a los derechos sexuales dentro de los tratados y los

convenios vigentes, de manera que los derechos sexuales estén incluidos en los

mecanismos de seguimiento y cumplimiento de estos acuerdos.

1.2 La promoción de los derechos sexuales exige la acción participativa y los

proyectos dialógicos que aportan diferentes perspectivas culturales, religiosas y

sociales al tema de la salud sexual.

1.3 Debe establecerse un sistema para el seguimiento y la evaluación de los

adelantos en materia de derechos sexuales. Este sistema debe incluir el estudio y la

evaluación de las implicaciones de los cambios en la política y las leyes relacionadas

con los derechos sexuales, a fin de lograr resultados a largo plazo en materia de

salud y calidad de vida.

 

2. Avanzar hacia la igualdad y la equidad de género

La salud sexual exige igualdad, equidad y respeto, independientemente del género.

Las inequidades y los desequilibrios de poder relacionados con el género

entorpecen las interacciones humanas armónicas y constructivas y, por

consiguiente, el logro de la salud sexual.

Acciones necesarias

2.1 Los postulados sobre derechos, que figuran en acuerdos y pactos

internacionales, atinentes al derecho que tienen las niñas y las mujeres a igualdad,

educación y servicios relacionados con la sexualidad, deben incluir explícitamente el

derecho fundamental a la autonomía y la igualdad en las relaciones sexuales.

2.2 Las instancias normativas y los líderes de opinión pública deben hablar

abiertamente de que un componente sustancial e importante de la desigualdad en

materia de género se relaciona directamente con los desequilibrios de poder en las

relaciones sexuales.

2.3 Los padres, las madres, las familias y las comunidades desempeñan funciones

clave al contribuir a la formación de los roles de género en niños y niñas . Hay que

alentarlos y asistirlos para que ayuden a sus hijos a desarrollar roles equitativos de

género. El padre, en particular, puede contribuir a alentar a sus hijos varones a que

adopten conceptos de masculinidad que no propicien la inequidad por razones de

género.

 

2.4 Para alcanzar eficazmente sus objetivos, los programas de educación de la

sexualidad, en particular los dirigidos a los jóvenes, deben abordar la dinámica de

género en las relaciones sexuales y ayudar a los estudiantes a desarrollar y adoptar

comportamientos equitativos de género.

2.5 Las representaciones en los medios de comunicación, ya sea por medio de la

música o imágenes visuales, con frecuencia exponen en formas sutiles o descaradas,

guiones sexuales dirigidos a los jóvenes. La presentación de guiones sexuales con

equidad de género en los medios de gran circulación tiene el potencial de hacer una

contribución importante a la igualdad de género en toda la sociedad. Por lo tanto,

los gobiernos y el público en general deben instar con firmeza a la industria del

entretenimiento a que se convierta en una fuerza para lograr cambios positivos con

respecto a la sexualidad y el género.

2.6 Efectuar cambios en las leyes y en las políticas para conseguir que las mujeres y

los hombres tengan acceso igualitario a los servicios de atención de salud sexual, sea

cual fuere su nivel de ingresos, sin estigmas, discriminación ni sesgo por los

proveedores y los servicios de salud.

 

3. Condenar, combatir y reducir todas las formas de violencia relacionadas con la sexualidad

La salud sexual no puede lograrse mientras las personas no estén libres de estigma,

discriminación, abuso, coerción y violencia sexuales.

Acciones necesarias

3.1 Para ser eficaces, las leyes, políticas y programas destinados a reducir la violencia

relacionada con la sexualidad deben abordar la desigualdad de género con respecto

a los derechos humanos y la posición económica. Esto abarca la legislación para

prohibir todas las formas de violencia sexual y acoso contra niños y niñas, las

mujeres y las minorías sexuales.

3.2 Se requieren programas integrales de salud pública para aumentar la toma de

conciencia sobre la necesidad de abordar la violencia sexual. También deben

ponerse en práctica programas complementarios destinados a la prevención

primaria de la violencia sexual. En todos los segmentos de la sociedad, deben

ejecutarse programas de prevención de la violencia sexual.

3.3 Para reducir eficazmente el impacto de la violencia sexual es necesario reformar

el ámbito de la atención de salud. Esto incluye la eliminación de todas las formas de

discriminación relacionadas con el género u orientación sexual dentro de los

sistemas de atención de salud y velar por que el personal de atención de salud y las

instituciones en las que trabajan esas personas, estén preparadas adecuadamente

para recibir y tratar a las víctimas de la violencia sexual.

 

4. Proveer acceso universal a la información completa y educación integral de la sexualidad

Para lograr la salud sexual, todas las personas, incluidos los jóvenes, deben tener

acceso a la información completa y a la educación integral de la sexualidad, así

como a los servicios de salud sexual en todo el ciclo de vida.

Acciones necesarias

4.1 Hacer obligatoria la educación integral de la sexualidad basada en derechos,

sensible al género y culturalmente apropiada, como un componente indispensable

de los programas de estudios escolar a todos los niveles y aportar los recursos que

sean necesarios.

4.2 Trabajar con organismos de la comunidad para llegar hasta los jóvenes que no

están en la escuela y a otras poblaciones de alto riesgo, con educación integral de la

sexualidad.

4.3 Emitir directrices para conseguir que los programas y servicios de educación de

la sexualidad se basen en el principio de la toma de decisiones plenamente

fundamentada y autónoma.

4.4 Garantizar que los programas de educación de la sexualidad se fundamenten en

evidencias e incluyan las características de eficacia comprobada. Esto debe hacerse

de manera que permita la creatividad y se atiendan las necesidades específicas de la

comunidad al formular y evaluar programas innovadores.

 

5. Asegurar que los programas de salud reproductiva reconozcan el carácter central de la salud sexual

La reproducción es una de las dimensiones fundamentales de la sexualidad humana

y, como tal, puede contribuir a fortalecer las relaciones y a la satisfacción personal,

cuando se desea y se planifica. La salud sexual abarca la salud reproductiva. Deben

ampliarse los programas actuales de salud reproductiva para abordar las diversas

dimensiones de la sexualidad y la salud sexual de manera integral.

Acciones necesarias

5.1 Las declaraciones de gobiernos, de política transnacional y de política con

respecto al financiamiento de la salud reproductiva y la obligatoriedad de los

servicios deben incluir, de conformidad con la Conferencia Internacional sobre

Población y Desarrollo (CIPD), de 1994, referencias específicas a la salud sexual.

5.2 La programación de salud sexual y reproductiva debe incluir un compromiso

claro de que esa programación reflejará e incorporará a cabalidad las definiciones de

trabajo de la OMS de los derechos sexuales.

5.3 La programación de salud sexual y reproductiva debe reconocer y reflejar los

aspectos positivos de la sexualidad humana y estar orientada de manera equilibrada

hacia los resultados positivos así como negativos.

5.4 Todos los proveedores de servicios de salud reproductiva deben recibir,

mediante capacitación antes del servicio y en servicio, el conocimiento, las destrezas

y las condiciones para el nivel de confort con objeto de abordar eficazmente en su

trabajo la sexualidad y la salud sexual.

 

6. Detener y revertir la propagación de la infección por el VIH y otras infecciones de transmisión sexual

El acceso universal a la prevención eficaz, la orientación y las pruebas voluntarias, a

la atención y el tratamiento integrales de la infección por el VIH/sida y otras

infecciones de transmisión sexual (ITS) son igualmente esenciales para la salud

sexual. Es necesario reforzar de inmediato los programas que garantizan el acceso

universal.

Acciones necesarias

6.1 El financiamiento y los recursos actuales para la prevención de las ITS y la

infección por el VIH en el mundo en desarrollo son significativos pero

insuficientes para el cumplimiento de los ODM. Por consiguiente, es necesario

aumentar el financiamiento para la prevención de las ITS y la infección por el VIH.

6.2 A pesar de los considerables esfuerzos de distribución, muchas personas en el

mundo en desarrollo no tienen acceso regular a los condones. Por consiguiente, es

necesario mejorar los niveles actuales de los programas de distribución de

condones.

6.3 Deben aumentarse los esfuerzos para conseguir que se formulen y se lleven a la

práctica los programas de prevención de las ITS y la infección por el VIH, de

acuerdo a los conocimientos y la investigación más actualizados sobre la eficacia de

los programas.

6.4 El financiamiento y las decisiones sobre los programas para la prevención de las

ITS y la infección por el VIH deben basarse en los principios de los derechos

humanos, no en los puntos de vista ideológicos de los donantes ni de quienes

formulan los programas. Esto incluye el derecho de las personas a tomar decisiones

plenamente fundamentadas acerca de su salud sexual.

6.5 Para ser eficaz, la programación destinada a la prevención de las ITS y la

infección por el VIH debe abordar las desigualdades sociales relacionadas con la

orientación sexual y el género. Está claro que la interrupción y la reversión de la

epidemia de ITS y de la infección por el VIH en el mundo en desarrollo no pueden

ocurrir sin aumentar considerablemente la capacidad de las mujeres para participar

por igual en la vida económica y política y para ejercer directamente el control

sobre su salud sexual y reproductiva.

 

7. Identificar, abordar y tratar las preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales

Debido a que las preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales

repercuten en la calidad de vida, es fundamental reconocer, prevenir y tratar las

preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales.

Acciones necesarias

7.1 Dada la importancia del funcionamiento sexual adecuado para la salud sexual

general, la salud y el bienestar generales, así como para la salud de las relaciones

interpersonales, la evaluación y el tratamiento de las preocupaciones, los problemas

y la disfunción sexuales deben ser específicamente señalados e incluirse en los

programas y acuerdos nacionales e internacionales para promover salud sexual.

7.2 La función sexual y la identidad de género se reconocen cada vez más como

componentes clave de la salud general; por otro lado, los problemas de disfunción

sexual y disforia de género están asociados con otros trastornos médicos y con el

bienestar individual y de las relaciones. Por consiguiente, la evaluación integral de la

salud sexual que incluye la evaluación básica de la función sexual y de la identidad

de género debe convertirse en un componente habitual de la atención de salud.

7.3 Muchas preocupaciones, trastornos y disfunciones sexuales tienen sus raíces en

una falta de información acerca de la sexualidad. La información sobre el

funcionamiento sexual debe incluirse como un componente de la educación

integral de la sexualidad y estar al alcance de todas las personas. Las escuelas, a

través de sus programas de educación en salud sexual, y el sector de la salud

(médicos, enfermeras y otro personal sanitario) deben desempeñar funciones clave

al educar a sus estudiantes y pacientes acerca del funcionamiento sexual.

7.4 Los programas de capacitación para los maestros, trabajadores comunitarios y

trabajadores de salud deben incluir, como un componente usual, la capacitación en

disfunción sexual, trastornos y problemas del género. Esos programas deben incluir

capacitación específica para educar a los clientes acerca del desarrollo de la función

sexual y de la identidad de género. La capacitación en medicina y enfermería debe ir

más allá de impartir educación, a fin de asignar una atención especial al abordaje y

el tratamiento de los problemas y las disfunciones sexuales.

7.5 Se están elaborando métodos óptimos de tratamiento para las preocupaciones,

las disfunciones los trastornos sexuales y los problemas de identidad de género,

pero hace falta más investigación a fin de formular directrices basadas en la

evidencia para la mayoría de estos trastornos. La asignación de fondos para efectuar

esta investigación es necesaria y se justifica por la considerable repercusión que

estos problemas tienen en la persona, la pareja y la familia y, en último término, en

el grupo social en general.

 

8. Lograr el reconocimiento del placer sexual como un componente de la salud y el bienestar total

La salud sexual es más que la ausencia de enfermedades. En todo el mundo, debe

reconocerse y promoverse el derecho al placer sexual.

Acciones necesarias

8.1 La comunidad internacional está reconociendo y respaldando cada vez más el

concepto de los derechos sexuales. Sin embargo, hasta la fecha, el consenso

comunitario, nacional e internacional se ha centrado predominantemente en los

derechos sexuales negativos (por ejemplo, ausencia de ITS y de la infección por el

VIH, violencia sexual y abuso), y con frecuencia se excluyen los derechos sexuales

positivos (por ejemplo, el derecho al placer y la satisfacción sexual). Para reflejar

mejor la realidad humana y satisfacer las necesidades de las personas y las parejas,

los acuerdos internacionales y los documentos de establecimiento de prioridades

deben enunciar con claridad los objetivos en cuanto a ambos tipos de derechos

sexuales, ya sean positivos o negativos.

8.2 Los programas de promoción de la salud sexual para todos los grupos, incluidos

los jóvenes y las personas con discapacidades, deben abarcar la realidad de que el

placer y la intimidad sexuales son poderosos factores motivadores del

comportamiento sexual y que el placer sexual contribuye a la felicidad y al bienestar.

8.3 A menudo se ha condicionado a los educadores y los proveedores de atención

sanitaria, a través de su capacitación, para que conceptualicen a la salud sexual en

relación a los derechos sexuales negativos. La capacitación previa al servicio y en el

servicio para los educadores de salud sexual y los proveedores de salud debe hacer

hincapié en particular en la promoción de los derechos sexuales positivos para las

personas de todas las edades, a fin de contrarrestar la importancia excesiva que

suele asignarse a los derechos sexuales negativos.

 

Conclusión

Para alcanzar estas metas y para poner en práctica estas acciones necesarias, es

esencial que los planes de acción internacionales, regionales, nacionales y locales

para el desarrollo sostenible asignen una alta prioridad a las intervenciones de salud

sexual, asignen recursos suficientes, aborden las barreras sistémicas, estructurales y

comunitarias y hagan el seguimiento del progreso logrado.

 

 

Salud Sexual para el Milenio: Introducción

La Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) (anteriormente

Asociación Mundial de Sexología) fue fundada en 1978 por un grupo

multidisciplinario y mundial de organizaciones no gubernamentales

(ONG), con la intención de promover la salud sexual y los derechos

sexuales en todo el mundo (véase, apéndice I). Durante casi 30 años, la WAS ha

logrado sus objetivos mediante el mejoramiento y el intercambio de investigación

multidisciplinaria fundamentada en la ciencia sobre sexualidad, educación de la

sexualidad y sexología clínica. Más recientemente, los miembros de la WAS se han

involucrado mucho más para abogar por cambios en las políticas públicas a fin de

que se reconozca a la salud sexual como un ingrediente clave en la salud y el

bienestar generales. La publicación Salud Sexual para el Milenio representa la voz

colectiva de la WAS para exhortar a la integración plena de programas de

promoción de la salud sexual, eficaces y basados en, evidencia como un

componente imprescindible para cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio

(ODM), derivados de la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas (UN,

2000).

Para año 2000, WAS se encontró frente a una coyuntura histórica única y frente a

la oportunidad singular de elaborar estrategias mundiales, nacionales y comunitarias

para promover la salud sexual en el nuevo siglo (Coleman, 2002). En gran medida,

esta oportunidad surgió de la plétora de problemas de salud sexual que afrontaba

nuestro mundo (en especial, la pandemia de infección por el VIH), del

reconocimiento de los derechos sexuales como derechos humanos y del

reconocimiento de la salud sexual como un componente fundamental de la salud

general, así como de los adelantos recientes en la ciencia de promoción de la salud

sexual. Juntos, estos desarrollos crearon las condiciones necesarias para que el

campo de la promoción de la salud sexual efectuara una contribución importante a

la salud y al bienestar de las personas, las familias, las comunidades y las naciones.

Las iniciativas mundiales anteriores se habían centrado en el enunciado de los

derechos sexuales, fundamentados usualmente en un concepto más amplio de los

derechos humanos. La Declaración de Derechos Sexuales de la WAS de 1999 y las

Definiciones de trabajo de los Derechos Sexuales,de la OMS en el 2002 (WHO, 2004a;

WHO, 2006) son ejemplos clave del enunciado de los derechos sexuales para la

comunidad mundial (véanse apéndices II y III). La articulación y la comprensión de

la realidad de que la consecución de los derechos humanos básicos está vinculada

inexorablemente al logro de un conjunto central de derechos sexuales fueron un

primer paso fundamental en la promoción mundial de salud sexual.

El segundo paso en este proceso ha sido el reconocimiento de que las iniciativas de

amplia base para fomentar el desarrollo humano deben abordar invariablemente la

sexualidad y la salud sexual, tal como se demuestra, por ejemplo, en la Estrategia de

Salud Reproductiva de la OMS (2004b). Al tiempo que ocurrían estos avance en la

comprensión de lo fundamental de la sexualidad en los derechos humanos y la

salud, los adelantos en el estudio científico de la sexualidad humana (sexología) por

una amplia gama de disciplinas, entre otras la biología y la medicina, la psicología

conductual y social, la sociología y la antropología estaban permitiendo que los

programas orientados a la prevención de los problemas de salud sexual, así como al

mejoramiento de la salud sexual fuesen cada vez más eficaces.

 

Reconocimiento de la importancia de abordar la sexualidad y la salud sexual como elementos clave para comprender los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas

Paralelamente al reconocimiento de los derechos sexuales como derechos humanos

ha ocurrido el reconocimiento cada vez mayor de que el logro y mantenimiento de

la salud sexual para las personas, las parejas y las familias es un requisito necesario

para el desarrollo socioeconómico sostenido de comunidades y naciones. Según

Girard (2005), a nivel internacional, los años que empezaron con la Conferencia

Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), de 1994, se han

caracterizado por un progreso significativo en el reconocimiento por los gobiernos

de que la salud sexual es una dimensión esencial de la salud general y, en

consecuencia, del desarrollo humano. El Programa de Acción de la CIPD

adoptado por 184 países proporcionó la primera definición de salud sexual

negociada y acordada por los gobiernos nacionales de todo el mundo. Ese Plan

colocó a la salud sexual dentro de un ámbito más amplio de la atención de salud

reproductiva y reconoció la contribución multifacética importante que la salud

sexual hace al bienestar humano.

...La atención de la salud reproductiva se define como el conjunto de

métodos, técnicas y servicios que contribuyen a la salud y al bienestar

reproductivos al evitar y resolver los problemas relacionados con la

salud reproductiva. También incluye a la salud sexual, cuyo objetivo

es el desarrollo de la vida y de las relaciones personales, y no

meramente el asesoramiento y la atención en materia de reproducción

y enfermedades de transmisión sexual (UN, 1994, apartado 7.2.).

Otros documentos internacionales han reconocido y recalcado la importancia de la

salud sexual dentro del marco más amplio del bienestar humano. Por ejemplo, el

documento de la OPS (2000) Promoción de la salud sexual: recomendaciones para la acción

recalcaba que si se quería alcanzar la salud general, debía promoverse y mantenerse

la salud sexual.

 

Es fundamental abordar las preocupaciones y los problemas atinentes

a la salud sexual y encontrarles solución no sólo porque quebrantan

la salud sexual y, por ende, la salud en general de la persona, la familia

y la sociedad, sino también porque su existencia puede indicar la

presencia de otros problemas de salud. Asimismo, tales inquietudes y

problemas pueden ocasionar y perpetuar otros trastornos en la

persona, la familia, la comunidad y la población en general (p. 15).

En septiembre del 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la

Resolución 55/2, Declaración del Milenio de las Naciones Unidas (UN, 2000). La

Declaración del Milenio se fundamenta en valores fundamentales: libertad,

igualdad, solidaridad, tolerancia, respeto de la naturaleza y responsabilidad

compartida. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que surgieron de la

Declaración del Milenio y fueron adoptados por los líderes mundiales en la Cumbre

del Milenio de las Naciones Unidas realizada en el 2000, articulan los objetivos para

resolver algunos de los problemas sociales más complicados y urgentes de nuestro

tiempo. Se aceptan generalmente como un marco para medir el progreso hacia el

desarrollo y como una herramienta para ayudar a los gobiernos y a los defensores

de la causa a que movilicen recursos y ejecuten programas que garanticen el

desarrollo sostenible y equitativo en todo el mundo. En la Cumbre del Milenio de

las Naciones Unidas, los líderes mundiales se comprometieron, a través de los

ODM, a alcanzar objetivos cuantificables para abordar una gama básica de

problemas, entre otros pobreza, hambre, enfermedad, analfabetismo, degradación

del medio ambiente y discriminación contra la mujer. En mayor o menor grado,

estos problemas afectan a todas las regiones y pueblos del mundo. Esencialmente,

los ODM tienen como finalidad mejorar la condición humana y promover los

derechos humanos más básicos.

 

OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO DE LAS NACIONES UNIDAS (ODM)

* Erradicar la pobreza extrema y el hambre

* Lograr la enseñanza primaria universal

* Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer

* Reducir la mortalidad infantil

* Mejorar la salud materna

* Combatir el VIH/sida, el paludismo y otras enfermedades

* Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente

* Fomentar una asociación mundial para el desarrollo

 

Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas

Los ODM necesariamente son amplios en su alcance y colocan ocho objetivos

básicos en el centro de la agenda mundial. Para alcanzar estos objetivos mundiales

será inevitable abordar esos factores específicos que hacen posible la consecución

de los objetivos más amplios. Para la mayoría de los ODM, estos factores

específicos, incluyen directa o indirectamente a la sexualidad y la salud sexual y

reproductiva. La estrategia de salud reproductiva de la OMS, adoptada en la 57.a

Asamblea Mundial de la Salud en mayo del 2004, reconoció explícitamente los

vínculos entre los ODM y la salud sexual y reproductiva. A un nivel amplio, la

estrategia de la OMS (2004b) reconoce no solo que la salud sexual y reproductiva es

un factor determinante fundamental para el bienestar de las personas, las parejas y

las familias, sino que también los es para el desarrollo de comunidades y naciones.

Con respecto a los ODM específicamente, el documento de la OMS (2004b)

observa que,

De los ocho Objetivos, tres —mejorar la salud materna, reducir la

mortalidad infantil y combatir el VIH/sida, el paludismo y otras

enfermedades —están directamente vinculados con la salud sexual y

reproductiva, mientras que otros cuatro —erradicar la pobreza

extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal,

promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, y

garantizar la sostenibilidad del medio ambiente— guardan una

estrecha relación con la salud, incluida la salud reproductiva (pág.11).

Con respecto a la salud reproductiva, las mujeres que no tienen acceso a la

información y los servicios de salud sexual y reproductiva estarán menos

capacitadas para planificar sus familias y expuestas a mayor riesgo de contraer

alguna ITS y la infección por el VIH, además de sufrir otras consecuencias

negativas para la salud, todo lo cual facilita directamente la pobreza. Las

consecuencias son claras. “Por lo tanto, la salud reproductiva es crucial, no solo

para la reducción de la pobreza, sino para el desarrollo humano sostenible”

(FNUAP, 2003). De manera más general, cada vez se reconoce más la relación

recíproca entre el establecimiento de los derechos sexuales, el logro y el

mantenimiento de la salud sexual, y el cumplimiento de los objetivos más amplios

de los ODM.

Si se quiere lograr la salud sexual y reproductiva, hay que darles

autonomía a las personas para que ejerzan el control de su vida sexual

y reproductiva, y garantizarles el acceso a los servicios de salud afines.

Si bien estos derechos y la capacidad de ejercitarlos, constituyen un

valor importante por sí mismos, son también una condición para el

bienestar y el desarrollo. El descuido y la denegación de los servicios

de salud sexual y reproductiva y de los derechos asociados, son la

causa de muchos problemas relacionados con la salud en todo el

mundo (WHO, 2004a, p. 2).

Cada vez es mayor la toma de conciencia sobre la relación recíproca entre los

problemas de salud sexual y reproductiva y los indicadores fundamentales

específicos del bienestar general, como la pobreza. Los problemas de salud sexual y

reproductiva son a la vez una causa y una consecuencia de la pobreza. Este vínculo

lo señala explícita y sucintamente Family Care International (2005) al decir que,

La deficiente salud sexual y reproductiva repercute en el bienestar

económico de las personas, las familias y las comunidades ya que

reduce la productividad y la participación de las personas en la fuerza

laboral. Por ejemplo, la maternidad temprana perpetúa el ciclo de la

pobreza al perturbar la escolaridad de niñas, al limitar las

oportunidades laborales de las mujeres y las niñas, y reducir las

inversiones en el bienestar de las mujeres y sus hijos. Al mismo

tiempo, los costos de los tratamientos para las lesiones y las

enfermedades sexuales y reproductivas pueden agotar los exiguos

ingresos, exacerbando la pobreza individual y doméstica (p. 3).

Con el transcurso de los años, se ha reconocido cada vez más que los esfuerzos de

promoción de la salud sexual y reproductiva tienen una repercusión beneficiosa

directa sobre estos aspectos de la vida de la gente. Lo que ha sido quizás menos

claro para las instancias normativas, pero que es de importancia crucial, es el

reconocimiento de que romper el ciclo de la pobreza exige que se imparta

educación eficaz sobre salud sexual y que los servicios se presten en un entorno que

aliente a los individuos a que actúen en su propio nombre. Por ejemplo, el informe,

Adding It Up: The Benefits of Investing in Sexual and Reproductive Care (Singh, Darroch,

Vlassoff y Nadeau, 2003) documenta ampliamente en qué medida las inversiones

en servicios de atención de salud sexual y reproductiva pueden efectuar

contribuciones valiosas a los objetivos de desarrollo más amplios. En efecto, con

respecto a los ODM específicamente, el informe concluye que “la salud sexual y

reproductiva es esencial para alcanzar todos estos objetivos” (p. 30).

La publicación Developing Sexual Health Programmes: A Conceptual Framework and Basis

for Action de la OMS (2007, en prensa) aporta un método integral de promoción de

la salud sexual al reconocer que hay una amplia gama de factores determinantes de

la salud sexual, entre ellas las influencias legales, políticas, religiosas, económicas y

socioculturales. La promoción eficaz de la salud sexual en toda la sociedad no solo

debe incluir a la salud y los sistemas de educación sino que debe abordarse también

mediante la aplicación de leyes y políticas apropiadas. Estos esfuerzos deben incluir

el abordaje de las desigualdades económicas asociadas con la aparición de muchos

problemas relacionados con la salud sexual y suelen ser causa de ellos. El marco

conceptual de la OMS reconoce e incorpora el hecho crucial de que para ser

exitosos, los programas de promoción de la salud sexual deben formularse y

ejecutarse con los aportes, la cooperación y la aceptación de las comunidades

interesadas.

Tanto en el mundo desarrollado como en desarrollo tenemos que hacer frente a

tasas persistentemente altas, y en algunos casos en aumento, de infecciones de

transmisión sexual como el VIH, de embarazos no deseados y abortos peligrosos.

Estos problemas son particularmente agudos en el mundo en desarrollo donde

 

representan obstáculos fundamentales para lograr progresos significativos en la

disminución de la morbilidad, la mortalidad y la pobreza. La discriminación por

razones de género que incluye normas y prácticas sexuales, así como el coito

coercitivo que se impone a las mujeres y los niños, agravan estos problemas. El

ataque violento de la infección por el VIH/sida en África es un ejemplo

contundente de cómo una multitud de normas y prácticas sexuales específicas y la

falta de esfuerzos sostenidos de promoción de la salud sexual basados en datos

probatorios, han facilitado una epidemia que se ha cobrado millones de vidas,

además de exacerbar y contribuir directamente a la pobreza extrema.

Considerada en conjunto, la gama de problemas de salud sexual y reproductiva que

afronta la comunidad mundial es amplia y su repercusión sobre la condición

humana es inmensa. Según la OMS (2004b),

...los aspectos de mala salud reproductiva y sexual (la mortalidad y

morbilidad maternas y perinatales, los cánceres, las infecciones de

transmisión sexual y el VIH/sida) ocasionan casi 20% de la carga

mundial de mala salud para las mujeres y cerca de 14% para los

hombres. Sin embargo, estas estadísticas no captan la carga total de

mala salud. La violencia de género y los trastornos ginecológicos,

como los problemas menstruales graves, la incontinencia urinaria y

fecal debida a la fístula obstétrica, el prolapso uterino, la pérdida de

embarazos y la disfunción sexual— que tienen consecuencias graves

tanto sociales, como emocionales y físicas— actualmente se

subestiman considerablemente en los cálculos de la presente carga

mundial de morbilidad. La OMS calcula que el comportamiento

sexual peligroso es el segundo factor de riesgo más importante para la

salud a nivel mundial (p. 15).

Es evidente que para lograr el éxito de las iniciativas mundiales para el desarrollo

sostenido ellas deben incorporar específicamente programas de promoción de la

salud sexual basados en datos probatorios.

El mundo en desarrollo sufre una carga desproporcionada debida a los problemas

de salud sexual y reproductiva y esto representa un obstáculo importante para el

desarrollo de estas regiones del mundo. Además, cabe señalar que los problemas de

salud sexual y reproductiva también colocan una carga significativa en la salud y el

bienestar de las personas y las familias en el mundo desarrollado. Por ejemplo, en el

documento The Surgeon General’s Call to Action to Promote Sexual Health and Responsible

Sexual Behavior (Director General de Sanidad de los Estados Unidos, 2001) se

reconoce en qué grado muchos de estos mismos problemas generan una

considerable morbilidad y mortalidad en ese país y dichos problemas están muy

asociados con la desventaja socioeconómica. Un estudio comparativo de la salud

sexual y reproductiva del adolescente en cinco países desarrollados mostró

claramente que el acceso a la educación de salud sexual y reproductiva y a los

servicios clínicos suele ser insuficiente y que una falta de acceso a la educación y los

servicios está correlacionada con tasas mayores de embarazo e infección de

transmisión sexual en adolescentes (Darroch, Frost, Singh and the Study Team,

2002).

 

Salud Sexual para el Milenio refleja los últimos adelantos técnicos en la ciencia de promoción de la salud sexual

El documento de la OMS (2007, en prensa) proporciona un marco conceptual para

elaborar y aplicar programas eficaces de promoción de la salud sexual que reflejan

un enfoque multisectorial. El documento técnico Salud Sexual para el Milenio

presenta un examen complementario y exhaustivo basado en la investigación de

temas clave en la promoción de la salud sexual, que representa más apoyo basado

en datos probatorios para el marco conceptual de la OMS. Un componente clave

de lo oportuno y la relevancia del documento técnico Salud Sexual para el Milenio es

que llega en un momento en que los adelantos en la disciplina extraordinariamente

diversa de la sexología hacen cada vez más evidente que los programas bien

apoyados y bien diseñados de promoción de la salud sexual pueden tener éxito en

alcanzar sus objetivos y, como resultado, tener una repercusión positiva

considerable y amplia sobre la salud y el bienestar de los beneficiarios. Por ejemplo,

los adelantos en la ciencia del comportamiento aplicados a la prevención de las ITS

y el VIH y de los embarazos no deseados, así como la educación en salud sexual

para los jóvenes han aumentado extraordinariamente la posible eficacia de dichos

programas. La comprensión epidemiológica de la dinámica biológica y social que

conduce a la propagación de las ITS y el VIH dentro de las comunidades y a través

de las fronteras ha avanzado significativamente. Los estudios en los ámbitos de la

sociología y la antropología nos han dado una mayor comprensión de las normas y

las prácticas sexuales dentro de diversos contextos socioculturales. El conocimiento

médico y la intervención clínica relacionada con el control sexual funcional, así

como de la reproducción y la fecundidad ahora tienen un potencial cada vez mayor

para mejorar la calidad de vida.

Los ocho enunciados de la declaración y documento técnico Salud Sexual para el

Milenio representan y sustentan el próximo paso lógico y gradual en la promoción

mundial de la salud sexual (véanse apéndices IV y V que incluyen una descripción

del proceso seguido para elaborar la declaración y documento técnico, así como el

agradecimiento de los que participaron en dicho proceso). Los enunciados de la

declaración identifican ocho áreas clave en la esfera de la salud sexual en las que

debemos avanzar. La sexualidad y la salud sexual son conceptos amplios y diversos

que se refieren a innumerables aspectos de la condición humana. El documento

Salud Sexual para el Milenio no solo confirma la función que debe desempeñar la

promoción de la salud sexual para cumplir los ODM, sino que especifica y explica

en detalle ocho aspectos diferenciados pero interrelacionados de la salud sexual que

tienen funciones importantes para influir en el desarrollo humano. A fin de

contribuir de manera significativa y eficaz al cumplimiento de los ODM, los

programas de promoción de la salud sexual deben abordar la totalidad de la

sexualidad humana. Por ejemplo, para promover eficazmente la reducción del

riesgo de contraer el VIH por contacto sexual, los programas de promoción de la

salud sexual deben reflejar e incorporar la realidad de que las relaciones sexuales

incluyen el género y la dinámica de poder y que el deseo de intimidad y placer

desempeña una función primordial en la configuración del comportamiento sexual.

En resumen, Salud Sexual para el Milenio conceptualiza a la salud sexual como

multidimensional e identifica y examina concretamente ocho metas específicas que

juntas abarcan un método integrado y coherente a la promoción de la salud sexual.

Por último, este documento técnico describe las acciones concretas necesarias que

son específicas para cada una de las ocho metas de la declaración.

 

Salud Sexual para el Milenio. Declaración

La promoción de la salud sexual es fundamental para el logro del bienestar, así como

para alcanzar el desarrollo sostenible y más específicamente para el logro de los

Objetivos de Desarrollo del Milenio. Las personas y las comunidades que disfrutan del

bienestar sexual están mejor preparadas para contribuir a la erradicación de la pobreza

individual y social. Al fomentar la responsabilidad individual y social, además de las

interacciones sociales equitativas, la promoción de la salud sexual favorece la calidad de

vida y la instauración de la paz. Por consiguiente, instamos a todos los gobiernos,

organismos internacionales, sector privado, instituciones académicas, a la sociedad en

general, y en particular, a todas las organizaciones miembros de la Asociación Mundial

para la Salud Sexual a:

1. Reconocer, promover, garantizar y proteger los derechos sexuales para todos.

Los derechos sexuales son un componente integral de los derechos humanos básicos y por

consiguiente son inalienables y universales. La salud sexual es un componente integral del

derecho al goce del grado máximo alcanzable de salud. La salud sexual no puede obtenerse ni

mantenerse sin derechos sexuales para todos.

2. Avanzar hacia la igualdad y la equidad de género.

La salud sexual exige igualdad, equidad y respeto, independientemente del género. Las

inequidades y los desequilibrios de poder relacionados con el género entorpecen las interacciones

humanas armónicas y constructivas y, por consiguiente, el logro de la salud sexual.

3. Condenar, combatir y reducir todas las formas de violencia relacionadas con la

sexualidad.

La salud sexual no puede lograrse mientras las personas no estén libres de estigma,

discriminación, abuso, coerción y violencia sexuales.

4. Proveer acceso universal a la información completa y educación integral de la

sexualidad.

Para lograr la salud sexual, todas las personas, incluidos los jóvenes, deben tener acceso a la

información completa y a la educación integral de la sexualidad, así como a los servicios de salud

sexual en todo el ciclo de vida.

5. Asegurar que los programas de salud reproductiva reconozcan el carácter central de la

salud sexual.

La reproducción es una de las dimensiones fundamentales de la sexualidad humana y, como tal,

puede contribuir a fortalecer las relaciones y a la satisfacción personal, cuando se desea y se

planifica. La salud sexual abarca la salud reproductiva. Deben ampliarse los programas actuales

de salud reproductiva para abordar las diversas dimensiones de la sexualidad y la salud sexual de

manera integral

6. Detener y revertir la propagación de la infección por el VIH y otras infecciones de

transmisión sexual.

El acceso universal a la prevención eficaz, la orientación y las pruebas voluntarias, a la atención y

el tratamiento integrales de la infección por el VIH/sida y otras infecciones de transmisión

sexual (ITS) son igualmente esenciales para la salud sexual. Es necesario reforzar de inmediato

los programas que garantizan el acceso universal.

7. Identificar, abordar y tratar las preocupaciones, las disfunciones y los trastornos

sexuales.

Debido a que las preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales repercuten en la

calidad de vida, es fundamental reconocer, prevenir y tratar las preocupaciones, las disfunciones

y los trastornos sexuales.

8. Lograr el reconocimiento del placer sexual como un componente de la salud y el

bienestar total.

La salud sexual es más que la ausencia de enfermedades. En todo el mundo, debe reconocerse y

promoverse el derecho al placer sexual.

Es esencial que los planes de acción internacionales, regionales, nacionales y locales para el

desarrollo sostenible asignen una alta prioridad a las intervenciones de salud sexual, doten de

recursos suficientes, aborden las barreras sistémicas, estructurales y comunitarias y hagan el

seguimiento del progreso logrado.

Aprobado el 17 de abril de 2007 por la Asamblea General de la WAS celebrada en Sydney

Australia.

 

Conclusión

Hemos llegado a un punto en la historia en el que cada vez es más evidente que los

adelantos en la ciencia de la sexualidad han mejorado de manera cuantificable la

capacidad de los programas de promoción de la salud sexual, bien diseñados y

apoyados, para abordar eficazmente varios problemas que limitan o impiden que

las personas lleven una vida sana y productiva. Según indica el documento

Estrategia de Salud Reproductiva de la OMS (2004b), “El número de prácticas óptimas

en materia de salud reproductiva y sexual basadas en criterios científicos ha

registrado un aumento sustancial y se ha ampliado el alcance tanto de las

investigaciones clínicas y comportamentales como de las normas y directrices

internacionalmente reconocidas” (p.13). A su vez, la declaración y documento

técnico Salud Sexual para el Milenio ilustra e incorpora los adelantos en la ciencia de la

promoción de la salud sexual que han colocado a esta esfera en una posición sin

precedentes para contribuir al desarrollo humano y efectuar un aporte

imprescindible a los objetivos amplios de los ODM.

 

Referencias

Coleman, E. (2002). Promoting sexual health and responsible sexual behavior: An introduction. The Journal of Sex

Research, 39, 3-6.

Darroch, J.E., Frost, J.J., Singh, S. and the Study Team. (2002). Teenage Sexual and Reproductive Health in Developed

Countries: Can More Progress be Made? New York, NY: The Alan Guttmacher Institute.

http://www.guttmacher.org/pubs/eurosyth_rpt.pdf

Family Care International. (2005). Millennium Development Goals & Sexual & Reproductive Health. New York,

NY: Family Care International. http://www.familycareintl.org

Girard, F. (2005). Sexual Health and Human Development in International, Inter-Governmental Agreements:

Background Paper. World Association for Sexual Health

Pan American Health Organization. (2000). Promotion of Sexual Health: Recommendations for Action. Pan American

Health Organization. Extraido el 28 de marzo del 2006 del sitio

http://www.paho.org/english/HCP/HCA/PromotionSexualHealth.pdf

Singh, S., Darroch, J.E., Vlassoff, M. & Nadeau, J. (2003). Adding It Up: The Benefits of Investing in Sexual and

Reproductive Health Care. New York, NY: The Alan Guttmacher Institute.

http://www.guttmacher.org/pubs/addingitup.pdf

United Nations. (1994). International Conference on Population and Development Programme of Action. Report of The

International Conference on Population and Development. Cairo, Egypt: Naciones Unidas.

UN. (1995). Report of the Fourth World Conference on Women. New York, NY: United Nations. Extraido el 28 de marzo

del 2006 del sitio http://www.un.org/womenwatch/confer/beijing/reports/

UN. (2000). Resolution 55/2. United Nations Millennium Declaration. Fifty-fifth Session of the United Nations

General Assembly. Extraido el 29 de marzo del 2006 del sitio

www.un.org/millenium/declaration/ares552e.htm

UNFPA. (2003). Achieving the Millennium Development Goals: Population and Reproductive Health as Critical Determinants.

Population and Development Strategies Series, Number 10. New York, NY: United Nations Population

Fund.

U.S. Surgeon General. (2001). The Surgeon General’s Call to Action to Promote Sexual Health and Responsible Sexual

Behavior. Rockville, MD: The Office of the Surgeon General.

http://www.surgeongeneral.gov/library/sexualhealth/

WAS. (1999). World Association for Sexual Health Declaration of Sexual Rights. World Association for Sexual Health.

Extraido el 28 de marzo del 2007 del sitio http://www.worldsexology.org/about_sexualrights.asp

WHO. (2007, en prensa). Developing Sexual Health Programmes: A Conceptual Framework for Action. Ginebra, Suiza:

Organización Mundial de la Salud.

WHO. (2006). Defining Sexual Health: Report of a technical consultation on sexual health, 28 al 31 de enero del 2002,

Ginebra, Suiza. Autor: Organización Mundial de la Salud. Extraido el 28 de marzo del 2007 del sitio

http://www.who.int/reproductive-health/publications/sexualhealth/index.html

WHO. (2004a). What constitutes sexual health? Progress in Reproductive Health Research, No. 67, 2-3.

WHO. (2004b). Reproductive Health Strategy to Accelerate Progress Towards the Attainment of International Development Goals

and Targets. Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud.

 

Capitulo 1

 

Reconocer, promover, garantizar y proteger los derechos sexuales para todos

 

Los derechos sexuales son un componente integral

de los derechos humanos básicos y por

consiguiente son inalienables y universales. La

salud sexual es un componente integral del

derecho al goce del grado máximo alcanzable de

salud. La salud sexual no puede obtenerse ni

mantenerse sin derechos sexuales para todos.?

 

Introducción

La colocación de los derechos sexuales como el primer punto de la

declaración Salud Sexual para el Milenio de la Asociación Mundial para la

Salud Sexual (WAS) es congruente con el reconocimiento cada vez

mayor de los derechos humanos como requisitos fundamentales para la

salud (Farmer, 1999; Mann, Gruskin, Grodin y Annas, 1999). Por consiguiente, la

salud sexual no puede lograrse ni mantenerse sin el respeto de los derechos

humanos (WHO, 2007, en prensa).

En su documento Gender and Reproductive Health Glossary, la secretaría de la

Organización Mundial de la Salud (OMS) propone una definición práctica de los

derechos sexuales como “derechos humanos relacionados con la salud sexual”. De

ese modo, coloca firmemente a los derechos sexuales dentro de la gama de

? Este capítulo está casi totalmente basado en el Documento de Antecedentes escrito por Eleanor

Maticka-Tyndale y Lisa Smylie. La Consulta de Expertos de la WAS realizada en Oaxaca, México

proporcionó insumos adicionales así como retroalimentación por parte de los revisores. (Ver Apéndices

IV y V)


derechos humanos que ya se reconocen en los tratados y los convenios

internacionales (WHO, 2002a). Esta definición práctica estipula que:

los derechos sexuales abarcan los derechos humanos que ya se

reconocen en las leyes nacionales, documentos internacionales de

derechos humanos y otras declaraciones de consenso. Incluyen el

derecho de todas las personas, libres de coacción, discriminación y

violencia, a:

* alcanzar el nivel más alto posible de salud sexual, en especial el

acceso a servicios de atención de salud sexual y reproductiva;

* buscar, recibir y difundir información con relación a la sexualidad;

* recibir educación sobre la sexualidad;

* que se respete su integridad física;

* elegir el compañero (a);

* decidir ser sexualmente activo o no;

* tener relaciones sexuales consensuales;

* matrimonio consensual;

* decidir si la persona quiere tener hijos o no, y cuándo quiere

tenerlos; y

* llevar una vida sexual satisfactoria, segura y placentera.

 

La definición práctica concluye que: “El ejercicio responsable de los derechos

humanos requiere que todas las personas respeten los derechos de los demás”

(WHO, 2002a).

Los derechos sexuales tal como se acaban de describir pueden identificarse como

un elemento esencial subyacente de todos los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio

(ODM) (UN, 2005). La disponibilidad de servicios de salud sexual y reproductiva

de calidad, así como de información y educación referentes a la sexualidad;

protección de la integridad física; la garantía del derecho de las personas a elegir

libremente a los compañeros sexuales y los cónyuges, para decidir si van a tener

hijos o no, y para llevar una vida sexual satisfactoria, segura y placentera, se basan

en la igualdad de género y contribuyen tanto a esa igualdad como a la autonomía de

las mujeres (ODM 3); contribuyen también al acceso a la educación primaria, en

particular para las niñas (ODM 2); a la reducción de la mortalidad infantil y en la

niñez, especialmente de las niñas (ODM 4); a las mejoras en la salud materna y la

disminución de la mortalidad (ODM 5); a la reducción de la vulnerabilidad a la

infección por el VIH/sida, a las ITS y a otras amenazas para la salud (ODM 6); y

también a la reducción de la pobreza (especialmente entre las mujeres) (ODM 1).

Por lo tanto, es evidente que el logro de los derechos sexuales para todas las

personas no solo contribuirá a la salud sexual y reproductiva, al bienestar y la

calidad de vida, sino que también impulsará los ODM.

 

Algunos obstáculos que deben superarse en torno a los derechos sexuales

A pesar de la armonización clara de los derechos sexuales con los derechos

humanos, el apoyo internacional amplio a numerosos tratados de derechos

humanos y declaraciones de consenso (Oficina del Alto Comisionado para los

Derechos Humanos de las Naciones Unidas, 2004), de los logros en materia de

salud y de la elaboración de un enfoque basado en los derechos (Farmer, 1999;

Hendriks, 1995; Mann, Gruskin, Grodin y Annas, 1999), los intentos para alcanzar

el consenso internacional sobre los derechos sexuales han encontrado obstáculos

(Correa y Parker, 2004; Girard, 2005; Petchesky, 2000) que, sin embargo, no son

insuperables.

 

Barreras religiosas y otras barreras de tipo cultural

Por tratarse de declaraciones normativas, los acuerdos internacionales de derechos

humanos pueden representar un reto para la autoridad del Estado, las estructuras

culturales o las organizaciones religiosas (Cook, 1995). Los derechos sexuales quizá

sean particularmente contenciosos porque abordan aspectos de la vida que se

consideran como del dominio privado y sagrado, y se basan en creencias culturales

y religiosas acerca de la naturaleza de la existencia humana y su relación con el

poder fundamental de la vida, así como la naturaleza y la perpetuación de grupos

fundamentales como la familia y el clan. Estos derechos se insertan en sistemas

culturales y de creencias religiosas y en códigos morales que no son dependientes

de la ciencia ni responden a ella ni a los procesos democráticos (Plummer, 2003).

Dentro de estas visiones cósmicas, la salud y el desarrollo no tienen prioridad sobre

el respeto de las creencias culturales o religiosas y de los códigos morales. De

hecho, la mala salud, el sufrimiento, y aun la muerte pueden verse como pruebas o

pasajes necesarios de la vida, o hasta consecuencias inevitables de la transgresión de

las normas culturales y religiosas. Un enfoque de derechos sexuales puede

considerarse como una infracción a la naturaleza de la humanidad según la

entienden la religión y la cultura. Esto explica, por ejemplo, la oposición vehemente

de los representantes de Pakistán (una posición que fue respaldada por otros países)

a la inclusión de la orientación sexual en un proyecto de resolución de la Comisión

de Derechos Humanos en el 2003, alegando que se trataba de un insulto a los 1.200

millones de musulmanes del mundo (citado en Saiz, 2004, p. 57) y la oposición

similar de la Iglesia Católica y de los clérigos musulmanes a la inclusión de las

referencias a la homosexualidad en el Programa de Acción de la Conferencia

Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1994 (ICPDPoA) (UN, 1994),

la Plataforma de Acción de Beijing (Beijing) (UN, 1995) y las plataformas y

resoluciones del periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las

Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (UNAIDS, 2002), (Bayes y Tohidi, 2001;

Girard, 2005; Parker, di Mauro, Filiano, García, Muñoz-Laboy y Sember, 2004).

 

Inquietudes teóricas

Los teóricos críticos también se han opuesto a un enfoque a la sexualidad basado

en los derechos y la salud. Ellos ponen de relieve las consecuencias de enmarcar los

derechos sexuales dentro de un paradigma de salud en comparación con un

paradigma de ciudadanía. Miller (2001) señala que “si bien es cierto que la ubicación

de la sexualidad con la salud tal vez la libere de los límites estrechos de la religión, la

cultura y la moralidad, la sexualidad quedaría colocada bajo el control normalizador

de la salud y la medicina”. Históricamente (y en la actualidad también), la salud y la

medicina han impuesto una tiranía de la ‘naturaleza’ y del determinismo biológico

que no reconoce la naturaleza social de la sexualidad ni la capacidad de los

individuos y las culturas de encontrar placer y ‘naturalidad’ en diversas prácticas y

experiencias. Hay que considerar también, por ejemplo, la ‘patologización’ de la

práctica, por lo demás universal, de la masturbación o de todo contacto sexual

consensual de adultos del mismo sexo, a pesar de ejemplos históricos y

contemporáneos de culturas donde esto es una práctica reconocida por las normas.

Además, hay que tener en cuenta la relativamente reciente, y en algunos círculos

todavía contenciosa, eliminación de la homosexualidad del (Manual Diagnóstico y

Estadístico de los Trastornos Mentales), de la Asociación Psiquiátrica

Estadounidense (APA).

Quienes trabajan en el ámbito mundial nos alertan hacia sus tácticas y

consecuencias más indeseables. Van Eerdewijk (2001) señala las maneras en que el

etnocentrismo occidental induce a los investigadores a considerar sus propias

circunstancias como la “norma” y, por ende, aplican sus propios valores al

interpretar sus observaciones en lugar de indagar cuáles son los valores de otros.

Boyle y Preves (2000) dirigen nuestra atención hacia las tácticas políticas que hacen

avanzar una agenda occidental sin preocupación por las preferencias, atracciones y

deseos de las personas locales, con lo cual les niegan su derecho a la autonomía

como personas. Plummer (2003) cuestiona la pertinencia de los derechos

universales y abstractos desprovistos de contextos, antecedentes y relatos locales

para crear una ética para el mundo globalizado del siglo XXI.

Los teóricos especializados en los derechos, la sexualidad y la globalización señalan

que las doctrinas sobre los derechos que encuentran su justificación en la salud

prestan poca atención al trabajo de los construccionistas sociales y a la

comprensión en evolución de la sexualidad fundamentada en reconocimientos

posmodernos de subjetividades, conocimientos y experiencias cambiantes y

variables (Hawkes, 2004; Richardson, 2000; Weeks, 1989; 2000), o a los

diferenciales de poder entre los géneros, los grupos y las naciones en la

determinación de las agendas y las normas internacionales. Esto ha conducido a

algunas académicas feministas como Oriel (2005) a cuestionar si la agenda de los

derechos sexuales ha tenido en cuenta adecuadamente los derechos de las mujeres

en relación con los de los hombres, en especial, dados los diferenciales de poder

que todavía predominan entre hombres y mujeres. Además, Miller (2001) señala a

nuestra atención la necesidad de conciliar las incompatibilidades fundamentales

entre el enfoque de los derechos humanos, en comparación con el de salud pública,

en particular si estamos de acuerdo en que los derechos son esenciales para la salud.

Estas inquietudes relacionadas con las nuevas conceptualizaciones de la sexualidad

dentro de un paradigma de salud y derechos quizás puedan comprenderse si

reconocemos la naturaleza intrínsecamente dialéctica del cambio (Balakrishnan,

2001). La liberación de las antiguas formas de opresión conlleva tanto nuevas

libertades como nuevas opresiones. Por lo tanto, la tiranía de la comunidad es

reemplazada con la tiranía de la persona. Un enfoque centrado en los derechos de

la persona puede amenazar tanto el bienestar como la existencia y la identidad

mismas de algunas personas, grupos o comunidades. En consecuencia, la oposición

a los derechos puede comprenderse mejor como una advertencia que nos alerta hacia

lo inevitable de que surjan metas en competencia o en conflicto y hacia la necesidad

de seguir adelante con el cuidado debido, manteniéndose alerta contra nuevas

pérdidas y logros, reconociendo que lo mejor que puede lograrse es un nuevo

equilibrio.

 

La necesidad de contar con derechos sexuales

A pesar de estos debates, las organizaciones internacionales que abogan por los

derechos de las mujeres y los niños, y de las personas homosexuales, lesbianas,

bisexuales y transgénero, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, así

como los Relatores de diversos Comités de las Naciones Unidas, se han mantenido

a la vanguardia para documentar las infracciones continuas a los derechos sexuales

y sus consecuencias para la salud, el bienestar y la vida misma de hombres, mujeres

y niños. Para permitirles a todas las personas gozar del nivel más alto posible de

salud sexual, es necesario satisfacer diversas necesidades que provienen de

principios éticos acordados universalmente.

 

A) La necesidad de autonomía en la toma de decisiones sobre la salud

sexual y reproductiva

A las mujeres se les niega la autonomía en la toma de decisiones sobre la sexualidad

y su derecho a la atención de salud sexual y reproductiva con la prohibición legal

del control de la natalidad y de los servicios de abortos, ya que se ven obligadas a

buscar servicios ilegales que suelen conducir a abortos peligrosos (WHO, 2004).

Pero, ni siquiera la disponibilidad de anticonceptivos y de abortos en condiciones

seguras garantiza necesariamente el derecho de las mujeres a la autodeterminación

en materia de reproducción. Varias organizaciones de América Latina han

documentado casos ocurridos en Perú y México, de esterilización quirúrgica o de

inserción de los DIU en mujeres indígenas o marginadas sin su consentimiento

(Castro y Ervitie, 2003). En el análisis hecho por Mertus (2001) de numerosos

problemas de derechos reproductivos y sexuales en países de Europa central y

oriental se encuentran los casos de la esterilización involuntaria de las mujeres del

pueblo gitano en Eslovaquia. En los países que prohíben la actividad sexual fuera

del matrimonio, por lo general, a las mujeres solteras les son negados los servicios

de salud sexual y reproductiva (Amado, 2003; Shirpak, Mohammad, Maticka-

Tyndale, et al., 2006, en prensa).

 

B) La necesidad de garantizar la libertad para buscar, suministrar y recibir

información y educación sobre salud sexual

Las necesidades de información y de educación sexual de las mujeres y las niñas no

están satisfechas debidamente en muchos países, según queda demostrado, por

ejemplo, en la restricción de gran parte de la educación sexual en las escuelas de los

Estados Unidos para limitarla solamente a los programas que preconizan la

abstinencia exclusiva (Arnold, Smith, Narrison y Springer, 1999; Jones, 2002); el

suministro no uniforme de educación sexual en el Canadá (Barrett, King, Levy,

Maticka-Tyndale, McKay y Fraser, 2004); la ausencia o el acceso disperso a la

educación sexual en gran parte de América Latina, África, Oriente Medio y Asia.

En los casos en que la educación sobre salud sexual está disponible, quizá sea

inapropiada para las necesidades de muchas mujeres y niñas, según se demuestra en

los enfoques conocidos como el ABC (abstinence, be faithful, condoms), utilizados

para la educación sobre prevención de la infección por el VIH, que predominan en

el África subsahariana. Estos enfoques, que suponen que las mujeres y las niñas

gozan de autonomía personal y controlan las decisiones relativas a la sexualidad,

tienen el efecto de quitarles poder y de alienar aún más a la gran mayoría de las

niñas y las mujeres que carecen de esa autonomía y control (Van Donk, 2006;

Whelan, 1998).

Las formas de actividad sexual calificadas de patológicas, tipificadas como delitos,

no normativas, o cuya existencia es pasada por alto o negada, no figuran en los

programas de educación sexual o están representadas como tales. A menudo,

quienes las practican no tienen ningún acceso a la información, la educación o los

servicios excepto a los que los representan como anormales, perversos o enfermos.

Por lo tanto, en los países donde la homosexualidad se considera como una

enfermedad, hasta a los proveedores de atención sanitaria, los investigadores y los

educadores se les enseña que traten estas prácticas como si se tratara de una

enfermedad o un delito. De la misma manera, donde la poligamia se tipifica como

delito, los adultos en uniones polígamas consensuales (y sus hijos) carecen de

acceso a los derechos, las protecciones y los servicios al alcance de los que se

encuentran en uniones matrimoniales reconocidas legalmente (Maticka-Tyndale,

2002, 2003). Donde las prácticas sadomasoquistas son tipificadas como delito,

quienes participan en ellas por su propia voluntad, quizá sean sometidos a

detención y a medidas penales sin consideración de la naturaleza consensual de su

práctica (por ejemplo, Richardson, 2000, p. 112). En muchos países, se supone que

las personas con discapacidades no son aptas para tomar decisiones sobre la

sexualidad y la actividad sexual y, por lo tanto, se les han negado los derechos a la

autodeterminación sexual y a los servicios de salud sexual para satisfacer sus

necesidades (DiGiulio, 2003; Tilley, 2000; Zola, 1988). Esto se observa más

claramente con respecto a las personas diagnosticadas con enfermedades mentales

graves o que sufren de retardo mental (Dybwad, 1976; Zola, 1988). De igual

manera, se niegan la capacidad y los intereses sexuales de los ancianos, y los

esposos y esposas se colocan en establecimientos separados de atención crónica;

además, a los ancianos que se encuentran en esos establecimientos no se les

concede la privacidad y el respeto necesarios para llevar una vida sexual segura,

placentera y satisfactoria. Asimismo, a los profesionales del sexo se les niega el

derecho de participar en actividades sexuales consensuales ya que el trabajo sexual

se criminaliza. La falta de información, educación y servicios de salud sexual se

considera un factor que contribuye a la mala salud sexual, lo que abarca las

infecciones de transmisión sexual, los embarazos no deseados, la violencia sexual, la

disfunción sexual, malos resultados de salud reproductiva y, en último término,

pone en peligro el derecho de llevar una vida sexual satisfactoria, segura y

placentera (WHO, 2007, en prensa).

 

C) La necesidad de proteger a las personas contra la violencia y la

violación de la integridad física

El abuso verbal, el acoso, la violencia, la violación de la integridad física y el

asesinato o la pena capital suelen ser utilizados por el Estado y sus agentes, y son

aprobados de manera implícita cuando la sociedad civil los usa para castigar a

hombres, mujeres, niños y niñas que infringen las normas culturales de conducta

sexual. La pena de muerte puede ser impuesta y se impone por una convicción de

homosexualidad en los países que se rigen por la ley islámica (shari’a) (Amado, 2004;

Ottoson, 2006). En Egipto, los profesionales de salud que trabajan en unidades de

medicina forense violan la integridad física de las personas detenidas por sospecha

de actividad homosexual, al efectuar exámenes anales forzados y repetidos con la

finalidad de determinar su culpa (Long, 2004). La India brinda un ejemplo más de

la colusión entre los profesionales de salud y la policía, en lo que Narrain (2004)

describe como un retroceso nacionalista que ha conducido a la “vigilancia policial

rigurosa y ruda” con procesos penales o tratamiento médico forzado para las

personas descubiertas en actividades homosexuales. En Zimbabwe, Namibia,

Zambia, Botswana y Uganda líderes del gobierno han lanzado campañas de odio

contra las personas homosexuales, incitando y aprobando el abuso civil de los

homosexuales y dando órdenes a la policía de que los persigan, los detengan y los

sometan a juicio agresivamente (Human Rights Watch e IGLHRC, 2003). En

Jamaica y otros países del Caribe, los hombres homosexuales son acosados,

intimidados y asesinados con la complacencia de la sociedad en general. Esta

información está documentada en los informes presentados al Relator Especial de

las Naciones Unidas sobre la Tortura, así como en los documentos preparados por

Amnistía Internacional sobre tortura y violación por la policía de personas

homosexuales, lesbianas y transgénero mientras se encontraban bajo custodia

policial en la India, Somalia, Turquía, Afganistán, Egipto, México y Venezuela, así

como la negativa de la policía a investigar las violaciones y asesinatos de personas

homosexuales por la población civil (Amnistía Internacional, 2005; Long, 2001).

En el Reino Unido, Australia, Estados Unidos y Canadá se ha usado con éxito una

defensa denominada del pánico homosexual para obtener una sentencia menor para los

perpetradores de violencia contra los hombres homosexuales o transgénero (Howe,

2000).

La violencia en forma de violación, tortura sexual, asesinatos por honor, palizas y

desfiguración también es utilizada por agentes del Estado y miembros de la

sociedad civil para controlar y castigar a las mujeres y las niñas que han transgredido

normas culturales de conducta sexual (Amado, 2004; Abu-Odeh, 2000; Fried y

Landsberg-Lewis, 2000; Spatz, 1991; Zuhur, 2005). En fecha muy reciente, se ha

volcado la atención hacia la violación, la tortura sexual, la maternidad forzada y el

matrimonio forzado de cientos de miles de mujeres como parte de conflictos

armado en la antigua Yugoslavia, Somalia, Birmania, Cachemira, Sierra Leona,

Rwanda, Angola y diversos países latinoamericanos (Heyser, 2006; Hughes,

Mladjenovic y Mrsevic, 1999; Human Rights Watch, 2003; Human Rights

Watch/África, Proyecto de Derechos de la Mujer de Human Rights Watch y la

Fédération Internationale des Droits de l’Homme, 1996; La Luz, 2000; Mladjenovic

y Hughes, 1999). La violación y la violencia sexual contra las mujeres y las niñas

también se han documentado en las prisiones de los Estados Unidos (Human

Rights Watch, 1996), asentamientos de refugiados, y como parte de la trata de

personas (Blum y Kelly, 2000; Mertus, 2001; Olujic, 1995). Esa violencia se ha

vinculado al embarazo no deseado, a las ITS y a la infección por el VIH, mala salud

materna e infantil, disfunción sexual e incapacidad para elegir opciones sexuales y

negociar encuentros sexuales de una manera que se reduzcan al mínimo los riesgos

para la salud de una mujer (García-Moreno y Watts, 2000; WHO, 2002b).

La mutilación genital femenina (MGF) se sigue practicando en las niñas y las

mujeres a pesar de las amenazas documentadas para la salud (WHO, 1998) y el

aumento de los riesgos tanto para las mujeres como para sus hijos durante el parto

(Banks, Meirik, Farley, Akande et al., 2006). La circuncisión infantil masculina,

aunque muy diferente en cuanto a la finalidad y la naturaleza de la MGF, es

considerada por algunos grupos como un abuso contra los lactantes de sexo

masculino ya que, de acuerdo a su argumento, se trata de un corte irreversible de

los genitales sin el consentimiento de la persona (es decir, el lactante). Esta práctica

todavía se efectúa sistemáticamente entre poblaciones musulmanas y judías como

un ritual religioso esencial y en la mayoría de los niños nacidos en los Estados

Unidos, Corea del Sur y Filipinas, a pesar de los alegatos de asociaciones de

médicos y de pediatras estadounidenses, canadienses, británicas, australianas y

europeas de que los datos probatorios acerca de los beneficios para la salud son

insuficientes para recomendar la práctica corriente de la circuncisión entre los niños

(Grupo de Estudio sobre la Circuncisión de la Academia Estadounidense de

Pediatría, 1999; Asociación Médica Estadounidense, 1999; Universidad Australiana

de Pediatría (1996); Fetus and Newborn Committee, 1996). Cabe señalar que varios

estudios recientes han demostrado un efecto protector de la circuncisión masculina

adulta en cuanto a la transmisión del VIH cuando se combina con otros medios de

prevención. Para que la circuncisión masculina adulta destinada a la prevención de

la infección por el VIH, sea ética debe ser segura, culturalmente apropiada

voluntaria e informada (WHO y UNAIDS, 2007).

 

D) La necesidad de garantizar la autodeterminación y la autonomía en la

toma de decisiones sexuales

Al nivel más fundamental, los derechos sexuales abarcan el derecho de participar

en actos sexuales con quienes la persona elija, si la persona lo elige, y de proseguir

su propia ruta para alcanzar el placer y la satisfacción sexuales. Es decir, el derecho

a la autodeterminación y a la autonomía libre de coacción, fuerza, castigo o

discriminación. Al nivel local, donde las personas viven su vida, la

autodeterminación y la autonomía están tanto garantizadas como limitadas por la

ley y la costumbre social. Las leyes que rigen la edad del consentimiento o la

mayoría de edad determinan, por ejemplo, cuándo tienen acceso los jóvenes a las

garantías legales de autonomía y cuándo son considerados plenamente responsables

y deben regirse por las limitaciones legales a la autonomía. Por lo tanto, antes de

llegar a la mayoría de edad, los jóvenes no gozan del derecho a dar su

consentimiento a prácticas sexuales, a tener pareja, ni a obtener acceso a ciertos

servicios. Es una paradoja que el matrimonio, aunque no sea consensual, en

algunos lugares otorga la mayoría de edad a las personas, incluido el derecho de

participar en la actividad sexual consensual. Además de las leyes que rigen la edad

del consentimiento, en muchos países las leyes también fijan límites a la selección

libre de los compañeros sexuales y los actos sexuales. A menudo, las leyes

restringen las actividades sexuales o el matrimonio entre personas del mismo sexo,

entre quienes no están casados, entre las parejas con ciertos vínculos de

consanguinidad, así como la actividad sexual para la ganancia material inmediata y

cuando hay más de dos personas en la actividad. Estas restricciones se aplican aun

cuando haya consentimiento entre todas las partes.

La actividad sexual entre personas del mismo sexo suele reglamentarse por medio

de leyes de sodomía en las cuales se tipifica como delito la relación anal (y a veces otras

prácticas, como el sexo oral). Tales leyes están vigentes en más de 80 países

(Amado, 2004; Khaxas, 2001; Ottoson, 2006; Saiz, 2004; Samelius y Wagberg,

2005). De igual manera, el matrimonio entre personas del mismo sexo está

restringido en la mayoría de los países, con lo cual se les niegan los beneficios

sociales y de salud establecidos que se otorgan a las personas casadas (Herdt y

Kirtzner, 2006). Niveau et al. (1995) documentan aun más la negación del derecho

al matrimonio de los transexuales en países donde, por ejemplo, no hay ningún

mecanismo para cambiar el estado civil a pesar de la transformación completa,

quirúrgica y hormonal, de las características biológicas de sexo (por ejemplo, Reino

Unido, Francia).

No es poco común que a las mujeres heterosexuales se les niegue el derecho a

elegir a sus compañeros sexuales, a elegir si se casarán y con quién, a decidir si

tendrán o no relaciones sexuales, a estar exentas de la actividad sexual a la cual no

consienten y a esperar que su integridad física se respete. Por ejemplo, en Turquía,

donde una mujer soltera no puede decidir tener relaciones sexuales, la prueba de

virginidad es realizada por médicos del Estado a petición de los padres u otras

autoridades de la comunidad y contra la voluntad de las mujeres y las niñas mismas

(Girard, 2001; Lai y Ralph, 1995; Tambiah, 1995). La mutilación genital femenina

se practica en los países de África, del Oriente Medio, de África del norte y del

África subsahariana, así como en Asia para controlar la actividad sexual y mejorar la

aceptación y el atractivo de las niñas y las mujeres (Amado, 2004; Bop, 2005; Igras,

Muteshi, Wolde Mariam y Ali, 2004; Jaldesa, Askew, Njue y Wanjuru, 2005; Lewis

1995; Shaaban y Harbison, 2005; WHO, 1999). Las organizaciones de mujeres en

Perú y otros países latinoamericanos han documentado las dificultades que se

presentan a las mujeres para ejercer su derecho a la autonomía en las decisiones

sexuales, ante el personal de los establecimientos de salud pública, en particular

cuando las mujeres son pobres o miembros de comunidades étnicas minoritarias

(Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer

y Centro para la Ley y la Política de la Reproducción, 1999). Con la finalidad de

controlar la propagación del VIH, el gobierno de Swazilandia, en el 2001 prohibió

por cinco años que las mujeres solteras tuvieran relaciones sexuales, lo que incluía la

abstinencia de estrechar la mano de los hombres (Girard, 2001).

El matrimonio infantil y la maternidad temprana —por debajo de la edad en que se

considera posible el consentimiento independiente en los tratados

internacionales— se ha documentado en Asia, África y el Oriente Medio (Bruce y

Clark, 2004; Germain, 2005; Internacional Center for Research on Women

(ICRW), 2004; Lai y Ralph, 1995; Save the Children, 2004). En los países donde la

decisión de si una persona quiere casarse, cuándo y con quién corresponde al padre

o a otros familiares masculinos, no necesariamente se busca el consentimiento de

las niñas y las mujeres, con lo cual el matrimonio es forzado (Amado, 2004). Una

vez casadas, las mujeres en muchos países, en particular en Oriente Medio, el norte

de África y América Latina, pero también en Irlanda, no pueden dejar el

matrimonio, ya que se les niega el divorcio o su capacidad para tener acceso al

divorcio está seriamente limitada (Amado, 2004; Fried y Landsberg-Lewis, 2000;

Shephard, 2000).

Por último, si bien el intercambio del sexo por la ganancia material inmediata (que

suele denominarse prostitución, o conocido más generalmente como trabajo del

sexo), aun cuando haya consentimiento entre las partes, está fuera de los códigos

penales en algunas de sus formas en sólo 12 países (Australia, Brasil, Canadá, Costa

Rica, Dinamarca, Alemania, Países Bajos, Nueva Zelandia, España, Suecia, Suiza, y

los estados de Nevada y Rhode Island en los Estados Unidos), los organismos de

las Naciones Unidas notifican la trata de cientos de miles de mujeres y niñas, contra

su voluntad, procedentes de África, Asia y Europa oriental para fines de trabajo

sexual (PNUD, 2000; FNUAP 1999, 2000; UNICEF, 2001; UN 1994, 1999, 2000).

 

E) La necesidad de reconocer, promover, garantizar y proteger los

derechos sexuales para todos a fin de alcanzar los Objetivos de

Desarrollo del Milenio

Hay una bibliografía extensa sobre los vínculos estrechos entre los ODM y los

derechos sexuales. Las inequidades por razón de género y la falta de autonomía de

las mujeres exacerban y son causa de gran parte de la pobreza en el mundo y de la

mala salud maternoinfantil. La pobreza es también un factor determinante

primordial de la salud maternoinfantil y estos tres factores influyen conjuntamente

en el acceso a la enseñanza primaria (especialmente para niñas) y su culminación.

La pobreza, la salud, la educación y el hecho de ser mujer crean y exacerban las

condiciones de vulnerabilidad al VIH, el sida, la malaria y otras enfermedades. En

conjunto, la pobreza, la salud, la educación y especialmente la infección por el

VIH/sida y la malaria, a través de sus efectos sobre los individuos, las familias y las

comunidades aumentan el estrés en el entorno físico. La experiencia ha demostrado

claramente que estos factores solo pueden abordarse eficazmente a través de una

coalición entre las naciones, es decir, los ocho ODM.

Los capítulos restantes de este documento abordan, individualmente, en qué forma

la promoción de salud sexual como parte de los programas de salud reproductiva,

el suministro de acceso universal a la educación sobre la sexualidad, la promoción

de la equidad de género en materia de sexualidad, la erradicación del abuso y la

violencia sexuales, el reconocimiento del placer sexual como un componente del

bienestar, la erradicación de las ITS, incluida la infección por el VIH/sida y la lucha

contra la enfermedad y la disfunción sexuales contribuyen a la consecución de los

ODM. El reconocimiento oficial de los derechos sexuales establecería las garantías

legales y de política para estos reconocimientos, erradicaciones, accesos,

disposiciones y promociones que luego podrían usarse para preparar la

programación, la prestación de servicios y las medidas legales pertinentes. En

consecuencia, es a través de estos mecanismos que los derechos sexuales

contribuyen a los ODM. Desde los debates sobre los derechos sexuales en la CIPD

y en Beijing, han venido aumentando los datos probatorios acerca de cambios

legales y de política que incorporan los derechos sexuales enumerados en la

definición práctica de la OMS.

 

F) La necesidad de leyes y políticas de protección

En el último decenio, se ha abordado la violencia contra la mujer en la reforma

legal efectuada en 24 países (WHO, 2002b). En Marruecos, un nuevo derecho de

familia aprobado en el 2004 les da a las mujeres igualdad en la familia (Amado,

2004), e Irán está considerando la modificación a su derecho de familia que

impondrá los mismos requisitos en los esposos de satisfacer las necesidades

sexuales de sus esposas, lo que había sido la obligación legal de largo plazo de las

esposas con respecto a los esposos (periódico de Irán, 27 de julio del 2005). Estas

leyes contribuyen a la equidad de género, a la experiencia de una vida sexualmente

placentera y satisfactoria, y al respeto del derecho de las mujeres a la

autodeterminación en la elección del compañero matrimonial y sexual, sin temor al

castigo.

El derecho de las mujeres a la autodeterminación reproductiva es apoyado por el

cambio en las leyes relativas al aborto. Desde 1995, quince países han aprobado

leyes que liberalizan el acceso al aborto sin riesgo. Entre estos se encuentran Benín,

Burkina Faso, Chad, Guinea, Malí y Nepal que tenían antes algunas de las leyes más

restrictivas. Sin embargo, cinco países (El Salvador, Irlanda, Hungría, Polonia,

Federación de Rusia y los Estados Unidos) han aprobado leyes que restringen más

el acceso al aborto (Centro para los Derechos Reproductivos, 2005).

El respeto de la integridad física de las mujeres, y la protección de la salud sexual y

reproductiva, y de la salud y la vida de los lactantes nacidos de ellas (Shaaban y

Harbison, 2005) se manifiesta en la aprobación de leyes que tipifican como delito el

corte genital femenino en 9 países industrializados y 11 países africanos desde 1995

(CRIP, 2006; Rahman y Toubiah, 2000). Sin embargo, como se demuestra en los

ejemplos de varios países, y experimentado también en el trabajo de uno de los

autores (Maticka-Tyndale) en Kenya, tales leyes a menudo han conducido a la

práctica clandestina (por ejemplo, BBC, 2004a; WHO, 1999) lo que aumenta los

riesgos para la salud (BBC, 2004b). Como se mencionó anteriormente, la

preocupación por la integridad física de los niños se manifiesta en las políticas

fijadas por diversas asociaciones médicas nacionales (Grupo de Estudio sobre la

Circuncisión de la Academia Estadounidense de Pediatría, 1999; Asociación

Médica Estadounidense, 1999; Universidad Australiana de Pediatría (1996); Fetus

and Newborn Committee, 1996) que no recomiendan la circuncisión habitual de

los lactantes masculinos debido a que los “datos probatorios son insuficientes

acerca de los efectos beneficiosos sobre la salud”.

 

G) La necesidad de derechos positivos y condiciones propicias

Los derechos positivos y las condiciones propicias son los que favorecen la

capacidad de las personas para actuar de acuerdo a lo que elijan y a tomar sus

propias decisiones. Ha habido un movimiento gradual hacia el reconocimiento del

derecho de las parejas del mismo sexo a casarse, y a adoptar y a criar niños, y a

beneficiarse de la condición social y jurídica del cónyuge en un número cada vez

mayor de países. Hasta junio del 2006, Bélgica, Canadá, España, los Países Bajos y

el estado de Massachusetts en los Estados Unidos aceptaban el matrimonio,

independientemente del sexo de los miembros de la pareja (IGLHRC, 2006). En

1994, Sudáfrica se convirtió en el primer país en incorporar en su Constitución la

no discriminación basada en la orientación sexual.

La información, la educación y los servicios de salud sexual y reproductiva se

preconizan como derechos sexuales por sí mismos y también comprenden un

componente de las condiciones propicias que permiten a las personas actuar sobre

otros derechos sexuales. El documento de la OMS Conceptual Framework (WHO,

2007, en prensa) describe cambios que han ocurrido en la prestación de servicios de

salud sexual y reproductiva al pasar de un enfoque basado en las necesidades hacia

un enfoque basado en los derechos. Los servicios se han ampliado para atender las

necesidades de salud sexual y reproductiva de las parejas, así como de las mujeres, y

de quienes no se encuentran en la edad fecunda. Hay también cambios graduales

para pasar desde sencillamente tratar las enfermedades y la mala salud sexuales

hasta la promoción del bienestar y el placer sexuales, aunque estos cambios están

tardando más para ponerse en práctica (WHO, 2007, en prensa). Varios programas

han empezado a incorporar una programación para los hombres, en particular con

relación a la equidad de género o la violencia (por ejemplo, Guedes, Stevens,

Helzner y Medina, 2002).

Un número cada vez mayor de países está avanzando para ejecutar programas

eficaces de prevención de la infección por el VIH destinados a los jóvenes a través

de las escuelas (véase Kirby, Laris y Rolleri, 2006, que da una reseña) y las

comunidades (véase Maticka-Tyndale y Brouillard-Coyle, 2006, en prensa, que da

una reseña). El mandato del Gobierno de Kenya en el 2001 de que se imparta una

lección sobre el sida una vez a la semana en todos los grados de la escuela primaria

y secundaria apoyaba los derechos de los niños y los jóvenes a recibir información y

educación sexual relacionada con el VIH y el sida. La adopción por el gobierno, en

el 2005, de un programa de capacitación en el servicio y antes del servicio para

todos los maestros de primaria en educación de prevención de la infección por el

VIH/sida, apoyaba aun más ese derecho (Maticka-Tyndale, Wildish y Gichuru,

2004; Wildish y Gichuru, 2006, en prensa).

Varias organizaciones en América Latina están trabajando con una orientación de

derechos sexuales (por ejemplo, Profamilia, Horizontes, Instituto Promundo,

Asociación de Planificación Familiar de Jamaica y la Federación Internacional de

Planificación Familiar). Han lanzado intervenciones destinadas a establecer normas

de género más equitativas en las comunidades, abordando específicamente

situaciones de violencia contra la mujer en Brasil, Jamaica, Colombia y Venezuela

(Guedes, Stevens, Helzner y Medina, 2002; IPPFWH 2001a, 2001b; Pulerwitz,

Barker, Segundo y Nascimento, 2006). En Uganda se ha movilizado a líderes

religiosos (Kagimu, Marum, Webwire-Mangen, Nakyanjo, Walakira y Hogle,1998),

Malawi (Willms, Arratia, Makondesa, 2004), y Tailandia (Maund, 2006; Sangha

Metta, 2006) para empoderar a jóvenes y adultos por igual y para suministrar

información y educación para la prevención y atención de la infección por el VIH,

lo que a menudo incluye la reinterpretación de la doctrina religiosa para suministrar

información por lo demás contenciosa (Wolderhanna, Kingheim, Murphy, et al.,

2005). En el Canadá, las coaliciones de organizaciones que representan a los

profesionales del sexo e investigadores de universidades han usado métodos

basados en los derechos para sus investigaciones y abogar por cambios legales y de

política en apoyo del trabajo programático de organizaciones de profesionales del

sexo que se refieren a la salud, la seguridad y el bienestar de los profesionales del

sexo (por ejemplo, STAR, 2005).

Por último, Cabal, Roa y Sepúlveda-Oliva (2003) nos recuerdan que los tribunales

apoyándose en los tratados internacionales, ofrecen una vía para lograr cambios,

especialmente cuando no hay vinculación entre las normas internacionales,

constitucionales y legislativas y las realidades de la vida de la gente (Cabal, Roa y

Sepúlveda-Oliva, 2003). Varias organizaciones en América Latina han promovido

el uso de tribunales y la litigación internacional como estrategias para mejorar la

legislación y las políticas nacionales para beneficio de las mujeres y las niñas (véase

Cabal, Roa y Sepúlveda-Oliva, 2003: p. 51-52, para más detalles).

Estos ejemplos de legislación, política y programas que promueven los derechos

sexuales se han elaborado sin ningún tratado o reconocimiento formal

internacional de los derechos sexuales per se. Por lo tanto, han utilizado convenios

internacionales o acuerdos locales de derechos humanos para impulsar estas

iniciativas. La existencia de un diálogo sobre los derechos sexuales ha sido

suficiente para hacer avanzar estas iniciativas.

 

Superar las complejidades y los retos relativos a los derechos sexuales

Si bien los datos probatorios acerca de la necesidad y de las posibilidades

resultantes de un reconocimiento formal de los derechos sexuales parecen

irrefutables, hay que reconocer la complejidad y el reto de lograr tal

reconocimiento. Es de importancia capital superar estos dos retos:

* El reto de ampliar el ámbito de un enfoque basado en los derechos;

* El reto de elaborar y establecer un método para alcanzar el reconocimiento

internacional de los derechos sexuales.

 

El reto de ampliar el ámbito de un enfoque basado en los derechos

A pesar de que los derechos sexuales no se mencionan explícitamente en ningún

tratado o convenio de las Naciones Unidas, la defensa de los derechos sexuales está

bien afianzada en las disposiciones de prácticamente todos los tratados y

convenciones de derechos humanos vigentes y se ha puesto de relieve en los

debates, resoluciones e informes de las comisiones de las Naciones Unidas

establecidas para vigilar el progreso hacia la aplicación de las disposiciones de los

tratados. Dos ejemplos son el Comentario General emanado de la comisión acerca

del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que

estipula la no discriminación basada en la orientación sexual (CESCR, 2000) y el

informe reciente de Paul Hunt, Relator Especial ante las Naciones Unidas, que

aboga por el reconocimiento de los derechos sexuales (Hunt, 2006). La persistencia

de las violaciones a los derechos humanos relacionados con la sexualidad, a pesar

de la ratificación amplia de esos tratados y convenios, así como de las medidas

tomadas por los comités fiscalizadores, nos alerta sobre las limitaciones de tales

tratados y convenios para hacer avanzar la agenda de los derechos. Los expertos en

materia jurídica y los defensores de los derechos como Wilets (1997) nos recuerdan

tres limitaciones clave de esos tratados y acuerdos. Primero, aunque la mayoría de

ellos han recibido un respaldo amplio (Oficina del Alto Comisionado para los

Derechos Humanos de las Naciones Unidas, 2004), por su naturaleza no tienen

fuerza jurídica vinculante y se refieren a las leyes y las costumbres nacionales

cuando hay problemas contenciosos. Por lo tanto, en el caso de los Estados cuyos

profesionales médicos consideran a la homosexualidad como una enfermedad cuya

expresión pública fomenta su propagación (como sucede en la mayoría de los

países islámicos), lo que se ha presentado en este documento como violaciones a

los derechos son vistos como compatibles con el derecho al tratamiento de las

personas que padecen una enfermedad y el derecho del público a protegerse de la

propagación de una enfermedad prevenible.

Segundo, los tratados y los acuerdos abordan las responsabilidades de los Estados y

los agentes de los Estados, pero tienen poca o ninguna influencia sobre la sociedad

civil. Esto se ilustra en los ejemplos de Egipto, Kenya y otros países donde, a pesar

de las prohibiciones de la mutilación genital femenina, todavía se practica. También

se observa en el Canadá (y otros países) donde, a pesar de las leyes que prohíben los

crímenes motivados por el odio así como la agresión física, los hombres

homosexuales son todavía víctimas de agresiones y asesinatos perpetrados por

ciudadanos o grupos extremistas privados (Janoff, 2005).

Tercero, los marcos jurídicos a los que se tiene acceso mediante acuerdos de

derechos son más apropiados para prohibir o prevenir el daño físico que para

promover los derechos positivos (por ejemplo, el derecho de llevar una vida sexual

satisfactoria, segura y placentera) o para garantizar que existan las condiciones

propicias necesarias para ejercer esos derechos. Esto es particularmente resaltante

cuando consideramos que el ejercicio de muchos derechos tiene como premisa la

idea del consentimiento (relaciones consensuales, actos sexuales, matrimonio). La

investigación en diversos entornos ha planteado la pregunta de si es posible el

consentimiento sin las condiciones propicias. Las condiciones económicas y

sociales pueden, por ejemplo, imponer limitaciones graves a las opciones posibles.

Por lo tanto, las niñas jóvenes consienten en tener relaciones sexuales o en casarse

cuando no tienen ninguna otra manera para satisfacer las necesidades económicas o

para lograr una situación apoyada por la sociedad de su comunidad (Maticka-

Tyndale, Gallant, Brouillard-Coyle, et al., 2005; Sanyukta, Greene y Malhotra,

2003). De igual manera, las viudas pueden consentir en tener relaciones sexuales

con un pariente masculino o miembro de la comunidad para mantener su posición

económica y social en la comunidad (Luginaah, Elkins, Maticka-Tyndale, Landry y

Muthui, 2005). La función de la economía es también evidente en Rumania y otros

países de Europa central y oriental donde los abortos legales y a menudo gratuitos

se usan para el control de la natalidad en lugar de los métodos anticonceptivos

costosos y difíciles de conseguir (Mertus, 2001; Yamin, 2004), lo que plantea la

pregunta de si las mujeres han elegido libremente los métodos para controlar su

fecundidad o se han visto forzadas por las circunstancias económicas.

Estas limitaciones ilustran la línea divisoria entre los tratados y los acuerdos

internacionales, o aun las leyes nacionales, y las realidades locales de la vida de la

gente donde múltiples condiciones interdependientes influyen en las decisiones que

se toman. Las consecuencias de una falta de vinculación entre la concientización

sobre los derechos y la instauración de las condiciones propicias para el ejercicio de

esos derechos se ilustran de manera trágica con los sucesos notificados en la

provincia de Ilam, Irán. Al aumento de la “concientización y las exigencias” de las

mujeres por medio de la educación en la provincia de Ilam se le atribuye parte del

aumento considerable en las tasas de suicidio entre mujeres en la provincia en el

2004. Heyran Pour-Najaf, un asesor del gobernador de Ilam, opinó que las mujeres

se habían inmolado ellas mismas para protestar contra “condiciones familiares

horrorosas” cuando no pudieron lograr los “derechos” acerca de los cuales habían

aprendido (Ilam Suicide High Rate, 28 de febrero de 2005). Por último, las metas a

veces contrapuestas de los derechos humanos y la salud pública se ilustran en los

diferenciales mundiales en la prevalencia de la infección por el VIH y en las

políticas a las que se atribuye el mantenimiento de una incidencia baja o

descendente. Hay que tener sumo cuidado al interpretar la información que señala

una asociación entre los resultados positivos de salud y la legislación que limita los

derechos sexuales. Por ejemplo, a nivel mundial, la incidencia de la infección por el

VIH ha sido más baja en países con leyes particularmente restrictivas relacionadas

con la autonomía sexual (por ejemplo, Oriente Medio, Senegal) o que han

ejecutado medidas de salud pública que restringen los derechos humanos o

sexuales, como en la política adoptada inicialmente en Cuba de la cuarentena para

las personas seropositivas al VIH. De la misma manera, en Tailandia se atribuye la

disminución de la incidencia de la infección por el VIH, en gran parte, a su política

del uso obligatorio de condones en los burdeles; una política que viola el derecho a

la autodeterminación y que, sobre esta base, se topó con la oposición de varios

países ricos y grupos internacionales. Si bien los logros pueden documentarse con

programas verticales y enfoques prescriptivos y restrictivos, especialmente en las

etapas iniciales de un programa o iniciativa de salud, quizás ocurran retrocesos

como resultado de la falta de inhibiciones en la conducta ocasionada por

condiciones opresivas y el logro de la salud física sin bienestar completo.

 

El reto de formular y establecer un método para el logro del consenso

internacional

Los derechos sexuales se encuentran en el centro de creencias profundamente

arraigadas acerca de la naturaleza del ser humano, de las identidades individuales y

de los grupos, y el orden moral. Como tal, suscitan debates acalorados y resistencia

que han impedido todo movimiento hacia el consenso o el reconocimiento.

 

Bauman (1993), en su obra Post-Modern Ethics, expone una discusión convincente

sobre la necesidad de un método nuevo para abordar los dilemas éticos mundiales,

según los planten los derechos sexuales. Plummer (2003) y Correa y Parker (2004)

describen ese enfoque, que consta de un diálogo abierto, recíproco, comunicativo

para establecer códigos y consenso internacional. El enfoque es compatible con lo

que Miller (2001) identifica como un principio clave que sirve de base al trabajo de

los derechos humanos, es decir, la participación de personas y grupos para definir y

resolver los problemas que les afectan.

Esos enfoques de acción participativa se utilizan cada vez más en el trabajo local

con poblaciones que, de otro modo, quedarían excluidas del establecimiento de

agendas, prioridades y el diseño de programas (Horizons, 2002; Maticka-Tyndale y

Brouillard-Coyle, 2006, en prensa). También se han visto en los proyectos

dialógicos del National Issues Forum, the Public Conversations Project y el Public

Dialogue Consortium (Pearce y Littlejohn, 1997), así como en el proceso aplicado

por el anterior Director General de Sanidad de los Estados Unidos para establecer

una declaración de consenso acerca de la salud sexual (Satcher, 2006). La acción

participativa es particularmente destacada en el caso de los derechos sexuales donde

existen diferencias no solo a través de los grupos culturales y religiosos, sino también

dentro de ellos. Las diferencias dentro de los grupos se observan en el ejemplo del

Islamismo dónde, a pesar de la oposición de grupos islámicos conservadores a la

redacción de acuerdos y programas de acción recientes basados en los derechos

(Parker et al., 2004; Petchesky, 2000), varios expertos musulmanes han presentado

el argumento de que el Islamismo es compatible con un enfoque basado en los

derechos y lo apoya (por ejemplo, Un-Naim, 2004; Chase y Alaug, 2004; Senturk,

2005). Otras diferencias similares en la interpretación de la doctrina religiosa son

evidentes dentro de las comunidades de todas las creencias religiosas (véanse, por

ejemplo, documentos en el sitio web del Religious Institute on Sexual Morality,

Justice and Healing: www.religiousinstitute.org o Catholics for Free Choice:

www.cath4choice.org). Esto indica que hay cabida para el diálogo dentro de las

comunidades de la fe.

Los enfoques de acción participativos podrían aplicarse internacionalmente para

que la comunidad mundial avance más hacia el consenso en cuestiones

contenciosas de derechos sexuales. Esto, sin embargo, exigiría el compromiso de

todas las partes para trabajar en busca del consenso y la participación en el examen

crítico y la comunicación franca acerca de sus propias posiciones; para aceptar el

examen crítico de su posición desde fuera y oír respetuosamente y considerar

debidamente las posiciones de otros.

 

Conclusiones

Los derechos sexuales, del mismo modo que todos los derechos humanos, son

importantes por su potencial liberador. La gran esperanza que ofrecen los derechos

sexuales junto con las inquietudes expuestas por los Estados-nación y los teóricos

por igual sugiere que el trabajo debe avanzar con humildad, es decir, reconocer los

poderes profundamente liberadores, así como los poderes opresivos de los

derechos debido a que modifican relaciones sociales respetadas y de larga data que

han sido fundamentales para la seguridad, así como la opresión de personas y

comunidades por igual. Esto requiere trabajar en varios frentes. Las organizaciones

del gobierno, las no gubernamentales y multilaterales deben seguir adoptando y

ampliando los enfoques de salud sexual basados en los derechos. Al mismo tiempo,

es necesario trabajar más para crear una concepción de los derechos sexuales más

amplia y que genere más autonomía, que pueda superar divisiones y luchas

localizadas para servir de base a una praxis transformada de salud pública (Parker et

al., 2004). Este trabajo debe incluir a numerosos socios de diferentes antecedentes

culturales y religiosos, así como de disciplinas y sectores diversos. A medida que

avanza este trabajo, es esencial estar alerta ante su potencial tanto liberador como

opresivo. Según sugiere Collier (2000) en su examen de los cambios en el derecho

de familia y Plummer (2003), en su exposición de la elaboración de una ética de la

ciudadanía íntima, cabe preguntarse si estamos perdiendo una ética de obligación y

atención al hacer énfasis en los derechos de la persona. La sexualidad, después de

todo, existe y se experimenta no solo dentro del individuo, sino en las relaciones:

relaciones con socios, con niños, con padres y con los compañeros miembros de la

comunidad. Será al lograr un equilibrio entre los derechos y las obligaciones, entre

cuidar la personalidad propia y cuidar a otros que lograremos el equilibrio y

desarrollaremos derechos sexuales que beneficio a la salud, el bienestar y la calidad

de vida de todas las comunidades y hagan avanzar a las naciones hacia el

cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

 

Acciones necesarias

De la discusión presentada en esta sección surgen tres recomendaciones para hacer

avanzar los derechos sexuales:

1.1. Para abogar eficazmente por la salud sexual y promoverla es

importante que los derechos sexuales estén ubicados dentro del

contexto de los derechos humanos existentes. Debe alentarse a los

gobiernos y las organizaciones y organismos internacionales a que

respalden la agenda de los derechos sexuales mediante el

reconocimiento, la promoción, el respeto, la garantía y la protección

de los derechos humanos y las libertades fundamentales esenciales

para la salud sexual. Este enfoque servirá para ubicar a los derechos

sexuales dentro de los tratados y los convenios vigentes, de manera

que los derechos sexuales estén incluidos en los mecanismos de

seguimiento y cumplimiento de estos acuerdos.

1.2 La promoción de los derechos sexuales exige la acción

participativa y los proyectos dialógicos que aportan diferentes

perspectivas culturales, religiosas y sociales al tema de la salud sexual.

1.3 Debe establecerse un sistema para el seguimiento y la evaluación

de los adelantos en materia de derechos sexuales. Este sistema debe

incluir el estudio y la evaluación de las implicaciones de los cambios

en la política y las leyes relacionadas con los derechos sexuales, a fin

de lograr resultados a largo plazo en materia de salud y calidad de

vida.

 

Referencias

Abu-Odeh, L. (2000). Crimes of Honor and the Construction of Gender in Arab Societies. In P. Ilkkaracan (Ed.),

Women and Sexuality in Muslim Societies (pp. 363-380). Estambul: Women for Women's Human Rights.

Amado, L. E. (2004). Workshop on Sexual and Bodily Rights as Human Rights in the Middle East and North Africa

(Women for Women’s Human Rights (WWHR). (29 de mayo al 1 de junio del 2003), Estambul,

Turquía: NEW WAYS.

American Academy of Pediatrics Task Force on Circumcision (1999). Circumcision Policy Statement. Pediatrics,

103 (3): 686-693. (Política reafirmada en el año 2005 y en el 2006).

American Medical Association (1999). Report 10 of the Council on Scientific Affairs (I-99). Bajado el 5 de

octubre del 2006. www.ama-assn.org/ama/pub/category/13585.html

American Psychiatric Association (APA). (2000). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders DSM IV-TR.

Washington, D.C.

Amnesty International. (2005). Stone Walled: Police Abuse and Misconduct Against Lesbian,Gay,Bisexual and Transgender

People in the US. USA: Amnesty International Estados Unidos de América.

An-Naim, A. (2004). The Best of Times and the Worst of Times: Human Agency and Human Rights in Islamic

Societies. Muslim World of Human Rights, 1(1), 13 páginas. Extraido el 30 de marzo del 2006 del sitio

http://www.bepress.com/mwjhr/vol1/iss1/art5

Arnold, E., Smith, T., Harrison, D., & Springer, D. (1999). The effects of abstinence-based sex education

programs on middle school student's knowledge and beliefs. Research in Social Work Practice, 9(1), 10-24.

Australian College of Paediatricts (1996). Position Statement. Adopted by the Royal College of Physicians of

Australia (2002).

Balakrishnan, R. (2001). Capitalism and sexuality: Free to choose? In P. Beattie Jung, M. Hunt & R. Balakrishnan

(Eds.), Good Sex: Feminist Perspectives From the World's Religions New Brunswick, N.J.: Rutgers University

Press. (pp. 44-57).

Banks, E., Meirik, O., Farley, T., Akande, O., et al. (2006) Female genital mutilation and obstetric outcome:

WHO collaborative prospective study in six African countries. The Lancet, 367: 1835-1841.

Barrett, M. King, A. Levy, J. Maticka-Tyndale, E. McKay,A.. (1997) Sexuality in Canada. In R. Francoeur & R.

Noonan (Eds.), International Encyclopedia of Sexuality, vol 1. Continuum Publishers: NY. Pp. 221-343.

Bauman, Z. (1993) Post-Modern Ethics. Cambridge: Polity Press.

Bayes, J., & Tohidi, N. (Eds.). (2001). Globalization, Gender, and Religion. Nueva York: Palgrave.

BBC News. (2004a, 17 August). Circumcision arrests in Burkina. 17 de agosto del 2004. Extraido el 6 de abril del

2006 del sitio http://news.bbc.co.uk/2/hi/africa/3574466.stm

BBC News. (2004b, 24 March). Female circumcision 'on the rise'. 24 de marzo del 2004. Extraido el 6 de april del 2004

del sitio http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/3564203.stm

Blum, C., & Kelly, N. (2000). The Protection of Women Refugees. In K. Askin & D. Koenig (Eds.), Women and

International Human Rights Law. Vol 3 (pp. 197-240). Ardsley, NY: Transnational Publishers, Inc.

Bop, C. (2005). Australian Institute of Health and Welfare Rights In Senegal. Muslim World Journal of Human Rights,

2(1), 32 páginas. Extraido el 31 de marzo del 2006 del sitio

http://www.bepress.com/mwjhr/vol2/iss1/art3

Boyle, E.H. & Preves, S.E. (2000) National politics as international process: The case of anti-female-genitalcutting

laws. Law & Society Review. 34, 3, 703-737.

Bruce, J. & Clark, S. (2004). The implications of early marriage for HIV/AIDS policy brief based on background

paper prepared for the WHO/UNFPA/Population Council Technical Consultation on Married

Adolescents. Nueva York: Population Council.

Cabal, L., Roa, M., & Sepulveda-Oliva, L. (2003). What Role Can International Litigation Play in the Promotion

and Advancement of Reproductive Rights in Latin America? Health and Human Rights: An International

Journal, 7(1), 50-88.

Castro, R., & Erviti, J. (2003). Violations of Reproductive Rights During Hospital Births in Mexico. Health and

Human Rights: An International Journal, 7(1), 90-110.

Center for Reproductive Rights (2005). Abortion and the Law: Ten Years of Reform. Briefing Paper. Extraido el 15 de

marzo del 2006: http://www.reproductiverights.org/pdf/pub_bp_abortionlaws10.pdf

Chase, A. T., & Alaug, A. K. (2004). Health, Human Rights, and Islam: A Focus on Yemen. Health and Human

Rights: An International Journal, 8(1), 114-137.

Collier, R. (2000). Straight Families, Queer Lives? Heterosexual(izing) Family law. In C. Stychin & D. Herman

(Eds.), Sexuality in the Legal Arena (pp. 164-177). Londres: The Athlone Press.

Comité de America Latina y el Caribé para la Defensa de los Derechos de la Mujer, & Center for Reproductive

Law and Policy. (1999). Silence and Complicity: Violence against women in Peruvian public health facilities. Nueva

York: Center for Reproductive Law and Policy.

Cook, R. J. (1995). Human Rights and Reproductive Self-Determination. The American University Law Review, 44,

975-1016.

Corrêa, S., & Parker, R. (2004). Sexuality, Human Rights, and Demographic Thinking:Connections and

Disjunctions in a Changing World. Sexuality Research and Social Policy, 1(1), 15-38.

Di Giulio, G. (2003). Sexuality and People Living with Physical or Developmental Disabilities: A Review of Key

Issues. The Canadian Journal of Human Sexuality, 12(1), 53-68.

Dybwad, R.F. (1976) Human Rights: Myth or Reality. From Speeches of Rosemary F. Dybwad. Friends of the Samuel

Gridley Howe library and the Dybwad Family. Extraido el 23 de marzo del 2006. www.disability

museum.org/lib/docs/2012.htm?page=print

Farmer, P. (1999). Pathologies of power: rethinking health and human rights. American Journal of Public Health, 89,

1486-1496.

Fetus and Newborn Committee of the Canadian Pediatric Society (1996) Policy Statement. Canadian Medical

Association Journal, 154 (6): 769-780. Reafirmado en el 2005.

Fried, S., & Landsberg-Lewis, I. (2000). Sexual Rights: From Concept to Strategy. In K. Askin & D. Koenig

(Eds.), Women and International Human Rights Law. Vol 3 (pp. 91-122). Ardsley, NY: Transnational

Publishers, Inc.

Garcia-Moreno C., Watts C. (2000) Violence against women: its importance for HIV/AIDS. AIDS 2000, 14

(supp. 3): 5253-5265.

Germain, A. (President, International Women’s Health Coalition). (25 de octubre del 2005). Making Progress:An

International Agenda to Secure and Advance Sexual and Reproductive Rights and Health. In Workshop

convened by the Ministry of Foreign Affairs, the Netherlands. Netherlands: Ministry of Foreign Affairs, Reino de

los Países Bajos.

Girard, F. (29 de septiembre al 1 de octubre del 2001). Human Rights and Women's Health: The light at the end of the

speculum. Presented at the Health, Law and Human Rights: Exploring the connections, Philadelphia, PA:

American Society of Law; Medicine and Ethics; Temple University Beasley School of Law; UNAIDS;

WHO; Francois-Xavier Bagnoud Center for Health and Human Rights at Harvard School of Public

Health.

Girard, F. (2005). Sexual Health and Human Development in International, Inter-Governmental Agreements: Background

Paper.

Guedes, A., Stevens, L., Helzner, J., & Medina, S. (2002). Addressing Gender Violence in Reproductive and Sexual Health

Program in Venezuela. Washington, D.C.: Population Council.

Hawkes, G. (2004) Pleasure and desire in the age of modernity. In Hawkes, G. Sex and Pleasure in Western Culture.

Londres: Polity

Hendriks, A. (1995). The Right to Health, Promotion and Protection of Women's Right to Sexual and

Reproductive Health under International Law: The Economic Covnant and the Women's Convention.

Reproductive Health Under International Law, 44, 1123- 1144.

Herdt, G., & Kertzner, R. (2006). I Do, But I Can’t: The Impact of Marriage Denial on the Mental Health and Sexual

Citizenship of Lesbians and Gay Men in the United States., National Sexuality Resource Center (Sexuality

Research and Social Policy: Journal of NSRC).

Heyzer, N. (2006). Women’s status in Angola should be the barometer of peace and security in the country. In

Gender Profile of the Conflict in ANGOLA (11 páginas). Extraido el 30 de marzo del 2006 del sitio de United

Nations Development Fund for Women (UNIFEM: WomenWarPeace.org).

Horizons. (2002). The Sonagachi Project: A Global Model for Community Development. In Horizons Report.

Washington, DC: Population Council.

Howe, A. (2000). Homosexual Advances in Law: Murderous Excuse, Pluralized Ignorance and the Privilege of

Unknowing. In C. Stychin & D. Herman (Eds.), Sexuality in the Legal Arena (pp. 84-99). Londres: The

Athlone Press.

Hughes, D.M., Mladjenovic, L. & Mrsevic, Z. (1995). Feminist Resistance in Serbia. European Journal of Women’s

Studies, 2, 4, 509-532.

Human Rights Watch. (1996). All Too Familiar: Sexual Abuse of Women in US State Prisons (Human Rights Watch).

Nueva York: Author.

Human Rights Watch/Africa, Human Rights Watch Women's Rights Project, & La Fédération Internationale

des Droits de l'Homme. (1996). Shattered Lives: Sexual violence during the Rwandan genocide and its aftermath.

Nueva York: Human Rights Watch.

Human Rights Watch and The International Gay and Lesbian Human Rights Commission (2003). More Than a

Name: State Sponsored Homophobia and Its Consequences in Southern Africa. Bajado el 20 de marzo del 2006:

http://www.iglhrc.org/files/iglhrc/reports/safriglhrc0303.pdf

Hunt, P. (3 de marzo del 2006). Economic, Social and Cultural Rights. In Report of the Special Rapporteur on the right of

everyone to the enjoyment of the highest attainable standard of physical and mental health (Tech. Rep. No.

E/CN.4/2006/48). United Nations Commission on Human Rights.

Igras, S., Muteshi, J., WoldeMariam, A., & Ali, S. (2004). Integrating Rights-Based Approaches into

Community-Based Health Projects: Experiences from the Prevention of Female Genital Cutting Project

in East Africa. Health and Human Rights: An International Journal, 7(2), 252-271.

Ilam Suicide Rate High. (28 de febrero del 2005). Iran Daily, p. 5.

International Center for Research on Women. (Septiembre del 2004). When marriage is no haven. Child marriage in

developing countries. Washington, DC.

International Covenant on Economic, Social and Cultural Rights (CESCR) UN Doc E/C 12/2000/4 (4 de julio del 2000),

General Comment 14.

International Gay and Lesbian Human Rights Commission (IGLHRC). Definitions of Marriage, How Legal Institutions

Discriminate, Tradition, Marriage and Human Rights, Legal Strategies. Bajado el 2 de abril del del sitio de la

International Gay and Lesbian Human Rights Commission (IGLHRC).

International Planned Parenthood Federation, W. H. R. (IPPF). (2001a). Brothers for Change: Working with

Male Perpetrators of Violence in Jamaica. Forum, 15(1), 2.

International Planned Parenthood Federation, W. H. R. (IPPF) (2001b). For men only: Clinics for men in

Colombia. Forum, 15(1), 6.

Iran Newpaper (in Farsi), anónimo, 27 de julio del 2005, No.3203, pp.4.

Jaldesa, G. W., Askew, J., Njue, C., & Wanjiru, M. (2005). Female Genital Cutting Among the Somali of Kenya and

Management of Its Complications. Report to the United States Agency for International Development

(USAID).

Janoff, D. (2005). Pink Blood: Homophobic Violence in Canada. Toronto: University of Toronto Press.

Joint United National Programme on HIV/AIDS (UNAIDS). (2002). Summary of the Declaration of

Commitment on HIV/AIDS. United Nations General Assembly Special Session on HIV/AIDS. 25 al 27 de

junio del 2001, Nueva York.

Jones, J. (2002). Money, sex and the religious right: A constitutional analysis of federally funded

Abstinence-Only-Until-Marriage sexuality education. Creighton Law Review, 35, 1075-1106.

Kagimu, M., Marum, E., Webwire-Kangen, F., Nakyanjo, N., Walakira, Y., & Hogle, J. (1998). Evaluation of the

effectiveness of AIDS health education interventions in the Muslim community in Uganda. AIDS

Education and Prevention, 10, 215-228.

Khaxas, E. (2001). Organizing for Sexual Rights: The Namibian women's manifesto. In C. Meillón & C. Bunch

(Eds.), Holding on to the Promise: Women's Human Rights and the Beijing +5 Review (pp. 60-65). New

Brunswick, NJ: Center for Women's Global Leadership, Rutgers.

Kirby, D., Laris, B., & Rolleri, L. (2006). The Impact of Sex and HIV Education Programs in Schools and Communities on

Sexual Behavior Among Young People. Carolina del Norte: Family Health International.

La Luz, D. (2000). Concerns of women in armed conflict situations in Latin America. In K. Askin & D. Koenig

(Eds.), Women and International Human Rights Law. Vol 3 (pp. 325-366). Ardsley, Nueva York:

Transnational Publishers, Inc.

Lai, S. Y., & Ralph, R. E. (1995). Female Sexual Auotonomy and Human Rights. Harvard Human Rights Journal, 8,

201-227.

Lewis, H. (1995). Between Irue and "Female Genital Mutilation": Feminist Human Rights Discourse and the

Cultural Divide. Harvard Human Rights Journal, 8, 1-56.

Long, S. (2001). Sexual Minorities and the Work of the United Nations Special Rapporteur on Torture. International Gay

and Lesbian Human Rights Commission.

Long, S. (2004). When Doctors Torture: The Anus and the State in Egypt and Beyond. Health and Human Rights:

An International Journal, 7(2), 114-140.

Luginaah, I., Elkins, D., Maticka-Tyndale, E., Landry, T., & Muthui, M. (2005). Challenges of a Pandemic:

HIV/AIDS-Related Problems Affecting Kenyan Widows. Social Science and Medicine, 55(1), 1219-1238.

Mann, J. A., Gruskin, S., Grodin, M.A., & Annas, G.J. (eds.) (1999) Health and Human Rights. NY: Routledge.

Maticka-Tyndale, E. (2002, 2003) Shaken Clear Down to the Core: Lessons Learned in Cross-cultural Research.

Keynote presentation at: Society for the Scientific Study of Sexuality. Noviembre del 2002. Montreal,

Quebec and Guelph Sexuality Conference. Junio del 2003. Guelph, Ontario.

Maticka-Tyndale, E. & Brouillard-Coyle, C. (2006) The effectiveness of community interventions targeting HIV

and AIDS prevention at young people in developing countries. In Ross, D.A., Dick, B., Ferguson, J.

(Eds.) Preventing HIV/AIDS in Young People: A Systematic Review of the Evidence from Developing Countries.

Ginebra: OMS.

Maticka-Tyndale, E., Gallant, M., Brouillard-Coyle, C., Metcalfe, K., Holland, D., Wildish, J., & Gichuru, M.

(2005). The Sexual Scripts of Kenyan Youth and HIV Prevention. Culture, Health and Sexuality, 7(1),

27-41.

Maticka-Tyndale, E., Wildish, J., & Gichuru, M. (2004). HIV/AIDS and education: Experience in changing

behaviour: A Kenyan example. In Commonwealth Education Partnerships 2004 (pp. 172-175). Londres,

Inglaterra: The Stationary Office.

Maund, L. (2006). A Buddhist response to the HIV/AIDS crisis: Sangha Metta Project. In Reflections on Death,

Buddhist Hospices & HIV/AIDS. Extraido el 27 de marzo del 2006 del sitio

http://www.buddhanet.net/sangha-metta/buddhim-aids.html

Mertus, J. (2001). Human Rights of Women in Central and Eastern Europe. In Askin, K.D. & Koenig, D.M.

(Eds.) Women and International Human Rights Law: Vol. 3. Ardsley, NY: Transnational Publishers, Inc. pp.

613-700.

Miller, A. M. (2001). Uneasy promises: Sexuality, health, and human Rights. American Journal of Public Health, 91(6),

861- 864.

Mladjinovic, L., & Hughes, D. (2001). Feminist resistance to war and violence in Serbia. In M. Waller & J.

Rycenga (Eds.), Frontline Feminisms: Women, War and Resistance (pp. 247-276). Nueva York: Routledge.

Morgan, W. (2000). Queering International Human Rights Law. In C. Stychin & D. Herman (Eds.), Sexuality in

the Legal Arena (pp. 208-225). Londres: The Athlone Press.

Narrain, A. (2004). The Articulation of Rights around Sexuality and Health: Subaltern Queer Cultures in India in

the Era of Hindutva. Health and Human Rights: An International Journal, 7(2), 142-164.

Niveau, G., Ummel, M., & Harding, T. (1995). Human rights Aspects of Transsexualism. Health and Human

Rights: An International Journal, 4(1), 134-164.

Office of the United Nations High Commissioner for Human Rights. (Junio del 2004). Status of Ratification of the

Prinicpal International Human Rights Treaties. Extraido el 3 de abril del 2006 del sitio de las Naciones Unidas:

http://www.unhchr.ch/pdf/report.pdf

Olujic, M. (1995). Women, Rape, and War: The Continued Trauma of Refugees and Displaced Persons in

Croatia. Anthropology of East Europe Review, 13(1). Extraido el 29 de marzo del 2006 del sitio:

http://condor.depaul.edu/~rrotenbe/aeer/aeer13_1/aeer13_1.html

Oriel, J. (2005). Sexual pleasure as a human right: Harmful or helpful to women in the context of HIV/AIDS?

Women’s Studies International Forum. 28. 392-404.

Ottoson, D. (2006). Legal Survey on the Countries in the World Having Legal Prohibitions on Sexual Activities Between

Consenting Adults in Private. Sodertorn University, Estocolmo, Suecia.

Parker, R., di Mauro, D., Filiano, B., Garcia, J., Munoz-Laboy, M. & Sember, R. (2004). Global transformations

and intimate relations in the 21st century : Social science research on sexuality and the emergence of

sexual health and sexual rights frameworks. Annual Review of Sex Research, 15, 362-398.

Pearce, W. Barnett, Littlejohn, S.W. (1997) Moral Conflict: When Social Worlds Collide. Londres: Sage.

Petchesky, R. (2000). Sexual Rights: Inventing a concept, mapping and international practice. In R. Parker, R.

Barbosa & P. Aggleton (Eds.), Framing the Sexual Subject: The politics of gender, sexuality and power (pp. 81-103).

Berkeley: University of California Press.

Plummer, K. (2003) Intimate Citizenship: Private Decisions and Public Dialogues. Montreal: McGill-Queen’s University

Press.

Pulerwitz, J., Barker, G., Segundo, M., & Nascimento, M. (2006). Promoting More Gender-Equitable Norms and

Behaviors Among Young Men as an HIV/AIDSPrevention Strategy (Horizons Program/Instituto Promundo).

USAID/Population Council.

Rahman, A., & Toubia, N. (2000). Female Genital Mutilation: A Guide to Laws and Policies Worldwide. Londres: Zed

Books.

Richardson, D. (2000). Constructing Sexual Citizenship: Theorizing sexual rights. Critical Social Policy, 20(1),

105-135.

Saiz, I. (2004). Bracketing Sexuality: Human Rights and Sexual Orientation-A Decade of Development and

Denial at the UN. Health and Human Rights: An International Journal, 7(2), 48-80.

Samelius, L., & Wagberg, E. (2005). Sexual Orientation and Gender Identity Issues in Development (Swedish International

Development Cooperation Agency). Sweden: Swedish International Development Cooperation Agency

(SIDA).

Sangha Metta Project. (2006). Caring for the future. In Reflections on Death, Buddhist Hospices & HIV/AIDS.

Extraido el 27 de marzo del 2006 del sitio http://www.buddhanet.net/sangha-metta/caring-future.html

Sanyukta, M., Greene, M. & Malhotra. (2003) Too Young to Wed: The Lives, Rights and Health of Young Married Girls.

Washington, DC: International Center for Research on Women.

Satcher, D. (2006) Interim Report of the National Consensus Process on Sexual Health and Responsible Sexual Behavior.

Moorehouse School of Medicine.

Save the Children (2004). State of the World’s Mothers. Bajado el 20 de marzo del 2006.

http://www.popcouncil.org/mothers/reprot_2004/images/pdr/Perils_pp9_15.pdf

Senturk, R. (2005). Sociology of Rights:"I Am Therefore I Have Rights": Human Rights in Islam between

Universalistic and Communalistic Perspectives. Muslim World Journal of Human Rights, 2(1), 33 páginas.

Extraído el 2 de abril del 2006 del sitio http://www.bepress.com/mwjhr/vol2/iss1/art11/ (artículo 11).

Shaaban, L. M., & Harbison, S. (2005). Reaching the tipping point against female genital mutilation. Lancet, 366,

347-349.

Shepard, B. (2000). The "Double Discourse" on Sexual and Reproductive Rights in Latin America: The Chasm

between Public Policy and Private Actions. Health and Human Rights: An International Journal, 4(2), 110-143.

Shirpak, K. A., H.E., Mohammad, K., Maticka-Tyndale, E., Chinichian, M., Ramenzankhani, A., Fotouhi, A., et

al. (2006, en prensa). Developing and Testing a Sex Education Program for the Female Clients of the

Health Centers in Iran. Sex Education.

Shweder, R.A. (2000) What about ‘female genital mutilation’? And why understanding culture matters in the first

place. Daedalus. 129, 4, 209-231.

Spatz, M. (1991) A ‘Lesser’ Crime: A Comparative Study of Legal Defences for Men Who Kill Their Wives,

Columbia Journal of Law and Social Problems, 24, 594-638.

STAR (2005) Bajado de www.uwindsor.ca/star. Marzo del 2006.

Tambiah, Y. (1995). Sexuality and Human Rights. In M. Schuler (Ed.), From Basic Needs to Basic Rights: Women's

claim to human rights (pp. 369-390). Washington, D.C.: Women, Law and Development International.

Tilley, C. (2000). The contributions of the Australian government in meeting the health needs of Queensland

women with physical disabilities. Sexuality and Disability, 18(1), 61-71.

UNDP. (2000). Human Development Report. Nueva York.

UNFPA. (1999). Violence against women and girls: A public health priority. Nueva York.

UNFPA. (2000). State of the World Population 2000: Lives Together, Worlds Apart. Nueva York.

UNICEF. (2001). Child Protection: Trafficking of Children. Nueva York.

United Nations. (1994). Report of the International Conference on Population and Development (United Nations No.

A/Conf. 171/13). (ICPDPoA) Nueva York.

United Nations. (1995). Report of the Fourth World Conference on Women (United Nations No. A/Conf 177/20).

(Beijing) Nueva York.

United Nations. (1999). Report of the Ad Hoc Committee of the Whole of the Twenty-First Special Session of the General

Assembly (United Nations No. A/S-21/5/Add.1). (ICPD+5) Nueva York.

United Nations. (2000). Further Actions and Initiatives to Implement the Beijing Declaration and Platform for Action (United

Nations No. A/RES/S-23/3). (Beiing+5) Nueva York.

United Nations. (2005). The Millennium Development Goals Report (United Nations). Nueva York, Estados Unidos.

Universal Declaration of Human Rights, G.A. res. 217A (III), U.N. Doc A/810 at 71 (1948).

Van Donk, M. (2006). "Positive" urban futures in sub-Saharan Africa: HIV/AIDS and the need for ABC (A

Broader Conceptualization). Environment and Urbanization, 18(1), 155-175.

Van Eerdewijk, A. (2001) How Sexual and Reproductive Rights Can Divide and Unite. The European Journal of

Women’s Studies, 8, 4, 421-439.

Weeks, J. (1989). Sex, Politics and Society: The Regulation of Sexuality Since 1800. Nueva York: Longman.

Weeks, J. (2000). Making Sexual History. Cambridge, Reino Unido: Polity Press.

Whelan, D. (1998). Human Rights Approaches to an Expanded Response to Address Women's Vulnerability to

HIV/AIDS. Health and Human Rights: An International Journal, 3(1), 20-36.

WHO (1998) Female Genital Mutilation: An Overview. Ginebra.

WHO. (1999). Female Genital Mutilation: Programmes To Date - What Works and What Doesn't (A Review). Ginebra.

WHO. (2002a) Working Definitions. Extraido el 20 de enero del 2006 del sitio de la Organización Mundial de la

Salud: http://www.who.int/reproductive-health/gender/sexual_health.html

WHO. (2002b). World report on violence and health. Extraido el 7 de abril del 2006 del sitio de la Organización

Mundial de la Salud: http://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/en/

WHO. (2004a). Unsafe Abortion: Global and Regional Estimates of the Incidence of Unsafe Abortion and Associated Mortality

in 2000. Ginebra.

WHO. (2005). Integrating Sexual Health Interventions (Organización Mundial de la Salud). Ginebra, Suiza.

WHO. (2007, en prensa). Programming for Sexual Health: A Conceptual Framework and Basis for Action. Ginebra, Suiza.

WHO & UNAIDS (2007). New Data on Male Circumcision and HIV Prevention: Policy and Programme Implications.

Ginebra.

Wildish, J. & Gichuru, M. (2006, en prensa) HIV Prevention in Kenyan Primary Schools: Real World Experiences in

Implementation. Nairobi, Kenia: CfBT.

Wilets, J. D. (1997). Conceptualizing Private Violence Against Sexual Minorities as Gendered Violence: An

International and Comparative Law Perspective. Albany Law Review, 60, 989-1050.

Willms, D., Arratia, M-I, Makondesa, P. (2004) Malawi Faith Communities Responding to HIV/AIDS:

Preliminary Findings of a Knowledge Translation and Participatory-Action Research (PAR) Project.

African Journal of AIDS Research, 3, 1, 1-10.

Wolderhanna, S., Kingheim, K., Murphy, C., Gibson, J., Odyniec, B., Clerisme, C., et al. (2005). Faith in Action:

Examining the Role of Faith-Based Organizations in Addressing HIV/AIDS. Washington, D.C.: Global Health

Council.

Women's Health Project. (2004). The Sexual Rights Campaign. Extraido el 19 de febrero del 2006 de la siguiente

URL: http://www.wits.ac.za/whp/rights_campaign.htm

World Association for Sexual Health (WAS). (2006). Declaration of Sexual Rights. 14th World Congress of Sexology,

26 de agosto de 1999. Extraido el 23 de marzo del 2006 del sitio de la World Association for Sexual

Health: http://www.worldsexology.org/about_sexualrights.asp

Yamin, A. E. (2004). Promising but Elusive Engagements: Combining Human Rights and Public Health to

Promote Women's Well-Being. Health and Human Rights: An International Journal, 8(1), 62-92.

Zola, I.K. (1988) Four Steps on the Road to Invalidity: The Denial of Sexuality, Anger, Vulnerability and

Potentiality. Australian Disability Review. Extraido el 23 de marzo del 2006 del sitio

http://www.disabilitymuseum.org/lib/docs/815.htm?page=print

Zuhur, S. (2005). Gender, Sexuality and the Criminal Laws in the Middle East and North Africa: A Comparative Study

(Women for Women’s Human Rights (WWHR) - New Ways). Extambul, Turquía: women for women’s

human rights (WWHR) - new ways.

 

 

Capitulo 2

Avanzar hacia la igualdad y la equidad de género

 

La salud sexual exige igualdad, equidad y

respeto, independientemente del género. Las

inequidades y los desequilibrios de poder

relacionados con el género entor pecen las

interacciones humanas armónicas y constructivas

y, por consiguiente, el logro de la salud sexual.?

 

Introducción

El Objetivo de Desarrollo del Milenio 3 exhorta a la promoción de la

igualdad de género y a la autonomía de las mujeres. Cuando se emitió la

Declaración del Milenio la meta principal seleccionada para medir el

progreso hacia el logro del ODM 3 se fundaba en las disparidades de

género en el acceso a la educación. El Grupo de Estudio del Milenio de las

Naciones Unidas (2005) sobre Educación e Igualdad de Género amplió la gama de

indicadores de progreso para incluir a la salud y la nutrición, el acceso a

oportunidades en la fuerza laboral y la participación en el gobierno. Más aún, el

Grupo de Estudio ha reconocido claramente que “El logro del Objetivo 3 requiere

que se garanticen a las niñas y las mujeres los derechos de salud sexual y

reproductiva” (UN, 2005, p. 53). En este documento técnico y en otros sitios se ha

demostrado claramente y sin lugar a equívocos que el suministro de escolaridad y

educación sobre sexualidad, así como el acceso universal de las niñas y las mujeres a

los servicios clínicos es un requisito necesario para cumplir los ODM. Sin embargo,

la prestación de estos servicios, tan cruciales como son, no basta para facultar a las

mujeres para que ejerzan el derecho a la igualdad de género. La igualdad verdadera

para las niñas y las mujeres, a fin de lograr el derecho a la salud sexual, exigirá no

* Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Elizabeth Castillo Vargas and Adriane Little Tuttle. (Ver Apéndices IV y V)

 

solo el acceso a la educación y los servicios sino que requerirá además niveles de

autonomía cada vez mayores en la expresión sexual y la igualdad de poder dentro

de las relaciones sexuales. El logro del derecho humano a la salud sexual exige que

las niñas y las mujeres gocen de autonomía para entrar en las relaciones sexuales

por decisión propia y en pie de igualdad con sus parejas.

El ODM 3 utiliza el término “igualdad de género”. No obstante, también se ha

usado con frecuencia el término equidad. En algunos casos, equidad e igualdad se

usan indistintamente. La igualdad se ha definido como el tratamiento igualitario

para las mujeres y los hombres en las leyes y las políticas, y el acceso igualitario a los

recursos y los servicios dentro de las familias, las comunidades y la sociedad en

general (OMS 2001). En otras palabras, “la igualdad de género” exige que hombres

y mujeres disfruten por igual de los bienes, las oportunidades, los recursos y las

recompensas que se valoran socialmente”. Sin embargo, si se quiere atender a

cabalidad y adecuadamente la necesidad de las niñas y las mujeres de lograr los

derechos de salud sexual y reproductiva también es necesario reconocer que

hombres y mujeres tienen diferentes experiencias y necesidades con respecto a la

sexualidad y la salud sexual, lo que constitutye la equidad. . Por consiguiente, para

lograr la salud sexual, todas las personas, pero en particular las niñas y las mujeres,

necesitan gozar de igualdad, equidad y respeto.

La equidad de género es el proceso de tratar con justicia a las mujeres

y a los hombres. Para lograr la justicia, a menudo es necesario contar

con estrategias y medidas que compensen las desventajas históricas y

sociales de las mujeres que impiden a las mujeres y a los hombres

desenvolverse en igualdad de condiciones. La equidad conduce a la

igualdad. La igualdad de género exige que las mujeres y los hombres

disfruten por igual de los bienes, las oportunidades, los recursos y las

recompensas que se valoran socialmente. Donde hay desigualdad en

materia de género, por lo general, las mujeres son excluidas o están en

situación desfavorable con relación a la toma de decisiones y al acceso

a los recursos económicos y sociales. Por consiguiente, un aspecto

fundamental de la promoción de la igualdad de género es la

autonomía de las mujeres, haciendo hincapié en identificar y corregir

los desequilibrios de poder y dar a las mujeres más autonomía para

manejar sus propias vidas. La igualdad de género no significa que los

hombres y las mujeres se conviertan en lo mismo; significa solamente

que el acceso a las oportunidades y los cambios de la vida no

dependan ni estén limitados por su sexo. El logro de la igualdad de

género exige el empoderamiento de las mujeres para garantizar que la

toma de decisiones a los niveles privado y público y el acceso a los

recursos ya no se inclinan a favor de los hombres, de manera que

tanto mujeres como hombres puedan participar plenamente como

personas iguales en la vida productiva y reproductiva (FNUAP 2005).

Por consiguiente, tanto la igualdad de género como la equidad deben formar la base

de la programación de salud sexual y reproductiva que abordará los desequilibrios

de poder relacionados con la sexualidad y permitirá a las niñas y las mujeres lograr

plenos derechos de salud sexual y reproductiva.

Según la OMS (2003),

Los ODM reconocen explícitamente que el género —lo que una

sociedad dada cree acerca de las funciones y actividades propias de

hombres y mujeres y los comportamientos que resultan de estas

creencias— puede tener una repercusión primordial sobre el

desarrollo, y ayuda a promoverlo en algunos casos, mientras que en

otros los retrasa seriamente.

La necesidad de promover el empoderamiento de las mujeres en la esfera de la

salud reproductiva fue reconocida por la Conferencia Internacional sobre la

Población y el Desarrollo (CIPD) (UN, 1995). Más aún, la violencia de género y la

coacción sexual, el tráfico sexual, la mutilación genital femenina y el matrimonio

precoz forzado se han identificado como algunas de las manifestaciones de la

desigualdad en materia de género que deben abordarse para cumplir los ODM

(UN, 2006).

Muchas de las desigualdades más básicas en materia de género que prevalecen en

casi todas las culturas están arraigadas profundamente en actitudes y normas

afianzadas hacia el comportamiento sexual. Se ha puesto de manifiesto en la

bibliografía sobre la salud sexual y el desarrollo mundial que el aumento del acceso

de las mujeres y las niñas a la salud sexual y reproductiva es un factor favorable

esencial para alcanzar la meta de igualdad de género (por ejemplo, UN, 2005; 2006).

No obstante, el acceso a los servicios es insuficiente. Es necesario también

reconocer que las normas y prácticas de género desiguales aceptadas en las

relaciones sexuales no pueden aislarse de la igualdad de género en las relaciones

sociales, económicas y políticas más amplias. En otros capítulos de esta declaración

y documento técnico, se han demostrado ampliamente la mutilación genital

femenina, la violencia sexual contra las niñas y las mujeres, el tráfico sexual de niñas

y mujeres (véase capítulo 3), así como las cargas desproporcionadas de la infección

por el VIH/sida y de las ITS que soportan las mujeres (véase capítulo 6). Estas

expresiones de la desigualdad en materia de género relacionadas con la sexualidad

no pueden resolverse sin abordar decididamente las normas relacionadas con el

género que controlan la sexualidad y el comportamiento sexual y que están

afianzadas en la mayoría de las culturas.

Varios marcos teóricos ponen de relieve los vínculos entre las desigualdades en

materia de género y la sexualidad (Butler, 1990; Weeks, 2003). La teoría de los

guiones (Gagnon, 1990) aporta un marco útil para estudiar y analizar la

construcción cultural de las funciones de género y se ha usado eficazmente para

examinar la desigualdad en materia de género en las relaciones sexuales (Véase

O’Sullivan, Harrison, Morrell et al, 2006). La modificación de los guiones sexuales

desiguales por razón de género puede empezar con una afirmación de los derechos

humanos básicos de las niñas y las mujeres a la salud sexual y la igualdad de género.

 

El desequilibrio de poder: los guiones sexuales representan la desigualdad de género

Los desequilibrios de poder relacionados con el género pueden estar relacionados

con las asociaciones sexuales (número, momento, elección y posición social de las

parejas); actos sexuales (su naturaleza, frecuencia, voluntarios/involuntarios); los

significados sexuales dados a comportamientos específicos (roles de género

masculinos/femeninos relacionados con la sexualidad, imágenes ideales de virilidad

y feminidad, creencias acerca de la virginidad, etc.); impulso y disfrute sexual (cómo

contribuyen a la identidad sexual, diferencias entre los sexos en las percepciones del

placer sexual) (Dixon-Mueller, 1993; Spicehandler, 1997). Estos desequilibrios de

poder intervienen en un guión culturalmente dominante para la interacción sexual

entre los hombres y las mujeres y, en la mayoría de los contextos, el guión coloca el

control de la actividad sexual en manos de los hombres. Según lo expresa Dixon-

Mueller (1993), “los guiones sexuales interpersonales se interpretan en el contexto

de estructuras sociales jerárquicas en las que algunas personas tienen el poder para

determinar las vidas sexuales y reproductivas de otros” (p. 279).

Los elementos psicológicos y sociales del comportamiento reproductivo se

configuran hasta cierto punto por la fisiología y los factores determinantes

psicológicos. No obstante, todo el comportamiento relacionado con el género,

incluida principalmente la actividad sexual, está configurado por las tradiciones y las

expectativas culturales. Son estas fuerzas las que determinan en gran medida el

guión para el comportamiento sexual. En resumen, el guión sexual es la guía en

cuanto a experiencias y conductas que cada uno de nosotros aprende de nuestra

cultura acerca de cómo vivir la sexualidad (Gagnon, 1990). En la mayoría de las

sociedades, el género y el comportamiento sexual están estrechamente vinculados y

los guiones para la forma en que se espera que se comporten sexualmente los

hombres y las mujeres están claramente definidos. Tal como sugiere Gagnon,

Ahora se reconoce que los guiones para los encuentros sexuales

desde la fase de apertura hasta la separación de la pareja están

totalmente relacionados con el género, y se espera

convencionalmente que los hombres se comporten enérgicamente,

que den el primer paso y que sean quienes dirigen los pasos

siguientes, y que sean versados en las formas de la práctica sexual. ...Se

espera que las mujeres sean más pasivas, más obedientes en el

comienzo de las interacciones sexuales y que se muestren satisfechas y

receptivas a medida que avanzan esas interacciones.

 

O’Sullivan et al., (2006) advierten que si bien son posibles algunas generalizaciones

en cuanto a la aplicabilidad de este guión..., “es importante señalar que hay que

entender que esas generalizaciones dependen de paradigmas de género y de

contextos socioculturales específicos” (p. 100). Dada la amplia gama de normas

sociales y culturales en todo el mundo, el guión básico para la actividad sexual

heterosexual es notablemente uniforme a través de todas las culturas con respecto

al desequilibrio de poder relacionado con el género que ese guión aprueba. Al

actuar según este guión sexual dominante los niños/hombres y las niñas/mujeres

suelen estar ajustándose a conceptualizaciones, por lo general rígidas, de

masculinidad y feminidad de las que a menudo es muy difícil alejarse para hacer

cambios personales aunque sean muy sutiles sin exponerse al desprecio, la

humillación, la estigmatización, o a situaciones peores. Wiederman (2005) describe

la naturaleza limitante de estos guiones. Para los niños y los hombres, el guión les

exige que deben estar orientados hacia las metas, tener el control, y ser enérgicos en

la búsqueda de la actividad sexual y del placer para sí mismos. Las niñas y las

mujeres desempeñan su función complementaria en el guión al mostrar la sujeción,

asignando mayor importancia a las inquietudes emocionales y relacionales con

respecto al placer físico, pero finalmente ceden el control y se someten a los deseos

masculinos.

La idea de que las normas de las mujeres representan usualmente una

barrera que cada hombre debe superar se ajusta bien a los aspectos

competitivos y orientados a los logros de los roles de género

masculino. La masculinidad exige que la persona sea proactiva y capaz

de superar a su adversario; lamentablemente esta es una postura que

muchos hombres jóvenes adoptan con respecto a las relaciones

sexuales tempranas. En muchos casos, las diferencias en los roles

sexuales de hombres y mujeres establecen una dinámica de extremos

polares; mientras el hombre más presiona para conseguir el sexo, más

a la defensiva tiene que mostrarse la mujer, y viceversa. Para muchas

parejas, puede parecer como si el hombre está obsesionado con el

sexo y ella es completamente indiferente o desinteresada (Wiederman,

2005, p. 498).

No solo estas ideas predominantes limitan la capacidad de la gente para forjar

relaciones mutuamente beneficiosas, sino que también colocan a las mujeres y las

niñas en una posición desfavorecida con respecto a la salud sexual y reproductiva.

Dixon-Mueller (1993) da algunos ejemplos pertinentes:

...las definiciones culturales de masculinidad y feminidad influyen en

las percepciones de la gente acerca de utilizar o no un método

anticonceptivo —o de métodos particulares como los condones o la

esterilización— como poco varonil o no femenino, algo muy distante

de si los métodos se consideran seguros o eficaces. ¿Cómo influyen

las percepciones de la gente acerca de lo que es masculino o femenino

o de la naturaleza de sus relaciones sexuales, o del significado de actos

sexuales particulares en sus decisiones acerca de los métodos

anticonceptivos o la interrupción del embarazo? ¿A su vez, cómo

influye el uso de métodos anticonceptivos o la experiencia del aborto

—que es la separación del acto del coito de sus consecuencias

reproductivas— en las percepciones de la gente de su propia

masculinidad o de la feminidad de su pareja, de la calidad de sus

relaciones, del significado de sus actos sexuales? (279).

Amaro (1995) indica que las diversas formas en que los roles de género

determinados culturalmente influyen y definen las relaciones interpersonales en las

que ocurren los comportamientos sexuales y la naturaleza carente de equidad de

género de estas relaciones, a menudo expone a las niñas y a las mujeres a riesgos

mucho mayores de padecer resultados negativos de salud sexual, en particular la

infección por el VIH. Por ejemplo, Amaro cita el análisis hecho por Pleck,

Sonestein y Ku (1993) de los datos de la encuesta en gran escala de hombres

adolescentes afroamericanos, latinos y blancos en los Estados Unidos, que

encontraron que los que tuvieron el puntaje más alto en ideología masculina

tradicional tenían menos probabilidades de tener relaciones sexuales en el contexto

de una relación íntima, más probabilidades de considerar las relaciones hombremujer

como conflictivas, menos probabilidades de usar condones, y menos

probabilidades de creer que la prevención del embarazo es una responsabilidad del

hombre.

En muchos lugares del mundo se han hecho estudios que han analizado y

mostrado las relaciones entre los estereotipos de los roles de género relacionados

con la sexualidad y el poder en la relación y sus consecuencias para la salud sexual

(Pulerwitz, Amaro, De Jong et al., 2002), Ghana (Ampofo, 2001), Sudáfrica (Varga,

2003), México (Marston, 2004), Nicaragua (Sternberg, 2000), y Tailandia

(Tangmunkongvorakul, Kane y Wellings, 2005). Por ejemplo, Pulerwitz et al.

encontraron que las mujeres jóvenes en los Estados Unidos que percibían que

tenían bajos niveles de poder en sus relaciones, tenían mucho menos

probabilidades de usar condones en comparación con las mujeres que

experimentaban niveles altos de poder en la relación. En su estudio del acceso de

los jóvenes a la atención de salud en Tailandia, Tangmunkongvorakul, Kane y

Wellings encontraron que el acceso de las mujeres jóvenes a la atención de salud

estándar relacionada con la salud sexual estaba obstaculizada por las normas de

género dobles que favorecían a los hombres y que esto llevaba a las mujeres a

buscar abortos clandestinos peligrosos.

Al describir las expectativas relacionadas con el género en cuanto al

comportamiento relacionado con la sexualidad, Ilkaracan y Jolly (2007) dan otros

ejemplos de la naturaleza opresiva de los guiones de género predominantes tanto

para hombres como mujeres.

 

…las influencias sociales en torno a la sexualidad nos afectan a todos.

El género es una de esas influencias, es decir, las expectativas acerca

de cómo las mujeres y los hombres, los niños y las niñas, se

comportarán en forma diferente (así como las expectativas de que

toda persona será hombre o mujer y no transgénero). Los que se

ajustan a estas expectativas, como las niñas que experimentan la

mutilación genital femenina o se encuentran en un matrimonio

temprano, pueden sufrir para ajustar su sexualidad a canales limitados

y desiguales. Es posible que los chicos también paguen un precio. Por

ejemplo, en lugares tan diversos como Turquía, Pakistán y Brasil,

muchos niños son llevados a los burdeles por sus padres, hermanos o

amigos a una edad temprana sin estar dispuestos ni preparados para

tal experiencia y a veces encuentran que es traumatizante (p. 4).

La investigación de Langen (2005) en Botswana y Sudáfrica presenta un ejemplo

vívido de cómo el desequilibrio de poder debido al género en las interacciones

sexuales reduce la capacidad de las mujeres para protegerse de la infección por el

VIH. Langen dedujo de sus estudios que la comunidad de salud pública debe

considerar a la salud sexual como “un asunto de los hombres” no solo de las

mujeres porque los mensajes educativos sencillos como instruir a personas para que

“usen un condón” son mucho menos eficaces si no abordan estos desequilibrios de

poder debidos al género. Sin la participación de los hombres y los niños en la

programación de salud sexual y reproductiva, no será posible empoderar

genuinamente a las mujeres y las niñas. Es necesario educar a los hombres y los

niños para que estén plenamente informados de las consecuencias de sus

comportamientos sexuales y alentarlos a que asuman la responsabilidad de su

propia salud sexual, así como de la salud sexual de su pareja.

 

La promoción de una sexualidad con equidad de género

Cada vez se reconoce más que los principios básicos de los derechos humanos se

extienden a los derechos sexuales (WAS, 1999, WHO, 2004). Por consiguiente, el

problema de la desigualdad en materia de género relacionada con la sexualidad se

clasifica precisamente dentro de la esfera de los derechos humanos (Ilkkaracan y

Jolly, 2007). Estas autoras señalan que la resistencia y la limitación al área de los

derechos humanos con frecuencia se han basado en el argumento de que las

tradiciones culturales, que suelen ser específicas para género y sexualidad, pueden

utilizarse para limitar con legitimidad los derechos humanos básicos. Señalan

además que la tradición cultural que se ha usado para justificar la discriminación

contra gays y lesbianas, también ha servido para reducir la autonomía sexual de las

mujeres. Sin embargo, la noción de que la tradición cultural debe limitar los

derechos humanos está perdiendo fuerza en muchas partes del mundo y muchos

expertos se han opuesto a ella (Mullally 2006). Si bien el respeto de la tradición

cultural sigue siendo una aspiración justificable, hay sectores cada vez mayores de la

comunidad mundial que se aproximan a un reconocimiento del derecho de las

mujeres a la salud reproductiva y sexual como lo demuestra la definición ratificada

por la CIPD de la salud reproductiva (UN, 1994), así como un reconocimiento de

la importancia de la igualdad de género para el desarrollo mundial como lo

demuestra el ODM 3. En otras palabras, cada vez mejoran más las condiciones

para lograr mejoras significativas en la igualdad de género en cuestiones de

sexualidad

El cambio positivo es posible. Un programa innovador llevado a cabo en Río de

Janeiro, Brasil se centraba en abordar las normas de género entre los hombres

jóvenes como una estrategia para reducir el riesgo del VIH (Pulerwitz, Baker,

Segundo y Nascimento, 2006). El programa combinó sesiones interactivas de

educación en grupo para hombres jóvenes, dirigidas por facilitadores masculinos

adultos, con una campaña de mercadeo social a escala comunitaria para promover

el uso de condones que recalcaba mensajes equitativos de sexo. Entre los resultados

positivos del estudio de evaluación del programa fue que el apoyo a las normas de

género desiguales entre los hombres jóvenes al inicio del estudio estaba asociado

significativamente con comportamientos de riesgo de infección por el VIH. El

programa pudo promover eficazmente normas equitativas de género y, por

consiguiente, reducir el riesgo de contraer la infección por el VIH y las ITS. Un

programa similar llevado a cabo con hombres de 18 a 29 años en Mumbai, India

tuvo éxito en alentar a los hombres jóvenes a que hablaran en forma crítica de la

dinámica de sexo y de los riesgos para la salud, y en promover las normas

equitativas de género relacionadas con la sexualidad (Verma, Pulerwitz, Mahendra,

et al., 2006). En su estudio de la dinámica de sexo en las relaciones sexuales

principales de mujeres y hombres sudafricanos rurales de 18 a 24 años, O’Sullivan

et al., (2006) encontraron que el guión sexual tradicional masculino de confianza en

sí mismo y de control, por una parte, y el de pasividad femenina predominó, pero

que unos hombres jóvenes y mujeres habían empezado a asimilar normas de sexo

más equitativas para las relaciones sexuales. Los autores señalan que hay una falta

de nuevos modelos de comportamiento para la relación sexual y que las voces de

los hombres y las mujeres que expresan normas igualitarias podrían utilizarse como

liderazgo de compañeros en los programas de promoción de la salud sexual.

Para las niñas y las mujeres que tienen acceso a la atención de salud, en particular

cuando se trata de atención de salud reproductiva, los temas de las asociaciones

sexuales, los actos sexuales, los significados sexuales, e impulsos/disfrute sexual

deben abordarse con las personas como parte de los servicios ofrecidos. En algunas

culturas, es posible que los hombres tengan mucho respeto por sus médicos y, por

lo tanto, es posible colocar idealmente a estos profesionales para que hablen con

hombres y niños acerca de normas de género equitativas para el comportamiento

sexual. Para los jóvenes y los hombres que tal vez busquen atención de salud con

menor frecuencia o no la busquen en absoluto, es posible utilizar la educación a

través de la escuela, campañas para los medios de comunicación y líderes de

opinión de la comunidad que tienen influencia en los hombres (por ejemplo,

estrellas del deporte) para respaldar las normas sociales/culturales que promueven

igualdad de sexo en la esfera sexual.

 

Conclusiones: promoción del cambio a todos los niveles de la sociedad

El proceso de lograr la igualdad de género ha sido gradual, con un progreso

desigual a través de las muchas culturas diferentes del mundo. Sin embargo, no

cabe la menor duda de que uno de los mayores cambios ocurridos en la trama

social de la comunidad mundial durante el siglo XX fue una tendencia significativa

al cuestionamiento de las estructuras sociales patriarcales rígidas y al acercamiento a

sociedades más equitativas con respecto al género. En muchos aspectos, los

avances que muchas culturas han logrado en la búsqueda de la igualdad de género

han formado parte de un proceso más amplio de extender los derechos humanos

fundamentales y básicos a las comunidades oprimidas y marginadas que han

sufrido discriminación por razones de raza, grupo étnico, religión, clase, sexo,

orientación sexual, discapacidad y edad. Claramente, el proceso de lograr los

derechos humanos básicos por todos los pueblos del mundo está dando sus

primeros pasos. Y, en muchas culturas puede decirse lo mismo con respecto al

derecho humano de la igualdad para las niñas y las mujeres. Al enunciar las

prioridades clave para el desarrollo mundial, las Naciones Unidas definitivamente

han reconocido el carácter fundamental de la igualdad de género, al hacer de ella

uno de los ocho ODM. Es más, debe reconocerse que muchos de los ODM (es

decir, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir la infección

por el VIH/sida) están vinculados de diversas maneras al logro del derecho de las

niñas y las mujeres a la salud sexual y reproductiva. Estos derechos, sin embargo,

no pueden comprenderse plenamente sin la igualdad básica del poder dentro de las

relaciones sexuales. Los programas clínicos relacionados con la salud sexual pueden

y deben abordar estas desigualdades. Sin embargo, tales programas, por sí mismos,

no pueden generar el cambio social profundo necesario para transformar los

guiones a nivel comunal e individual que configuran todos los aspectos de nuestro

comportamiento sexual.

El liderazgo en la promoción del cambio social con respecto a la sexualidad y la

igualdad de género debe extenderse a todos los niveles de la sociedad. Los líderes

de opinión políticos, religiosos y culturales deben abogar por la igualdad de género

en todas las esferas de la vida incluidas las relaciones interpersonales y la sexualidad.

Los padres y las madres deben enseñarles a sus hijos e hijas que igualdad significa

que las niñas y las mujeres deben tener el mismo poder al determinar y negociar el

comportamiento sexual con sus parejas y que esta igualdad de poder se extiende a

todos los tipos de relaciones sexuales, incluidas las relaciones matrimoniales. Los

programas de educación sobre la sexualidad impartidos a los jóvenes en las escuelas

y otros entornos deben estar atentos a las cuestiones de género, y alentar a los

participantes a que piensen en la sexualidad y las relaciones desde el punto de vista

de los principios de los derechos humanos, incluida la igualdad de género. Los

medios populares de entretenimiento (música, películas / televisión, video,

Internet) a menudo abundan en imágenes sexuales y hay que alentar a los

programadores de los medios de comunicación más conocidos para que creen

representaciones de la igualdad de género, y que no refuercen los guiones sexuales

tradicionales que perpetúan la desigualdad. En resumen, todos los niveles de la

sociedad deben trabajar conjuntamente para lograr cambios significativos en la

esfera de la sexualidad y la igualdad de género. Si no se abordan los desequilibrios

de género en las relaciones sexuales, se paralizarán los esfuerzos más amplios para

promover la salud sexual y para cumplir el ODM 3, en particular, pero también los

Objetivos de Desarrollo del Milenio en general.

 

Acciones necesarias

2.1 Los postulados sobre derechos, que figuran en acuerdos y pactos

internacionales, atinentes al derecho que tienen las niñas y las mujeres

a igualdad, educación y servicios relacionados con la sexualidad,

deben incluir explícitamente el derecho fundamental a la autonomía y

la igualdad en las relaciones sexuales.

2.2 Las instancias normativas y los líderes de opinión pública deben

hablar abiertamente de que un componente sustancial e importante

de la desigualdad en materia de género se relaciona directamente con

los desequilibrios de poder en las relaciones sexuales.

2.3 Los padres, las madres, las familias y las comunidades

desempeñan funciones clave al contribuir a la formación de los roles

de género en niños y niñas . Hay que alentarlos y asistirlos para que

ayuden a sus hijos a desarrollar roles equitativos de género. El padre,

en particular, puede contribuir a alentar a sus hijos varones a que

adopten conceptos de masculinidad que no propicien la inequidad

por razones de género.

2.4 Para alcanzar eficazmente sus objetivos, los programas de

educación de la sexualidad, en particular los dirigidos a los jóvenes,

deben abordar la dinámica de género en las relaciones sexuales y

ayudar a los estudiantes a desarrollar y adoptar comportamientos

equitativos de género.

2.5 Las representaciones en los medios de comunicación, ya sea por

medio de la música o imágenes visuales, con frecuencia exponen en

formas sutiles o descaradas, guiones sexuales dirigidos a los jóvenes.

La presentación de guiones sexuales con equidad de género en los

medios de gran circulación tiene el potencial de hacer una

contribución importante a la igualdad de género en toda la sociedad.

Por lo tanto, los gobiernos y el público en general deben instar con

firmeza a la industria del entretenimiento a que se convierta en una

fuerza para lograr cambios positivos con respecto a la sexualidad y el

género.

2.6 Efectuar cambios en las leyes y en las políticas para conseguir que

las mujeres y los hombres tengan acceso igualitario a los servicios de

atención de salud sexual, sea cual fuere su nivel de ingresos, sin

estigmas, discriminación ni sesgo por los proveedores y los servicios

de salud.

 

Referencias

Amaro, H. (1995). Love, sex, and power: considering women’s realities in HIV prevention. American Psychologist,

50, 437-447.

Ampofo, A.A. (2001). “When men speak women listen”: gender socialization and young adolescents’ attitudes to

sexual and reproductive issues. African Journal of Reproductive Health, 5, 196-212.

Butler J. (1990) Gender Trouble. Routledge, Chapman and Hall. Nueva York

Dixon-Mueller, R. (1993). The sexuality connection in reproductive health. Studies in Family Planning, 24, 269-282.

Gagnon, J.H. (1990). The explicit and implicit use of the scripting perspective in sex research. Annual Review of Sex

Research, Vol. 1, 1-44.

Ilkkaracan, P. Jolly, S. (2007). Gender and Sexuality: Overview Report. Bridge. Brighton, Reino Unido: Institute of

Development Studies, University of Sussex.

Langen, T.T. (2005). Gender power imbalance on women’s capacity to negotiate self-protection against

HIV/AIDS in Botswana and South Africa. African Health Sciences, 5, 188-197.

Marston, C. (2004). Gendered communication among young people in Mexico: implications for sexual health

interventions. Social Science and Medicine, 59, 445-456.

Mullally S. (2006) Gender, Culture and Human Rights. Reclaiming Universality. Oxford, Reino Unido: Hart

Publishing.

NSW Health. (2000). Gender Equity in Health. New South Wales, Australia: NSW Health Department.

O’Sullivan, L.F., Harrison, A., Morrell, R. et al. (2006). Gender dynamics in the primary sexual relationships of

young rural South African women and men. Culture, Health & Sexuality, 8, 99-113.

Pleck, J.H., Sonestein, F.L., & Ku, L. (1993). Masculine ideology: its impact on adolescent males’ heterosexual

relationships. Journal of Social Issues, 49, 11-19.

Pulerwitz, J., Amaro, H., De Jong, W. et al. (2002). Relationship power, condom use and HIV risk among

women in the USA. AIDS Care, 14, 789-800.

Pulerwitz, J., Barker, G., Segundo, M. & Nascimento, M. (2006). Promoting More Gender-equitable Norms and Behaviors

Among Young Men as an HIV/AIDS Prevention Strategy. Horizons Final Report. Washington, DC.:

Population Council.

Spicehandler, J. (1997). Issues to consider in operationalizing reproductive health. Advances in Contraception, 13,

345-350.

Sternberg, P. (2000). Challenging machismo: promoting sexual and reproductive health with Nicaraguan men.

Gender Development, 8, 89-99.

Tangmunkongvorakul, A., Kane, R. & Wellings, K. (2005). Gender double standards in young people attending

sexual health services in Northern Thailand. Culture, Health, and Sexuality, 7, 361-373.

U.N. (1995). Report of the International Conference on Population and Development, Cario, Sept. 1994. Nueva York, NY:

Naciones Unidas.

U.N. (2005). Taking Action: Achieving Gender Equality and Empowering Women. Achieving the Millennium Development

Goals. Nueva York, NY: Naciones Unidas.

U.N. (2006). Public Choices, Private Decisions: Sexual and Reproductive Health and the Millennium Development Goals. Nueva

York, NY: Naciones Unidas.

UNFPA (2005) The Promise of Equality: Gender Equity, Reproductive Health and the Millennium

Development Goals. Nueva York, NY: UNFPA. Bajado de

http://www.unfpa.org/upload/lib_pub_file/493_filename_en_swp05.pdf

Varga, C.A. (2003). How gender roles influence sexual and reproductive health among South African adolescents.

Studies in Family Planning, 34, 160-172.

Verma, R.K., Pulerwitz, J., Mahendra, V. et al. (2006). Challenging and changing gender attitudes among young

men in Mumbai, India. Reproductive Health Matters, 14 (28), 135-143.

WAS. (1999). Declaration of Sexual Rights. World Association for Sexual Health. www.worldsexology.org

Weeks J. (2003) Sexuality. 2nd Edition. Routledge. Londres .Reino Unido

WHO (2001) TransformingHealth Systems: Gender and Rights inReproductive Health. Ginebra. Organización Mundial de

la Salud.

WHO (2003). “En-gendering’ the Millennium Development Goals (MDGs) on Health. Ginebra: Department of Gender

and Women’s Health, Organización Mundial de la Salud.

WHO. (2004). Progress in Reproductive health Research, 67, 1. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

Wiederman, M.W. (2005). The gendered nature of sexual scripts. The Family Journal: Counseling and Therapy for

Couples and Families, 13, 496-502.

 

 

Capitulo 3

Condenar, combatir y reducir todas las

formas de violencia relacionadas con la sexualidad

 

La salud sexual no puede lograrse mientras las

personas no estén libres de estigma,

discriminación, abuso, coerción y violencia

sexuales.?

 

Introducción

Según la Organización Mundial de la Salud (WHO, 2003) la “violencia

sexual está presente en todas partes; ocurre en todas las culturas, en

todos los niveles de la sociedad y en cada país del mundo” (p. 1). Las

víctimas de la violencia sexual son jóvenes, personas mayores, hombres

o mujeres, aunque las mujeres y las niñas sufren mucho más todos los tipos de

violencia sexual. Las consecuencias individuales y sociales de la violencia sexual son

vastas. Una reducción significativa, si no es posible lograr la erradicación, de la

violencia sexual repercutirá directamente en el logro de la igualdad de género, en el

mejoramiento de la salud infantil y materna, así como en la interrupción por varias

formas, de la propagación epidemiológica de la infección por el VIH/sida. Como

tal, la lucha contra la violencia sexual es un componente importante para la

consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En este capítulo

se describirá la función que tiene la reducción de la violencia sexual para cumplir los

ODM, se definirá la violencia sexual, se resumirán tanto la prevalencia como las

? Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Ine Vanwesenbeeck . (Ver Apéndices IV y V)


consecuencias de diversas formas de violencia sexual; además se abordarán y

enumerarán estrategias y recomendaciones para reducir la violencia sexual.

 

La función de la reducción de la violencia sexual para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio

En un informe reciente, la OMS (2005a) señaló que la vinculación entre la

prevención de la violencia contra la mujer y los ODM es recíproca. Es decir, “el

trabajo que se haga para alcanzar los ODM reducirá la violencia contra la mujer; y

la prevención de la violencia contra la mujer contribuirá a logro de los ODM” (p.1).

El mismo informe de la OMS reconoció también que la violencia sexual y la

violencia infligida por el compañero íntimo (la violencia infligida por el compañero

íntimo suele incluir actos sexuales forzados) como manifestaciones fundamentales

del problema mundial de la violencia contra la mujer. Es necesario que los

gobiernos y otras instituciones públicas declaren y reconozcan con términos claros

y precisos que el logro del ODM 3 (Promover la igualdad entre los géneros y la

autonomía de la mujer) y del ODM 6 (Combatir el VIH/sida, el paludismo y otras

enfermedades) no es posible sin la reducción y la eliminación definitiva de la

violencia sexual. Además, la violación de las niñas y las mujeres da lugar a

embarazos no deseados que, según se indica en otras secciones de este documento,

tienen consecuencias importantes para el cumplimiento de algunos de los ODM.

La violencia sexual tiene efectos negativos sobre la vida de las niñas y las mujeres de

muchas formas, pero primero y ante todo, la violencia sexual impide a las niñas y a

las mujeres ejercer los derechos humanos más básicos y esenciales. La violencia

sexual contra las niñas y las mujeres no solo refleja la profunda desigualdad en

materia de género que existe a nivel mundial, sino que la violencia sexual también

actúa como una forma de hacer cumplir y de perpetuar la desigualdad en materia de

género. El carácter fundamental de la igualdad de género para el desarrollo humano

sostenible también se ha establecido firmemente y reconocido por gran parte de la

comunidad internacional, entre ellas diversas conferencias y declaraciones de las

Naciones Unidas, como la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer,

emitida en 1993. La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas hace la vinculación a

través del ODM 3. A pesar de que la violencia de género en último término debe

abordarse como un tema fundamental de los derechos humanos, es pertinente

abordarla en el contexto de la promoción del desarrollo sostenible para señalar sus

consecuencias económicas. Según un informe del Banco Mundial (Bott, Morrison y

Ellsberg, 2005) la “violencia de género acarrea costos considerables para las

economías de los países en desarrollo, ya que ocasiona disminución de la

productividad y los ingresos de los trabajadores, tasas reducidas de acumulación de

capital humano y social, además de generar otras formas de violencia, tanto ahora

como en el futuro” (p. 12). Dado el carácter fundamental de la violencia sexual

como componente de la violencia de género, los temas planteados por la

declaración de la WAS sobre la necesidad primordial de eliminar la violencia y el

abuso sexuales, la comunidad internacional debe abordarlos y utilizarlos como un

componente fundamental y necesario del proceso de los Objetivos de Desarrollo

del Milenio.

 

Definición de la violencia sexual

La Organización Mundial de la Salud (2002) define la violencia sexual como

cualquier acto sexual, intento de ejecutar un acto sexual, observaciones o

insinuaciones sexuales no deseadas, o actos para traficar, o dirigidos de cualquier

otro modo, contra la sexualidad de una persona utilizando la coacción, por

cualquier persona independientemente de su relación con la víctima, en cualquier

entorno, que incluye, pero no se limita al hogar y al trabajo (p.149).

La coacción sexual, que por sí misma puede considerarse como una forma de

violencia, puede incluir la fuerza física, la intimidación psicológica, la extorsión u

otras amenazas o quizá ocurra cuando la víctima no puede dar su consentimiento,

por ejemplo, cuando está bajo los efectos de estupefacientes, dormida o está

mentalmente incapacitada para comprender la situación. Otros términos

estrechamente relacionados con la violencia sexual, usados a veces como

sinónimos, son: violencia de género, violencia contra la mujer y violencia

doméstica. La violencia perpetrada contra una persona debido a su sexualidad o a

su comportamiento sexual, real o presunto, también puede considerarse una forma

de violencia. Por lo tanto, la violencia física y la intimidación dirigidas a las personas

homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgénero también constituyen una forma

de violencia sexual.

La OMS (2002) especifica 11 tipos diferentes de actos de violencia sexual:

* violación en el matrimonio o en citas amorosas;

* violación por desconocidos;

* violación sistemática durante conflictos armados;

* insinuaciones sexuales no deseadas o acoso sexual, lo que incluye

exigir actividades sexuales a cambio de favores;

* abuso sexual de personas discapacitadas mental o físicamente;

maltrato sexual de los niños;

* matrimonio o cohabitación forzados, lo que abarca el matrimonio

de niños;

* negación del derecho a usar métodos anticonceptivos o de tomar

medidas para protegerse contra enfermedades de transmisión

sexual;

* aborto forzado;

* actos de violencia contra la integridad sexual de las mujeres, lo

que comprende la mutilación genital femenina y los exámenes

obligatorios relacionados con la virginidad;

* prostitución forzada y trata de personas para explotación sexual

(p. 149-150)

 

La violencia sexual es casi siempre violencia por razones de género y está dirigida

en forma desproporcionada a las niñas y las mujeres. Por ejemplo, la Declaración

sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, emanada de las Naciones Unidas

incluye una definición de violencia contra la mujer que capta con precisión hasta

qué punto la violencia sexual interviene en el daño a las mujeres. La Declaración

define la violencia contra la mujer como:

* La violencia física, sexual y psicológica que se produzca en la

familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en

el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el

marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas

tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia

perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia

relacionada con la explotación;

* La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la

comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el

acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones

educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la

prostitución forzada;

* La violencia física, sexual y sicológica perpetrada o tolerada por el

Estado, dondequiera que ocurra.” (UN, 1993).

 

Prevalencia de la violencia sexual

La prevalencia de diversas formas de violencia sexual es, en muchas regiones del

mundo, difícil de determinar. La mayoría de los casos de violencia sexual no se

notifican a la policía y no se registran debidamente en las investigaciones hechas

por medio de encuestas. En otras palabras, el alcance de la violencia sexual no está

bien documentado y su notificación es sumamente limitada. La mayoría de lo que

conocemos acerca de la prevalencia e incidencia de la violencia sexual proviene de

estadísticas policiales, entornos hospitalarios y de investigaciones basada en

encuestas. Pero, hay una gama amplia de cifras presentadas, según el país, el

entorno y la muestra estudiada, las definiciones de violencia sexual utilizadas y los

métodos y procedimientos de recopilación de datos. Hay una enorme variación

cultural en el grado en que las personas están dispuestas y tienen la capacidad de

informar sobre la violencia sexual y existe la misma variación en el grado en que los

departamentos de policía y gobiernos registran las cifras pertinentes.

Paradójicamente, es posible que las cifras presentadas sean más altas en los países

donde la violencia sexual ha sido objeto de debate público, donde las actitudes

hacia la sexualidad y la violencia sexual se han vuelto más francas y donde ha

aumentado la toma de conciencia sobre la violencia sexual entre la población. En

estos países, hay más probabilidades de que se notifiquen los actos de violencia

sexual. La prevalencia de la violencia sexual quizá sea bastante mayor en los donde

no se habla abiertamente de la sexualidad y la violencia sexual, donde el hecho de

ser víctima de la violencia sexual es motivo de vergüenza y ostracismo y donde

algunas formas de violencia sexual se aceptan en razón de las normas o

sencillamente se aprueban. En el primer Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud de

la OMS (2002) se observa que, a nivel mundial, el número de casos de violencia

sexual notificados a la policía representa sólo la punta del iceberg de la verdadera

prevalencia y que la investigación basada en encuestas capta apenas otro porcentaje

pequeño de los casos reales. Por lo tanto, las estadísticas que se presentan a

continuación deben considerarse con cuidado ya que en muchos casos subestiman

considerablemente la magnitud del problema.

 

Abuso sexual de niños e iniciación sexual forzada

Además de las limitaciones ya tratadas, la prevalencia del abuso sexual de niños

puede ser particularmente susceptible a la subnotificación. Por ejemplo, los niños

pequeños no pueden reconocer si un acto sexual es inadecuado, en particular si el

que lo perpetra es una persona que ellos conocen, y los niños discapacitados no

tienen la capacidad para notificarlo (Sapp y Vandeven, 2005). No obstante, los

datos disponibles sugieren cuál es el alcance del problema. Según Sapp y Vandeven

(2005) un examen de la investigación disponible indica que, a nivel mundial, la

prevalencia del abuso sexual de niños varía de 11 a 32% para las mujeres y de 4 a

14% para los hombres y que estudios realizados en los Estados Unidos han

encontrado que 22,3% de mujeres y 8,5% de hombres dijeron haber sufrido abuso

sexual. Un examen de los datos del África subsahariana mostró tasas de incidencia

del abuso sexual de niños de 7 a 36% para las mujeres y de 3 a 29% para los

hombres (Lalor, 2004). En un estudio sobre varios países del Caribe, alrededor de

la mitad de las mujeres sexualmente activas dijeron que sus primeras relaciones

sexuales habían sido forzadas (Halcon, Beuhring y Blum, 2000 citado en WHO,

2002).

 

Agresión sexual o violación

Según el análisis hecho por Tavara (2006) de estudios tanto del mundo en

desarrollo como desarrollado para determinar la prevalencia de la violencia sexual,

de 10 a 33% de mujeres en edad fecunda fueron obligadas a tener relaciones

sexuales, por lo menos una vez en su vida. En una serie de estudios de países

efectuados por las Naciones Unidas (citado en WHO, 2002), el porcentaje de

mujeres que dijeron que habían sido agredidas sexualmente en los cinco años

anteriores comprendían de 0,8 a 4,5% en África, 1,4 a 5,8% en América Latina, 0,3

a 2,7% en Asia y 2,0 a 6,0% en Europa oriental. Hay relativamente pocos datos en

cuanto a la prevalencia de la violencia sexual contra los hombres. Según indican

estudios de la OMS (2002) acerca del mundo desarrollado, de 5 a 10% de los

hombres informaron sobre una historia de abuso sexual en la niñez y unos pocos

estudios de población acerca del porcentaje de hombres que informan que nunca

sufrieron una agresión sexual encontraron tasas de prevalencia de 3,6% en

Namibia, 13,4% en Tanzanía a 20% en Perú.

 

La violencia sexual como un arma de guerra

La violación sistemática como instrumento de la guerra ha dejado a millones de

niñas y mujeres muertas, traumatizadas, embarazadas por la fuerza o infectadas por

el VIH u otras infecciones de transmisión sexual (ITS). Se dispone de pocos datos

exactos en cuanto al número de niñas y mujeres que han sido violadas como

resultado de la guerra (Watts y Zimmerman, 2002; Gottschall, 2004). La violación

como un instrumento de guerra ha existido en toda la historia humana. Utilizando

una gama amplia de fuentes, Gottschall compiló una lista parcial de los países

dónde se cometieron, durante el siglo XX, violaciones masivas por militares o

fuerzas paramilitares. Esta lista incluye Afganistán, Argelia, Argentina, Bangladesh,

Bélgica, Brasil, Birmania, Bosnia, Camboya, China, Congo, Croacia, Chipre, Timor

Oriental, El Salvador, Alemania, Guatemala, Haití, India, Indonesia, Italia, Japón,

Corea, Kosovo, Kuwait, Liberia, Mozambique, Nicaragua, Pakistán, Perú, Filipinas,

Rusia, Rwanda, Serbia, Sierra Leona, Somalia, Turquía, Uganda, Viet Nam, Zaire y

Zimbabwe.

 

La violencia sexual por las parejas íntimas

La violencia infligida por el compañero íntimo, perpetrada por esposos, esposas,

novias y novios y antiguas parejas es extremadamente común y un gran porcentaje

de estas agresiones tiene forma de violencia sexual. Un examen hecho por la OMS

(2002) de estudios de población de todo el mundo acerca del porcentaje de mujeres

adultas que notificaron un acto sexual obligado, intentado o completado, por una

pareja íntima en algún momento de su vida, encontraron tasas que varían desde

6,2% en Yokohama, Japón a 42,0% en Durango, México, 46,7% en Cusco, Perú,

29,9% en Bangkok, Tailandia y 25,0% en Midlands Province, en Zimbabwe. Un

estudio más reciente de la OMS realizado en varios sitios (2005a), que incluyó a10

países encontró que el porcentaje de mujeres que dijeron haber sido agredidas

sexualmente por una pareja llegaba a 6% en Japón, Serbia y Montenegro, mientras

que en Etiopía esta cifra era de 59% y, en la mayoría de los sitios, este porcentaje

oscilaba entre 10% y 50%. Una encuesta de hombres en Cape Town, Sudáfrica

reveló que 15,3% de ellos dijeron que habían cometido actos de violencia sexual

contra un compañero íntimo en el decenio anterior (Abrams, Jewkes, Hoffman y

Laubsher, 2004).

 

La trata de personas y la prostitución forzada

Varios informes publicados por el Departamento de Estado de los Estados Unidos

(citado en FNUAP, 2005) indican que la trata de personas es de 600.000 a 800.000

personas cada año, la mayoría para explotación sexual y se cree que cerca de

2.000.000 de niños, principalmente niñas, son esclavos del sexo en la industria del

sexo comercial. Estas cifras no incluyen a las mujeres y a las niñas que se compran y

se venden para la explotación sexual dentro de los países. Según la Organización

Internacional para las Migraciones (citado en Watts y Zimmerman, 2002) el

número de mujeres objeto de la trata de personas cada año, principalmente para la

prostitución forzada, de diferentes regiones del mundo es enorme y de ellas

250.000 provienen de Asia, 100.000 de la antigua Unión Soviética, 175.000 de

Europa oriental y central, 100.000 del Caribe y América Latina y 50.000 de África.

 

La OMS (2002) señala que un gran número de esas mujeres y niñas objeto de la

trata de personas son enviadas a América del Norte y Europa.

 

La mutilación genital femenina

Según la OMS (2000), entre 100 y 140 millones de niñas han sido víctimas de

mutilación genital femenina (MGF) (es decir, la remoción parcial o total de los

genitales externos por razones culturales, religiosas, u otras razones no terapéuticas)

y hasta 2 millones de niñas son sometidas al procedimiento cada año. La práctica

ocurre en 28 países africanos y se encuentra en partes del Oriente Medio y Asia.

 

Las consecuencias de la violencia sexual

La repercusión negativa de la violencia sexual sobre la víctima individual y sobre la

sociedad es amplia y de gran alcance. La repercusión devastadora sobre la víctima

causa traumatismo físico y psicológico que se presenta de innumerables maneras.

Dado que la violencia sexual adopta muchas formas y, por consiguiente, afecta a las

víctimas de muchas maneras, es difícil catalogar y resumir brevemente su

repercusión en el individuo y la sociedad. A continuación, se abordan apenas

algunas de las muchas consecuencias de la violencia sexual.

 

Consecuencias físicas

Al tratar la repercusión de la violencia sexual en la persona hay que reconocer desde

el principio que la víctima bien puede morir en el transcurso de una agresión sexual

o después de ella. Una agresión sexual violenta puede causar la muerte o la víctima

puede ser asesinada posteriormente.

Según el grado de la fuerza física usada, el trauma físico, tanto genital como

extragenital, puede o no ser evidente (Tavara, 2006). Los tipos más comunes de

traumatismos genitales incluyen desgarros, hematomas, abrasiones, enrojecimiento

e hinchazón del frenillo (horquilla) posterior, de los labios menores, del himen o de

la fossa navicularis (WHO, 2003). Los traumatismos físicos no genitales a menudo

incluyen hematomas, contusiones, laceraciones, marcas de ligaduras en los tobillos,

muñecas y cuello, lesiones que dejan marcas (es decir, marcas de manos, marcas de

dedos, marcas de cinturones, marcas de mordeduras) y traumatismo anal o rectal

(WHO, 2003).

Las consecuencias físicas a corto plazo de la MGF incluyen dolor intenso, shock,

hemorragia, retención de orina y ulceración de la región genital, mientras que las

consecuencias a más largo plazo incluyen quistes y abscesos, formación de

queloides en las cicatrices, daño a la uretra que da lugar a incontinencia urinaria,

dispareunia y otras disfunciones sexuales y dificultades en el parto (WHO, 2000).

 

Salud mental y consecuencias psicosociales

Las consecuencias psicológicas de la violencia sexual varían considerablemente de

una persona a otra. Sin embargo, quedan pocas dudas de que la repercusión

psicológica de la violencia sexual en la víctima suele ser grave y debilitante. Estos

 

resultados de corto y de largo plazo (que duran por muchos años) incluyen el

síndrome del traumatismo de violación, trastorno por estrés postraumático,

depresión, ansiedad, fobias sociales, mayor uso de drogas, comportamiento suicida,

trastornos de los hábitos alimentarios y perturbaciones del sueño (WHO, 2003).

Varios estudios han revelado una asociación entre la agresión sexual y la aparición

de disfunciones sexuales entre las víctimas que pueden persistir por años. En

particular, un examen de la bibliografía indica que muchas mujeres experimentan

una reducción significativa del placer y la satisfacción sexuales y que, a largo plazo,

muchas mujeres presentan disfunciones sexuales relacionadas con el deseo y la

excitación (Van Berlo y Ensink, 2000).

 

Violencia sexual e infección por el VIH/sida

Aunque en el mundo occidental a veces se cree que la infección por el VIH/sida

afecta principalmente a los hombres que tienen relaciones homosexuales, es

importante reconocer que a nivel mundial cerca de la mitad de los que viven con la

infección por el VIH/sida son mujeres. En partes del mundo en desarrollo, como

en el África subsahariana, la mayor parte de las personas con la infección por el

VIH/sida son mujeres (WHO, 2005b). Está claro que muchos casos de infección

por el VIH/sida están relacionados de una u otra manera con la violencia sexual

contra la mujer. Los perpetradores de la violencia sexual rara vez usan condones y,

debido a que la naturaleza de la violencia sexual suele ser físicamente coercitiva,

ocurren traumatismos genitales que exponen a las víctimas a un riesgo sumamente

alto de infecciones de transmisión sexual, incluida la infección por el VIH (Tavara,

2006; WHO, 2003). Los estudios hechos en África demuestran claramente el

vínculo entre la coacción sexual y el mayor riesgo de infección por el VIH para las

mujeres (Population Council, 2004). Por ejemplo, un estudio de Sudáfrica (Dunkle

et al, 2004, citado en WHO, 2005b) reveló que las mujeres cuya pareja sexual era

violenta o controladora presentaban una tasa de infección por el VIH/sida,

superior en 50% con respecto a otras mujeres y que los hombres abusivos tenían

mayores probabilidades que los hombres no abusivos de ser seropositivos para el

VIH.

Es importante entender que la violencia sexual aumenta de muchas maneras el

riesgo de las mujeres de contraer el VIH.. Tal como lo señala el informe de la OMS

(2001) sobre la violencia sexual y el VIH, “Esta violencia puede contribuir a un

mayor riesgo para las mujeres de contraer la infección por el VIH, tanto de manera

directa por el coito forzado como indirecta por la capacidad limitada de las mujeres

para negociar las circunstancias en las que ocurrirán las relaciones sexuales y el uso

de condones” (p. 7). El temor a la violencia puede impedir fácilmente a una mujer

sugerir o insistir en el uso de condones (Maman, Campbell, Sweat y Gielen, 2000).

Además, el riesgo de contraer una ITS o la infección por el VIH es particularmente

alto para las mujeres que han sido objeto de la trata de personas para fines de

explotación sexual (WHO, 2002).

 

Violencia sexual y embarazo no deseado

Con frecuencia, la violación da lugar al embarazo no deseado (Stewart y Trussel,

2000). Por ejemplo, un estudio efectuado en los Estados Unidos mostró que 5% de

las víctimas de violación quedan embarazadas como resultado de la agresión

(Holmes, Resnick, Kilpatrick y Best, 1996), mientras que un estudio de Etiopía

determinó que 17% de las mujeres adolescentes que fueron violadas quedaron

embarazadas (Mulugeta, Kassaya y Berhane, 1998 citado en Tavara, 2006). En

muchas partes del mundo, las niñas y las mujeres que se encuentran embarazadas

como consecuencia de la violación se ven obligadas a tener al hijo o arriesgar su

vida con los “abortos clandestinos” (WHO, 2002, p. 162). Huelga decir que una

niña o una mujer que ha dado a luz un niño como consecuencia de la violación no

pudieron elegir el momento en que nacían sus hijos.

 

El contexto y las causas fundamentales de la violencia sexual

Una exposición completa de las causas múltiples de la violencia sexual está fuera del

alcance de este breve informe. No obstante, casi todas estas causas tienen sus raíces

en un factor inevitable y fundamental que debe captarse y afrontarse si se quiere

lograr un progreso significativo para eliminar la violencia sexual. Primero y ante

todo, debemos comprender bien y aceptar que la mayoría de las formas de

violencia sexual están relacionadas y ocurren en el contexto de la desigualdad en

materia de género y que la violencia sexual contra la mujer es más probable bajo

los regímenes patriarcales relativamente fuertes. La investigación transcultural

aporta datos probatorios de que mientras mayores desventajas para la mujer genere

la asimetría en el poder entre los sexos en una cultura dada, mayores son las

probabilidades de que ocurra el control de la sexualidad femenina, así como la

violencia sexual contra la mujer (Wood y Eagly, 2002).

Es en este contexto de la desigualdad y el control en materia de género que debe

entenderse la violencia sexual. Según lo resume la OMS (2003),

La violencia sexual es un acto agresivo. Los factores fundamentales

en muchos actos de violencia sexual son el poder y el control, no

como suele percibirse, un ansia de sexo. Rara vez se trata de un

crimen de pasión. Es más bien un acto violento, agresivo y hostil

usado como un medio para degradar, dominar, humillar, aterrorizar y

controlar a las mujeres. La hostilidad, la agresión y el sadismo

mostrados por el agresor tienen por objeto amenazar la conciencia

que tiene la víctima de sí misma (p. 9).

 

Estrategias para reducir y eliminar la violencia sexual

En todo el mundo, la violencia sexual está generalizada y arraigada profundamente.

Por consiguiente, un método eficaz de reducir la violencia sexual debe tener una

base amplia, abordar el tema a los niveles internacional, nacional, comunitario e

individual de la sociedad.

 

Acción y promoción de la causa a nivel internacional y nacional

La comunidad internacional debe desempeñar una función primordial para reducir

la violencia sexual. El reconocimiento internacional del alcance del problema y los

efectos perjudiciales de la violencia sexual sobre el individuo y sobre la sociedad es

un primer paso, pero ese reconocimiento debe estar seguido de la acción. Los

tratados internacionales, como la Convención sobre la eliminación de todas las formas de

discriminación contra la mujer (UN, 1979) establecen las normas para la legislación

nacional y sirve de apoyo a una campaña para lograr las reformas legales. En

particular, el cambio de un enfoque basado en las necesidades a un enfoque basado

en los derechos a la salud sexual ha sido importante con relación a la violencia

sexual. El marco de derechos humanos, entre otras cosas, ha ayudado a reconocer

oficialmente la experiencia de violencia como una violación de los derechos

humanos, ha ayudado a cuestionar la falsa dicotomía público/privado del derecho

internacional, ha proporcionado un vocabulario feminista para los documentos

políticos internacionales y ha desempeñado una función en la formación de

coaliciones: “Las condiciones de la mujer en todas las regiones y las violaciones

diversas a sus derechos humanos, que anteriormente estaban escondidas y eran

silenciadas, han salido a la superficie, vinculando los movimientos locales a un

movimiento mundial de mujeres que sigue creciendo (Obando, 2004, en línea).

Para que se logren mayores progresos, los tratados futuros y las declaraciones

internacionales que se centran en el desarrollo de los derechos humanos y

socioeconómicos deben reconocerla explícitamente, nombrarla y abordar la

violencia sexual como un impedimento significativo al bienestar y al progreso del

ser humano.

Los gobiernos nacionales, ya que disponen de poder político y legal sustantivo,

desempeñarán el papel más importante para la eliminación de la violencia sexual.

Los gobiernos deben adoptar las políticas que reconocen explícitamente el

problema de la violencia sexual. Deben introducir y sancionar la legislación vigente

que hace que todas las formas de violencia sexual sean ilegales (por ejemplo, la

MGF, violación en el matrimonio) e incluye el juicio y el castigo de los

perpetradores de violencia sexual. Los gobiernos nacionales también deben lanzar

campañas públicas de información para desalentar la violencia sexual y promover la

igualdad de género. Tales campañas también deben alentar a las víctimas de la

violencia sexual a que obtengan acceso a la atención de salud. También deben

procurar educar y motivar a los niños y los hombres a que se opongan a la violencia

sexual, tanto en su propia vida como en la vida de otros hombres.

 

En algunos casos, los gobiernos nacionales han dado pasos para reducir la violencia

sexual (Kelly, 2005: WHO, 2002). Por ejemplo, algunos gobiernos han adoptado

medidas relativamente sencillas para promover la notificación de la violencia sexual

y mejorar la sensibilidad entre la policía y el poder judicial. Se han creado unidades

especiales de violencia doméstica y unidades que se ocupan de los delitos sexuales,

se han empleado examinadoras/investigadoras para hacer los exámenes forenses de

las víctimas femeninas, se han utilizado mujeres como funcionarias de los tribunales

y se crearon comisarías de policía y tribunales especiales para mujeres para los

delitos de violación. La OMS (2002) observa que las reformas legales en muchos

lugares han incluido ampliar la definición de lo que es la violación, reformar las

reglas sobre las sentencias y la admisibilidad de los datos probatorios, y eliminación

del requisito de que las declaraciones de las víctimas tienen que corroborarse.

 

Acciones de los sectores de la salud y la educación

Los establecimientos de asistencia sanitaria como los hospitales y los consultorios

deben estar dotados en forma adecuada para recibir, evaluar, aconsejar y tratar a las

víctimas de la violencia sexual. A menudo hacen falta servicios médicos/de salud

adecuados y específicos para las necesidades de las víctimas de violencia sexual.

Con frecuencia, los establecimientos no reciben como debe ser a las víctimas y los

proveedores de atención sanitaria no siempre cuentan con la capacitación necesaria

en violencia sexual y recopilación de datos probatorios forenses. La difusión

generalizada y la aplicación amplia de las Directrices de la OMS para la Atención Medico

Legal de las Víctimas de la Violencia Sexual (2003) representarían un gran paso hacia

adelante en la atención de las víctimas de la violencia sexual.

Como se señaló anteriormente, la MGF es una forma de violencia sexual que

perjudica la salud y el bienestar de millones de niñas y mujeres. Aunque está

vinculada con tradiciones culturales y religiosas, a veces profundamente arraigadas,

hay esperanza de que los grupos profesionales y comunitarios trabajando unidos

puedan lograr avances significativos al desalentar la práctica de la MGF. La OMS

(2002) describe una campaña realizada en Egipto en la cual el gobierno, las

organizaciones de salud y los líderes religiosos se han unido en su oposición a la

MGF. En los países africanos donde la MGF todavía es común, se necesitan

iniciativas similares. Para alcanzar el éxito, será importante que los programas

locales dirigidos a la MGF se adapten a los factores específicos culturales y

religiosos que influyen en la práctica de la MGF. La participación de los líderes de

opinión de la comunidad es vital si se quiere que dichos programas sean fructíferos.

Los programas de educación sobre la sexualidad para los jóvenes, donde los hay,

muy a menudo se centran estrictamente en la infección por el VIH y las ITS, y en

los temas básicos de la reproducción, pero no abordan directamente la igualdad de

género ni la violencia sexual. Se ha logrado algún progreso en impartir cursos de

educación sobre salud sexual de calidad a un número cada vez mayor de jóvenes

en todo el mundo (véase capítulo 4). Esos programas brindan una oportunidad

ideal de educar a los jóvenes, en una época de la vida en que se forman las actitudes

y los valores básicos relativos a la sexualidad, acerca de problemas pertinentes para

la prevención de la violencia sexual.

 

Acciones comunitarias

Hay una gama amplia de acciones comunitarias que incluyen a organismos de salud

pública, grupos comunitarios, medios de comunicación, así como muchos otros

que pueden desempeñar una función activa en la reducción de la violencia sexual.

Son demasiado numerosos para abordarlos aquí adecuadamente (véase WHO,

2002, 2003), pero a continuación se mencionan varios ejemplos de esos cursos

dirigidos a hombres.

Los medios de comunicación pueden usarse eficazmente para concientizar y hacer

una campaña contra la violencia sexual. La OMS (2002) cita varios ejemplos de

Sudáfrica y Zimbabwe donde se han usado carteleras, radio y televisión para

comunicar mensajes contra la violencia sexual. Además, hay que utilizar cada vez

más a personajes públicos influyentes, como estrellas de los deportes, para expresar

oposición a la violencia sexual y comunicar a los hombres jóvenes mensajes

saludables en cuanto a la sexualidad y la igualdad de género. Algunas organizaciones

deportivas como la Fédération Internationale de Football Associations (FIFA)

están en una posición excelente para llegar hasta cientos de millones de niños y

hombres en todo el mundo con mensajes educativos para combatir la violencia

sexual. La participación de los medios de comunicación y las organizaciones

deportivas en los esfuerzos para reducir la violencia sexual es muy promisoria ya

que ellos tienen un potencial significativo para transformar fundamentalmente los

valores y las costumbres que apoyan la cultura de la violencia sexual.

 

Acciones necesarias

3.1 Para ser eficaces, las leyes, políticas y programas destinados a

reducir la violencia relacionada con la sexualidad deben abordar la

desigualdad de género con respecto a los derechos humanos y la

posición económica. Esto abarca la legislación para prohibir todas las

formas de violencia sexual y acoso contra niños y niñas, las mujeres y

las minorías sexuales.

3.2 Se requieren programas integrales de salud pública para aumentar

la toma de conciencia sobre la necesidad de abordar la violencia

sexual. También deben ponerse en práctica programas

complementarios destinados a la prevención primaria de la violencia

sexual. En todos los segmentos de la sociedad, deben ejecutarse

programas de prevención de la violencia sexual.

3.3 Para reducir eficazmente el impacto de la violencia sexual es

necesario reformar el ámbito de la atención de salud. Esto incluye la

eliminación de todas las formas de discriminación relacionadas con el

género u orientación sexual dentro de los sistemas de atención de

salud y velar por que el personal de atención de salud y las

instituciones en las que trabajan esas personas, estén preparadas

adecuadamente para recibir y tratar a las víctimas de la violencia

sexual.

 

Referencias

Abrahams, N., Jewkes, R., Hoffman, M., & Laubsher, R. (2004). Sexual violence against intimate partners in Cape

Town: prevalence and risk factors reported by men. Bulletin of the World Health Organization, 82, 330-337.

Bott, S., Morrison, A. & Ellsberg, M. (2005). Preventing and Responding to Gender-based Violence in Middle and Low

Income Countries: A Global Review and Analysis. World Bank Policy Research Working Paper 3618.

Washington, DC: Banco Mundial.

Gottschall, J. (2004). Explaining wartime rape. The Journal of Sex Research, 41, 129-136.

Holmes, M.M., Resnick, H.S., Kilpatrick, D.G. & Best, C.L. (1996). Rape-related pregnancy: estimates and

descriptive characteristics from a national sample of women. American Journal of Obstetrics and Gynecology,

175, 320-324.

Kelly, L. (2005). Promising Practices Addressing Sexual Violence. Expert paper prepared for an expert group organized

by the UN Division for the Advancement of Women, 17 al 20 de mayo del 2005, Viena, Austria.

Laylor, K. (2004). Child sexual abuse in sub-Saharan Africa: a literature review. Child Abuse and Neglect, 28, 439-

460.

Maman, S., Campbell, Sweat, MD. & Gielen, AC. (2000). The intersections of HIV and Violence: directions for

future research and interventions. Social Science and Medicine, 50, 459-478.

Obando, A.E. (2004). How Effective is a Human Rights Framework in Addressing Gender-Based Violence?

WHRnet, extraido el 22 de marzo del 2006 del sitio

http://www.choike.org/nuevo_eng/informes/3982.html.

Population Council (2004). The Adverse Health and Social Outcomes of Sexual Coercion: Experiences of Young Women in

Developing Countries. Nueva Delhi: The Population Council.

Sapp, M.V. & Vandeven, A.M. (2005). Update on childhood sexual abuse. Current Opinion in Pediatrics, 17, 258-

264.

Stewart, F.H., & Trussell, J. (2000). Prevention of pregnancy resulting from rape: a neglected preventive health

measure. American Journal of Preventive Medicine, 19, 228-229.

Tavara, L. (2006). Sexual violence. Best Practice & Research Clinical Obstetrics and Gynaecology, 20, 395-408.

UN (1979). Convention on the Elimination of All forms of Discrimination Against Women. United Nations Division for the

Advancement of Women. Department of Economic and Social Affairs. Nueva York: Naciones Unidas.

UN (1993). United Nations General Assembly. Declaration on the Elimination of Violence Against Women.

(A/RES/48/104). Nueva York: Naciones Unidas.

UNFPA (2005). State of the World Population 2005. The Promise of Equality: Gender Equity, Reproductive Health and the

Millennium Development Goals. Nueva York: United Nations Population Fund.

Van Berlo, W. & Ensink, B. (2000). Problems with sexuality after sexual assault. Annual Review of Sex Research.

Vol. 11, 235-257

Watts, C. & Zimmerman, C. (2002). Violence against women: global scope and magnitude. Lancet, 359, 1232-

1235.

Wood, W. & Eagly, A.H. (2002). A cross-cultural analysis of the behavior of women and men: implications for

the origins of sex differences. Psychological Bulletin, 128, 699-727.

WHO (2000). Female Genital Mutilation. Fact sheet No 241. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

WHO (2001). Violence Against Women and HIV/AIDS: Setting the Research Agenda. Ginebra: Organización Mundial

de la Salud.

WHO (2002). World Report on Violence and Health. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

WHO (2003). Guidelines for Medico-Legal Care for Victims of Sexual Violence. Ginebra: Organización Mundial de la

Salud.

WHO (2005a). WHO Multi-country Study On Women’s Health and Domestic Violence against Women: Initial Results on

Prevalence, Health Outcomes and Women’s Responses. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

WHO (2005b). Addressing Violence Against Women and Achieving the Millennium Development Goals. Ginebra:

Organización Mundial de la Salud.

 

 

Capitulo 4

 

Proveer acceso universal a la información completa y educación integral de la sexualidad

 

Para lograr la salud sexual, todas las personas,

incluidos los jóvenes, deben tener acceso a la

información completa y a la educación integral

de la sexualidad, así como a los servicios de

salud sexual en todo el ciclo de vida.?

 

Introducción

omo ya se ha indicado en varios puntos de este documento, el

mejoramiento, el mantenimiento y la promoción de la salud sexual

desempeñarán una función significativa e imprescindible para la

consecución de muchos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Las ocho

metas expuestas en el enunciado de la declaración Salud Sexual para el Milenio están

sumamente interrelacionadas. El acceso universal a la educación integral de la

sexualidad está estrechamente vinculado con los otros objetivos de salud sexual

estipulados en la declaración y dicho acceso es imprescindible para lograrlos, ya que

todos tienen componentes educativos. La concientización individual y de la

comunidad, así como el conocimiento y la aceptación de los temas de salud sexual

son requisitos para lograr cambios positivos. El acceso universal a la educación

integral y consistente de la sexualidad es un componente esencial para la

formulación de cualquier estrategia fructífera de promoción de la salud sexual en el

nuevo Milenio.

? Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Doortje Braeken and Melissa Cardinal. (Ver Apéndices IV y V)

 

Según se afirma en el enunciado de la declaración, la educación integral de la

sexualidad es un proceso que debe ocurrir a todo lo largo de la vida. Nuestra

necesidad de educación sexual no empieza ni termina con la pubertad. Los diversos

períodos del desarrollo a lo largo de la vida ?niñez, adolescencia, edad adulta

temprana, edad madura y vejez? se caracterizan por tareas y necesidades de

desarrollo relativas a la sexualidad diferentes pero de igual importancia lo que

implica necesidades diferenciales de educación sexual (Delamater y Friedrich,

2002). Sin embargo, los jóvenes merecen una atención especial en nuestro llamado

para un acceso universal a la educación integral de la sexualidad , en particular con

respecto a la propuesta de que la generalización de los programas de educación de

la sexualidad efectuará una contribución significativa a los ODM. Esta atención es

importante también porque la educación sobre sexualidad de alta calidad impartida

a los niños y los jóvenes les brinda una base de conocimientos, actitudes y aptitudes

esenciales para el logro de la salud sexual óptima; estos conocimientos, actitudes y

aptitudes pueden evolucionar a la par de sus necesidades que cambian a lo largo de

la vida.

Debido a que en el mundo desarrollado el acceso de los jóvenes a la escolaridad es

casi universal, las escuelas suelen considerarse como el foro ideal para impartir la

educación sexual. En el mundo en desarrollo, por otro lado, el acceso a la

escolaridad tradicionalmente ha estado seriamente limitado y las oportunidades son

desiguales según el género, los ingresos y la ubicación geográfica. Por consiguiente,

la educación sexual impartida en las escuelas, es poco prometedora para llegar hasta

una diversidad de jóvenes en muchas comunidades. Sin embargo, esto está

cambiando. Según lo documenta Loyd (2006), en su ponencia de antecedentes para

el Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas, cada vez es más común en los

países en desarrollo que los jóvenes, especialmente las mujeres, asistan a la escuela

hasta los años de la pubertad y a través de ella. Según ilustra Loyd, la asistencia a la

escuela por sí misma puede tener consecuencias beneficiosas para la salud sexual y

reproductiva. También cabe señalar que el aumento acelerado de la asistencia a la

escuela, aunque el acceso dista mucho de ser universal, brinda una oportunidad

extraordinaria de mejorar la educación integral sobre sexualidad. Es crucial que a

medida que se crean y amplían, se renuevan y reforman los sistemas escolares, la

educación integral sobre la sexualidad se imparta a todo lo largo del programa de

estudios y sea uno de sus componentes fundamentales. La justificación para la

inclusión dependerá, en parte, de que se demuestren los vínculos entre educación

de la sexualidad, salud sexual y reproductiva y el desarrollo de la comunidad, según

lo estipulado en los ODM.

Con respecto a la educación general, la finalidad principal de educar a los niños es

prepararlos para la vida. En consecuencia, los enseñamos a leer, escribir, a resolver

problemas, a pensar en forma creativa, etc. Estas son las aptitudes que ellos usarán

a lo largo de su vida. Con respecto a la educación de la sexualidad más

específicamente, la información, actitudes y aptitudes que las personas adquieren

como niños y jóvenes influirán en sus decisiones y repercutirán en su salud sexual

general en la edad adulta. La niñez, la pubertad y la adolescencia son períodos

fundamentales para el desarrollo de la sexualidad. El conocimiento básico, las

actitudes formativas y las prácticas saludables que se aprenden antes o a medida

que empieza la actividad sexual tienen muchas más probabilidades de transferirse

sistemáticamente y hasta la edad adulta. Por ejemplo, hay indicios de que los

jóvenes que usan condones la primera que vez tienen relaciones sexuales tienen

más probabilidades de usar condones cuando son mayores, en comparación con

los que no usaron un condón en su primera relación sexual (Klavs, Rodrigues,

Wellings, et al., 2005; Shafii, Stovel, Davis et al., 2004). Por lo tanto, es vital llegar

hasta los jóvenes con educación sexual integral antes de que sean sexualmente

activos porque para muchos jóvenes en todo el mundo, las primeras relaciones

sexuales, sean voluntarias o no, pueden ocurrir y ocurren en cualquier momento

después del inicio de pubertad. Es también importante que la educación integral

sobre la sexualidad impartida en la escuela se vincule a la educación informal y

complementaria que ocurre en la comunidad y en el hogar.

 

Educación integral de la sexualidad en el contexto de la diversidad sexual mundial

Decir que la comunidad mundial dista mucho de estar unificada con respecto a los

valores sexuales, costumbres, creencias y modelos de comportamiento es afirmar lo

que es obvio. Esta diversidad merece el reconocimiento y la consideración

sostenida en la formulación de estrategias y políticas destinadas a elaborar y ejecutar

programas integrales de educación sobre la sexualidad que contribuyan a escala

mundial al logro de los ODM.

Los asuntos relacionados con el sexo y la reproducción son

delicados—porque se entrelazan con cuestiones de cultura e ideología

de instituciones sociales e identidades personales. En muchos países,

diversos grupos culturales tienen diferentes acuerdos y posiciones en

materia de servicios de salud sexual y reproductiva (y en la prestación

asociada de esos servicios). Es posible que se limiten tanto la atención

como las discusiones públicas a fin de evitar las divisiones políticas o

porque hay un estigma asociado con el tema. La salud sexual y

reproductiva solo se ha convertido en un tema adecuado para la

discusión y el consenso internacionales en los últimos 10 a 15 años

(Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas, 2006, p. 4).

Esta observación nos da apenas una idea de los contextos específicos culturalmente

únicos en los que se insertan los programas de educación de la sexualidad para los

jóvenes —o no se insertan— en todo el mundo. La sustancia y el carácter de estos

programas, o la falta de ellos, suelen ser un reflejo claro y exacto de las creencias

culturales acerca de la sexualidad que existen en la comunidad. Está claro que las

posturas religiosas, políticas y sociales-morales sobre la sexualidad dividen a la

comunidad mundial y esto es un obstáculo fundamental para adoptar un método

unificado y compartido destinado a formular y poner en práctica los cursos de

educación integral de la sexualidad que contribuirían a repercutir, no solo en la

epidemia de infección por el VIH/sida sino también en un sinnúmero de otros

problemas, como la igualdad de género y la planificación de la familia. Hace falta

una unidad internacional muy básica en cuanto al enfoque y al reconocimiento de la

 

necesidad de educación integral de la sexualidad para sustentar los acuerdos

internacionales pertinentes a la salud sexual y reproductiva y a los derechos, para

garantizar el financiamiento de los programas, compartir la pericia y lograr que las

comunidades se comprometan, participen y se apropien activamente de la

programación. Dada la vasta diversidad cultural de las creencias relacionadas con la

sexualidad, ¿dónde empezamos a elaborar una estrategia mundial para la educación

integral de la sexualidad?

Germain y Woods (2005) al escribir acerca de la necesidad de un método integrado

para la prevención de la infección por el VIH dicen que: “La política mundial no

hace que las estrategias de prevención de la infección por el VIH sean fáciles ni

directas de llevar a la práctica” (p. 59). Proponen, de acuerdo a lo pautado por la

Estrategia de Prevención propuesta por el ONUSIDA en el 2005, que los

programas de prevención se fundamenten en los componentes de derechos

humanos, en su alcance y en una base de datos probatorios. A continuación se

presenta una plataforma que incorpora estos tres componentes para proponer el

acceso universal a la educación sexual integral y de alta calidad.

 

Los derechos humanos y sexuales

Los compromisos contraídos por los gobiernos con organizaciones de derechos

humanos y organizaciones no gubernamentales con respecto a los derechos

sexuales como derechos humanos nos proporcionan un punto de partida

sustantivo y viable para abogar por el acceso universal a la educación integral de la

sexualidad en un marco más amplio de la promoción de la salud sexual. Según se

indica en otra parte de este documento, la publicación de la OMS (2002; 2006)

Definición Práctica de los Derechos Sexuales establece que los derechos sexuales basados

en leyes nacionales y documentos de derechos humanos internacionales ya

reconocidos abarcan el derecho de todas las personas, libre de coacción,

discriminación y violencia a, entre otras cosas, obtener información acerca de la

sexualidad y recibir educación de la sexualidad.

La promoción del acceso universal a la educación integral sobre la sexualidad es

inseparable de la exigencia del respeto y la promoción de los derechos humanos y

sexuales, además de ser un componente fundamental para lograr esta meta. El

reconocimiento de los derechos básicos humanos y sexuales debe sentar las bases

filosóficas para adoptar una perspectiva mundial acerca de la educación integral

sobre la sexualidad. Como se señala con más detalle a continuación, hay que tener

cuidado para no introducir presunciones externas en cuanto al significado y la

finalidad de la sexualidad humana ni la definición precisa de la educación integral

sobre sexualidad que van más allá de los derechos básicos que han servido de base

para los acuerdos internacionales. Estos conceptos deben definirse dentro de las

comunidades etnoculturales específicas en las que se va a impartir la educación

sobre sexualidad.

 

Alcance

Al describir la educación integral sobre la sexualidad, SIECUS (2001) especifica

varios conceptos fundamentales como desarrollo humano, relaciones, destrezas

personales, comportamiento sexual, salud sexual y sociedad y cultura. Muy a

menudo el término educación integral de la sexualidad sugiere que los programas

destinados a la reducción de riesgos sexuales abordan tanto el retraso de la primera

relación sexual, la abstinencia y el uso del condón u otros métodos anticonceptivos

como medidas preventivas viables. En este sentido, el término educación integral

sobre sexualidad sencillamente se usa como una manera de distinguir esos

programas de los denominados programas “de abstinencia exclusiva” que solo

promueven la abstención de la actividad sexual y no abordan otras opciones, como

el uso de condones, para las personas que ya están o que estarán sexualmente

activas. Sin embargo, la educación integral de la sexualidad es un término mucho

más amplio que supone un enfoque basado en los derechos y que tiene en cuenta al

género y es sensible a las diferencias culturales.

En conjunto, los derechos enunciados por la OMS (2002; 2006) en la Definición

Práctica de los Derechos Sexuales recalcan el acceso a la información sobre sexualidad y

la toma de decisiones autónoma. Según ya se ha dicho, y para fines de esta sección,

el concepto de educación integral sobre la sexualidad comprende y respeta los

derechos humanos básicos, suministra información amplia y exacta y brinda

oportunidades de desarrollo de motivaciones y habilidades que les permiten a las

personas tomar decisiones autónomas y fundamentadas acerca de su salud sexual y

reproductiva. En muchos países occidentales y en algunas naciones en desarrollo

estas ideas, y lo que implican para elementos específicos de los programas de

educación sobre la sexualidad, están bien enunciados y son apropiados para esas

culturas (véase, por ejemplo, SIECUS, 1991; Salud Canadá, 2003; Ministerio de

Educación, Chile, 2002). La Organización Panamericana de la Salud (PAHO, 2000)

ha hecho de la educación integral de la sexualidad a la población en general una de

sus metas para promover la salud sexual. Las recomendaciones de la OPS incluyen

un esquema específico con nueve puntos acerca del significado y la finalidad de la

educación integral sobre la sexualidad que es compatible con una perspectiva de

derechos humanos sexuales y puede aplicarse eficazmente a esa región. En muchos

otros países y regiones, todavía no se han especificado conceptos culturalmente

específicos y apropiados de la educación integral sobre la sexualidad como base

para una programación que llegue a un gran número de jóvenes. Las iniciativas para

hacerlo serán esenciales para el establecimiento del acceso universal a la educación

integral sobre sexualidad.

En algunos países, pero especialmente en los Estados Unidos, están generalizados

el financiamiento amplio y la promoción de los programas de educación sobre la

sexualidad basados en la abstinencia exclusiva. Si estamos de acuerdo en que la

fundación ética de la educación integral de la sexualidad tiene sus raíces en los

derechos humanos y los derechos sexuales básicos que confieren a cada individuo

el derecho indiscutible a la toma de decisiones autónoma e informada, es evidente

que los programas de abstinencia exclusiva quedan fuera de esta perspectiva ética

básica. Los programas que, por su diseño, retienen la información necesaria para

que los individuos puedan tomar decisiones voluntarias y fundamentadas son poco

éticos y desde la perspectiva de la educación sobre la sexualidad presentada aquí,

constituyen una violación de los derechos humanos. Ha quedado demostrado

reiteradamente que los programas de abstinencia exclusiva son ineficaces para

fomentar y mantener el cambio de comportamiento. Además, una gran mayoría de

los programas de educación sexual basados en la abstinencia exclusiva han

demostrado su ineficacia para prevenir la actividad sexual o reducir la infección por

el VIH, las ITS o el embarazo no deseado. Si bien es cierto que unos pocos

programas de abstinencia exclusiva han demostrado que modifican las actitudes

hacia la abstinencia y el comportamiento sexual por períodos cortos (hasta seis

meses), ninguno de los programas de abstinencia exclusiva evaluados dio lugar a

que los participantes retrasaran el inicio de las relaciones sexuales por períodos de

tiempo más largos, en comparación con los grupos testigo o los grupos que reciben

educación sobre salud sexual amplia (Bennett y Assefi, 2005). A pesar del respaldo

del gobierno federal de los Estados Unidos, lo que incluyó cientos de millones de

dólares en financiamiento, un examen reciente de las evaluaciones del programa

destinadas a determinar la repercusión de las intervenciones de abstinencia

exclusiva ejecutadas en los Estados Unidos reveló que no solo son ineficaces, sino

potencialmente perjudiciales para la salud del público.

Los programas de abstinencia exclusiva dan pocos indicios de tener

una repercusión sostenida (a largo plazo) en las actitudes y las

intenciones. Lo que es peor aun, muestran algunas repercusiones

negativas en la disposición de los jóvenes a usar métodos

anticonceptivos, entre ellos los condones, para prevenir resultados

negativos de salud sexual derivados de las relaciones sexuales. Es

importante señalar que apenas en un estado de los Estados Unidos,

un programa demostró éxito a corto plazo en retrasar la iniciación

sexual; ninguno de estos programas ofrece pruebas de éxito a largo

plazo para retrasar la iniciación sexual entre los jóvenes expuestos a

los programas, ni ningún dato probatorio de éxito para disminuir

otros comportamientos que inducen a correr riesgos en relación con

la sexualidad. Los programas basados exclusivamente en la

abstinencia dan pocas pruebas de tener una repercusión sostenida (a

largo plazo) en los participantes (Hauser, 2004, p. 4).

En vista de las pruebas que se acaban de mencionar, el financiamiento y la

ejecución de programas de abstinencia exclusiva deben considerarse como una

mala utilización de valiosos recursos, humanos y financieros, que podrían asignarse

a la planificación, puesta en práctica y evaluación de una programación coordinada,

eficaz en función de los costos y basada en datos probatorios. El enfoque de

abstinencia exclusiva restringe el suministro de información a una estrategia

específica para la infección por el VIH, las ITS y la prevención de embarazos no

deseados, y excluye decididamente la información que puede ser utilizada por

quienes ya tienen una vida sexual activa o la tendrán inevitablemente. Por lo tanto,

el enfoque de abstinencia exclusiva es excluyente y refleja un punto de vista

estrecho y específico. El enfoque integral, por otro lado, es conceptualmente

inclusivo en lugar de exclusivo, presenta información sobre estrategias múltiples

(incluida la abstinencia de la actividad sexual, el retraso de la primera relación, la

reducción del número de compañeros sexuales, así como la actividad sexual más

segura) para prevenir la infección por el VIH, las ITS y los embarazos. En

contraposición a los programas de abstinencia exclusiva, los programas integrales

de educación sobre la sexualidad procuran que las decisiones acerca de tener o no

relaciones sexuales, de si la persona quiere tener hijos y cuándo los quiere tener,

además de las decisiones acerca de cómo protegerse uno mismo y a su pareja de la

infección por el VIH y las ITS, sean decisiones fundamentadas basadas en

elecciones que todas las personas, incluidos los jóvenes, tienen derecho a tomar

basadas en su propios valores autodefinidos, así como en los valores de sus familias

y comunidades. En contraposición con la ineficacia de los programas de

abstinencia exclusiva para alcanzar sus objetivos conductuales, hay indicios de que

los programas de educación sobre la sexualidad más integrales pueden ayudar a los

jóvenes que todavía no son sexualmente activos, a retrasar la primera relación

sexual (por ejemplo, Jemmott, Jemmott y Fong, 1998). El hecho de que la

educación integral sobre la sexualidad tenga probabilidades de ser más eficaz que

los programas de abstinencia exclusiva al capacitar a los jóvenes para que retrasen la

primera relación sexual, bien podría deberse a que los programas integrales de

educación sobre la sexualidad bien formulados incluyen a los jóvenes en el proceso

de toma de decisiones informadas, con lo cual ellos pueden elegir activamente

opciones para proteger y mejorar su salud sexual. Los programas de abstinencia

exclusiva desaniman a los jóvenes de sopesar las opciones y tomar decisiones

basadas en sus propias realidades, necesidades, tradiciones y valores.

 

La educación de la sexualidad basada en la evidencia.

Los objetivos de la prevención de la infección por el VIH, las ITS y los embarazos

no planificados están incluidos en todas las conceptualizaciones de los programas

integrales de educación sobre la sexualidad para los jóvenes en todo el mundo. Sin

duda, es en el logro de estos objetivos que el acceso universal a la educación

integral sobre la sexualidad contribuye significativamente al cumplimiento de los

ODM.

Cada vez hay mayor número de datos probatorios inequívocos derivados de

estudios publicados sometidos a arbitraje editorial que evalúan la repercusión

conductual de intervenciones de salud sexual bien diseñadas que conducen a la

conclusión definitiva de que esos programas pueden reducir significativamente los

comportamientos sexuales de riesgo entre los jóvenes (para consultar esta

bibliografía véase Alford, 2003; Bennett y Assefi, 2005, Jemmott y Jemmott, 2000;

Kirby, 2000; 2001; 2005).

Con respecto a la prevención de la infección por el VIH/sida concretamente, hay

también datos probatorios definitivos claros de que las intervenciones educativas

tienen el potencial para reducir significativamente el comportamiento sexual de alto

riesgo entre las personas, incluidos los jóvenes. Albarracin, Gillete, Earl et al. (2005)

efectuaron un examen y metanálisis integral de 354 intervenciones de prevención

de la infección por el VIH ejecutadas desde 1985 al 2003 en 33 países diferentes.

Conjuntamente, las intervenciones mostraron que habían aumentado los

conocimientos sobre el VIH, así como las actitudes positivas hacia un mayor uso

de los condones, cambio de las normas y las intenciones, mejoramiento de las

aptitudes conductuales y aumento del uso real de los condones. El análisis de

Albarracín et al., también reveló que hay estrategias eficaces de educación sobre

prevención para diferentes grupos, incluidos los jóvenes. De manera más general,

hay un cuerpo extenso de investigación en evaluación de la prevención de la

infección por el VIH y las ITS que indicaba resultados conductuales positivos para

intervenciones que se dirigían a adolescentes, jóvenes callejeros, pacientes de

consultorios de ITS, mujeres, hombres activos heterosexualmente, que tienen

relaciones homosexuales con hombres, y a las comunidades (CDC, 2001; McKay,

2000).

La mayor parte de la bibliografía dedicada a evaluar la prevención de la infección

por el VIH, las ITS y el embarazo, en relación con los jóvenes, examina las

intervenciones ejecutadas en el mundo desarrollado (es decir, Estados Unidos y

Europa). Sin embargo, están aumentando los datos probatorios acerca de la eficacia

de las intervenciones de prevención que se ejecutan en el mundo en desarrollo. En

un examen reciente de estudios controlados en el mundo tanto en desarrollo como

desarrollado que utilizaron diseños experimentales o casi experimentales para

evaluar la repercusión de los programas de salud sexual y educación sobre el VIH

en el comportamiento sexual de los jóvenes, Kirby, Laris, y Rolleri (2005)

analizaron programas de Brasil, Tailandia, Kenia, Nigeria, Belice, México, Chile,

Tanzanía y Namibia que ayudaron a las personas a retrasar la primera relación

sexual, a reducir su número de compañeros sexuales o a aumentar el uso de

condones. Wang, Hertog, Meir, et al. (2005) informaron acerca de un programa

integral de educación sobre la sexualidad en China que dio lugar a un mayor uso del

condón y de los métodos anticonceptivos.

La bibliografía que aporta evidencias acerca de la eficacia de la educación integral

sobre la sexualidad es convincente, pero no debe interpretarse como una sugerencia

de que todos los programas existentes o previstos serán eficaces para alcanzar sus

objetivos. Una de las lecciones cruciales que debemos aprender de la experiencia

anterior es que no hay ninguna forma genérica y multifuncional de educación sobre

la sexualidad que pueda aplicarse eficazmente a todos los públicos o contextos.

Debemos aprender tanto de nuestros éxitos como de nuestros fracasos para crear

los programas más eficaces posibles. Afortunadamente, ya hemos aprendido

mucho acerca de los componentes necesarios para la educación eficaz sobre la

sexualidad. Por ejemplo, un examen y análisis de la bibliografía existente (por

ejemplo, Albarracin et al., 2005; Fisher y Fisher, 1998; Kirby, 2005) sugiere que los

programas tienen grandes probabilidades de lograr sus objetivos conductuales si

contienen los siguientes diez componentes clave:

1. Incluir una asignación realista y suficiente en cuanto al tiempo

para la enseñanza y los recursos financieros necesarios.

2. Impartir a los educadores la capacitación necesaria y darles el

apoyo administrativo necesario para ejecutar el programa

eficazmente.

3. Emplear métodos didácticos adecuados, incluida la utilización

de modelos teóricos para elaborar y aplicar la programación (por

ejemplo, Modelo de IMB, Teoría cognoscitiva social, Modelo

transteórico, Teoría de la acción razonada).

4. Utilizar investigación sobre inducción para evaluar las

características, las necesidades y los estilos de aprendizaje

óptimos de los estudiantes. Esto incluye adaptar la instrucción a

los antecedentes etnoculturales, la orientación sexual y la etapa del

desarrollo del estudiante.

5. Abordar específicamente los resultados negativos de salud

sexual, como la infección por el VIH, las ITS y los embarazos no

deseados

6. Exponer y reforzar sistemáticamente los mensajes de prevención

relacionados con la fijación de límites sexuales (por ejemplo,

retrasar la primera relación, abstinencia), el uso habitual de

condones y otras formas de anticonceptivos.

7. Incluir en el programa actividades que aborden el contexto social

y ambiental de la persona, incluidas las presiones sociales para

incurrir en hábitos sexuales perjudiciales.

8. Incorporar la información, motivación y aptitudes necesarias

para exponer eficazmente y mantener los comportamientos sexuales

saludables.

9. Proporcionar ejemplos claros y oportunidades para practicar

(por ejemplo, representaciones de roles), la fijación de límites

sexuales, negociación del uso del condón y otras aptitudes de

comunicación. En los programas eficaces, las personas son

participantes activos, no receptores pasivos de la información.

10. Utilizar herramientas apropiadas de evaluación para evaluar los

puntos fuertes y los débiles del programa, a fin de mejorar la

programación subsiguiente.

 

Acciones necesarias

4.1 Hacer obligatoria la educación integral de la sexualidad basada en

derechos, sensible al género y culturalmente apropiada, como un

componente indispensable de los programas de estudios escolar a

todos los niveles y aportar los recursos que sean necesarios.

4.2 Trabajar con organismos de la comunidad para llegar hasta los

jóvenes que no están en la escuela y a otras poblaciones de alto riesgo,

con educación integral de la sexualidad.

4.3 Emitir directrices para conseguir que los programas y servicios de

educación de la sexualidad se basen en el principio de la toma

autónoma.de decisiones plenamente fundamentada.

4.4 Garantizar que los programas de educación de la sexualidad se

fundamenten en evidencias e incluyan las características de eficacia

comprobada. Esto debe hacerse de manera que permita la creatividad

y se atiendan las necesidades específicas de la comunidad al formular

y evaluar programas innovadores.

 

Referencias

Alford, S. (2003). Science and Success: Sex Education and Other Programs That Work to Prevent Teen

Pregnancy, HIV and Other Sexually Transmitted Infections. Washington, DC: Advocates for Youth.

Albarracin, D., Gillette, J.C., Earl, A. et al. (2005). A test of major assumptions about behavior change: a

comprehensive look at the effects of passive and active HIV-prevention interventions since the

beginning of the epidemic. Psychological Bulletin, 131, 856-897.

Bennett, S. & Assefi, N., (2005). School-based pregnancy prevention programs: a systematic review of

randomized controlled trials. Journal of Adolescent Health, 36, 72-81.

CDC (2001). Compendium of HIV Prevention Interventions with Evidence of Effectiveness. HIV/AIDS

Prevention Research Synthesis Project. Atlanta, Georgia: Division of HIV/AIDS Prevention, Centers

for Disease Control and Prevention.

Delamater, J. Friedrich, W. (2002). Journal of Sex Research, 39, 10-14.

Germain, A. & Woods, Z. (2005). Women’s sexual and reproductive health and rights: a key to ending

HIV/AIDS. Development, 48, 56-60.

Fisher, W. & Fisher, J. (1998). Understanding and promoting sexual and reproductive health behavior: theory and

method. Annual Review of Sex Research, 9, 39-76.

Hauser, D. (2004). Five Years of Abstinence-Only-Until Marriage Education: Assessing the Impact. Washington,

D.C.: Advocates for Youth.

Health Canada. (2003). Canadian Guidelines for Sexual Health Education. Ottawa, ON: Health Canada.

Jemmott, J. & Jemmott, L. (2000). HIV behavioral interventions for adolescents in community settings. In J.L.

Petersen & R.J. DiClemente (Eds.) Handbook of HIV Prevention (pp. 103-124). Nueva York: Plenum

Publishers.

Jemmott, J., Jemmott, L. & Fong, G. (1998). Abstinence and safer sex HIV risk reduction interventions for

African American adolescents: a randomized controlled trial. Journal of the American Medical

Association, 279, 1529-1536.

Kirby, D. (2005). Impact of Sex and HIV Education Programs on Sexual Behaviors of Youth in Developing and

Developed Countries. Research Triangle Park, NC: Family Health International.

Kirby, D. (2001). Emerging Answers: Research Findings on Programs to Reduce Teen Pregancy. Washington,

DC: National Campaign to Prevent Teen Pregnancy.

Kirby, D. (2000). School-based interventions to prevent unprotected sex and HIV among adolescents. In J.L.

Petersen & R.J. DiClemente (Eds.). Handbook of HIV Prevention (pp. 83-101). Nueva York, NY:

Plenum Publishers.

Klavs, I., Rodrigues, L., Wellings, K., et al. (2005). Increased condom use at sexual debut in the general

population of Slovenia and association with subsequent condom use. AIDS, 19, 1215-1223.

Loyd, C. (2006). Schooling and adolescent reproductive behavior in developing countries. Background paper to

Public Choices, Private Decisions: Sexual and Reproductive Health and the Millennium Development

Goals. UN Millennium Project.

McKay, A. (2000). Prevention of sexually transmitted infections in different populations: a review of

behaviourally effective and cost-effective interventions. The Canadian Journal of Human Sexuality, 9, 95-

120.

Ministerio de Educación, Chile. (2002) Oportunidades para la Educación Sexual en el Nuevo Curriculum.

Santiago de Chile: Ministerio de Educación.

PAHO (2000). Promotion of Sexual Health: Recommendations for Action. Organización Panamericana de la

Salud.

Shafii, T., Stovel, K., Davis, R., & Holmes, K. (2004). Is condom use habit forming? Condom use at sexual debut

and subsequent condom use. Sexually Transmitted Diseases, 31, 366-372.

SIECUS. (1991). Guidelines for Comprehensive Sexuality Education: Kindergarten – 12th Grade. Nueva York,

NY: SIECUS.

UN Millennium Project. (2006). Public Choices, Private Decisions: Sexual and Reproductive Health and the

Millennium Development Goals. UN Millennium Project.

WHO. (2002a) Working Definitions. Extraido el 20 de enero del 2006 del sitio de la Organización Mundial de la

Salud: http://www.who.int/reproductive-health/gender/sexual_health.html

WHO. (2006). Defining Sexual Health: Report of a technical consultation on sexual health, 28 al 31 de enero del

2002, Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud. Bajado el 28 de marzo del 2007 del sitio

http://www.who.int/reproductive-health/publications/sexualhealth/index.html

 

 

Capitulo 5

 

Asegurar que los programas de salud

Reproductiva reconozcan el carácter central de la salud sexual

 

La reproducción es una de las dimensiones

fundamentales de la sexualidad humana y, como

tal, puede contribuir a fortalecer las relaciones y

a la satisfacción personal, cuando se desea y se

planifica. La salud sexual abarca la salud

reproductiva. Deben ampliarse los programas

actuales de salud reproductiva para abordar las

diversas dimensiones de la sexualidad y la salud

sexual de manera integral?

 

Introducción

La sexualidad es uno de los aspectos más fundamentales de nuestra vida y,

no obstante, por mucho tiempo ha sido el socio silencioso en la

programación de la salud sexual y reproductiva. El reconocimiento de

que la promoción de la salud reproductiva es un componente importante y legítimo

del desarrollo sostenible de comunidades y sociedades ha sido lento, desigual y

tenue. Más aún, haber unido conceptualmente a la salud sexual con la salud

reproductiva bajo el término común de salud sexual y reproductiva ha sido

? Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Angela Heimburger/Victoria Ward . (Ver Apéndices IV y V)

 

especialmente inadecuado, en particular en el diálogo del desarrollo internacional.

El consenso y la ejecución de una programación de salud sexual y reproductiva de

calidad a menudo se han sacrificado ante los intereses políticos, religiosos e

ideológicos; el resultado final, que es considerable, pero prevenible, ha sido el

aumento de la morbilidad, la mortalidad y la violación de derechos humanos

fundamentales.

Este capítulo presenta un panorama del reconocimiento cada vez mayor de que el

acceso a la atención de salud sexual y reproductiva es necesario para alcanzar los

Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por las Naciones Unidas (ODM).

Luego se expone la falta de un enfoque positivo a la sexualidad humana en la

programación de salud reproductiva, la importancia de integrar plenamente la

sexualidad y la salud sexual dentro de esa programación y la necesidad de capacitar

adecuadamente a los proveedores de atención de la salud en sexualidad humana y

salud sexual.

 

El reconocimiento de que el acceso a la atención de salud sexual y reproductiva es esencial para el desarrollo mundial

La 4.a Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD)

realizada en El Cairo, Egipto en 1994 y que contó con la presencia de

representantes de gobiernos de 179 países se ha descrito con exactitud como un

“momento decisivo” en el consenso y la aceptación internacional de los conceptos

de los derechos reproductivos y la salud sexual y reproductiva (Haslegrave, 2004).

Los asistentes a la conferencia no solo exigieron conjuntamente el acceso universal

a los servicios de salud sexual y reproductiva para 2015, sino que la definición de

salud reproductiva emanada de la Conferencia representó un salto cualitativo en el

reconocimiento y la comprensión de la verdadera amplitud de la salud reproductiva

y del grado en que la salud sexual y la salud reproductiva constituyen una entidad

única que no puede ser segmentada. La definición de salud reproductiva formulada

en la CIPD parecía haber aclarado, sin que quedaran dudas, que la salud sexual no

puede pasarse por alto ni separarse del concepto de salud reproductiva. No solo se

reconoció legítimamente que la salud reproductiva es crucial para el proceso de

desarrollo, sino que se reconoció también que la salud sexual está entretejida

inextricablemente con ella. Vale la pena repetir aquí la definición completa de salud

reproductiva que surgió de la CIPD:

La salud reproductiva es un estado general de bienestar físico, mental

y social y no de mera ausencia de enfermedades o dolencias, en todos

los aspectos relacionados con el sistema reproductivo y sus funciones

y procesos. La salud reproductiva, por consiguiente, supone que las

personas pueden tener una vida sexual satisfactoria y segura, que

tienen capacidad para reproducirse y libertad para tomar decisiones si

desean tener hijos, cuándo y con qué frecuencia. Implícito en esta

última condición está el derecho de los hombres y las mujeres a

informarse y a tener acceso a métodos seguros, eficaces, asequibles y

aceptables de planificación de la familia de su elección, así como a

otros métodos que prefieran para regular la fecundidad que no estén

contra la ley, y el derecho a tener acceso a servicios apropiados de

atención de salud que permitan a las mujeres experimentar el

embarazo y el parto sin riesgos y les brinde a las parejas las mejores

probabilidades de tener un bebé sano. De acuerdo con la definición

anterior de salud reproductiva, la atención de salud reproductiva se

define como el conjunto de métodos, técnicas y servicios que

contribuyen a la salud y al bienestar reproductivo, al evitar y resolver

los problemas relacionados con la salud reproductiva. También

incluyen la salud sexual, cuyo objetivo es el desarrollo de la vida y las

relaciones personales y no meramente el asesoramiento y la atención

en materia de reproducción y enfermedades de transmisión sexual

(UN, 1995).

Uno de los aspectos significativos de la definición de salud reproductiva emanada

de la CIPD es que no sólo incorporaba la salud sexual en cuanto al control de la

fecundidad y la prevención de las ITS y la infección por el VIH/sida, sino que

también conceptualizaba a la salud sexual en cuanto al “mejoramiento de la vida y

las relaciones personales” y de una “vida sexual satisfactoria y sin riesgos”. En otras

palabras, la definición de salud reproductiva emanada de la CIPD va más allá de

considerar la salud sexual sencillamente como un asunto de prevención de

problemas y la definió gradualmente en términos positivos. Esto representó un

cambio importante con respecto al enfoque tradicional a la sexualidad orientado

negativamente, para pasar a un enfoque más positivo, de mejoramiento de la vida

que desde hacía mucho tiempo defendían los trabajadores de promoción de la

salud que abordaban el tema de la salud reproductiva.

A pesar de los adelantos al conceptualizar lo sexual y lo reproductivo indicado por

la definición de la CIPD, como han observado Correa y Parker (2004), “… desde

El Cairo, la sexualidad se ha pasado cada vez más por alto (o eliminado) de la

agenda de salud reproductiva” (p. 20). Viene a complicar aun más la situación, la

aparente falta de importancia que se asigna a la salud reproductiva de manera más

general en la agenda mundial de desarrollo, como queda demostrado por la

omisión de la salud sexual y reproductiva de los Objetivos de Desarrollo del

Milenio (ODM) (Glasier et al., 2006). Esta omisión ocurrió a pesar de que no

quedan dudas de que los adelantos en materia de salud sexual y reproductiva son

sumamente necesarios si se quieren alcanzar los objetivos generales de los ODM.

Se han dado diversas explicaciones para esta pérdida de importancia o eliminación

total del tema de la salud sexual y reproductiva, que varían desde la idea de que la

conceptualización de la CIPD acerca de la salud reproductiva fue demasiado

ambiciosa, hasta la asignación de la prioridad más alta a la infección por el

VIH/sida en el programa de acción sanitaria mundial. Otros han sido más directos.

Glasier et al., (2006) declara enfáticamente que:

 

Los servicios de salud sexual y reproductiva están ausentes o son de

mala calidad y están subutilizados en muchos países, porque la

exposición de temas como las relaciones sexuales y la sexualidad

incomodan a algunas personas. La influencia cada vez mayor de

fuerzas conservadoras políticas, religiosas y culturales en todo el

mundo amenaza socavar el progreso logrado desde 1994 y es quizás

el mejor ejemplo de la intrusión perjudicial de la política en la salud

pública (p. 1).

Afortunadamente, han ocurrido varios sucesos positivos desde la exclusión de la

referencia explícita a la salud sexual y reproductiva en la Declaración del Milenio.

En primer lugar, varias organizaciones no gubernamentales influyentes han

publicado informes extensos, basados en la investigación que demuestran la

importancia de abordar la salud sexual y reproductiva para cumplir los ODM.

Entre estos informes se encuentra el emanado del Alan Guttmacher Institute, de

título: Adding it Up: The Benefits of Investing in Sexual and Reproductive Health (Singh,

Darroch, Vlassoff y Nadeau, 2003) y el de Family Care International (2005),

Millenium Development Goals and Sexual and Reproductive Health. La Organización

Mundial de la Salud (OMS) también ha desempeñado una función clave al

restablecer el carácter fundamental de la salud reproductiva con su Reproductive

Health Strategy to Accelerate Progress Towards the Attainment of International Development

Goals and Targets (WHO, 2004a): y más recientemente, Accelerating Progress Towards the

Attainment of International Reproductive Health Goals: A Framework for Implementing the

WHO Global Reproductive Health Strategy (WHO, 2006). Lo que es más importante

aun es que los líderes mundiales reconocieron oficialmente que el acceso a los

servicios de salud reproductiva según lo estipuló la CIPD era necesario para

avanzar hacia la consecución de los ODM, según se ha descrito en el documento

de World Summit Outcome (UN, 2005).

Por último, esta labor ha culminado en el informe de las Naciones Unidas (2006)

Opciones públicas, decisiones privadas: salud sexual y reproductiva y los Objetivos de Desarrollo del

Milenio. Este informe reconoce clara y explícitamente que el mejoramiento del

acceso y de la prestación de los servicios de salud sexual y reproductiva

contribuirán significativamente a combatir la infección por el VIH/sida, a la

promoción de la igualdad de género, a mejorar la salud maternoinfantil y a combatir

la pobreza. El informe recomienda específicamente incorporar la salud sexual y

reproductiva tanto en las campañas de reducción de la pobreza como en los

sistemas nacionales de salud, además de presentar un esquema de las estrategias

para alcanzar estas metas.

En resumen, aunque los años que siguieron al momento decisivo de la

conceptualización por la CIPD de la salud reproductiva, que colocó a la salud

sexual en el centro y dentro de ella, se caracterizaron por la desilusión, en particular

debido a la exclusión de la salud sexual y reproductiva de los ODM, en años

recientes se ha observado un progreso significativo en la reasignación de

importancia a la salud sexual y reproductiva como parte esencial del proceso de

desarrollo mundial. Además, se ha observado que tanto el acceso como la

prestación de los servicios de salud reproductiva han mejorado en muchas partes

del mundo en desarrollo (Haslegrave, 2004; Langer, 2006; UN, 2006). Por ejemplo,

Haslegrave señala que:

Países como México, Ghana, Sudáfrica y Tailandia, para citar solo

algunos ejemplos, han mostrado un éxito considerable al integrar la

atención de salud sexual y reproductiva en la atención primaria de

salud. Así, han demostrado que lo sexual y lo reproductivo deben

verse en el contexto de la salud en general y no como un componente

más. La salud sexual y reproductiva debe tratarse así para conseguir

que siga considerándose como parte de los servicios de salud

“establecidos” (p. 16).

Glasier et al. (2006) observan que ahora se reconoce cabalmente que la salud sexual

y reproductiva es esencial para cumplir los ODM, que la Cumbre Mundial reafirmó

los objetivos del acceso universal a la atención de salud reproductiva para el 2015, y

que si estos dos sucesos se traducen en acciones, es posible lograr un progreso

significativo en la promoción de la salud sexual.

 

La falta de vinculación entre la atención de salud reproductiva y un enfoque positivo frente a la sexualidad

Según pone de manifiesto la definición de la CIPD de la salud reproductiva, esta

implica mucho más que la función reproductiva, el control de la fecundidad y la

prevención de la infección por el VIH y las ITS; incluye también el

“perfeccionamiento de la vida y las relaciones personales”. En cuanto a su

repercusión en el desarrollo humano, la función de la sexualidad humana se

extiende mucho más allá de la reproducción, ya que desempeña una función

fundamental en las relaciones interpersonales como una expresión de la intimidad y

el afecto, y la sexualidad es potencialmente una fuente de placer inmenso que

contribuye significativamente a la calidad de vida de muchas personas. La

sexualidad y la salud sexual son pertinentes a lo largo de toda la vida, no solo

durante los años fecundos. La sexualidad y la salud sexual son esenciales para todas

las personas independientemente de que sean homosexuales, bisexuales o

heterosexuales y si se reproducen o no. En realidad, la sexualidad no debe verse

como un componente de la salud reproductiva ni un agregado a ella. Más bien, una

visión más acertada de la salud reproductiva es considerarla como un aspecto clave

de una salud sexual más amplia y más abarcadora.

La integración de la sexualidad en la salud pública generalmente y la salud

reproductiva específicamente sirve para conceptualizar y definir la sexualidad como

un asunto de salud y bienestar y no como algo que debe verse en cuanto a

moralidad (véase Giami, 2002). Si bien los enfoques de salud pública a la sexualidad

no han excluido las inquietudes morales y han recalcado la importancia del

comportamiento equitativo y mutuamente respetuoso, la aceptación de los

programas de salud sexual y reproductiva sigue encontrando resistencia ideológica.

Según lo indica Langer (2006) con respecto a los éxitos y contratiempos para la

CIPD:

El aumento del conservadurismo en algunos países donantes ha

entorpecido significativamente los esfuerzos para impulsar la agenda

internacional sobre salud sexual y reproductiva y derechos sexuales.

En efecto, contrariamente a las pruebas científicas, las fuerzas

conservadoras interpretan el llamamiento del Programa de Acción de

la CIPD a favor de la información y los servicios para los jóvenes

como una incitación a la promiscuidad y el comportamiento

irresponsable. ...Esta situación expone a millones de mujeres,

hombres y jóvenes a la infección por el VIH/sida, a embarazos no

deseados, y a los abortos peligrosos e ilegales (p.1553).

La falta de vinculación entre la salud sexual y la salud reproductiva está

fundamentada, sin lugar a dudas, en una conceptualización tradicional

profundamente arraigada, orientada negativamente, acerca de la naturaleza y la

finalidad de la sexualidad humana. Dentro de este paradigma, la sexualidad y la

salud sexual no suelen tratarse con franqueza entre los proveedores de atención

sanitaria y sus clientes. A nivel de política pública, en muchos casos, las iniciativas

dirigidas explícitamente a la salud sexual son por sí mismas un tema tabú.

A otro nivel, pero igualmente importante, cuando y donde se ha reconocido el

concepto de salud sexual y reproductiva como un aspecto legítimo de la salud

pública, se ha orientado principalmente a una conceptualización de sexualidad

humana que recalca resultados negativos en lugar de resultados positivos como la

actividad y las relaciones sexuales satisfactorias. Es evidente que asignar

importancia únicamente a la prevención de resultados negativos está más de

acuerdo con las perspectivas ideológicas que temen que la integración de resultados

positivos subvertirá las concepciones tradicionales de moralidad sexual. En muchos

aspectos, esto ha conducido a que se elimine cualquier aspecto relacionado con

sexualidad de muchos programas de salud reproductiva. Parker, DiMauro, Filiano y

Garcia (2004) tratan la distinción entre los derechos sexuales negativos y los

derechos sexuales positivos; los derechos sexuales negativos se ocupan de librar a

las personas de, por ejemplo, la violencia y el abuso, mientras que los derechos

sexuales positivos se refieren a la libertad para, por ejemplo, la expresión y el placer

sexuales. Parker et al., señala que ha sido mucho más fácil impulsar los derechos

sexuales negativos que los derechos sexuales positivos. Para lograr la integración

plena de la salud sexual con la salud reproductiva es necesario que la programación

equilibre debidamente los derechos sexuales positivos y los negativos.

Otra dificultad que predispone al campo de la salud sexual y reproductiva a que se

asigne más importancia a los resultados negativos es que los resultados negativos

son, en la mayoría de los casos, mucho más fáciles de cuantificar y medir en

comparación con los resultados positivos. Por ejemplo, la incidencia y prevalencia

de las infecciones de transmisión sexual pueden medirse objetivamente de varias

maneras, mientras que las evaluaciones son necesariamente subjetivas cuando las

hace la persona con respecto a su propio bienestar sexual, cuando se trata de

mejoras en la satisfacción sexual y las relaciones son mucho más difíciles de medir.

Según el informe de Naciones Unidas (2006) sobre la salud sexual y reproductiva, el

logro de la buena salud es mucho más que sencillamente evitar las enfermedades, y

esto sucede más con respecto a la sexualidad que en otros aspectos de salud:

En efecto, gran parte de nuestra identidad personal así como nuestras

relaciones sociales y personales dependen de esta parte de nuestras

vidas —que está estrechamente relacionada con nuestra salud y

bienestar general. Las herramientas de medición de hoy no pueden

captar esos aspectos positivos de la salud y el bienestar (p. 32).

 

Volver a colocar a la sexualidad en la salud sexual y reproductiva

Como señala Parker, et al., (2004), “Actualmente, las feministas, activistas

homosexuales y lesbianas, así como las organizaciones no gubernamentales que se

ocupan de la infección por el VIH/sida están luchando para ampliar la definición

de derechos sexuales a la habilitación y hasta la celebración de la diversidad sexual y

el placer sexual” (p. 368). Y, se han observado algunos éxitos: la importancia

asignada a la sexualidad positiva en la definición emanada de la CIPD de salud

reproductiva, es el primero y más importante de todos. Aunque no se trata de una

política oficial de la organización, es alentador que las definiciones prácticas de la

OMS (2004b) de los derechos sexuales incluyen el derecho de “llevar una vida

sexual satisfactoria, segura y placentera” (p. 3), ya que esto puede mejorar la

importancia asignada a los resultados positivos de la salud sexual por los

programadores de salud sexual y reproductiva que recurren a la OMS en busca de

orientación. Cada vez estamos observando más equilibrio entre los resultados

negativos y los resultados positivos en los enfoques a la salud sexual y reproductiva.

Por ejemplo, la publicación Canadian Guidelines for Sexual Health Education, de Health

Canada (2003) conceptualizan la educación sobre salud sexual como orientada

tanto al comportamiento de salud sexual para prevenir problemas sexuales (por

ejemplo, el embarazo no deseado, las ITS y la infección por el VIH, el acoso o el

abuso sexual, la disfunción sexual), así como al “perfeccionamiento de la salud

sexual” (por ejemplo, autoestima y autoimagen positivas en aceptación de su propia

sexualidad, integración de la sexualidad en las relaciones mutuamente satisfactorias)

(p. 15).

Igualmente significativa es la concientización y comprensión cada vez mayor de

que el “placer y la prevención” van de la mano. El reconocimiento, la aceptación y

la incorporación en los programas dirigidos a la prevención de problemas de salud

sexual y reproductiva del hecho de que las personas experimentan deseo sexual y

buscan placer sexual contribuirán a la eficacia de esos programas (Philpott, Knerr y

Boydell, 2006; Philpott, Knerr, y Maher, 2006). Los programas y los servicios que

abordan el tema de la salud reproductiva deben reconocer cabalmente y tener en

cuenta la realidad de que la salud reproductiva está vinculada profunda e

inextricablemente a la sexualidad y que nuestra sexualidad es una expresión de

nuestro deseo humano de placer y de interconexión con otros.

El reconocimiento cada vez mayor de que la salud sexual y la salud reproductiva

son inseparables, como demostró la CIPD, y que la promoción de la salud sexual y

reproductiva es importante cuando se hacen esfuerzos por cumplir los ODM,

como lo demuestra el documento de las Naciones Unidas (2006) Opciones públicas,

decisiones privadas, son sucesos muy positivos. Pero, como se señaló anteriormente, la

mayoría de las sociedades en todo el mundo consideran al sexo con una orientación

negativa y hay mucha ansiedad con respecto a la sexualidad. Por eso, no resulta

sorprendente que, como consecuencia, muchos proveedores de atención de salud

reproductiva y sus clientes se sientan incómodos ante la perspectiva de tratar un

tema que a menudo ha sido sumamente tabú. A pesar del hecho de que este

silencio impuesto culturalmente en torno a la sexualidad ha servido para aumentar

los resultados potencialmente negativos de no abordar la sexualidad en los

programas de salud reproductiva, son pocos los proveedores de atención de salud

reproductiva que se han capacitado específicamente para abordar los temas de la

sexualidad con sus clientes.

 

RECOMENDACIONES DE LA OPS PARA LA CAPACITACION EN SEXUALIDAD HUMANA DE LOS PROFESIONALES DE ATENCIÓN A LA SALUD REPRODUCTIVA

* Conocimientos básicos de sexualidad humana

* Conocimientos amplios en reproducción humana y los medios para su

regulación que tienen en cuenta las inquietudes más amplias sobre los

derechos sexuales

* Conciencia sobre las actitudes personales hacia su propia sexualidad y la de

otras personas, lo que debe incluir una actitud respetuosa hacia las personas

con diferentes orientaciones y prácticas sexuales

* Conocimientos básicos para identificar y aconsejar sobre problemas de

salud sexual, y si es necesario, referir a las personas al profesional

apropiado.

PAHO 2000 (p.44) ?

 

Conclusiones

La salud reproductiva, a pesar de contratiempos notables, han avanzado

considerablemente en los últimos años. La definición de la CIPD de la salud

reproductiva estableció claramente la interconexión inherente entre la salud sexual y

la salud reproductiva. Aunque la exclusión de la salud reproductiva de los ODM

fue lamentable, la omisión ha sido sustancialmente rectificada por el

reconocimiento de las Naciones Unidas (2005; 2006) de que la promoción de la

salud sexual y reproductiva es necesaria para cumplir los ODM. El documento de

 

las Naciones Unidas, Opciones públicas, decisiones privadas: salud sexual y reproductiva y los

Objetivos de Desarrollo del Milenio suministra una estrategia operativa y una serie

integral de recomendaciones, a saber:

* Integración de los análisis y las inversiones relacionados con la

salud sexual y reproductiva en la estrategias nacionales de

reducción de la pobreza

* Integración de servicios de salud sexual y reproductiva en los

sistemas de salud fortalecidos

* Recopilar sistemáticamente los datos pertinentes para la salud

sexual y reproductiva

* Participar en la iniciativa de impacto rápido sobre salud

reproductiva del Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas

* Responder a las necesidades de salud sexual y reproductiva de

poblaciones especiales con necesidades no atendidas (por

ejemplo, adolescentes, hombres)

Estas recomendaciones son loables y necesarias y el éxito en el logro de los ODM

dependerá significativamente de hasta qué punto ellas se reflejen en la política que

se traduce en hechos concretos. Es más, la pertinencia para la vida de la gente, así

como la eficacia y el éxito de estas iniciativas dependerán del grado en que la

sexualidad y los asuntos de salud sexual se reconozcan y se integren con la salud

reproductiva en la programación.

 

Acciones necesarias

5.1 Las declaraciones de gobiernos, de política transnacional y de

política con respecto al financiamiento de la salud reproductiva y la

obligatoriedad de los servicios deben incluir, de conformidad con la

Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD), de

1994, referencias específicas a la salud sexual.

5.2 La programación de salud sexual y reproductiva debe incluir un

compromiso claro de que esa programación reflejará e incorporará a

cabalidad las definiciones de trabajo de la OMS de los derechos

sexuales.

5.3 La programación de salud sexual y reproductiva debe reconocer y

reflejar los aspectos positivos de la sexualidad humana y estar

orientada de manera equilibrada hacia los resultados positivos así

como negativos.

5.4 Todos los proveedores de servicios de salud reproductiva deben

recibir, mediante capacitación antes del servicio y en servicio, el

conocimiento, las destrezas y las condiciones para el nivel de confort

con objeto de abordar eficazmente en su trabajo la sexualidad y la

salud sexual.

 

Referencias

Family Care International. (2005). Millennium Development Goals and Sexual and Reproductive Health. Nueva York, NY:

Family Care International.

Giami, A. (2002). Sexual health: the emergence, development, and diversity of a concept. Annual Review of Sex

Research, 13, 1-35.

Glasier, A., Gulmezoglu, A.M., Schmid, G.P. et al. (2006). Sexual and reproductive health: a matter of life and

death. The Lancet, (publicado en línea el 1 de noviembre del 2006).

Haslegrave, M. (2004). Implementing the ICPD Programme of Action: What a Difference a Decade Makes.

Reproductive Health Matters, 12, 12-18.

Health Canada. (2003). Canadian Guidelines for Sexual Health Education. Ottawa, ON: Health Canada.

Langer, A. (2006). Cairo after 12 years: success, setbacks, and challenges. The Lancet, 368, 1552-1554.

PAHO. (2000). Promotion of Sexual Health: Recommendations for Action. Washington, DC: Organización Panamericana

de la Salud.

Parker, R., Dimauro, D., Filiano, B., & Garcia, J. (2004). Global transformations and intimate relations in the 21st

century: social science research on sexuality and the emergence of sexual health and rights frameworks.

Annual Review of Sex Research, 14, 362-398.

Philpott, A., Knerr, W., & Boydell, V. (2006). Pleasure and prevention: when good sex is safer sex. Reproductive

Health Matters, 14 (28), 23-31.

Phippott, A., Knerr, W., Maher, D. (2006). Promoting protection and pleasure: amplifying the effectiveness of

barriers against sexually transmitted infections and pregnancy. The Lancet, 368, 2028-2031.

Singh, S., Darroch, J.E., Vlassoff, M., & Nadeau, J. (2003). Adding It All Up: The Benefits of Investing in Sexual and

Reproductive Health Care. Nueva York, NY: The Alan Guttmacher Institute.

UN. (1995). Report of the International Conference on Population and Development, Cairo, September, 1994.

Nueva York, NY: Naciones Unidas.

UN. (2005). World Summit Outcome. Nueva York, NY: Naciones Unidas.

UN. (2006). Public Choices, Private Decisions: Sexual and Reproductive Health and the Millennium Development Goals. Nueva

York, NY: Naciones Unidas.

WHO. (2004a). Reproductive Health Strategy to Accelerate Progress Towards the Attainment of International Development Goals

and Targets. Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud.

WHO. (2004b). Progress in Reproductive Health Research, No. 67, Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud.

WHO. (2006). Accelerating Progress Towards the Attainment of International Reproductive Health Goals: A Framework for

Implementing the WHO Global Reproductive Health Strategy. Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud.

 

 

Capitulo 6

 

Detener y revertir la propagación de la

infección por el VIH y otras infecciones de transmisión sexual

 

El acceso universal a la prevención eficaz, la

orientación y las pruebas voluntarias, a la

atención y el tratamiento integrales de la infección

por el VIH/sida y otras infecciones de

transmisión sexual (ITS) son igualmente

esenciales para la salud sexual. Es necesario

reforzar de inmediato los programas que

garantizan el acceso universal.?

 

Introducción

a importancia de abordar el problema de la infección por el VIH/sida

como un componente fundamental y necesario del proceso de

desarrollo mundial es reconocida claramente y aceptada por la

comunidad internacional como lo demuestra la Declaración del Milenio de las Naciones

Unidas (UN, 2000) y los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que

incluyen una referencia específica a la necesidad de detener y revertir la propagación

de la pandemia de infección por el VIH. La mayoría de las más de 4 millones de

infecciones por el VIH que actualmente se contraen cada año son de transmisión

sexual, principalmente por las relaciones sexuales sin protección. Este hecho sitúa a

la promoción de la salud sexual, en particular a través de intervenciones destinadas

? Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Sarah Hawkes. (Ver Apéndices IV y V)

 

a reducir el riesgo de exposición al virus sin obstaculizar la satisfacción sexual y el

bienestar, en el centro y al frente del esfuerzo más amplio para controlar la

epidemia de infección por el VIH/sida y cumplir los ODM.

Este capítulo empieza por documentar el grado y la repercusión que tienen las

infecciones de transmisión sexual (ITS) y la infección por el VIH en la comunidad

mundial haciendo hincapié en el mundo en desarrollo. Se presentarán pruebas de

los cambios conductuales logrados y de la eficacia en función de los costos de los

programas de prevención y control de las ITS y la infección por el VIH. En

particular, se recalca la eficacia de las intervenciones para reducir los riesgos

sexuales de las ITS y la infección por el VIH. La insuficiencia de programas

eficaces, además del acceso limitado a los métodos de prevención (por ejemplo,

condones) representan un obstáculo importante a las iniciativas para controlar y

revertir las epidemias de las ITS y la infección por el VIH, que son alarmantes en el

mundo en desarrollo. Se trata la importancia de respetar el derecho a la toma de

decisiones informada y el empoderamiento de los jóvenes, las mujeres y los

hombres en todos los aspectos del financiamiento, ejecución y promoción de la

prevención de las ITS y la infección por el VIH. Este capítulo finaliza con

recomendaciones que emanan de este debate presentadas conjuntamente con las

recomendaciones de política del ONUSIDA (2007) para la prevención de la

infección por el VIH.

 

La infección por el VIH: las cifras narran la historia

En el Informe sobre la Epidemia Mundial de sida, (UNAIDS, 2006) se presenta un

informe integral sobre las estadísticas mundiales de infección por el VIH. Las cifras

indican claramente en qué grado la infección por el VIH/sida representa un reto

enorme para la salud mundial y un obstáculo inmenso al desarrollo. Según la OMS

(2006) y el ONUSIDA (2006) se calcula que para fines del 2005, entre 33,4

millones y 46,0 millones de personas estaban viviendo con el VIH; unos 4,1

millones de adultos y niños contrajeron por primera vez la infección con el VIH en

el 2005 y aproximadamente 2,8 millones de personas murieron de sida. En el África

subsahariana, la región con la mayor carga de infección por el VIH/sida, se calcula

que 24,5 millones de personas de 15 a 49 años de edad están infectadas por el VIH.

Si bien parece haber descendido la prevalencia de la infección por el VIH en varios

países africanos como Kenya y Zimbabwe, en otros países se ha nivelado en lo que

el ONUSIDA denomina como “niveles excepcionalmente altos”; mientras que en

otros países africanos, particularmente en Sudáfrica donde 18,8% de los habitantes

adultos son seropositivos para el VIH, la epidemia se sigue ampliando (UNAIDS,

2006). Con respecto al África subsahariana, es importante señalar que la mitad de

todas las nuevas infecciones por el VIH ocurren en personas menores de 25 años

(Monasch y Mahy, 2006). En el Caribe se notifica una situación similar, la segunda

región más afectada en el mundo después del África subsahariana (en cuanto a

prevalencia entre los habitantes adultos) (PAHO, 2007).

Según el ONUSIDA (2006), en Asia, a finales del 2005, vivían con el VIH 8,3

millones de personas de 15 a 49 años de edad. Dos terceras partes vivían en la

India. Cerca de 1,6 millones de personas en América Latina y 1,5 millones en

Europa oriental y Asia central vivían con el VIH. La prevalencia del VIH en las

diversas regiones del mundo a fines del 2005 era de 6,1% en el África subsahariana,

de 1,6% en el Caribe, de 0,8% en Europa oriental y Asia central, de 0,5% en

América Latina, de 0,5% en América del Norte, Europa occidental y central, de

0,4% en Asia, de 0,3% en Oceanía y de 0,2% en África del Norte y el Oriente

Medio. En términos generales, estas estadísticas demuestran que el VIH es una

enfermedad que afecta de manera desproporcionada a los países pobres y en

desarrollo.

 

Las infecciones de transmisión sexual: un problema de salud mundial

considerable, pero que suele descuidarse

Las infecciones de transmisión sexual (ITS) causan una parte considerable de la

morbilidad y la mortalidad en el mundo en desarrollo debido a sus efectos

perjudiciales sobre la salud reproductiva y del niño, y por su función al facilitar la

transmisión del VIH (Aral, Over, Manhart y Holmes, 2006). Las ITS son

cofactores importantes en el aumento de la epidemia de infección por el VIH

porque intensifican la susceptibilidad de las personas infectadas con una ITS a la

infección por el VIH cuando se exponen al virus y también porque aumentan el

grado de infectividad de las personas con infección por el VIH al causar un

aumento de la concentración del VIH en las secreciones genitales. Cada año se

contraen cerca de 340 millones de infecciones de transmisión sexual curables

(gonorrea, clamidiosis, sífilis, chancro blando, tricomoniasis) y en los países en

desarrollo, las complicaciones de las ITS se encuentran entre las cinco principales

razones por las que los adultos buscan atención de salud (WHO, 2001). Las tasas

de incidencia de las ITS curables son especialmente elevadas en el mundo en

desarrollo. Por ejemplo, en 1995, las tasas de incidencia de las ITS curables fueron

de 254 por 1000 en el África subsahariana, 160 en Asia meridional y el Sudeste

Asiático, 145 en América Latina y el Caribe, pero de solo 91 en América del Norte

(OMS). Las ITS víricas (virus del papiloma humano [VPH], virus del herpes

simple) se encuentran entre las infecciones humanas más comunes y también

tienen considerables resultados negativos para la salud. La lista de los resultados

negativos resultantes de las ITS es larga e incluye la enfermedad pélvica

inflamatoria, el embarazo ectópico, el dolor pelviano crónico en las mujeres,

infecciones debidas al aborto espontáneo, partos prematuros, infecciones

neonatales e infantiles, ceguera infantil, infertilidad tanto en mujeres como

hombres, cáncer cervicouterino, otros cánceres genitales, insuficiencia hepática

/cáncer del hígado y trastornos del sistema nervioso central (Aral, et al). Las

complicaciones de las ITS afectan en forma desproporcionada a las mujeres y los

niños, en particular en los países en desarrollo donde las mujeres carecen

relativamente de autonomía y el acceso a la atención de salud es limitado. El cáncer

cervicouterino, causado principalmente por el VPH, es una de las causas principales

de defunciones debidas al cáncer en mujeres a nivel mundial, y las tasas más

elevadas de cáncer cervicouterino se encuentran en el mundo en desarrollo

(Schiffman y Castle, 2005).

 

La prevención de la infección por el VIH/sida y de las infecciones de transmisión sexual: un requisito para el desarrollo mundial

 

Las infecciones de transmisión sexual, la infección por el VIH y los

Objetivos de Desarrollo del Milenio

En muchos países en desarrollo la infección por el VIH tiene un efecto tan

profundamente paralizante en la sociedad en general, que inhibe la capacidad de las

instituciones sociales clave como escuelas, establecimientos de asistencia sanitaria,

organismos de aplicación de la ley, servicios civiles y sociales para funcionar

adecuadamente, si es que no se interrumpen totalmente. Se ha calculado que en los

países en desarrollo la infección por el VIH y las ITS ocasionan 17% de pérdidas

económicas resultantes de la mala salud (Mayaud y Mabey, 2004). La repercusión

devastadora de la infección por el VIH/sida en el desarrollo económico de África

está bien documentada. Se calcula que la epidemia de infección por el VIH ya ha

reducido las tasas promedio de crecimiento económico en 2 a 4% por año a través

de África (Dixon, McDonald y Roberts, 2002).

La prevención de las ITS es una prioridad importante de salud pública por derecho

propio y puede vincularse a los ODM de muchas maneras como, por ejemplo, el

vínculo entre el acceso a servicios eficaces de prevención y tratamiento de las ITS y

una repercusión beneficiosa subsiguiente en la salud maternoinfantil. Por ejemplo,

debido a que anualmente hay unos dos millones de embarazadas afectadas por

infecciones activas de sífilis, se calcula que hasta 80% de estos embarazos se verán

perjudicados por la infección (Schmid, 2004). La reducción de la prevalencia de las

ITS también contribuye a los ODM ya que está bien establecido que las personas

que padecen ITS ulcerosas o no ulcerosas se encuentran, por varios órdenes de

magnitud, expuestas a mayor riesgo de infección cuando se exponen al VIH

(Fleming y Wasserheit, 1999). La falta de acceso a la prevención, el diagnóstico y el

tratamiento de las ITS alimenta la epidemia de la infección por el VIH en muchos

países en desarrollo. En otras palabras, la programación eficaz de prevención y

control de las ITS no solo tendrá una repercusión beneficiosa por sí misma, sino

que contribuirá a frenar la incidencia de la infección por el VIH/sida.

Las iniciativas para cumplir el ODM 6 a fin de revertir y detener la propagación de

la infección por el VIH exigirán el compromiso de recursos enormes pero

limitados. Por consiguiente, es crucial que los programas de prevención y control

de las ITS y la infección por el VIH se ejecuten de manera eficiente y sean eficaces

en función de los costos.

 

Las intervenciones de prevención de las infecciones de transmisión

sexual y la infección por el VIH son eficaces en función de los costos

Se han realizado varios análisis de rentabilidad sumamente complejos acerca de la

ejecución de una gama de estrategias para combatir la infección por el VIH en

África (Creese, Floyd, Alban y Guinness, 2002; Hogan, Baltussen, Hayashi, et al.,

2005; Stover, et al., 2006). Hogan et al, evaluaron la rentabilidad de las

intervenciones de prevención de la infección por el VIH en el África subsahariana y

en Asia Sudoriental como campañas mediáticas, pruebas voluntarias y consejos,

educación de compañeros y tratamiento de las ITS para profesionales del sexo,

tratamiento de las ITS para la población general, educación en la escuela sobre las

ITS y la infección por el VIH, prevención de la transmisión de la madre al hijo,

tratamiento antirretrovírico y determinó que en grados variables y según el entorno,

estas intervenciones pueden ser eficaces en función de los costos. En su análisis de

la repercusión y los costos de diferentes estrategias de prevención de la infección

por el VIH en África, Saloman, Hogan, Stover et al., (2005) llegaron a la conclusión

de que un enfoque integral que combina la prevención y el tratamiento será el más

eficaz en cuanto a las infecciones evitadas y el uso eficaz de los recursos. De su

investigación sobre la repercusión mundial del reforzamiento de los programas de

prevención de la infección por el VIH/sida en el mundo en desarrollo, Stover et al.,

concluyeron que, Nuestros análisis indican que sería aconsejable que tanto los

gobiernos nacionales como los países donantes procurasen que los

programas de prevención se refuercen cuanto antes, porque la

inversión temprana en la prevención permitirá no solo prevenir una

mayor proporción de infecciones futuras sino también reducir los

costos futuros para el tratamiento y la atención en una cantidad

superior al costo de los programas de prevención (p. 1476).

Las intervenciones evaluadas que se centran en el tratamiento de las ITS en África

han sido eficaces para reducir las ITS y una de esas intervenciones realizada en

Tanzanía redujo en 38% la prevalencia de la infección por el VIH en la población

adulta (Auerbach, Hayes y Kandathil, 2006). El análisis de rentabilidad más amplio

indica que el tratamiento de las ITS puede reducir considerablemente la carga sobre

la salud de la infección por el VIH/sida (Hogan, Baltussen, Hayashi, et al., 2005).

Tanto las ITS como el VIH se transmiten principalmente a través del contacto

sexual y, por consiguiente, las intervenciones de educación sobre la prevención para

el VIH y las ITS se están enfocando a los mismos comportamientos. Como

resultado, es tanto posible como necesario que se coordinen las iniciativas

relacionadas con el VIH y las ITS (UNAIDS, 2001). Las intervenciones basadas en

la evidencia para la prevención de la infección por el VIH y las infecciones de

transmisión sexual

 

Se necesitan múltiples estrategias de prevención

A partir de su resumen de la evidencia hasta la fecha en cuanto a la eficacia de las

iniciativas de prevención de la infección por el VIH, Auerbach, Hayes y Kandathil

(2006) afirman que “hay una cantidad grande de datos probatorios resultantes de la

investigación experimental y de observación, así como de la experiencia práctica en

la vida real, tanto en países desarrollados como en desarrollo. Estas evidencias

apoyan la ejecución y el aumento de varias intervenciones y estrategias”. Hay un

reconocimiento generalizado de que la reducción de la carga de las ITS y la

infección por el VIH en los países en desarrollo requerirá la ejecución de una gama

de estrategias de prevención, pruebas y tratamiento (Grupo de Trabajo Mundial en

Prevención del VIH, 2003). Entre las estrategias que contribuyen potencialmente a

esta meta se encuentran las intervenciones conductuales de prevención de las ITS y

la infección por el VIH, pruebas voluntarias y consejería , terapia antirretrovírica,

programas de tratamiento para los usuarios de drogas inyectadas y para la seguridad

de las inyecciones, integración de la prevención de la infección por el VIH en

programas de planificación familiar para reducir la transmisión de la madre al hijo,

circuncisión masculina, uso habitual y correcto de condones, tratamiento eficaz

para las ITS y pruebas para garantizar el suministro de sangre seguro (Auerbach,

Hayes, y Kandathil, 2006; Bunnell, Mermin, De Cock, 2006, UNAIDS, 2006). A

fin de que sean eficaces, estas estrategias específicas para las ITS y la infección por

el VIH deben aplicarse conjuntamente con los programas más amplios destinados

a abordar las desigualdades sociales, económicas y de género que contribuyen a la

epidemia de infección por el VIH en el mundo en desarrollo. Tal como lo han

señalado reiteradamente los observadores de la epidemia de infección por el

VIH/sida en África y Asia, con respecto a las iniciativas de prevención en

particular, muchas mujeres y niñas no están en posición para actuar de acuerdo a

los mensajes de prevención relacionados con la abstinencia o el uso de condones,

porque esto no está bajo su control (por ejemplo, Murphy, Greene, Mihailovic y

Olupot-Olupot, 2006). Otros métodos para la prevención de las ITS y la infección

por el VIH que se están estudiando actualmente tal vez mejoren la capacidad de las

niñas y las mujeres para protegerse de la infección. Estos incluyen diafragmas y

preservativos femeninos mejorados; microbicidas, medicamentos para la profilaxis

antes de la exposición y, finalmente, vacunas eficaces (Grupo de Trabajo Mundial

sobre la Prevención del VIH, 2006).

 

Las intervenciones para la reducción de los riesgos sexuales se

encuentran en el centro de la prevención de las infecciones de

transmisión sexual y la infección por el VIH

Valdiserri, Ogden y McCray (2003) para resumir la prevención de la infección por

el VIH afirman que consiste en intervenciones para el cambio de

comportamientos, en orientación y pruebas de detección del VIH, intervenciones a

nivel de la comunidad encaminadas a cambiar las normas sociales (por ejemplo,

campañas mediáticas, mercadeo social dentro de un grupo destinatario),

intervenciones de nivel estructural (por ejemplo, cambios en políticas sociales y

leyes relacionadas con los comportamientos de riesgo para el VIH), además de

diagnóstico y tratamiento de las ITS. Hay datos probatorios para apoyar todas estas

posibilidades de intervención; sin embargo, la educación en prevención de la

infección por el VIH centrada en preparar a las personas con información y

destrezas para evitar contraer el VIH a través de la transmisión sexual la que se

encuentra, y debe encontrarse, en el núcleo de los objetivos más amplios de

prevención de la infección por el VIH. La investigación ha indicado

sistemáticamente que las intervenciones bien formuladas y ejecutadas son eficaces

para reducir el comportamiento de riesgo sexual de contraer una ITS o la infección

por el VIH. En otras palabras, “la prevención de la infección por el VIH

funciona…” (UNAIDS, 2006). El ONUSIDA indica que ha habido iniciativas de

prevención eficaces en Brasil, Tailandia, Uganda, Camboya, Zimbabwe, Haití,

Kenia y la República Unida de Tanzanía.

En general, las intervenciones que procuran cambiar el comportamiento para la

reducción de los riesgos sexuales tratan de ayudar a las personas a que retrasen el

inicio de las relaciones sexuales, reduzcan el número de compañeros sexuales o

aumenten el uso de condones u otros métodos para que los riesgos de la actividad

sexual sean menores. Por varias razones, es difícil evaluar con precisión la

repercusión de las intervenciones conductuales en el comportamiento humano, en

especial en el comportamiento sexual. No obstante, en el curso de la epidemia de

infección por el VIH, se han realizado miles de evaluaciones de las intervenciones

para el cambio de comportamiento. Si bien esos estudios han variado en su rigor

metodológico, las revisiones meta analíticas y sistemáticas de la bibliografía de

evaluación de la reducción de los riesgos sexuales de infección por el VIH dan

apoyo científico decidido a la eficacia conductual de estas intervenciones. Estos

exámenes establecen que las intervenciones para la reducción de los riesgos

sexuales de infección por el VIH/sida han tenido éxito con personas que viven en

los países en desarrollo (Merson, Dayton y O’Reilly, 2000), jóvenes escolares en los

países en desarrollo (Kirby, Obasi y Laris, 2006), personas con infección por el

VIH (Crepaz, Lyles, Wolitski, et al., 2006), hombres que tiene relaciones

homosexuales (Herbst, Sherba, Crepaz, et al., 2005), adolescentes (Johnson, Carey,

Marsh, et al., 2003), consumidores de drogas (Semaan, De Jarlais, Sogolow, et al.,

2002), adultos (Neumann, Johnson, Semaan, et al, 2002) y mujeres (Mize,

Robinson, Bockting y Scheltema, 2002).

A pesar del progreso sustantivo en nuestros conocimientos para diseñar y ejecutar

intervenciones eficaces de prevención de las ITS y la infección por el VIH, todavía

estamos lejos de donde deberíamos estar en cuanto a dar acceso a los programas de

prevención que necesita la mayoría. Según observa el ONUSIDA (2006),

El crecimiento constante de la epidemia de sida proviene, no de las

deficiencias de las estrategias de prevención disponibles sino de que el

mundo no utiliza las herramientas sumamente eficaces a su alcance

para desacelerar la propagación de la infección por el VIH. Unos 25

años después de que se reconoció la epidemia por primera vez, la

mayoría de la gente que se encuentra en alto riesgo de infección por el

VIH todavía no ha recibido los beneficios de las iniciativas de

prevención de la infección por el VIH, debido a que muchas

instancias normativas se abstienen de adoptar los métodos de eficacia

comprobada (p. 124).

 

La necesidad de contar con intervenciones y programas eficaces de prevención de la infección por el VIH y las infecciones de transmisión sexual en el mundo en desarrollo

 

Según el ONUSIDA (2007), las intervenciones de prevención de la infección por el

VIH y las ITS deben tratar a las personas con respeto y dignidad. El compromiso y

la participación voluntarios de las personas y las comunidades los facultarán para

que actúen constructivamente y en su propio nombre.

 

A) La necesidad de garantizar el acceso amplio a intervenciones eficaces

A pesar del progreso gradual, las intervenciones de prevención de las ITS y la

infección por el VIH con pruebas fehacientes de su eficacia todavía solo llegan

hasta una minoría de quienes las necesitan.

En su informe anual más reciente sobre la epidemia mundial de sida, el ONUSIDA

(2006) indica que se han logrado algunos avances gradualmente para aumentar las

intervenciones de prevención de la infección por el VIH, pero observa que “…

mientras algunos países han aumentado significativamente la cobertura de

prevención, los programas de prevención todavía solo llegan a una minoría

pequeña de los necesitados” (p. 11). En un informe titulado Access to HIV Prevention:

Closing the Gap, el Grupo de Trabajo Mundial sobre la Prevención del VIH (2003),

por medio de datos proporcionados por el ONUSIDA, indica que, a nivel mundial,

entre las personas en riesgo de contraer el VIH, solo 5% de ellas tuvieron acceso a

intervenciones destinadas a prevenir la transmisión del VIH de madre a hijo, 12%

tuvieron acceso a pruebas voluntarias y consejos, 24% tuvieron acceso a educación

sobre el sida y sólo 42% tuvieron acceso a condones. Más específicamente, en el

África subsahariana, 8% de los jóvenes que no asisten a la escuela y poco más de un

tercio de los jóvenes en las escuelas tenían acceso a los programas de prevención;

6% tenían acceso a pruebas voluntarias y consejos y sólo 14% tenían acceso a los

servicios de ITS. En Asia Oriental y la región del Pacífico, los programas de cambio

de comportamientos para la prevención de la infección por el VIH llegan a

solamente 5% de los profesionales del sexo, a 3% de los jóvenes que no asisten a la

escuela y a 10% de los hombres que tiene relaciones homosexuales. En Europa

oriental y Asia central, los programas de cambio del comportamiento llegan a 40%

de jóvenes de las escuelas y a 3% de los jóvenes que no asisten a la escuela; esos

programas alcanzan a solo 4% de los profesionales del sexo y a 9% de hombres

que tienen relaciones homosexuales. El ONUSIDA ha caracterizado la situación en

África subsahariana de manera más optimista, al señalar que cada vez es mayor el

número de personas expuestas cada año a la programación de prevención de la

infección por el VIH, pero el ONUSIDA también advierte que “…los programas

de prevención todavía llegan solo a una minoría pequeña de los necesitados” (p.

11).

 

Según el informe más reciente del Grupo de Trabajo Mundial sobre la Prevención

del VIH Bringing HIV Prevention to Scale: An Urgent Global Priority (2007), no se utiliza

el potencial total de las estrategias de prevención actuales. A continuación se dan

algunos ejemplos convincentes, como el hecho de que:

Solo 9% de los actos sexuales de riesgo en todo el mundo se realizan

utilizando un condón y el suministro mundial de condones es

muchísimo menor de lo que se necesita: menos de 20% de las

personas con una infección de transmisión sexual pueden recibir

tratamiento, y la prevención llega a apenas 9% de los hombres que

tiene relaciones homosexuales, a 8% de los consumidores de drogas y

a 20% de trabajadores sexuales (p. 2)

En último término, la reducción de la carga paralizante del VIH en los países en

desarrollo dependerá del acceso generalizado de los jóvenes a la educación eficaz de

prevención de las ITS y la infección por el VIH. En las zonas del mundo con

epidemias generalizadas de VIH, como el África subsahariana y el Caribe, la

modalidad principal de transmisión del VIH es a través de las relaciones sexuales

heterosexuales, en particular entre los jóvenes (Monasch y Roeland, 2006). En el

África subsahariana, casi la mitad de todas las nuevas infecciones por el VIH

ocurren entre las personas jóvenes de 15 a 24 años y las mujeres de este grupo de

edad representan la mayor parte de las personas infectadas (UNAIDS, 2006).

Aunque ha habido progreso gradual en la puesta en práctica de la educación en

prevención de las ITS y la infección por el VIH en el mundo en desarrollo, la

mayoría de los jóvenes de estos países no tienen acceso adecuado a estos

programas. En particular, en las escuelas no se imparte educación sobre prevención

de la infección por el VIH. Tal como lo resumen Monasch y Roeland, entre 30

países con epidemias generalizadas en el África subsahariana que participaron en

una encuesta mundial de infección por el VIH, once de ellos informaron que la

educación sobre el sida no formaba parte de su programa de estudios de la escuela

primaria y en seis de los países, las educación sobre el sida no formaba parte del

programa de estudios de secundaria. Monasch y Roeland también señalan que gran

parte de la educación sobre el sida que se imparte a los jóvenes probablemente sea

ineficaz debido a una falta de capacitación de los instructores y al malestar que

experimentan cuando tienen que dar clases acerca de la infección por el VIH y la

sexualidad.

 

B) La necesidad de aumentar el acceso a los condones

Los resultados de la bibliografía sobre las intervenciones de prevención de las ITS y

la infección por el VIH indican claramente que el aumento en el uso de los

condones se encuentra entre los resultados más probables, positivos y sustantivos

de las intervenciones para reducir los riesgos sexuales. Por consiguiente, el éxito de

las intervenciones para el cambio de comportamientos relacionados con las ITS y la

infección por el VIH en el mundo en desarrollo dependerá inevitablemente del

grado en que los condones se encuentren fácilmente al alcance de las personas

destinatarias de las intervenciones. El ONUSIDA (2006) señala que el “uso de los

condones de manera correcta y habitual reduce el riesgo de transmisión sexual del

VIH en 80-90% —una tasa de eficacia que supera las tasas notificadas para muchas

de las vacunas utilizadas en el mundo” (p. 127). Un análisis de la bibliografía de

prevención de la infección por el VIH indica claramente que la promoción del uso

de condones es un elemento importante de las intervenciones para el cambio de

comportamiento destinadas a reducir el riesgo de infección por el VIH. Un

metanálisis de más de 350 estudios de evaluación que evalúan las intervenciones de

promoción del uso de condones encontró que los programas que contenían

información educativa, además de elementos relacionados con las actitudes y el

comportamiento resultaron eficaces para aumentar el uso de los condones

(Albarracin, Gillette, Earl, et al. 2005). Hay también un cuerpo inequívoco de

evidenciade investigación que demuestran que la educación de prevención de las

ITS y la infección por el VIH que incluye la promoción de los condones no da

lugar a la actividad sexual más frecuente ni a un aumento de los compañeros

sexuales (Smoak, Scott-Sheldon, Johnson y Carey, 2006). Es más, un análisis de

rentabilidad de las intervenciones para reducir la incidencia del VIH en África llegó

a la conclusión de que, junto con el tamizaje de la sangre, la prevención de la

transmisión maternoinfantil, y el suministro del tratamiento para las ITS, la

distribución de condones a ciertos destinatarios debe ser un aspecto prioritario para

el financiamiento de la prevención de la infección por el VIH en África (Creese et

al, 2002). Sin embargo, según los organismos de las Naciones Unidas, el suministro

mundial de condones es inferior en 50% con respecto a lo que se necesita y que el

financiamiento de las adquisiciones y la distribución de condones debe por lo

menos triplicarse si se quiere detener la epidemia de infección por el VIH/sida

(UNICEF, WHO, UNAIDS, 2007).

 

C) La necesidad de contar con financiamiento suficiente para la

programación de prevención de las ITS y la infección por el VIH que

respete el derecho a la toma de decisiones informada

Aunque el compromiso político de hacerle frente al VIH se ha fortalecido y ha

aumentado el financiamiento para los programas de país, la iniciativa para prevenir

la aparición de nuevas infecciones no ha sido completamente exitosa. La

importancia casi exclusiva asignada al acceso a los tratamientos, si bien ha ayudado

a salvar muchas vidas, ha minimizado un hecho preocupante. Según el ONUSIDA

(2006) por cada paciente que inició un tratamiento antirretroviral, otras seis

personas contrajeron el VIH. Esta es una situación inadmisible considerando la

disponibilidad de medios eficaces para prevenir cada uno de los modos de

transmisión, en particular la transmisión sexual.

La investigación sobre intervenciones conductuales para la prevención de la

infección por el VIH realizada en los últimos 25 años ha aportado adelantos

sustanciales en la ciencia de prevenir la infección por el VIH (Valdiserri, Ogden y

McCray, 2003). Sabemos mucho acerca de cómo crear intervenciones eficaces de

prevención del VIH y las ITS. Sin embargo, según señalan Ferguson, Dick y Ross

(2006), en el 2007 podrían gastarse unos $10 mil millones en prevención,

tratamiento y atención de la infección por el VIH/sida en el mundo en desarrollo;

“Lamentablemente, gran parte de este gasto no se ha asignado de acuerdo a las

pruebas científicas de eficacia” (p. 318). En vista de las pruebas científicas

acumuladas en cuanto a la eficacia relativa de la abstinencia sexual y las

intervenciones de reducción de los riesgos sexuales basadas en el uso del condón,

en general, resulta inquietante que algunos países donantes, como los Estados

Unidos a través de su programa de la PEPFAR (Oficina del Coordinador de la

Ayuda Mundial para el sida de los Estados Unidos, 2006), dirige los fondos

desproporcionadamente hacia intervenciones de abstinencia sexual para las que el

apoyo empírico es relativamente pequeño y que pueden negar a los beneficiarios

del programa, en particular a los jóvenes, la información que tiene el potencial de

salvar vidas, además del acceso a los condones. Dada la magnitud y las

consecuencias de la epidemia de infección por el VIH/sida, se trata nada menos

que de un imperativo moral de que el financiamiento gubernamental y no

gubernamental de los esfuerzos de prevención de la infección por el VIH en el

mundo en desarrollo se destine a programas fundamentados enevidencia. Al

mismo tiempo, estos programas deben respetar el derecho a la toma de decisiones

fundamentadas en relación con la salud sexual.

El método conocido por sus siglas en inglés como ABC (abstinence, be faithful,

condoms), que se basa en la abstinencia, la fidelidad y el uso de condones para

prevenir la infección por el VIH/sida, promovido y financiado por la PEPFAR, y

que sirvió de base para una campaña exitosa realizada en Uganda destinada a

reducir la prevalencia de la infección por el VIH en ese país, ha sido objeto de

intensos debates con respecto al grado en que cada uno de los componentes del

método ABC ha contribuido a la disminución (por ejemplo, Green, Halperin,

Nantulya y Hogle, 2006; Murphy, Greene, Mihailovic y Olupot-Olupot, 2006;

Okware, Kinsman, Onyango, et al., 2006). Aunque es improbable que se aclaren

esas dudas definitivamente, parece que los tres componentes desempeñaron una

función y según sugieren Greene et al., “…tiene sentido epidemiológico abordar

los tres comportamientos designados como ABC en lugar de promover solo uno o

dos componentes de ‘ABC’ ” (p. 342). En efecto, la programación de promoción

de la salud sexual debe, en principio, alinearse con un método integral de educación

de la sexualidad que se adapte a las necesidades locales de la comunidad. El

enfoque integral de educación de la sexualidad indica que las personas deben

recibir información de amplia base y oportunidades de adquirir destrezas que les

permitan tomar decisiones con conocimiento de causa acerca de su salud sexual.

Este enfoque incluye necesariamente información sobre las estrategias de reducción

del riesgo sexual de retrasar la primera relación (A), reducir a número de

compañeros sexuales (B), y adoptar prácticas sexuales menos peligrosas (C). Sin

embargo, es también de vital importancia que el financiamiento y la puesta en

práctica de los programas basados en el método ABC reflejen el principio de la

toma de decisiones fundamentada y, por consiguiente, sean equilibrados en su

presentación.

Si bien el financiamiento de la PEPFAR ha sido crucial para el éxito de la

programación sobre la infección por el VIH/sida en África, hay una inquietud

legítima con respecto a saber hasta qué punto, lo que parecen ser requisitos de

financiamiento con una motivación ideológica de la PEPFAR, excluyen una

ejecución equilibrada de la programación que sea compatible con el enfoque

integral de educación sobre la sexualidad. En otras palabras ¿infringen los requisitos

de financiamiento de la PEPFAR el principio de la decisión fundamentada en la

toma de decisiones sobre la salud sexual que se considera con mucha razón un

derecho humano? Según Murphy et al. (2006),

La orientación de la PEPFAR para la aplicación del método ABC

contiene reglas que los equipos de país deben seguir al elaborar y

aplicar sus estrategias de prevención sexual, entre ellos los parámetros

en los mensajes de prevención que pueden entregarse a los jóvenes.

En concreto, aunque los fondos pueden usarse para distribuir

información apropiada para la edad acerca de ABC a jóvenes en la

escuela, cuyas edades van de 10 a 14 años, los fondos no pueden

usarse para suministrar información sobre condones a estos jóvenes

ni para distribuir condones en ningún entorno escolar, y mucho

menos a los jóvenes que no asisten a la escuela. Y todavía hasta 16%

de todas las mujeres en Uganda tienen relaciones sexuales antes de los

15 años de edad (p. 1446).

Se ha sugerido que los requisitos de financiamiento de la PEPFAR relacionados

con la promoción de la abstinencia y la exclusión de la información sobre los

condones, así como la reducción de su disponibilidad reflejan una ideología sexual

particular y no una práctica sólida de salud pública basada en datos probatorios. Es

aquí que los requisitos de la PEPFAR probablemente no coinciden con un enfoque

integral de educación sobre la sexualidad basado en el derecho a la toma de

decisiones informada y en una presentación equilibrada de las estrategias de

reducción de riesgos. La tensión ideológica entre estos dos enfoques la expresa muy

bien Blum (2004) quien escribe que,

Para varios partidarios de la abstinencia hay una oposición

fundamental a cualquier contacto sexual fuera del contacto

heterosexual que ocurre en un matrimonio mutuamente monógamo,

así como la oposición a los condones y una oposición moral/religiosa

a los métodos anticonceptivos. Para muchos de los que desafían la

educación basada en la abstinencia exclusiva no es la abstinencia sino su

carácter exclusivo lo que es sumamente problemático. En el centro de

esta polémica se encuentran los derechos y las libertades en

cuestiones de reproducción frente a la moralidad de las relaciones

sexuales fuera del matrimonio y el papel que pueden desempeñar los

métodos anticonceptivos para fomentar esas relaciones (p. 431).

Como señala Green et al., (2006), el debate sobre el enfoque conocido como ABC

“…parece más relacionado con las guerras culturales en los Estados Unidos que

con la realidad social africana” (p. 335) y según sugiere Blum (2004), “Sin embargo,

la próxima tragedia para África sería convertirse en el campo de batalla para la

política reproductiva estadounidense” (p. 431).

 

Con respecto a las perspectivas morales hacia el comportamiento sexual humano

que se transmiten o se reflejan en los programas de educación de prevención de las

ITS y la infección por el VIH, es necesario hacer una distinción fundamental entre

las prerrogativas de gobiernos y organismos externos que financian intervenciones

y las prerrogativas de las comunidades que las ejecutarán. Las fuentes de

financiamiento, independientemente de si son gobiernos nacionales, organizaciones

no gubernamentales o personas, están ejerciendo una prerrogativa legítima si

insisten en que los fondos donados contribuyan a los programas que respetan

derechos básicos de salud sexual y reproductiva, así como las declaraciones y

acuerdos de las Naciones Unidas. Sin embargo, las fuentes de financiamiento no

están ejerciendo una prerrogativa legítima si insisten en que los programas reflejen

la ideología sexual de las fuentes de financiamiento, incluidas las normas para

comportamientos sexuales preferidos o aceptables como la abstinencia sexual fuera

de matrimonio heterosexual. A su vez, las comunidades que aceptan y ejecutan los

programas de prevención de las ITS y la infección por el VIH financiados por

donantes externos deben respetar los derechos de salud sexual y reproductiva de

los beneficiarios del programa.

 

D) La necesidad de reducir y eliminar la desigualdad social relacionada

con la orientación sexual y el género

Muchas culturas tienen prejuicios, normas y leyes profundamente destructores,

hacia las minorías sexuales. Estos actos discriminatorios constituyen algunos de los

principales factores contribuyentes al aumento del comportamiento de riesgo

sexual. Por ejemplo, debido al intenso rechazo, odio, estigmatización y violencia

intensos dirigidos a las minorías sexuales, en particular a los hombres

homosexuales, lesbianas, bisexuales y personas transgénero, las personas se ven

obligadas a ocultar su verdadera personalidad y a vivir su vida en un estado de

alienación y temor. Ese ambiente no solo les resta poder con respecto a la

disminución del riesgo de las ITS y la infección por el VIH, sino que dificulta

mucho la posibilidad de llegar hasta las minorías sexuales con servicios y educación

eficaces sobre prevención. Es más, las personas que viven atemorizadas debido a su

orientación sexual tienen mucho menos probabilidades de tener acceso al sistema

de atención de salud, lo que aumenta aun más sus riesgos. A menudo, la renuencia

a acudir a la atención de salud es perpetuada por el personal médico y de salud que

reacciona ante las minorías sexuales con escarnio y rechazo. No cabe la menor

duda de que esto debe cambiar.

Hay un vínculo claro y directo entre el empoderamiento de las mujeres en el

mundo en desarrollo, la reducción de la carga de la infección por el VIH/sida en

esas sociedades y la consecución de todos los ODM. En diversos niveles, la

desigualdad en materia de género contribuye a la propagación de las ITS y la

infección por el VIH. Por ejemplo, las relaciones sexuales forzadas o por coacción

dirigidas contra profesionales del sexo, la trata de niñas y mujeres, así como niñas y

mujeres en relaciones íntimas desempeñan una función significativa en la

transmisión y la epidemia mundial de las ITS y la infección por el VIH (WHO,

2000). Varios estudios realizados en el África subsahariana han revelado claramente

que los desequilibrios de poder por motivos de género (Langen, 2005) y la violencia

de género (Dunkle et al., 2004) aumentan el riesgo de las mujeres de contraer la

infección por el VIH. Las mujeres que dependen económicamente de sus

compañeros y les tienen temor, y que a menudo desempeñan un papel servil en la

actividad sexual se encuentran en una posición desventajosa para pedir o exigir el

uso de condones.

Si bien es cierto que gran parte del empoderamiento de las mujeres debe ocurrir en

la esfera específica de la sexualidad y la toma de decisiones sobre la salud sexual, en

último término el cambio debe empezar y concluir a un nivel sistémico más amplio.

Según concluyó Langen (2005) a partir de su estudio de las mujeres en Sudáfrica y

Botswana “a través de todos los niveles de la sociedad, hay una necesidad de ver un

cambio de paradigmas sociales que transformen las relaciones entre mujeres y

hombres, para pasar de un paradigma de desigualdad y predominio como ocurría

en las sociedades patriarcales, a la igualdad, el respeto y la consideración del uno

hacia el otro” (p. 188). Por ejemplo, un compromiso más fuerte con el acceso

universal e igualitario a la educación para las niñas no solo les permitirá a las

mujeres avanzar económicamente y compartir el liderazgo social y político de la

comunidad, sino que ello también está vinculado de numerosas formas a la

reducción de las ITS y de la infección por el VIH. Según observa el ONUSIDA

(2006), los “niveles más altos de educación en las niñas están asociados con el

matrimonio a una edad mayor, con una disminución de la fecundidad, con un

mejor comportamiento relacionado con la búsqueda de atención de salud, con

menos vulnerabilidad a la mutilación genital y con menor riesgo de contraer el VIH

y otras infecciones de transmisión sexual” (p. 136).

En Uganda, un país del África subsahariana donde numerosas estrategias de

prevención y cambio estructural han coincidido con una disminución significativa

en la infección por el VIH/sida, es evidente la vinculación entre los adelantos hacia

la igualdad de género y una disminución en la incidencia de la infección por el VIH.

Según las palabras del presidente de Uganda, Yoweri Museveni,

Permítanme decirles lo obvio. En la lucha contra la infección por el

VIH/sida, hay que incluir a las mujeres. En el África subsahariana,

todavía no se ha empoderado a la mayoría de las mujeres y los

hombres dominan las relaciones sexuales. Para combatir esta

epidemia, hay que facultar a las mujeres para que adopten las

decisiones acerca de su vida sexual, y a las mujeres de Uganda se les

ha facultado para que participen en todos los niveles de gobernanza.

Esto les ha permitido actuar con más seguridad en su vida que nunca

antes. Para combatir el sida eficazmente, debemos empoderar a las

mujeres (citado en Murphy et al., 2006, p. 1444).

 

Acciones necesarias

El éxito para detener y con el tiempo revertir la repercusión de las ITS y la

infección por el VIH en la comunidad mundial y, en particular, en el mundo en

desarrollo, exigirá un esfuerzo de cooperación a los niveles internacional, nacional y

comunitario. Para las zonas que han sufrido más los efectos de la infección por el

VIH/sida y que están luchando invariablemente con la pobreza generalizada, la

comunidad internacional debe aprovechar y agregar a su considerable, pero todavía

lamentablemente insuficiente asignación de fondos y recursos, la interrupción y la

reversión de la propagación de las ITS y la infección por el VIH. La experiencia de

Uganda nos indica que el liderazgo nacional eficaz es imprescindible para una

estrategia eficaz contra la infección por el VIH/sida.

La ejecución de un programa nacional fuerte de prevención de la

infección por el VIH abarca más que la selección de una combinación

apropiada de medidas programáticas. También exige un marco fuerte

de política nacional que fomente los comportamientos sin riesgos,

reduzca la vulnerabilidad, potencie al máximo la accesibilidad y

eficacia de los servicios de prevención de la infección por el VIH,

promueva la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres

y reduzca el estigma y la discriminación (UNAIDS, 2006, p. 145).

Los esfuerzos para reducir la repercusión de las ITS y la infección por el VIH serán

en gran parte inútiles a menos que las comunidades asuman funciones activas para

apoyar y dirigir programas que se ocupen de las ITS y la infección por el VIH. En

resumen, las comunidades no pueden limitarse sencillamente a aceptar los

programas; deben apropiarse de ellos. En particular, los líderes de opinión de la

comunidad que van desde autoridades religiosas y cívicas hasta personalidades

culturales y figuras deportivas deben unirse para guiar a sus comunidades hacia los

cambios necesarios, sociales y del comportamiento, que se requieren para detener y

revertir la repercusión de las ITS y la infección por el VIH en las comunidades.

6.1 El financiamiento y los recursos actuales para la prevención de las

ITS y la infección por el VIH en el mundo en desarrollo son

significativos pero insuficientes para el cumplimiento de los ODM.

Por consiguiente, es necesario aumentar el financiamiento para la

prevención de las ITS y la infección por el VIH.

6.2 A pesar de los considerables esfuerzos de distribución, muchas

personas en el mundo en desarrollo no tienen acceso regular a los

condones. Por consiguiente, es necesario mejorar los niveles actuales

de los programas de distribución de condones.

6.3 Deben aumentarse los esfuerzos para conseguir que se formulen y

se lleven a la práctica los programas de prevención de las ITS y la

infección por el VIH, de acuerdo a los conocimientos y la

investigación más actualizados sobre la eficacia de los programas.

6.4 El financiamiento y las decisiones sobre los programas para la

prevención de las ITS y la infección por el VIH deben basarse en los

principios de los derechos humanos, no en los puntos de vista

ideológicos de los donantes ni de quienes formulan los programas.

 

Esto incluye el derecho de las personas a tomar decisiones

plenamente fundamentadas acerca de su salud sexual.

6.5 Para ser eficaz, la programación destinada a la prevención de las

ITS y la infección por el VIH debe abordar las desigualdades sociales

relacionadas con la orientación sexual y el género. Está claro que la

interrupción y la reversión de la epidemia de ITS y de la infección por

el VIH en el mundo en desarrollo no pueden ocurrir sin aumentar

considerablemente la capacidad de las mujeres para participar por

igual en la vida económica y política y para ejercer directamente el

control sobre su salud sexual y reproductiva

El ONUSIDA (2005; 2006) ha formulado recomendaciones amplias e integrales

para apoyar los planes nacionales de prevención de la infección por el VIH, que

incluyen 12 acciones esenciales de política para la prevención de la infección por el

VIH que son las siguientes:

* Velar por la promoción, la protección y el respeto de los derechos

humanos y por que se tomen medidas para eliminar el estigma y

la discriminación.

* Establecer y mantener el liderazgo de todos los sectores de la

sociedad, incluidos gobiernos, comunidades afectadas,

organizaciones no gubernamentales, organizaciones religiosas, el

sector de educación, medios de comunicación, el sector privado y

sindicatos.

* Incluir a las personas con el VIH en el diseño, aplicación y

evaluación de las estrategias de prevención, atendiendo sus

necesidades especiales de prevención.

* Abordar las normas y las creencias culturales, reconociendo tanto

la función clave que desempeñan para apoyar los esfuerzos de

prevención como el potencial que tienen para favorecer la

transmisión del VIH.

* Promover la igualdad de género y abordar las normas y las

relaciones de género para reducir la vulnerabilidad de las mujeres

y las niñas a la infección por el VIH, involucrando a los hombres

y los niños en este esfuerzo.

* Promover los conocimientos generalizados y la toma de

conciencia sobre la forma de transmisión del VIH y cómo puede

evitarse la infección.

* Promover las vinculaciones entre la prevención de la infección

por el VIH y la salud sexual y reproductiva.

 

* Apoyar la movilización de respuestas comunitarias en todo el

proceso continuo de la prevención, la atención y el tratamiento.

* Promover los programas dirigidos a las necesidades de

prevención de la infección por el VIH de los grupos y las

poblaciones clave afectadas.

* Movilizar y fortalecer la capacidad financiera, humana e

institucional a través de todos los sectores, en particular en los de

salud y de educación.

* Examinar y reformar los marcos jurídicos para eliminar las

barreras a la prevención eficaz de la infección por el VIH, basada

en datos probatorios, eliminar el estigma y la discriminación y

proteger los derechos de las personas con la infección por el VIH,

vulnerables a ella o en riesgo de contraerla.

* Conseguir que se hagan inversiones suficientes en investigación y

desarrollo y promoción de la causa para nuevas tecnologías de

prevención.

 

Referencias

Albarracin, D., Gillette, J.C., Earl, A.N., et al. (2005). A test of major assumptions about behavior change: a

comprehensive look at the effects of passive and active HIV-prevention interventions since the

beginning of the epidemic. Psychological Bulletin, 131, 856-897.

Auerbach, J.D., Hayes, R.J., & Kandathil, S.M. (2006). Overview of effective and promising interventions to

prevent HIV infection. In Ross, D.A., Dick, B., & Ferguson, J. (eds.). Preventing HIV/AIDS in Young

People: A Systematic Review of the Evidence from Developing Countries. Ginebra: Organización Mundial de la

Salud. (pp. 43-78).

Aral, S.O., Over, M., Manhart, L., & Holmes, K.K. (2006). Sexually transmitted infections. In D.T. Jamison et al.

(eds.). Disease Control Priorities in Developing Countries. Nueva York: Oxford University Press/Banco

Mundial. (pp. 311-330).

Blum, R.W. (2004). Uganda AIDS prevention: A,B,C and politics. Journal of Adolescent Health, 34, 428-432.

Bunnell, R., Mermin, J., De cock, K.M. (2006). HIV prevention for a threatened continent: Implementing

positive prevention in Africa. Journal of the American Medical Association, 296, 855-858.

Crepaz, N., Lyles, C.M., Wolitski, R.J. et al. (2006). Do prevention interventions reduce HIV risk behaviors

among people living with HIV? A meta-analytic review of controlled trials. AIDS, 20, 143-157.

Creese, A., Floyd, K., Alban, A., & Guinness, L. (2002) .Cost-effectiveness of HIV/AIDS interventions in Africa:

a systematic review of the evidence. Lancet, 359,1635-1642.

Dixon, S., McDonald, S., & Roberts, J. (2002). The impact of HIV and AIDS on Africa’s economic

development. British Medical Journal, 324, 232-234.

Dunkle, K.L., Jewkes, R.K., Brown, H.C., et al., (2004). Gender-based violence, relationship power, and risk of

HIV infection in women attending antenatal clinics in South Africa. Lancet, 363, 1415-1421.

Ferguson, J., Dick, B., & Ross, D. (2006). Conclusions and recommendations. Preventing HIV/AIDS in Young

People: A Systematic Review of the Evidence from Developing Countries. WHO Technical Report Series 938.

Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

Fleming, D.T. & Wasserheit, J.N. (1999). From epidemiological synergy to public health policy and practice: the

contribution of other sexually transmitted diseases to sexual transmission of HIV infection. Sexually

Transmitted Infections, 75, 3-17.

Green, E., Halperin, D.T., Nantulya, V. & Hogle, J.A., (2006). AIDS and Behavior, 10, 335-346.

Global HIV Prevention Working Group. (2003). Access to HIV Prevention: Closing the Gap. Washington, DC: Henry

Kaiser Family Foundation.

Global HIV Prevention Working Group (2007). Bringing HIV Prevention to Scale: An Urgent Global Priority. Bill and

Melinda Gates Foundation and the Henry Kaiser Family Foundation.

Herbst, J.H., Sherba, R.T., Crepaz, N. et al., (2005). A meta-analytic review of HIV behavioral interventions for

reducing sexual risk behavior of men who have sex with men. Journal of Acquired Immune Deficiency

Syndromes, 39, 228-241.

Hogan, D.R., Baltussen, R., Hayashi, C., et al. (2005). Cost effectiveness analysis of strategies to combat

HIV/AIDS in developing countries. British Medical Journal, 331, 1431-1437.

Johnson, B.T., Carey, M.P. Marsh, K.L. et al. (2003). Interventions to reduce sexual risk for the human

immunodeficiency virus in adolescents, 1985-2000: a research synthesis. Archives of Pediatric and Adolescent

Medicine, 157, 381-388.

Kirby, D., Obasi, A., & Laris, B.A. (2006). The effectiveness of sex education and HIV education interventions in

schools in developing countries. In Ross, D.A., Dick, B., & Ferguson, J. (eds.). Preventing HIV/AIDS in

Young People: A Systematic Review of the Evidence From Developing Countries. Ginebra: Organización Mundial de

la Salud. (pp. 103-150).

Langen, T.T. (2005). Gender power imbalance on women’s capacity to negotiate self-protection against

HIV/AIDS in Botswana and South Africa. African Health Sciences, 5, 188-197.

Merson, M.H., Dayton, J.M., & O’Reilly, K. (2000). Effectiveness of HIV prevention interventions in developing

countries. AIDS, 14 (Suppl 2: S68-84).

Mize, S.J., Robinson, B.E., Bockting, W.O., Scheltema, K.E. (2002). Meta-analysis of the effectiveness of HIV

prevention interventions for women. AIDS Care, 14, 163-180.

Monasch, R. & Mahy, M. (2006). Young people: the centre of the HIV epidemic. In Ross, D.A., Dick, B., &

Ferguson, J. (eds.). Preventing HIV/AIDS in Young People: A Systematic Review of the Evidence From Developing

Countries. Ginebra: Organización Mundial de la Salud. (pp. 15-41).

Murphy, E.M., Greene, M.E., Milailovic, A., Olupot-Olupot, P. (2006). Was the “ABC” approach (abstinence,

being faithful, using condoms) responsible for Uganda’s decline in HIV? PloS Medicine, 3, 1143-1447.

Neumann, M.S., Johnson, W.D., Semaan, S., et al. (2002). Review and meta-analysis of HIV prevention

intervention research for heterosexual adult populations in the United States. Journal of Acquired Immune

Deficiency Syndromes, 30 (Suppl 1: S106-117).

Office of the U.S. Global AIDS Coordinator. (2006). Action Today, A Foundation for Tomorrow: The President’s

Emergency Plan for AIDS Relief. Washington, D.C.: Department of State Publication 11316.

Okware, S., Kinsman, J., Onyano, S. et al. (2005). Revisiting the ABC strategy: HIV prevention in Uganda in the

era of antiretroviral therapy. Postgraduate Medical Journal, 81, 625-628.

Pan American Health Organization. (2007) HIV in the Americas. OPS/OMS, Washington, D.C., 2007

Salomon, J.A., Hogan, D.R., Stover, J. et al. (2005). Integrating HIV prevention and treatment: from slogans to

impact. PLOS Medicine, 2(1), e16.

Schmid, G. (2004). Economic and programmatic aspects of congenital syphilis prevention. Bulletin of the World

Health Organization, 82, 402-409.

Semaan, S., Des Jarlais, D.C., Sogolow, E. (2002). A meta-analysis of the effect of HIV prevention interventions

on the sex behaviors of drug users in the United States. Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes, 30

(Suppl. 1: S73-93).

Smoak, N.D., Scott-Sheldon, L.A., Johnson, B.T., & Carey, M.P. (2006) Sexual risk reduction interventions do

not inadvertently increase the overall frequency of sexual behavior: a meta-analysis of 174 studies with

116,735 participants. Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes, 41, 374-384.

Stover, J., Bertozzi, S., Gutierrez, J-P. et al. (2006). The global impact of scaling up HIV/AIDS prevention

programs in low- and middle-income countries. Science, 311, 1474-1476.

UN. (2000). Resolution 55/2. United Nations Millennium Declaration. 55.ª Período de Sesiones de la Asamblea

General de las Naciones Unidas.

UNAIDS. (2001). Sexually Transmitted Diseases: Policies and Principles for Prevention. Ginebra: UNAIDS

UNAIDS. (2005). Intensifying HIV Prevention: UNAIDS Policy Position Paper. Ginebra: UNAIDS.

UNAIDS. (2006). 2006 Report on the Global AIDS Epidemic. Ginebra: UNAIDS.

UNAIDS. (2007). Practical Guidelines for Intensifying HIV Prevention. Ginebra: UNAIDS.

UNICEF, WHO, UNAIDS. (2007). Towards Universal Access: Scaling up Priority HIV Interventions in the

Health Sector. Progress Report. Ginebra.

Valdiserri, R.O., Ogden, L.L., & McCray, E. (2003). Accomplishments in HIV prevention science: implications

for stemming the epidemic. Nature Medicine, 9, 881-886.

WHO. (2000). Violence Against Women and HIV/AIDS: Setting the Research Agenda. Ginebra: Organización Mundial

de la Salud.

WHO. (2001). Global Prevalence and Incidence of Selected Curable Sexually Transmitted Infections: Overview and Estimates.

Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

 

 

Capitulo 7

Identificar, abordar y tratar las

preocupaciones, las disfunciones y los trastornos sexuales

 

Debido a que las preocupaciones, las disfunciones

y los trastornos sexuales repercuten en la calidad

de vida, es fundamental reconocer, prevenir y

tratar las preocupaciones, las disfunciones y los

trastornos sexuales.?

 

Introducción

Cada día aumenta el reconocimiento de que la salud sexual es un

componente fundamental de la salud y el bienestar generales, y que por

lo tanto, el funcionamiento sexual adecuado debe considerarse como un

aspecto legítimo y primordial de la salud. No obstante, casi todas,

cuando no todas, las culturas en todo el mundo se han mostrado renuentes a

reconocer abiertamente a la función sexual como un asunto legítimo de salud, aun

cuando nuestra comprensión médico/científica de la salud y la sexualidad ha

progresado enormemente, en particular durante el último siglo. En otras palabras,

aunque nuestra comprensión de la función sexual y del papel que desempeña en el

funcionamiento general tanto individual como de las relaciones y la felicidad ha

evolucionado, nuestra integración de la función sexual en el ámbito más amplio de

la salud ha quedado a la zaga a nivel del discurso social, de salud pública y político.

Si bien la identificación y el tratamiento de las disfunciónes y los trastornos

sexuales no han sido prioritarios en la agenda de la política sanitaria, es importante

? Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Emil Ng. (Ver Apéndices IV y V)

 

reconocer la necesidad de abordar las preocupaciones sexuales, las disfunciónes y

los trastornos sexuales en una iniciativa de amplia base destinada a mejorar

significativamente la salud y el bienestar de una población.

Cada vez es más frecuente que las instituciones de salud pública reconozcan no

solo la importancia de integrar la salud sexual en la programación general de salud

sino que están comprendiendo además que la salud sexual es algo más que la

prevención de la infección por el VIH y las ITS y la salud reproductiva e incluye

aspectos como la función sexual. Por ejemplo, el Departamento de Salud

Reproductiva e Investigación de la Organización Mundial de la Salud (WHO, 2004)

ha empezado a abordar la salud sexual y este aumento del interés se debe, en parte,

a la importancia que tienen las disfunciónes sexuales para la salud pública.

Por lo general, se ha creído que las disfunciónes sexuales eran principalmente un

tema de interés en los países de América del Norte y de Europa Occidental, y que

eran menos importante en otras partes del mundo. Históricamente, esta percepción

se ha reforzado porque la mayoría de los estudios que investigan la prevalencia y la

repercusión de las disfunciónes sexuales se han efectuado en países occidentales.

Sin embargo, en los últimos años la investigación sobre las disfunciónes sexuales se

ha ampliado extraordinariamente para abarcar a diversas poblaciones de todo el

mundo. Por ejemplo, The Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors evaluaba la

función sexual en adultos de 29 países de todo el mundo, entre ellos países no

occidentales como Argelia, Sudáfrica, Turquía, Marruecos, China, Indonesia,

Malasia, Filipinas y Tailandia. La conclusión de este estudio, además de otras

consideraciones, es que a pesar de la enorme variación cultural en los países

estudiados, se obtuvo un resultado constante y es que el bienestar sexual estaba

correlacionado con la felicidad general, tanto en hombres como en mujeres

(Laumann, Paik y Glasser, 2006).

 

El vínculo entre la función sexual y la salud y el bienestar generales

Está claro que las disfunciones sexuales están firmemente correlacionadas con otras

condiciones de salud. Es decir, hay categorías comunes de factores de riesgo

asociados con la disfunción sexual para hombres y mujeres (Lewis, Fugl-Meyer,

Bosch, 2004). La direccionalidad de causa y efecto entre las disfunciones sexuales y

otros trastornos de salud, todavía tiene que ser dilucidada plenamente, al igual que

muchas categorías de la disfunción sexual, pero está claro que hay una asociación

interactiva cercana. En efecto, las personas que sufren de disfunciones sexuales

tienen mayores probabilidades de sufrir otras enfermedades (por ejemplo,

depresión) y las personas con otros trastornos como las enfermedades

cardiovasculares tiene mayores probabilidades de padecer de disfunción sexual (por

ejemplo, disfunción eréctil). En cualquier caso, hay una estrecha relación que

demuestra que el funcionamiento sexual adecuado debe considerarse como un

componente importante, no solo de la salud sexual sino de la salud y el bienestar

generales. Según Sadovsky y Nusbaum (2006):

 

Los problemas sexuales tienen una repercusión negativa evidente

tanto sobre la calidad de vida como sobre el estado emocional, sea

cual fuere la edad de la persona. El conocimiento acerca de

disfunciones sexuales específicas entre los hombres puede revelar una

variedad de afecciones patológicas concomitantes hasta ahora

diagnosticadas como: i) la depresión y otras enfermedades

emocionales; ii) el estrés psicosocial; iii) las enfermedades

cardiovasculares, así como factores de riesgo afines reales como la

hipertensión, la diabetes, y la hiperlipidemia; iv) hiperprolactinemia; y

nivel bajo de testosterona sérica. Ciertas disfunciones sexuales

específicas en mujeres pueden revelar afecciones patológicas como:i)

la depresión y otros…trastornos psicosociales; ii) niveles bajos de

estrógeno o testosterona séricos; y iii) trastornos vaginales o pelvianos

(p. 3).

Dada la función de la sexualidad en aspectos fundamentales de la vida, entre ellos la

reproducción y las relaciones, no es sorprendente que los problemas del

funcionamiento sexual estén correlacionados con un menor bienestar subjetivo.

Los problemas sexuales se han vinculado con una disminución de la calidad de

vida, poca satisfacción física, poca satisfacción emocional y poca felicidad general

(Sadovsky y Nusbaum, 2006). La National Health and Social Life Survey de los Estados

Unidos encontró asociaciones significativas entre la disfunción sexual y la sensación

de bienestar general (Laumann, Paik y Rosen, 1999). Los autores deducen de los

datos que “Con la asociación fuerte entre la disfunción sexual y el deterioro de la

calidad de vida, este problema merece que sea reconocido como una inquietud

importante de salud pública” (p. 544).

La vinculación exacta entre la satisfacción sexual y la satisfacción con las vida en

pareja es compleja; sin embargo, la investigación muestra que las personas con

mayor satisfacción en la vida en pareja también expresan mayor satisfacción sexual

(Byers, 2005; Yeh, Lorenzo, Wickrama, et al. 2006). Yeh et al., dedujeron de su

estudio longitudinal de 283 parejas casadas estadounidenses que “Los que estaban

satisfechos con sus relaciones sexuales tendían a estar satisfechos y felices en su

matrimonio y la calidad del matrimonio era mejor, lo que a su vez, contribuía a

reducir la inestabilidad matrimonial” (p. 342). Este nexo entre la satisfacción sexual

y la satisfacción con las relaciones no se limita a las parejas en América del Norte.

The Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors mostró que 82% de hombres y 76%

de mujeres estaban de acuerdo con la afirmación de que el “sexo satisfactorio es

esencial para mantener una relación” (Nicolosi, Laumann, Glasser et al., 2004).

Según indican West, Vinikoor y West (2004) sobre la base de su examen de

investigación sobre la prevalencia y los factores predictivos de disfunción sexual en

la mujer,

Para la persona que sufre de una disfunción sexual, hay un costo

personal para ella y para su pareja con respecto a su relación. Pero

quizá haya costos sociales también, según se refleja en las tasas de

divorcio, violencia doméstica, familias donde falta el padre o la madre

y en las relaciones futuras. Estos costos auxiliares rara vez se miden,

pero sin una mejor comprensión de su magnitud, la disfunción sexual

femenina, como un resultado de salud, seguirá siendo subestimada, en

detrimento de la persona o de la sociedad (p. 167).

 

La prevalencia de las preocupaciones, los problemas y las disfunciones sexuales

La determinación de la prevalencia de las preocupaciones, los problemas y las

disfunciones sexuales depende mucho de la definición utilizada y de las

metodologías empleadas para evaluarlos.

 

Las preocupaciones sexuales

Hay una gran falta de datos para indicar el número de personas que tienen

preguntas e preocupaciones acerca de su funcionamiento sexual. Sin embargo, las

preguntas y las preocupaciones están en todas partes. Es común que personas de

todas las edades perciban que carecen de información exacta e integral sobre una

gama amplia de cuestiones relacionadas con la sexualidad, entre otras:

* Transmisión de la infección por el VIH y las ITS

* Orientación e identidad sexual

* Papeles de género

* Función sexual

* Frecuencia y normalidad apropiadas de diferentes comportamientos sexuales

* Infertilidad

* Métodos anticonceptivos y aborto

* Violencia sexual y abuso

* Aspectos de la enfermedad mental y física relacionados con la sexualidad

* Tratamientos médicos para problemas y disfunciones sexuales

* Repercusión de los medicamentos sobre la función sexual

* Repercusión de las discapacidades físicas y del desarrollo en la sexualidad y la

relaciones

* Masturbación

* Anatomía sexual/reproductiva

* Imagen corporal

* Tamaño y apariencia de las mamas y de los órganos genitales

A menudo, la falta de información exacta sobre estos y otros aspectos de la

sexualidad conduce a preocupaciones o a incertidumbre y ansiedad que pueden

tener repercusiones graves sobre la autoestima, la identidad, el bienestar y la

capacidad para participar en las relaciones íntimas. La mayoría de estas

preocupaciones podrían ser tratadas por medio de la educación sexual integral u

 

otros foros para suministrar información básica que disipe los mitos y la

información incorrecta. En algunos casos, no basta con suministrar información

objetiva debido a que las preocupaciones quizá sean sintomáticas de ansiedades y

temores subyacentes más profundos. Lamentablemente, muchas personas se

sienten incómodas mencionando estas preocupaciones a su proveedor de atención

sanitaria, y sienten que su proveedor de atención sanitaria no sería lo

suficientemente sensible ni se sentiría bien tratando estos temas (Marwick, 1999).

 

Las disfunciones sexuales

Varias definiciones tanto para la función como para la disfunción sexual pueden

encontrarse en la bibliografía médica sobre sexología y para su medición se ha

utilizado una amplia gama de definiciones. No obstante, hay un consenso

generalizado de que el funcionamiento sexual adecuado consta de tres etapas

básicas, a saber: el deseo, la excitación y el orgasmo. También hay trastornos por

dolor sexual. Por lo tanto, la disfunción sexual puede definirse, al menos en parte,

como una deficiencia o trastorno en una de estas etapas (Winze y Carey, 2001). Las

disfunciones sexuales más comunes son las siguientes (Lewis, Fugl-Meyer, Bosch,

Fugl-Meyer, Laumann, Lizza y Martín-Morales, 2004):

 

CLASIFICACIÓN DE DISFUNCIONES SEXUALES

* Disfuncion sexual de interés /deseo (hombres y mujeres)

* Disfunciones sexuales femeninas:

* Trastornos de la excitación sexual

* Disfuncion de la excitación sexual genital

* Disfunción subjetiva de la excitación sexual

* Disfunción combinada de excitación sexual genital y subjetiva

* Trastorno de excitación sexual persistente

* Disfunción orgásmica

* Dispareunia

* Vaginismo

* Trastorno de aversión sexual

* Disfunciones sexuales masculinas

* Disfunción eréctil

* Eyaculación temprana

* Eyaculación tardía

* Disfunción orgásmica

* Aneyaculación

 

2a Consulta Internacional sobre Disfunciones Sexuales. Lewis, R.W., Fugl-Meyer, K.S., Bosch,

R. Fugl-Meyer, A.R., Laumann E.O., Lizza, E., Martín-Morales, A. (2004).

 

En la mayoría de los estudios de población se les ha preguntado a los entrevistados

si han experimentado problemas relacionados con estas etapas. Los resultados de

esos estudios indican que los problemas del funcionamiento sexual son muy

comunes en las poblaciones adultas. Un examen de los datos epidemiológicos

existentes indica que cerca de 40 a 45% de las mujeres adultas y 20 a 30% de los

hombres adultos tienen al menos una disfunción sexual (Lewis, Kersten, Fugl-

Meyer, et al., 2004). En The Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors se indica que

entre las personas sexualmente activas de 40 a 80 años de edad, 28% de los

hombres y 39% de las mujeres notificaron al menos un problema con el

funcionamiento sexual en el año anterior. Para los hombres, los problemas más

comunes eran eyaculación temprana (14%), dificultades eréctiles (10%), mientras

para las mujeres las más comunes eran la falta de interés sexual (21%), incapacidad

de alcanzar el orgasmo (16%) y dificultades de lubricación (16%) (Nicolosi et al.,

2004). Cabe señalar que los participantes estaban sexualmente activos y es probable

que las tasas notificadas de disfunción sexual hubieran sido más altas si se hubieran

incluido las personas que no estaban sexualmente activas. La aparición de la

disfunción sexual suele estar relacionada con la edad, registrándose un aumento de

la prevalencia a medida que las personas se hacen mayores. Sin embargo, esto no

es siempre el caso. Por ejemplo, en el National Health and Social Life Survey de los

Estados Unidos, los problemas como la incapacidad para alcanzar el orgasmo y el

dolor durante el coito eran más comunes entre las mujeres más jóvenes (18 a 39)

que entre las mujeres mayores (40 a 59) (Lauman, Paik y Rosen, 1999). Estudios

recientes han revelado altos niveles de disfunción sexual en las mujeres en Nigeria

(Ojomo, Thacher y Obadofin, 2006), Malasia (Sidi, Puteh, Abdullah y Midin, 2006)

y Ecuador (Yánez, Castelo-Branco, Hidalgo y Chedraui, 2006), lo que indica que

los problemas de la función sexual son verdaderamente un fenómeno mundial que

trasciende las culturas.

 

Los trastornos sexuales

Los trastornos sexuales se clasifican generalmente en parafílicos y no parafílicos

(Coleman, 1991). Las parafilias están clasificadas claramente en el Manual Diagnóstico

y Estadístico de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association (APA)

(DSM-IV). En la lista figuran ocho parafilias:

 

CLASIFICACIÓN DE PARAFILIAS

* pedofilia

* exhibicionismo,

* voyeurismo,

* masoquismo sexual,

* sadismo sexual,

* fetichismo travestista,

* fetichismo,

* froterismo.

 

EUSEBIO, COMO SE LLAMA EL DSM 1V EN ESPAÑOL: Se llama Manual de Diagnóstico y

Estadística de la Asociación Psiquiátrica Americana versión 4

 

Money (1986) ha identificado más de 40 tipos diferentes de parafilias, entre ellas la

zoofilia (bestialidad), asfixiofilia (cortar el paso de oxígeno para mejorar la

excitación o el orgasmo) y necrofilia (relaciones sexuales con personas muertas).

Las parafilias se caracterizan por una preocupación obsesiva con un

comportamiento sexual socialmente poco convencional que incluye a objetos no

humanos, a niños o a otras personas que no pueden expresar su consentimiento, o

el sufrimiento o la humillación de uno mismo o de su pareja. Estos

comportamientos también son considerados por la mayoría de las personas como

socialmente anómalos. Es importante observar que para satisfacer los criterios

clínicos que definen un parafilia, la persona tiene que presentar fantasías que causan

excitación sexual, deseos sexuales y comportamientos que generan perturbaciones

clínicamente significativas en el funcionamiento social, ocupacional, o en otras

áreas importantes. Muchos hombres y mujeres, por ejemplo, practican el

travestismo en grados variables, pero no experimentan excitación sexual que cause

dificultades. Esas personas han podido integrar sus actividades en su identidad

general y sus relaciones interpersonales. Por naturaleza, el comportamiento

parafílico interfiere con la sensación de bienestar de una persona y su capacidad

para tener o forjar relaciones de amor recíproco.

Hay una falta de datos epidemiológicos sobre la prevalencia de los trastornos

parafílicos; sin embargo, están bien reconocidos como síndromes clínicos y algunos

de ellos originan violencia sexual, abuso e interferencia en las relaciones íntimas.

Los trastornos parafílicos son mucho más comunes en los hombres que en las

mujeres (APA, 2000). La falta de datos epidemiológicos se debe en parte a la

ausencia de definiciones y criterios clínicos claros. Además, muchas personas

pueden tener comportamientos sexuales problemáticos pero no satisfacen el

umbral clínico de los trastornos parafílicos. Aun muchos agresores sexuales, que

han infringido las normas y las leyes de su sociedad, no necesariamente satisfacen

los criterios clínicos de la parafilia, aunque quizá estén sufriendo y necesitan

tratamiento para algún otro tipo de trastorno psiquiátrico, (Miner y Coleman,

2001).

Aunque no están clasificados per se en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los

Trastornos Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders DSM IV-TR )de

la American Psychiatric Association (APA, 2000), hay un reconocimiento cada vez

mayor de que hay otro conjunto de trastornos sexuales similares a las parafilias, que

se refieren a comportamientos sexuales convencionales, pero que de igual manera

incluyen fantasías que causan excitación sexual, deseos sexuales y comportamientos

que causan dificultades clínicamente significativas en el funcionamiento social,

ocupacional, o en otras áreas importantes (Coleman, Raymond y McBean, 2003).

Los datos epidemiológicos son aun más deficientes acerca de este tipo de trastorno,

pero ellos se han descrito ampliamente en la bibliografía especializada. A este tipo

de trastorno sexual se le ha llamado hipersexualidad, hiperfilia, erotomanía,

perversión, ninfomanía, satiriasis y, más recientemente, comportamiento sexual

compulsivo (CSC) o adicción sexual (Coleman, 1991). Si bien algunos de estos son

términos exóticos y la nosología y etiología es muy debatida entre los profesionales

de esta especialidad, no cabe duda de que se trata de un problema grave de salud

mental, sexual y física. El comportamiento sexual compulsivo (CSC) puede ser

impulsivo, obsesivo y compulsivo, dirigido, fuera de control y ocasionar problemas.

 

No hay una categoría clara para este tipo de CSC en la nomenclatura del Manual

Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), pero se da un ejemplo bajo el

término trastorno sexual no especificado de otro modo: “el problema resultante de

un modelo de relaciones sexuales repetidas que incluyen una sucesión de amantes

considerados por la persona solo como cosas para usarse” (APA, 1994). Hay al

menos 7 subtipos de CSC no parafílico (Coleman, Raymond y McBean, 2003):

 

SUBTIPOS DE COMPARTAMIENTO SEXUAL COMPULSIVO NO PARAFÍLICO

* cambio de parejas compulsivo y múltiples parejas

* fijación compulsiva en una pareja inasequible

* autoerotismo compulsivo (masturbación)

* uso compulsivo de la pornografía

* uso compulsivo de Internet para finalidades sexuales

* múltiples relaciones amorosas compulsivas

* sexualidad compulsiva en una relación

 

Coleman, Raymond & McBean, 2003

Hay un cuerpo de la bibliografía cada vez mayor que muestra una asociación entre

el CSC y los comportamientos de riesgo para la infección por el VIH y las ITS

(Kalichman y Rompa, 1995; 2001; Miner, Coleman, Center, Ross y Rosser, 2007;

Reece, Plate y Daughtry, 2001).

Independientemente de que el comportamiento sexual compulsivo sea parafílico o

no parafílico, estos problemas están asociados con muchos otros trastornos

psiquiátricos concomitantes y están vinculados con problemas de salud sexual —en

particular con las infecciones de transmisión sexual, la violencia y el abuso sexuales

(Black, Kehrberg, Flumerfelt y Schlosser, 1998; Kafka, y Prentky, 1994; Raymond,

Coleman, Ohlerking, Christenson y Miner, 1999). Para abordar eficazmente los

ODM, es fundamental que estos tipos de trastornos sexuales se identifiquen, se

evalúen y reciban el tratamiento adecuado. Más allá de los factores estructurales,

estos factores psiquiátricos individuales pueden ser determinantes de un gran

número de consecuencias negativas para la salud sexual.

 

Los trastornos relacionados con la identidad de género

Sentirse bien con el género propio es un requisito necesario para la salud y el

bienestar sexuales. Las personas que no se sienten bien con su identidad de género

o sufren de trastornos de identidad de género están expuestas a un riesgo alto de

consecuencias negativas para la salud sexual. Los trastornos identificados con el

sexo se definen como una incongruencia entre su fenotipo físico (hombre o mujer)

y su identidad de género o sea, la identificación que se siente y la autoidentificación

como hombre o como mujer (APA, 1994). La experiencia de esta incongruencia se

denomina disforia de género. En la forma más extrema de disforia de género, las

personas desean hacer que su cuerpo sea coherente con su identidad de género y

esto se denomina transexualidad.

 

La información de prevalencia más reciente de los Países Bajos para el extremo

transexual del espectro del trastorno de identidad de sexo es 1 en 11.900 hombres y

1 en 30.400 mujeres (WPATH, 2001). Aunque los estudios epidemiológicos

determinaran que una tasa de base similar de trastornos de identidad de género

existe en todo el mundo, es probable que las diferencias culturales de un país a otro

modificarían las expresiones conductuales de estos trastornos. Es más, el acceso al

tratamiento, el costo del tratamiento, las terapias ofrecidas y las actitudes sociales

hacia las personas de género variable y los profesionales que prestan servicios de

atención difieren ampliamente de un lugar a otro. Mientras en la mayoría de los

países, atravesar los límites de género generalmente genera censura moral en lugar

de compasión, hay ejemplos sorprendentes en ciertas culturas de los

comportamientos relacionados con el cruce de género (por ejemplo, en líderes

espirituales) que no se estigmatizan (WPATH, 2001).

Entre la publicación de los volúmenes APA DSM-III y DSM-IV, el término

"transgénero" empezó a usarse de diversas maneras. Algunos lo emplearon para

referirse a las personas con identidades de género extrañas sin una connotación de

psicopatología. Algunas personas usaron informalmente el término para referirse a

cualquier persona con cualquier tipo de variación de género. Transgénero no es un

diagnóstico formal, pero muchos profesionales y miembros del público encuentran

que este es un término preferido debido a que es incluyente y porque no supone

ninguna patología (WPATH, 2001). Cuando se tiene en cuenta la amplia gama de

identidades y expresiones de género, no hay cálculos buenos sobre la prevalencia de

personas que podrían definirse como transgénero.

Lo que es sumamente importante es reconocer que no todas las personas se

identifican como masculino, femenino, niño o niña, hombre o mujer.

Dependiendo de las normas culturales, las personas que no encajan en esa

clasificación binaria tienen que afrontar diversas dificultades para desarrollar

identidades sexuales positivas, para tener una “ciudadanía” sexual, relaciones sanas

y bienestar. Es importante que estas personas sean identificadas y reciban ayuda en

su proceso de desarrollo de identidades sexuales positivas (Bockting y Coleman,

2007).

 

La educación y el tratamiento eficaz de las preocupaciones, los problemas y las disfunciones sexuales

Muchas de las dificultades que se presentan a las personas en relación con las

preocupaciones, los problemas y las disfunciones sexuales pueden abordarse

eficazmente con el suministro de información objetiva para contrarrestar los

malentendidos, los mitos y la ignorancia. La falta de información científicamente

válida en cuanto a la función sexual dentro de la población está generalizada y la

repercusión negativa de esta carencia se siente en todo el mundo. Además, muchos

casos de dificultades sexuales pueden resolverse satisfactoriamente mediante el

tratamiento de corto plazo, centrado en la solución del problema, hecho por un

consejero, un terapeuta o proveedor de atención sanitaria de primera línea,

suficientemente capacitado.

Los médicos y otros proveedores de servicios de atención primaria de salud están

en una posición ideal para indagar acerca de las preocupaciones, los problemas y las

disfunciones sexuales, de una manera libre de prejuicios y profesional que es bien

recibida por los pacientes (Nusbaum y Hamilton, 2002). La evaluación breve de las

preocupaciones, los problemas y la disfunción sexuales puede y debe convertirse en

un componente común de la evaluación general de salud y el proveedor de

atención de salud debe invitar y alentar a las personas a que hagan preguntas sobre

estos temas. Por ejemplo, las personas que están experimentando dificultades con

la función sexual se benefician de información objetiva acerca de la anatomía

sexual, del ciclo de respuesta sexual de ambos sexos, de los factores psicosociales

(por ejemplo, función de la relación, estrés) que afectan la función sexual, así como

de los cambios en la sexualidad asociados con el envejecimiento, el embarazo, la

menopausia, trastornos médicos, enfermedades y medicamentos. Sin embargo, los

datos del The Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors indicaron que pocos

médicos en los 29 países encuestados evalúan sistemáticamente la salud sexual de

sus pacientes (Moreira, Brock, Glasser, et al., 2005). Aunque casi la mitad de los

hombres y las mujeres participantes en la encuesta dijeron tener problemas

sexuales, menos de 20% de ellos buscaron ayuda de sus médicos y sólo 9%, tanto

hombres como mujeres, dijeron que su médico les había preguntado acerca de su

salud sexual en los tres años anteriores.

Numerosos estudios han revelado que los médicos suelen sentirse incómodos

conversando con sus pacientes acerca de la sexualidad o anotando antecedentes

sexuales, que la mayoría de los programas de estudios de la escuela de medicina no

los capacitan para hacerlo y que aun intervenciones de capacitación breves

destinadas a aumentar y mejorar la comunicación entre el médico y el paciente

acerca de la sexualidad pueden ser eficaces (Council on Scientific Affairs, 1996;

McCance, Moser, y Smith, 1991; Ng y McCarthy, 2002; Rosen, Kountz, Post-

Zwicker, T. et al., 2006; Solursh, Ernest, Lewis, et al., 2003; Tsimtsiou,

Hatzimouratidis, Nakopoulou, et al., 2006). Entre las barreras a la comunicación

entre el médico y el paciente se encuentran el malestar del profesional, el sesgo, los

temores a ofender al paciente, falta de capacitación y limitaciones de tiempo

(Maheux, Haley, Rivard y Gervais, 1999). Estos resultados indican que los médicos

y otros proveedores de servicios de atención primaria de salud necesitan más y

mejor capacitación para comunicarse eficazmente con sus pacientes y educarlos

acerca de la sexualidad.

Hay recomendaciones basadas en evidencia para el tratamiento de las disfunciones

sexuales en mujeres (Basson, Althof, Davis, et al., 2004) y hombres (Lue, Giuliano,

Montorsi, et al., 2004). Con respecto a las disfunciones sexuales clínicas

diagnosticadas por un profesional de la salud, la evidencia acerca de que las

intervenciones médicas para tratar las disfunciones sexuales entre los hombres

pueden ser eficaces y pueden tener una repercusión positiva importante en la salud

y el bienestar, aumentan constantemente. Por ejemplo, la investigación ha

demostrado que el tratamiento médico para la disfunción eréctil puede mejorar la

calidad de vida psicosocial a largo plazo para los hombres, en especial, al aumentar

la autoestima, la satisfacción con las relaciones sexuales y la satisfacción con las

relaciones (Althof, O’Leary y Cappelleri, et al., 2006a; Althof, O’Leary, y Cappelleri,

et al., 2006b). En comparación con los hombres, en el caso de las mujeres, la

comprensión de la biofisiología y la psicología de la función sexual, así como la

investigación sobre la disfunción sexual, incluido el tratamiento eficaz están menos

desarrolladas (Verit, Yeni y Kafali, 2006). A pesar de que las terapias farmacológicas

seguras y eficaces para la disfunción sexual femenina no se han establecido

firmemente, las recomendaciones para el tratamiento incluyen terapia cognoscitivaconductual

encaminada a cambiar las ideas de falta de adaptación y las expectativas

poco razonables, corrección de información incorrecta acerca de la sexualidad y

exploración de estrategias para mejorar la cercanía emocional y la comunicación de

la pareja (Basson, 2006). Entre algunas de las directrices emanadas de las

asociaciones médicas, hay apoyo a la terapia local de estrógeno para la dispareunia

asociada con la atrofia vulvar y apoyo cauteloso al uso selectivo de la testosterona

de dosis baja siempre que el paciente comprenda los riesgos posibles (véase Basson,

2006, que presenta un resumen). Hay necesidad clara de otras investigaciones sobre

el tratamiento de la disfunción sexual femenina que incluyan estudios del resultado

del tratamiento a largo plazo (Basson et al., 2004).

El tratamiento basado en evidencia para los trastornos sexuales no está tan bien

establecido. Sin embargo, hay cierta orientación basada en la experiencia clínica

extensa (Bradford, 2000; Coleman, Raymond y McBean, 2003). Las combinaciones

de psico y farmacoterapia suelen ser útiles. Sin embargo, es evidente la necesidad de

otras investigaciones para apoyar diversos tipos de tratamientos.

El tratamiento de los trastornos de identidad de género se ha descrito

cuidadosamente en las Standards of Care of the World Professional Association for

Transgender Health (Normas de Atención de la Asociación Profesional Mundial

para la Salud Transgénero) (Meyer, Bockting, Cohen-Kettenis, Coleman, DiCeglie,

Devor, Gooren, Hage, Kirk, Laub, Lawrence, Menard, Monstrey, Patton, Schaefer,

Webb y Wheeler, 2001) y por expertos internacionales en este campo (Ettner,

Monstrey, y Eyler, 2007). En cuanto a los trastornos sexuales, todavía queda mucha

investigación y trabajo por hacer para desarrollar tratamientos basados en datos

probatorios.

 

Acciones necesarias

7.1 Dada la importancia del funcionamiento sexual adecuado para la

salud sexual general, la salud y el bienestar generales, así como para la

salud de las relaciones interpersonales, la evaluación y el tratamiento

de las preocupaciones, los problemas y la disfunción sexuales deben

ser específicamente señalados e incluirse en los programas y acuerdos

nacionales e internacionales para promover salud sexual.

7.2 La función sexual y la identidad de género se reconocen cada vez

más como componentes clave de la salud general; por otro lado, los

problemas de disfunción sexual y disforia de género están asociados

con otros trastornos médicos y con el bienestar individual y de las

relaciones. Por consiguiente, la evaluación integral de la salud sexual

que incluye la evaluación básica de la función sexual y de la identidad

de género debe convertirse en un componente habitual de la atención

de salud.

7.3 Muchas preocupaciones, trastornos y disfunciones sexuales tienen

sus raíces en una falta de información acerca de la sexualidad. La

información sobre el funcionamiento sexual debe incluirse como un

componente de la educación integral de la sexualidad y estar al

alcance de todas las personas. Las escuelas, a través de sus programas

de educación en salud sexual, y el sector de la salud (médicos,

enfermeras y otro personal sanitario) deben desempeñar funciones

clave al educar a sus estudiantes y pacientes acerca del

funcionamiento sexual.

7.4 Los programas de capacitación para los maestros, trabajadores

comunitarios y trabajadores de salud deben incluir, como un

componente usual, la capacitación en disfunción sexual, trastornos y

problemas del género. Esos programas deben incluir capacitación

específica para educar a los clientes acerca del desarrollo de la función

sexual y de la identidad de género. La capacitación en medicina y

enfermería debe ir más allá de impartir educación, a fin de asignar una

atención especial al abordaje y el tratamiento de los problemas y las

disfunciones sexuales.

7.5 Se están elaborando métodos óptimos de tratamiento para las

preocupaciones, las disfunciones los trastornos sexuales y los

problemas de identidad de género, pero hace falta más investigación a

fin de formular directrices basadas en la evidencia para la mayoría de

estos trastornos. La asignación de fondos para efectuar esta

investigación es necesaria y se justifica por la considerable repercusión

que estos problemas tienen en la persona, la pareja y la familia y, en

último término, en el grupo social en general.

 

Referencias

Althof, S.E., O’Leary, M.P., Cappelleri, J.C., et al. (2006a). Sildenfil citrate improves self-esteem, confidence, and

relationships in men with erectile dysfunction: results from an international, multi-center, double-blind,

placebo-controlled trial. Journal of Sexual Medicine, 3, 521-529.

Althof, S.E., O’Leary, M.P., Cappelleri, J.C., et al. (2006b). Impact of erectile dysfunction on confidence, selfesteem

and relationship satisfaction after 9 months of sildenafil citrate treatment. Journal of Urology, 176,

2132-2137.

American Psychiatric Association (APA). (2000). Diagnostic and Statistical Manual of

Mental Disorders DSM IV-TR. Washington, D.C.

Basson, R., Althof, S., Davis, S., et al. (2004). Summary of recommendations on sexual dysfunctions in women.

Journal of Sexual Medicine, 1, 24-34.

Basson, R. (2006). Sexual desire and arousal disorders in women. New England Journal of Medicine, 354, 1497-1506.

Black, D.W., Kehrberg, L., Flumerfelt, D., Schlosser, S. (1997). Characteristics of 36 subjects reporting

compulsive sexual behavior. American Journal of Psychiatry, 154, 243-249.

Bockting, W. O. and Coleman, E. (2007). Developmental Stages of the Transgender Coming Out Process: Toward an

Integrated Identity. En R. Ettner, S. Monstrey, E. Evan (Eds). Handbook of Transgender Medicine and Surgery.

Nueva York: Haworth Press.

Bradford, J. (2000). Treatment of sexual deviation using a pharmacologic approach.

Journal of Sex Research, 37, 248-57.

Byers, E.S. (2005). Relationship satisfaction and sexual satisfaction: a longitudinal study of individuals in longterm

relationships. Journal of Sex Research, 42, 113-118.

Coleman, E. (1991). Compulsive sexual behavior: New concepts and treatments. Journal of Psychology and Human

Sexuality, 4, 37-52.

Coleman, E., Raymond, N., McBean, A. (2003). Assessment and treatment of compulsive sexual behavior.

Minnesota Medicine, 86(7), 42-47.

Council Scientific Affairs, American Medical Assoication. (1996). Health care needs of gay men and lesbians in

the United States. Journal of the American Medical Association, 275, 1354-1359.

Ettner, R., Monstrey, S., Eyler, E. (Eds). (2007). Handbook of Transgender Medicine and Surgery. Nueva York:

Haworth Press.

Kafka, M. P, Prentky, R. (1994). Preliminary observations of DSM-III-R axis I comorbidity in men with

paraphilia-related disorders. Journal of Clinical Psychopharmacology, 55, 481-487.

Lue, T.F., Giuliano, F., Montorsi, F., et al. (2004). Summary of recommendations on sexual dysfunctions in men.

Journal of Sexual Medicine, 1, 6-23.

Lewis, R.W., Fugl-Meyer, K.S., Bosch, R. et al. (2004). Epidemiology/risk factors of sexual dysfunction. Journal of

Sexual Medicine, 1, 35-39.

Laumann, E.O., Paik, A., & Rosen, R.C. (1999). Sexual dysfunction in the United States: Prevalence and

Predictors. Journal of the American Medical Association, 281, 537-544.

Laumann, E.O., Paik, A., Glasser, D.B., et al. (2006). A cross-national study of subjective sexual well-being

among older women and men: findings from the Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors.

Archives of Sexual Behavior, 145-161.

Maheux, B., Haley, N., Rivard, M. & Gervais, A. Do physicians assess lifestyle health risks during general medical

examinations? A survey of general practitioners and obstetrician-gynecologists in Quebec. Canadian

Medical Association Journal, 160, 1830-1834.

Marwick, C. (1999). Survey says patients expect little physician help on sex. Journal of the American Medical

Association, 281, 2173-2174.

McCance, K. L., Moser Jr., R., & Smith, K. R. (1991). A survey of physicians’ knowledge and application of

AIDS prevention capabilities. American Journal of Preventative Medicine, 7, 141-145.

Miner M, & Coleman E. (2001). Advances in sex offender treatment and challenges for the future. Journal of

Psychology and Human Sexuality, 13, 5-24.

Miner, M., Coleman, E., Center, B. & Ross, M. W, & Rosser, B. R. S. (2007). The compulsive sexual behavior

inventory. Psychometric properties. Archives of Sexual Behavior.

Meyer, W. Bockting, W. Cohen-Kettenis, P., Coleman, E., DiCeglie, D., Devor, H., Gooren, L., Hage, J., Kirk, S.,

Laub, D., Lawrence, A., Menard, Y., Monstrey, S., Patton, J., Schaefer, L., Webb, A., & Wheeler, C. The

Standards of Care for Gender Identity Disorders -- Sixth Version (2001). International Journal of

Transgenderism, 5 (1), http://www.symposion.com/ijt/soc_2001/index.htm

Money J. (1986). Lovemaps: Clinical Concepts of Sexual/Erotic Health and Pathology, Paraphilia, and Gender Transposition in

Childhood, Adolescence, and Maturity. Nueva York NY: Irvington Publishers.

Moreira, E.D., Brock, G., Glasser, D.B., et al. (2005). Help-seeking behaviour for sexual problems: the Global

Study of Sexual Attitudes and Behaviors. International Journal of Clinical Practice, 59, 6-16.

Ng, C.J. & McCarthy, S.A. (2002). Teaching medical students how to take a sexual history and discuss sexual

health issues. Medical Journal of Malaysia, 57, Suppl E: 44-51.

Nicolosi, A., Laumann, E.O., Glasser, D.B., et al. (2004). Sexual behavior and sexual dysfunctions after age 40:

The global study of sexual attitudes and behaviors. Urology, 64, 991-997.

Nusbaum, M. & Hamilton, C. (2002). The proactive sexual health history. American Family Physician, 66, 1705-

1712.

Lewis, R.W., Fugl-Meyer, K.S., Bosch, R. Fugl-Meyer, A.R., Laumann E.O., Lizza, E., Martín-Morales, A. (2004).

Definitions, Classification and Epidemiology of Sexual Dysfunction. En : TF Lue. R Basson, R Rosen, F

Guiliano, S Khoury & F Montorsi (Editors) Sexual Medicine : Sexual Dysfunctions in Men and

Woman : 2nd International Consultation on Sexual Dysfunctions-Paris. International Consultation on

Urological Diseases (ICUD), International Society of Urology (SIU), International Society for Sexual and

Impotence Research (ISSIR).

Ojomu, F., Thacher, T. & Obadofin, M. (2006). Sexual problems among married Nigerian women. International

Journal of Impotence Research, [Epub ahead of print].

Raymond, N.C., Coleman, E., Ohlerking, M.A., Christenson. G.A., Miner, M. (1999). Psychiatric comobidity in

pedophilic sex offenders. American Journal of Psychiatry. 156, 786-788.

Rosen, R., Kountz, D., Post-Zwicker, T, et al. (2006). Sexual communication skills in residency training: the

Robert Wood Johnson model. Journal of Sexual Medicine, 3, 37-46.

Sadovsky, R. & Nusbaum, M. (2006). Sexual health inquiry and support is a primary care priority. Journal of Sexual

Medicine, 3, 3-11.

Sidi, H., Puteh, S.E., Abdulla, N., & Midin, M. (2006). The prevalence of sexual dysfunction and potential risk

factors that may impair sexual function in Malaysian women. Journal of Sexual Medicine, [Epub ahead of

print].

Solursh, D.S., Ernst, J.L., Lewis, R.W. et al. (2003). The human sexuality education of physicians in North

American medical schools. International Journal of Impotence Research, 15, Suppl 5: s41-s45.

Tsimtsiou, Z., Hatzimouratidis, K., Nakopoulou, E. et al. (2006). Predictors of physicians’ involvement in

addressing sexual health issues. Journal of Sexual Medicine, 583-588.

Verit, F.F., Yeni, E., & Kafali, H. (2006). Progress in female sexual dysfunction. Urology International, 76, 1-10.

West, S.L., Vinikoor, L.C., & Zolnoun, D. (2004). A systematic review of the literature on female sexual

dysfunction prevalence and predictors. Annual Review of Sex Research, 15, 40-172.

WHO. (2004). Sexual health – a new focus for WHO. Progress in Reproductive Health Research, 67, 1-8.

Wincze, J.P. & Carey, M.P. (2001). Sexual Dysfunction: A Guide for Assessment and Treatment. Nueva York, NY: The

Guilford Press.

Yanez, D., Castelo-Branco, C., Hidalgo, L.A. & Chedraui, P.A. (2006). Sexual dysfunction and related risk factors

in a cohort of middle-aged Ecuadorian women. Journal of Obstetrics and Gynecology, 26, 682-686.

Yeh, H.C., Lorenzo, F.O., Wickrama, K.A. et al. (2006). Relationships among sexual satisfaction, marital quality,

and marital instability at midlife. Journal of Family Psychology, 20, 339-343.

 

 

Capitulo 8

 

Lograr el reconocimiento del placer sexual como un componente de la salud y el bienestar total

 

La salud sexual es más que la ausencia de

enfermedades. En todo el mundo, debe reconocerse

y promoverse el derecho al placer sexual.?

 

Introducción

La mayoría de los siete capítulos anteriores de Salud Sexual para el Milenio

documentan la capacidad de los programas de promoción de la salud

sexual para contribuir a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM),

a fin de detener y revertir los resultados negativos como las ITS, la

infección por el VIH, la violencia sexual y la disfunción sexual. Si bien estos

objetivos son, sin duda alguna, de importancia fundamental, reflejan la tendencia de

la esfera de la promoción de la salud sexual, así como de las instancias normativas,

de centrarse en los resultados negativos de la salud sexual y reproductiva. Mucho

menos prominente en la política y la programación de promoción de la salud es el

reconocimiento claro del placer sexual como un aspecto elemental de la sexualidad

humana. El hecho de que el placer sexual sea el último enunciado no quiere decir

que sea menos importante. Aunque a menudo se pasa por alto o se estigmatiza, el

placer sexual no debería olvidarse en la promoción de la salud sexual.

? Este capítulo está basado en la información proporcionada por la Consulta de Expertos de la WAS

realizada en Oaxaca, México, una amplia revisión de la literatura y el Documento de Antecedentes escrito

por Terence Hull. (Ver Apéndices IV y V)

 

Para ser eficaz y significativa en su contribución al desarrollo y al bienestar humano,

la promoción de la salud sexual no puede separar la esencia de la sexualidad

humana en partes, ocuparse solo de algunos aspectos y fingir que otros no existen.

Los programas de promoción de la salud sexual deben reconocer y abarcar toda la

sexualidad de la persona. El placer no es tan solo un anhelo, sino que es tal vez el

factor de motivación más poderoso del comportamiento sexual. Pasar por alto la

función del placer sexual en la realización y la felicidad del ser humano, sería un

grave error. Pasar por alto el placer en cualquier aspecto de los programas de

promoción de la salud sexual es presentar una conceptualización de la sexualidad y

de la salud sexual que no es real y que no responde a las necesidades, aspiraciones,

deseos y preocupaciones de las personas de manera significativa..

El hecho de que los aspectos positivos, enriquecedores y placenteros sean

esenciales para la salud sexual fue reconocido en las definiciones originales

aceptadas internacionalmente de la salud sexual, enunciadas por la Organización

Mundial de la Salud (WHO, 1975): “La salud sexual es la integración de los

aspectos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, por medios

que sean positivamente enriquecedores y que realcen la personalidad, la

comunicación y el amor". De igual manera, se estipuló que: “Son fundamentales

para este concepto el derecho a la información sexual y el derecho al placer”. Se

consideró que el placer es un derecho humano fundamental. El documento de la

OMS concluyó, “Por ende, la noción de salud sexual supone un enfoque positivo

de la sexualidad humana, y los propósitos de la atención médica sobre sexualidad

deberán ser el desarrollo de la vida y de las relaciones personales y no meramente el

asesoramiento y la atención en materia de reproducción y enfermedades de

transmisión sexual”.

La relación entre la salud sexual y la salud en general así como la importancia del

placer se han enunciado claramente en la definición de salud sexual del Director

General de Sanidad de los Estados Unidos (2001).

La salud sexual está inextricablemente unida a la salud tanto física como mental.

Así como los problemas de salud física y mental pueden contribuir a

la disfunción sexual y a las enfermedades, esas disfunciones y

enfermedades pueden contribuir por su parte a causar problemas de

salud tanto físicos como mentales. La salud sexual no se limita a la

ausencia de enfermedades o disfunciones y no se limita

exclusivamente a los años fecundos. También incluye la capacidad de

comprender y sopesar los riesgos, las responsabilidades, los resultados

y las repercusiones de las acciones sexuales y practicar la abstinencia

cuando sea apropiado. Incluye la ausencia del abuso y la

discriminación sexual, y la capacidad de integrar la propia sexualidad

en su vida, derivar placer de ella y de reproducirse si la persona así lo

decide (Director General de Salud de los Estados Unidos, 2001, p.1.)

 

Por otro lado y para actualizar la definición de salud sexual de 1975, la OMS (2002;

2006) ha reafirmado en sus recientes definiciones prácticas estos principios básicos

agregando claramente la noción del placer.

La salud sexual es un estado de bienestar físico, emocional, mental y

social relacionado con la sexualidad; no es la mera ausencia de

enfermedades, disfunción o incapacidad. La salud sexual requiere un

enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y las relaciones

sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales

placenteras y seguras, libres de coacción, discriminación y violencia.

Para lograr y mantener la salud sexual deben respetarse, protegerse y

cumplirse los derechos sexuales de todas las personas.

Esta definición desafía claramente a las políticas de gobierno y a los enfoques de

salud pública no solo a evitar los problemas de las enfermedades reproductivas o

los inherentes a la reproducción saludable, sino también a promover el placer como

un componente esencial del bienestar (Coleman, 2007). La importancia de

reconocer e integrar las consideraciones de la función del placer en la sexualidad

humana no se aplica sencillamente a lo que algunos quizá consideren los aspectos

más esotéricos de la promoción de la salud sexual como, por ejemplo, el

tratamiento de la disfunción sexual, se aplica en igual medida a programas

destinados a la prevención de las ITS y la infección por el VIH, a la ayuda a las

víctimas de violencia/abuso sexual, a la educación de la sexualidad para los jóvenes,

así como al control de la fecundidad, etc. Este capítulo ilustra el hecho, a menudo

pasado por alto, de que el placer sexual es un componente fundamental de la salud

sexual, de la salud y del bienestar en general. Mientras los programas de promoción

de salud sexual abarquen mejor la totalidad de la sexualidad humana, eduquen,

aconsejen y ayuden a las personas de manera que reconozcan e incorporen el

placer, probablemente podrán satisfacer mejor las necesidades de las personas,

corresponderán más a la realidad de la experiencia humana, podrán alcanzar en

última instancia sus objetivos y, por consiguiente, tendrán una mayor repercusión

en los ODM.

 

El placer sexual en su contexto histórico

Durante gran parte de la historia humana, la pasión y el deseo sexual se han

percibido como peligrosos, como una amenaza para el orden social, político y

religioso (Hatfield y Rapson, 1993). Durante el período histórico actual, la religión y

la medicina han influido enormemente en las normas sociales de la salud y del

comportamiento sexuales (Hart y Wellings, 2002) y en varios aspectos pertinentes,

dichas instituciones han heredado y continuado la tradición de ver el deseo sexual y

por extensión, el placer con cierta sospecha.

No es posible hacer conjeturas precisas acerca de hasta qué grado las principales

religiones han mantenido posiciones negativas o positivas con respecto al sexo, al

placer y a la sexualidad. Sin embargo, puede decirse que, en diversos períodos

históricos, muchas religiones, incluidos el cristianismo y el islamismo se han

centrado en los aspectos reproductivos y funcionales de la sexualidad. En

consecuencia, las religiones han establecido controles estrictos del comportamiento

sexual y, en especial fuera del matrimonio, entre un hombre y una mujer, de

comportamientos que no conducen a la reproducción (como por ejemplo, la

masturbación) y han menospreciado el placer sexual, en particular el de las mujeres

y el de los hombres y mujeres homosexuales (Para mayor documentación y un

extenso análisis de las perspectivas religiosas con respecto a la sexualidad a lo largo

de la historia, véanse Bullough, 1980, Hawkes, 2004). Numerosos expertos han

reseñado el menosprecio por el placer sexual de las instituciones y de los teólogos

cristianos a lo largo de la historia de la Iglesia (por ejemplo, Pagels, 1988).

La masturbación ha sido particularmente un tema controvertido ya que su principal

finalidad es la de producir placer (Coleman, 2002). Las investigaciones sobre la

masturbación indican, contrariamente a las creencias tradicionales, que la

masturbación es el resultado de un comportamiento sexual común y que está

vinculado a indicadores de salud sexual. Aunque no existe ningún indicador

común de mala salud asociado a la masturbación, esta puede generar emociones

negativas o positivas de consideración en muchos individuos. La masturbación

puede ser de gran influencia, tanto negativa como positiva, en función de la

interacción entre las actitudes sociales predominantes y las actitudes y

comportamientos individuales (Coleman, 2002).

De hecho, las investigaciones establecen que la masturbación comienza a temprana

edad, que constituye un elemento importante para un desarrollo sexual saludable

(Langfeldt, 1981) y que es considerada a menudo como un indicador de desarrollo

sexual (Bancroft, Herbenick, D. y Reynolds, 2002). Muchos jóvenes aprenden a

conocer su cuerpo y su capacidad de respuesta sexual mediante la masturbación

(Atwood y Gagnon, 1987). La masturbación se perpetúa a lo largo de la vida. Por

ejemplo, muchos adultos siguen masturbándose aunque estén casados y tengan

acceso inmediato a las relaciones sexuales (Laumann et al., 1994). La masturbación

también puede ayudar a las personas mayores que no tengan una pareja disponible

a mantener el funcionamiento y la expresión sexual (Leiblum y Bachmann, 1988).

La masturbación es igualmente una alternativa segura a los comportamientos que

conllevan un riesgo de infección de transmisión sexual, incluido el VIH. Los

beneficios de la masturbación se demuestran por su amplia aceptación en las

terapias sexuales como herramienta para mejorar la salud sexual del individuo y de

la pareja (Heiman y LoPiccolo, 1988; Leiblum y Rosen, 1989; Zilbergeld, 1992).

El abordaje de la masturbación dentro de los programas de promoción de la salud

sexual puede ser polémico; sin embargo, la evidencia disponible indica que la

inclusión de la masturbación como un tema dentro de la promoción integral de la

salud sexual es importante y necesaria. Se requiere más investigación, incluida la

elaboración de teorías y de pruebas de hipótesis, sobre la repercusión de la

masturbación en la satisfacción de la autoestima, de la imagen corporal, del

funcionamiento y de la satisfacción sexual, así como de la incorporación real de la

educación acerca de la masturbación dentro de los programas de promoción de la

salud sexual.

 

Cabe señalar que están surgiendo perspectivas positivas y progresistas con respecto

al placer y la sexualidad de ciertos grupos de diversas religiones. No obstante,

también debe reconocerse que, en muchas partes del mundo y para muchas

instituciones religiosas, el legado de una interpretación en gran parte negativa del

placer sexual, en particular si se experimenta en un contexto contrario a las normas

religiosas específicas de conducta sexual, está todavía muy presente hoy en día y

sigue obstaculizando el reconocimiento del placer en los esfuerzos de promoción

de salud sexual. Con respecto a las iniciativas internacionales para promover la

salud sexual, la alianza de los Estados Unidos, el Vaticano y de Estados católicos y

musulmanes conservadores para oponerse al reconocimiento de ciertos derechos

sexuales, incluidos los relacionados con el placer, ponen de manifiesto la constante

influencia de las fuerzas religiosas conservadoras en el diseño de las políticas

relacionadas con la salud sexual (Ilkkaracan, 2005).

Desde la segunda mitad del siglo 19, la medicina y la farmacéutica, principalmente

las del mundo occidental, han ejercido una gran influencia en la sexualidad. Y

vemos aquí, una vez más, como se ha considerado el placer sexual como una

patología. Tal y como lo sugieren Hart y Wellings (2002) “La vieja tradición de

representar a la enfermedad como un castigo por algún pecado cometido se

perpetuó cuando el comportamiento sexual se convirtió en una cuestión de

medicina y fue transformado en enfermedad” (p. 896). Por ejemplo, la

masturbación, el deseo homosexual o un interés sexual evidente han sido vistos por

la medicina, hasta fechas muy recientes, como sintomáticos de una enfermedad

psiquiátrica y de perversión y con mayor fuerza si son expresados por mujeres.

A pesar de que la medicina contemporánea y algunas instituciones religiosas han

avanzado al reconocer los aspectos positivos y beneficiosos de la expresión sexual,

aún persisten muchos residuos que tienden a considerar negativamente la expresión

sexual. El discurso público de hoy sobre la sexualidad hace referencia casi

exclusivamente a los riesgos y peligros: “abuso, adicción, disfunción, infección,

pedofilia, embarazo de adolescentes y lucha de minorías sexuales por sus derechos

civiles” (Federación de Planificación Familiar de América [PPFA], 2003. p. 1).

Aunque, en la mayoría de las culturas, el deseo sexual y el placer reciben un amplio

apoyo dentro del contexto de una relación, el deseo sexual y el placer cada vez se

consideran más como aspectos intrínsecamente positivos y como recompensas de

la experiencia humana. Mientras la preocupación por el placer es a veces

considerada como una preocupación decadente de la cultura occidental laica, es

importante observar que muchas otras culturas poseen fuertes tradiciones que

afirman el placer sexual. En la cultura brasileña, por ejemplo, el concepto de tudo o

“Todo” se refiere al mundo de las experiencias eróticas y de los placeres (de Freitas,

de Oliveira y Rega, 2004). En efecto, un discurso contemporáneo del placer puede

encontrarse en muchas culturas no occidentales. En Turquía, por ejemplo, un país

que no es reconocido por su afirmación del placer sexual de las mujeres, se ejecutó

un programa local que pone de relieve el placer sexual como un derecho humano

de las mujeres (Ilkkaracan y Seral, 2000). Algunas organizaciones, como el Centro

de Recursos sobre Sexualidad del Sur y del Sudeste de Asia (Patel, en línea) han

planteando el tema del placer dentro del contexto de la salud sexual. Hatfield y

Rapson (1993), en su estudio de las perspectivas históricas y transculturales sobre el

 

amor apasionado y el deseo sexual, llegan a la conclusión de que la marea de la

historia conduce “hacia... una aceptación cada vez mayor del amor apasionado y del

deseo sexual como sentimientos legítimos y expresables” (p. 91).

 

El placer sexual es necesario y contribuye al bienestar, a la felicidad y a la salud

El amor romántico es una característica primordial de las relaciones de pareja y se

expresa a través de la pasión y de la sexualidad entre los miembros de la pareja

(Esch y Stefano, 2005). A pesar de que las diferencias sociales, políticas y

económicas en función de la época y del lugar puedan repercutir

considerablemente en las actitudes y en el comportamiento sexual, la investigación

transcultural ha encontrado que, en todas las sociedades, las personas asignan un

gran valor a estar con una pareja con quien hay una situación de “atracción-amor”

mutua (Buss et al., 1990). El deseo sexual y el placer están interrelacionados y

constituyen un aspecto fundamental de la atracción mutua de la pareja. Se ha

demostrado que la participación mutua en el placer sexual aumenta el vínculo

dentro de las relaciones (Weeks, 2002). Y según lo escribe Tepper (2000) en

relación a los derechos no atendidos para gozar de la sexualidad de las personas con

discapacidades: “El placer es una afirmación de la vida… y puede agregarle un

sentido de conexión con el mundo o entre ellos mismos. Puede curar un

sentimiento de aislamiento emocional que muchos de nosotros pudiera sentir

aunque estemos socialmente integrados” (p. 288). En resumen, el disfrute del

placer sexual desempeña un papel importante al contribuir al establecimiento, al

mantenimiento y a la estabilidad de las relaciones de pareja y deja claro que la

calidad de las relaciones de pareja es fundamental para la salud y el bienestar de los

individuos y de las familias. Aunque muchas personas, si no todas, puedan

considerar el placer sexual como un fin en si mismo, el placer sexual se entremezcla

con sentimientos de intimidad y de afecto con la pareja. El deseo sexual y el placer

no solo facilitan la reproducción, sino que además funcionan como un mecanismo

de vínculo social entre la pareja que es una estructura primordial de parentesco en

todas las culturas del mundo (Fisher, 2002).

A un nivel más básico, el placer sexual está arraigado como una de las funciones

más básicas del ser humano, tal y como lo ha reconocido la psicología evolutiva.

En el contexto del comportamiento adaptativo y de su necesidad de

evolución, parecería que el placer generado por el estímulo sexual, el

orgasmo o el acto sexual propiamente dicho sería el producto de la

selección evolutiva. En consecuencia, el placer puede ser visto como

un mecanismo adaptativo importante y eficaz, cuya función es la de

garantizar la procreación y la supervivencia de la especie (Esch y

Stefano, 2005, p. 182).

 

En la medida en que una sociedad esté preocupada por el bienestar y la estabilidad

de las familias, en general, y por el de las parejas, en particular, las instancias

normativas tienen interés en reconocer la importancia del placer sexual y en aplicar

los programas de promoción de salud sexual que aborden el placer sexual como

fundamental para los individuos y para la salud y el bienestar de la pareja.

El documento reciente The Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors que examinó

diversos aspectos de la salud sexual en una muestra de 27.500 hombres y mujeres

de 40 a 80 años de edad, en 29 países de todo el mundo y en distintas culturas

aporta datos fidedignos y fehacientes sobre la importancia del placer y de la

satisfacción sexual para la felicidad y el bienestar de los individuos y de las parejas

(Laumann et al., 2006: Nicolosi et al., 2004). La encuesta preguntaba a los

participantes, entre otras cosas, cuán placenteras, desde el punto de vista físico, eran

sus relaciones de pareja y cuán importante era el sexo en la consecución de su

felicidad en general. Más de tres cuartas partes de los hombres (82%) y de las

mujeres (76%) estuvieron de acuerdo en contestar que la satisfacción sexual era

esencial para mantener una relación. Los autores han deducido a partir de sus

resultados que, a pesar de sustanciales diferencias culturales en las normas y los

valores sexuales, el bienestar sexual subjetivo está asociado, tanto para los hombres

como para las mujeres, con la felicidad en general.

Un informe publicado por la Federación de Planificación Familiar de América

(PPFA, 2003) en cooperación con la Sociedad para el Estudio Científico de la

Sexualidad expone ampliamente las pruebas científicas que demuestran los

beneficios para la salud de la expresión sexual. Analizados conjuntamente, los

estudios citados demuestran que la actividad sexual y la masturbación pueden

asociarse a una mayor longevidad, una mejor inmunidad, un mejor manejo del

dolor, un aumento de la autoestima y una reducción del estrés.

En resumen, el placer sexual ayuda a construir la estructura fundamental de

parentesco de la relación de pareja, contribuye a la felicidad general en la vida, tanto

de los hombres como de las mujeres (unidos o no en una relación de pareja) y está

asociado con diversos aspectos de la buena salud. Visto así, el placer sexual no es

frívolo ni innecesario: es esencial.

 

La lucha actual para incorporar los derechos sexuales positivos en los programas de promoción de salud sexual

Se ha expuesto en otro lugar de este documento con relación a la salud

reproductiva que la 4.a Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo

(CIPD) de las Naciones Unidas (UN, 1995) fue, en algunos sentidos, un gran

logro, ya que el párrafo 96 del documento definía a la salud reproductiva de una

manera positiva, reconociendo que la salud sexual influye en “el perfeccionamiento

de la vida y de las relaciones personales” y que “las personas deben tener una vida

sexual satisfactoria y sin riesgos”. Esto puede percibirse como afirmaciones

positivas del placer. Según Parker et al., (2004) debe hacerse una distinción clave al

elaborar el concepto de los derechos sexuales con el fin de guiar la promoción

sexual, se trata de la distinción entre derechos negativos (como por ejemplo, librarse

de la violencia sexual y del abuso) y derechos sexuales positivos. “Conceptualmente,

los derechos sexuales positivos se han descrito como las condiciones propicias

necesarias para la expresión de la diversidad, la salud y el placer sexuales” (Parker et

al., p. 374). No obstante, queda claro que los derechos sexuales positivos, incluidos

los enfoques que integran el placer a la salud sexual y reproductiva, en particular los

que se relacionan con políticas de salud pública, siguen y seguirán encontrando

cierta resistencia. Con respecto a la CIPD, Correa (2002) ha observado lo siguiente:

...exigir el respeto de los derechos sexuales como una protección

contra el embarazo, la violación, las enfermedades y la violencia, es un

asunto distinto al de afirmar estos derechos con relación al erotismo,

la recreación y el placer. Esta segunda interpretación estuvo en las

mentes de muchos de los que lucharon por el párrafo 96. Pero, aún

existen obstáculos políticos y conceptuales que dificultan el cambio

del postulado sobre los derechos sexuales hacia esta interpretación de

“concepto positivo”. En el área política, los ataques constantes de las

fuerzas conservadoras contra los temas relacionados con la sexualidad

los hacen retroceder constantemente para quedar bajo el amparo de

agendas reproductivas, de salud y de lucha contra la violencia que son

más aceptables. Por otro lado, dentro del campo de la salud, el

predominio de los marcos biomédicos presiona constantemente a los

“temas sexuales” para que permanezcan limitados a ciertas

especialidades (en particular, la epidemiología y marcos conductistas)

(p. 5).

Si bien la CIPD representó un paso adelante, el progreso hacia la aplicación de

programas de promoción de la salud sexual que incorporan una concepción

positiva de los derechos sexuales y que incluyen un “postulado del placer” (Tepper,

2000) exigirá de las organizaciones internacionales y de los organismos de salud

pública, de los gobiernos y demás instituciones públicas que amplíen aun más sus

conceptualizaciones de la salud sexual, más allá de las nociones tradicionales de

prevención de la morbilidad y de la mortalidad . Estas instituciones deben

reconocer explícitamente, tanto en la teoría como en la práctica, la importancia de

los derechos sexuales positivos al placer y la expresión sexuales, al mismo tiempo

que hacen hincapié en el derecho a librarse de las enfermedades, de la disfunción y

del abuso.

El documento de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO, 2000) titulado

Promoción de la salud sexual: recomendaciones para la acción suministra un ejemplo de una

visión de conjunto de la salud sexual en la que se reconocen los derechos sexuales

positivos y se abordan las inquietudes de salud sexual relacionadas con el erotismo

y que, según la OPS “...exigen acciones de los organismos gubernamentales y no

gubernamentales y otras instituciones incluido el sector de la salud” (p. 17). Según

la OPS, estas inquietudes son:

 

* Falta o insuficiencia de conocimientos sobre el cuerpo

humano, particularmente en cuanto a respuesta y placer

sexuales

* Necesidad de reconocimiento del valor del placer sexual

disfrutado a lo largo de vida, de manera segura y responsable

dentro de un conjunto de valores que respete los derechos de

los demás

* Necesidad de promover las relaciones sexuales seguras y

responsables

* Necesidad de fomentar la práctica y el disfrute de relaciones

sexuales consensuales, libres de explotación, sinceras y

mutuamente placenteras (p. 17).

 

La necesidad de un postulado sobre el deseo y el placer en los programas de educación de salud sexual para jóvenes y personas con discapacidades

En algunas partes del mundo, la aceptación gradual de los derechos que tienen los

jóvenes y las personas con discapacidades a recibir educación sobre la salud sexual

ha conducido a la puesta en práctica de programas para estos públicos. Si bien

algunos programas han tenido cierto éxito al alcanzar las metas conductuales

relacionadas con los resultados negativos como las ITS y la infección por el VIH

entre los jóvenes (por ejemplo, ver Kirby, 2005), queda claro que la importancia

asignada a la prevención de los problemas, además de un silencio casi total acerca

del deseo y el placer distorsionan la realidad de la sexualidad humana y pueden

generar programas para los jóvenes y los discapacitados que no son pertinentes

para sus necesidades (Fine y McClelland, 2006; Nyanzi, el 2004; Tepper, 2000). La

educación sobre salud sexual para jóvenes con discapacidades físicas o del

desarrollo pudiera ayudarles a disfrutar plenamente de su sexualidad, pero pocas

son las personas con discapacidades que tienen acceso a dichos programas (Di

Giulio, 2003; Murphy y Young, 2005). En casi todo el mundo, los programas de

educación en salud sexual para jóvenes están centrados principalmente en los

aspectos negativos de la sexualidad humana y pasan por alto el placer y la

sexualidad dentro de las relaciones. De su investigación etnográfica sobre la

sexualidad, en África, tanto Oriental como Occidental, Nyanzi (2004) concluyó que

los programas de educación sexual para jóvenes que recalcan los riesgos y las

“consecuencias desastrosas” con una “denegación concomitante del placer” tienen

el efecto de “relegar al adolescente en vez de captar su atención” (p.13). Los

adolescentes, al igual que los adultos, están motivados por la búsqueda de intimidad

y el placer sexual en sus relaciones (Ott, Millstein, Ofner y Halpern-Felsher, 2006).

En los programas de promoción de salud sexual para jóvenes y personas con

discapacidades hay que hacer mucho más hincapié en los derechos sexuales

positivos y se deben incorporar las necesidades humanas básicas relacionadas con

el placer sexual y la realización personal.

 

Conclusiones

Desde el punto de vista de la promoción de la salud sexual integral y eficaz, el

placer sexual no es frívolo y no es destructor como se ha querido y aún se sigue

representando. En este capítulo se ha demostrado que el placer sexual contribuye a

la felicidad y al bienestar de las personas y que es una parte normal del desarrollo

humano y del desarrollo de la identidad positiva. Es igualmente un poderoso

creador de vínculos íntimos entre las parejas. Para el desarrollo humano completo

debe reconocerse la experiencia y la realización del placer sexual por lo que

realmente es; una necesidad humana básica a la par de otros requisitos básicos

necesarios para una vida sana y productiva. Esta realidad debe reflejarse en las

políticas y en los programas de promoción de salud sexual destinados a contribuir

al desarrollo de una comunidad sana.

 

Acciones necesarias

8.1 La comunidad internacional cada vez está reconociendo y

respaldando más el concepto de los derechos sexuales. Sin embargo,

hasta la fecha, el consenso comunitario, nacional e internacional se ha

centrado predominantemente en los derechos sexuales negativos (por

ejemplo, ausencia de ITS y de infección por el VIH, violencia sexual y

abuso), y con frecuencia se excluyen los derechos sexuales positivos

(por ejemplo, el derecho al placer y la satisfacción sexual). Para reflejar

mejor la realidad humana y satisfacer las necesidades de las personas y

las parejas, los acuerdos internacionales y los documentos de

establecimiento de prioridades deben enunciar con claridad los

objetivos en cuanto a ambos tipos de derechos sexuales, ya sean

positivos o negativos.

8.2 Los programas de promoción de la salud sexual para todos los

grupos, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidades,

deben abarcar la realidad de que el placer y la intimidad sexuales son

factores motivadores fuertes para el comportamiento sexual y que el

placer sexual contribuye a la felicidad y al bienestar.

8.3 A menudo se ha condicionado a los educadores y los

proveedores de salud, a través de su capacitación, para que

conceptualicen a la salud sexual en cuanto a los derechos sexuales

negativos. La capacitación previa al servicio y en el servicio para los

educadores de salud sexual y los proveedores de atención de la salud

debe hacer hincapié en particular en la promoción de los derechos

sexuales positivos para las personas de todas las edades, a fin de

contrarrestar la importancia excesiva que suele asignarse a los

derechos sexuales negativos.

 

Referencias

Atwood, J. D. & Gagnon, J. (1992). Mastubatory behavior in college youth. Journal of Sex Education and Therapy,

13, 35-42.

Bancroft, J., Herbenick, D., and Reynolds, M. (2002). Masturbation as a marker of sexual development. In

Bancroft, J. (Ed.), Sexual development. Bloomington, IN: Indiana University Press.

Bullough, V.L. (1980). Sexual Variance in Society and History. Chicago, IL: University of Chicago Press.

Buss, D.M., Abott, M., Angleitner, A. et al. (1990). International preferences in selecting mates. Journal of Cross-

Cultural Psychology, 21, 5-47.

Coleman, E. (2002). Masturbation as a means of achieving sexual health. In W.O. Bockting and E. Coleman

(Eds.) Masturbation as a Means of Achieving Sexual Health. Nueva York: Haworth, pp. 5-24.

Coleman, E. (2007). Sexual Health: Definitions and Construct Development. In Tepper, M. & Owens, A. F. (Eds.) Sexual

Health; Volume 1: Psychological Foundations; Westport, Connecticut: Praeger Publishers.

Correa, S. (2002). Sexual rights: much has been said, much remains to be resolved. Presented as a lecture in the

Sexuality, Health and Gender Seminar, Department of Social Sciences, Public Health School, Columbia

University, Octubre de 2002. Disponible en www.eldis.org

De Freitas, S.L., de Oliveira, E.F., & Rega, L.S. (2004). Brazil. In R.T. Francoer & Noonan, R.J. (eds). The

Continuum Complete International Encyclopedia of Sexuality: Updated With More Countries. Nueva York, NY:

Continuum. (pp. 98-113).

Di Giulio, G. (2003). Sexuality and people living with physical or developmental disabilities: a review of key

issues. The Canadian Journal of Human Sexuality, 12, 53-67.

Esch, T. & Stefano, G.B. (2005). The neurobiology of love. Neuroendocrinology Letters, 26, 175-192.

Fine, M., & McClelland, S.I. (2006). Sexuality education and desire: still missing after all these years. Harvard

Educational Review, 76, 297-338.

Fisher, H.E., Aron., A., Mashek, D., Li, H. & Brown, L.L. (2002). Defining the brain systems of lust, romantic

attraction, and attachment. Archives of Sexual Behavior, 31, 413-419.

Hart, G. & Wellings, K. (2002). Sexual behaviour and its medicalisation: in sickness and in health. British Medical

Journal, 324, 896-900.

Hatfield, E., & Rapson, R.L. (1993). Historical and cross-cultural perspectives on passionate love and sexual

desire. Annual Review of Sex Research, 4, 67-97.

Hawkes G, (2004) Sex and pleasure in Western Culture. Cambridge, Reino Unido: Polity Press.

Heiman, J., & LoPiccolo, J. (1988). Becoming Orgasmic: A Sexual and Personal Growth Program for Women. Englewood

Cliff, NJ: Prentice Hall.

Ilkkaracan, P. (2005). Sexuality as a contested domain in Muslim societies. Sexuality in Africa Magazine, 2 (2), 3-5.

Ilkkaracan, P., & Seral, G. (2000). Sexual Pleasure as a Woman’s Human Right: Experiences from a Grassroots Training

Program in Turkey. Estambul, Turquía: Women for Women’s Human Rights.

Kirby, D. (2005). Impact of Sex and HIV Education Programs on Sexual Behaviors of Youth in Developing Countries.

Research Triangle Park, NC: Family Health International.

Langfeldt, T. (1981). Childhood masturbation. In. L. L. Constantine & F. M. Martinson (Eds.), Children and Sex

(pp. 63-74). Boston: Little Brown.

Laumann, E. O., Gagnon, J. H., Michael, R. T. & Michaels, S. (1994). The Social Organization of Sexuality: Sexual

Practices in the United States. Chicago: University of Chicago Press.

Laumann, E.O., Paik, A., Glasser, D.B., et al. (2006). A cross-national study of subjective sexual well-being

among older women and men: findings from the Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors.

Archives of Sexual Behavior, 35, 145-161.

Leiblum, S. & Backmann, G. (1988). The sexuality of the climacteric woman. In B. Eskin (Ed.). The Menopause:

Comprehensive Management. Nueva York: Yearbook Medical Publications.

Leiblum, S. & Rosen, R. C. (1989). Principles and practices of sex therapy (segunda edición) Nueva York: Guilford.

Murphy, N. & Young, P.C. (2005). Sexuality in children and adolescents with disabilities. Developmental Medicine &

Child Neurology, 47, 640-644.

Nicolosi, A., Laumann, E.O., Glasser, D.B. et al. (2004). Sexual behavior and sexual dysfunctions after age 40:

The global study of sexual attitudes and behaviors. Urology, 64, 991-997.

Nyanzi, S. (2004). Porno, peers and pleasure: pertinent sources of sexuality education for adolescents in Sub-

Saharan Africa. Sexuality in Africa Magazine, 1(2), 13-14.

Ott, M.A., Millstein, S.G., Ofner, S. & Halpern-Felsher, B.L. (2006). Perspectives on Sexual and Reproductive Health, 38,

84-89.

Pagels, E. (1988). Adam, Eve, and the Serpent. Nueva York, NY: Vintage Books.

PAHO. (2000). Promotion of Sexual Health: Recommendations for Action. Washington,

DC: Organización Panamericana de la Salud.

Parker, R., Dimauro, D., Filiano, B. et al. (2004). Global transformations and intimate relations in the 21st century:

social science research on sexuality and the emergence of sexual health and sexual rights frameworks.

Annual Review of Sex Research, 15, 362-398.

Patel, N. (Ed.). E-discussion Forum: “Sexual Pleasure, Sexuality, and Rights”. The South and Southeast Asia

Resource Centre on Sexuality. www.asiasrc.org

PPFA. (2003). The Health Benefits of Sexual Expression. A White paper published by the Katherine Dexter

McCormick Library in cooperation with the Society for the Scientific Study of Sexuality. New York, NY:

Planned Parenthood Federation of America.

Tepper, M. (2000). Sexuality and disability: the missing discourse of pleasure. Sexuality and Disability, 18, 283-290.

Weeks, D.J. (2002). Sex for the mature adult: health, self-esteem and countering ageist stereotypes. Sexual and

Relationship Therapy, 17, 231-240.

World Health Organization (1975). Education and Treatment in Human Sexuality: The Training of Health Professionals.

Technical Report Series Nr. 572. Ginebra: Organización Mundial de la Salud.

World Health Organization (2002). Gender and Reproductive Rights, Glossary, Sexual

Health, http://www.who.int/reproductive-health/gender/glossary.html, bajado el 24 de marzo del 2006.

WHO. (2006). Defining Sexual Health: Report of a technical consultation on sexual health, 28 al 31 de enero del 2002,

Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud. Bajado el 28 de marzo del 2007 del sitio

http://www.who.int/reproductive-health/publications/sexualhealth/index.html

Zilbergeld, B. (1992). The new male sexuality. Nueva York: Bantam Books.

 

Apéndice I

Descripción de la Asociación Mundial para la Salud Sexual

La Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) es una

organización internacional fundada en Roma en 1978 bajo

el nombre de Asociación Mundial de Sexología (WAS).

Desde el 2005, cuando se cambió el nombre oficialmente, se conoce como

Asociación Mundial para la Salud Sexual.

Los miembros de la WAS son organizaciones internacionales, sociedades

nacionales e institutos y miembros benefactores individuales. La WAS actualmente

tiene 124 organizaciones afiliadas y numerosos miembros individuales, que

representan a más de 53 países en 5 continentes. Hay cinco Federaciones que

agrupan a los miembros en cada una de las regiones principales del mundo:

América del Norte, América del Sur, Europa, Asia-Oceanía y África. La WAS

agrupa a personas y organizaciones con la finalidad de intercambiar información

científica, formar redes y promover el intercambio internacional e intercultural.

Misión:

La Asociación Mundial para la Salud Sexual promueve la salud sexual

a lo largo de toda la vida y a través del mundo, mediante el desarrollo,

la promoción y el apoyo de la sexología y los derechos sexuales para

todos.

La WAS ha logrado todo esto mediante iniciativas de promoción y defensa y

formación de redes; facilitando el intercambio de información, ideas y experiencias

y mejorando la investigación sobre sexualidad, educación sexual y sexología clínica

fundamentada en la ciencia, con un método multidisciplinario.

La finalidad de la WAS es impulsar la cooperación internacional en la esfera de la

sexología y coordinar las actividades destinadas a aumentar la investigación y los

conocimientos sobre sexología, en especial la educación sobre sexualidad, salud

sexual y alivio del sufrimiento relacionado con la sexualidad.

 

Actividades

La WAS cree en la importancia, tanto de la producción de investigación de calidad

y su aplicación, como de la comunicación de los conocimientos sobre sexualidad.

Las actividades de la WAS comprenden:

* Auspicio de congresos mundiales de salud sexual

* Auspicio de reuniones regionales o interregionales

* Intercambio de información internacional

* Relaciones de trabajo con la Organización Mundial de la Salud, la Organización

Panamericana de la Salud, la Asociación Mundial de Psiquiatría, la Sociedad

Internacional de Medicina Sexual, la Sociedad Internacional para el Estudio de

la Salud Sexual de las Mujeres y otras organizaciones internacionales

* Reconocimiento de las contribuciones destacadas en la esfera de la sexología.

 

Congresos mundiales de salud sexual

A partir de Roma en 1978 hasta Sydney en el 2007, la WAS ha auspiciado con éxito

18 congresos internacionales, que han atraído a miles de participantes de todo el

mundo. El 19.o Congreso Mundial se celebrará en Gotemburgo, Suecia en el 2009.

 

Formación de redes

Además de sus miembros de todo el mundo, la WAS ha forjado vínculos formales

con cinco organizaciones regionales prominentes de sexología:

* AOFS (Federación Asia-Oceanía de Sexología)

* EFS (Federación Europea de Sexología)

* FLASSES (Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y

Educación Sexual)

* AFSHR (Federación Africana para la Salud y los Derechos Sexuales)

* NAFSO (Federación Norteamericana de Organizaciones de Sexología)

 

Intercambio Cultural y Promoción de la Salud Sexual

Para el logro de sus metas de promoción de la salud sexual a nivel mundial y de

aumento del intercambio cultural e internacional, la WAS está:

* colaborando con la creación de bibliotecas regionales, especialmente en las

zonas menos desarrolladas del mundo

* participando en las iniciativas de prevención de la infección por el VIH en todo

el mundo

 

Declaraciones de posición de la WAS

En agosto de 1999, la WAS aprobó una “Declaración Universal de los Derechos

Sexuales”

La WAS también ha emitido varias declaraciones de posición que condenan:

* la circuncisión genital de las mujeres

* la tortura sexual en las prisiones

* los ataques motivados por el género o la orientación sexual

* la discriminación basada en el género o la orientación sexual

 

Autoridades actuales

Presidente: Eusebio Rubio-Aurioles (México)

Vicepresidente: Rosemary Coates (Australia)

Secretario general: Beverly Whipple (EE.UU)

Ex presidente: Marc Ganem (Francia)

Secretarios Asociados: Uwenedimo Esiet (Nigeria)

Emil Ng (China)

Antonio Palha (Portugal)

Mónica Rodríguez (EE.UU.)

Presidentes de

federaciones regionales

Antonio Pahla (EFS)

Verapol Chandeying (AOFS)

Rubén Hernández (FLASSES)

Joseph DiNorcia (NAFSO)

Uwemedimo Esiet (AFSHR)

Comité Asesor Kevan Wylie (Reino Unido)

Pierre Assalian (Canadá)

Walter Bockting (EE.UU.)

Jaqueline Brendler (Brasil)

Francisco Cabello (España)

Mariela Castro Espín (Cuba)

Prakash Khotari (India)

Reiko Ohkawa (Japón)

Oswaldo Rodrigues (Brasil)

Lillemor Rosenqvist (Suecia)

Chiara Simonelli (Italia)

Ex presidentes: Romano Forleo (Italia)

Fernando Bianco (Venezuela)

Alan Wabrek (EE.UU.)

Rubén Hernández Serrano (Venezuela)

Eli Coleman (EE.UU.)

Miembros ex officio: Juan Jose Borrás (Comité de Derechos Sexuales)

Esther Corona (Comité de Relaciones Internacionales )

Margaret Redelman (18.o Congreso Mundial)

Lars-Gosta Dahlof (19.o Congreso Mundial)

Para comunicarse con la WAS: http://www.worldsexualhealth.org

 

Membros de la WAS

Federaciones regionales WAS

Federación Africana para la Salud y los Derechos Sexuales

Federación Asia-Oceanía de Sexología

Federación Europea de Sexología

Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual

Federación Norteamericana de Organizaciones de Sexología

 

Organizaciones Internacionales

International Society for the Study of Women's Sexual Health (ISSWSH)

World Professional Association for Transgender Health (WPATH)

 

Sociedades Nacionales

Argentina Asociación Argentina de Sexología y Educación Sexual (AASES)

Consexuar, Capitulo de Sexología de La Asociación de Psiquiatras

Argentinos APSA

Federación Sexológica Argentina (FESEA)

Sociedad Argentina de Sexualidad Humana

Australia Australian Society of Sex Educators, Researchers and Therapists, The

(ASSERT)

Austria Austrian Society for Sex Research

Sexualwissenschaftliche Gesellschaft Ostorreichs (SGO)Austrian Society for

Sexology

Brasil Associacao Brasileira de Terapia Sexual

Sociedad Brasileira de Estudos em Sexualidade Humans

Sociedade Brasileira De Sexologia

Canada Association des Sexologues du Quebec

Sex Information and Education Council of Canada

Chile Sociedad Chilena de Sexología y Educación Sexual

Sociedad Chilena para el Estudio de la Impotencia

China Hong Kong Association of Sexuality Educators, Researchers & Therapists

Hong Kong Sex Education Association

Taiwan Association of Sexuality Education

Costa Rica Costa Rican Association of Sexologists and Related Professionals

Cuba Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad

República

Checa Ceska Lekarska Spolecnost

Dinamarca Dansk Forening for Klinisk Sexologi

Ecuador Sociedad Ecuatoriana de Sexologia y Educacion Sexual (Sesex)

Egipto Egyptian Association of Marital and Sexual Health

Estonia Estonian Academic Society for Sexology

Finlandia Finnish Association for Sexology,(Soumen Seksologinem Seura)

Sexpo Finnish Foundation for Sex Education and Therapy

Francia Association Interhospitalo Universitaire de Sexologie (AIHUS)

Societe Francaise de Sexologie Clinique

Alemania Deustche Gesellschaft fur Sozialwissenschaftliche Sexualforschung e V

Deutsche Gesellschaft fur Geschlechtserziehung e V. DGG e.V. Bonn

Grecia Greek Society of Sexology

India Indian Association of Sex Education, Counselling and Therapy (IASECT)

Israel Israel Society for Sex Therapy

Italia Federazione Italiana di Sessuologia Scientifica

Societa Italiana di Sessuologia

Societa Italiana Di Sessuologia Scientifica

Societa Italiana per le Ricerca e la Formazione in Sessuologia

Japón Japan Family Planning Association, Inc

Japan Society for Adolescentology

Japanese Association for Sex Education

Japanese Society for Impotence Research

Japanese Society of Sexual Science

Corea Korean Society of Sexology

México Asociación Mexicana de Sexología AC

Federacion Mexicana de Educacion Sexual y Sexologia AC (FEMESS)

Sociedad Mexicana de Andrología Medicina Sexual y para Estudio del

Hombre Añoso

Paises Bajos Nederlandse Vereniging Voor Seusuologie

Noruega Norwegian Society for Clinical Sexology

Polonia Polish Sexological Society

Portugal Sociedade Portuguesa de Sexologia Clinica

Puerto Rico Sociedad Sexológica y de Educación Sexual de Puerto Rico

Singapore Society for the Study of Andrology & Sexology

Sudáfrica The South African Sexual Health Association

España Asociación Española de Especialistas en Sexología

Asociación Española de Sexología Clínica

Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología

Asociación pro Derechos Sexuales

Federación Española de Sociedades de Sexología

Sociedad Medica Española de Sexología

Societat Catalana de Sexología

Suecia Swedish Association for Sexology

Suiza Association des Sexologues Cliniciens Francophones (ASCLIF)

Tailandia Association for the Promotion of Women Status

Turquía Society for Sexual Education, Treatment and Research (CETAD)

Reino Unido British Association for Sexual and Relationship Therapy

Uruguay Sociedad Uruguaya de Sexología

EUA American Association of Sexuality Educators Counselors and Therapists

National Coalition for Sexual Freedom INC

Sexual Health Network

Sexuality Information & Education Council of the US

Society For Sex Therapy and Research (SSTAR)

Society for the Advancement of Sexual Health

Society for the Scientific Study of Sexuality (SSSS)

Venezuela Sociedad Venezolana de Psicologia Sexologica

Sociedad Venezolana de Sexologia Medica

 

Professional Institutes

Argentina Circulo Argentino de Sexología

Instituto de Sexología del Desarrollo

Brasil Centro De Sexologia de Brasilia

CEPCos - Center for Studies and Research on Human Behavior and

Sexuality

Instituto Paulista de Sexualidade

Mestrado em Sexologia Universidade Gama Filho

Sathya Institute Cultural

Canada Canadian Sex Research Forum

Centre for Sexuality, Gender Identity and Reroductive Health of the

Vancouver Hospital

Department de Sexologie de L'Universitite du Quebec a Montreal

Colombia CRESALC – Colombia

Central Médica de Sexología-C.M.S.

Costa Rica Instituto Costarricense de Sexologia (ICOSEX)

Croacia Komaja - Society for the Developmentof Love and Consciousness

Cuba Centro Nacional de Educación Sexual

Alemania Komaja Society for the Culture of Love

Francia Académie de Sciences Sexologiques

Arab Insitute for Sexology and Somato Therapy

Ecole Française de Sexologie

Institute de Sexologie

Israel Association of Rabbinical Marriage and Family Counselors

Italia Centro Interdisciplinare per la Ricerca e la formazione in Sessuologia

Centro Italiano Di Sessuologia

Istituto Corpo I Mente

Istituto di Sessuologia Clinica

Istituto Internationale di Sessuologia

Istituto Per La Ricerca in Sessuologia Clinica

Corea Severance Institute of Andrology

México Asociación Mexicana de Educación Sexual (AMES)

Asociación Mexicana para la Salud Sexual AC (AMSSAC)

Centro de Educación y Atención en La Salud y la Sexualidad A.C.

El Armario Abierto

Pro Salud Sexual y Reproductiva AC

Macedonia Komaja - Society for the Development of the Art of Living

Nigeria Action Health Incorporated

Paraguay Centro Privado de Sexología Clínica y Manejo del Stress

Panama Instituto de Orientación Familiar y Sexual (INOFYS)

España Cepteco

Instituto de Psicología, Sexología y Medicina Espill

Instituto de Terapia de Reencuentro

Suiza Institut Sexocorporel International – Jean-Yves Desjardins (ISI)

Komaja Foundation

Tailandia Consortium of Thai Training Institutes of STDs and AIDS

Reino Unido The Sheffield Society for the Study of Sexuality and Relationships

EUA Health Horizons Associates

Institute for Advanced Study of Human Sexuality, The

Lifetime Productions International

Program in Human Sexuality. University of Minnesota

The Women’s Sexual Health Foundation

Center for Education of The Widener University

Venezuela Unidad de Terapia y Educación Sexual

 

Miembros Individuales Adherentes

Australia Kelwyn Craig Browne

Cheryl Matthews

Gareth J Merriman

Gemma M. O'Brien

Catherine Helen Thorne

Austria Helmut Graupner

Franz Michael Reistenhofer

Karl F Stiefer .

Bangladesh Colonel Azim

Canada Lidia Calb

Maryanne Doherty

Stacy Elliott

Kanwal Kukreja

Sylviane Larose

R. Oliver Robinow

Chile Eduardo Ulises Pino Aravena

Pedro Edgardo Rivera Garay

Elena Sepúlveda Parada

Colombia Lucia Nader M

Leonardo Romero Salazar

Ecuador Consuelo Camacho Murillo

Carlos Rodolfo Rodriguez

Carrión

Germanico Zambrano Torres

Francia Alain Jules Giami

India Arun Gupta

Naresh Mittra

Padmini Prasad

K. Promodu

Sathyanarayana Rao

Girish J. Sanghavi

Ambrish Singal

Indonesia Andik Wijaya

Italia Claudio Cappotto

Rosaria Damiani

Bruno Carmine Gargiollo

Mariateresa Molo

Domenico Trotta

Japón Ryukichi Kato

Isaka Masanori

Corea Cheng Kim

Won-whe Kim

Min Whan Koh

Malasia Chua Chee Ann

México Eduardo Alonso Aguirre

Sandoval

Jose Manuel Gaytan Galindo

Gema Ortiz Martínez

Sultanato

de Omán Abdullah Hamood Issa Al-Taie

Países bajos Luca Incrocci

Irlanda del Norte Richard John Marcus Ekins

Noruega Kristina Hernborg

Thore Langfeldt

Pakistán Muhammad Haris Burki

Qaiser Javied

Perú Tomas Alejandro Angulo

Mendoza

Mercedes Tong de Tang

Portugal Bruno Jose de Oliveria

Carrraca

Ana Garrett

Puerto Rico Sylvia Cabrera-Otero

Edward Fankhanel

Alejandro López Deynes

Carmen Valcarcel-Mercado

Rusia Oleg Konstantinovich

Yatsenko

Yuri Zarkov

España Josep Ma Farreny Tarrago

Sauro Yague

Suecia Johannes Bitzer

Dominique Chatton

Tailandia Verapol Chandeyng

Reino Unido James Barret

Sara Nasserzadeh

Tadhg O’Seaghdha

Julie Shankly

Sauren Solanki

Uruguay Carlos Moreira

EUA Raquel Blanco Camacho

Michael L Brownstein

Bill Cohen

Berta Davis

Mingyu Deng

Mary A. Gutierrez

Andrea Irvin

Judy Kuriansky

Mark Kim Malan

Melinda Masters

Anagloria Mora

Deborah Rogow

B. R. Simon Rosser

Glen L. Stimmel

Titus Varghese

Winston Wilde

Venezuela Ana Cecilia de Blejman

 

Apéndice II

 

Declaración de Derechos Sexuales de la WAS

La sexualidad es una parte integral de la personalidad de

todo ser humano. Su desarrollo pleno depende de la

satisfacción de necesidades humanas básicas como el

deseo de contacto, intimidad, expresión emocional, placer,

ternura y amor.

La sexualidad se construye a través de la interacción entre el individuo y las estructuras

sociales. El desarrollo pleno de la sexualidad es esencial para el bienestar individual,

interpersonal y social.

Los derechos sexuales son derechos humanos universales basados en la libertad,

dignidad e igualdad inherentes a todos los seres humanos. Dado que la salud es un

derecho humano fundamental, la salud sexual debe ser un derecho humano básico.

Para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable en los seres humanos y las

sociedades, los derechos sexuales siguientes deben ser reconocidos, promovidos,

respetados y defendidos por todas las sociedades con todos sus medios. La salud sexual

es el resultado de un ambiente que reconoce, respeta y ejerce estos derechos sexuales:

1. El derecho a la libertad sexual. La libertad sexual abarca la posibilidad de la plena

expresión del potencial sexual de los individuos. Sin embargo, esto excluye toda forma

de coerción , explotación y abuso sexuales en cualquier tiempo y situación de la vida.

2. El derecho a la autonomía , integridad y seguridad sexuales del cuerpo. Este

derecho incluye la capacidad de tomar decisiones autónomas sobre la propia vida

sexual dentro del contexto de la ética personal y social. También están incluidas la

capacidad de control y disfrute de nuestros cuerpos, libres de tortura, mutilación y

violencia de cualquier tipo.

3. El derecho a la privacidad sexual. Este involucra el derecho a las decisiones y

conductas individuales realizadas en el ámbito de la intimidad siempre y cuando no

interfieran en los derechos sexuales de otros.

4. El derecho a la equidad sexual. Este derecho se refiere a la oposición a todas las

formas de discriminación, independientemente del sexo, género, orientación sexual,

edad, raza, clase social, religión o limitación física o emocional.

5. El derecho al placer sexual. El placer sexual, incluyendo el autoerotismo, es fuente

de bienestar físico, psicológico, intelectual y espiritual.

6. El derecho a la expresión sexual emocional. La expresión sexual va más allá del

placer erótico o los actos sexuales. Todo individuo tiene derecho a expresar su

sexualidad a través de la comunicación, el contacto, la expresión emocional y el amor.

7. El derecho a la libre asociación sexual. Significa la posibilidad de contraer o no

matrimonio, de divorciarse y de establecer otros tipos de asociaciones sexuales

responsables.

8. El derecho a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables. Esto

abarca el derecho a decidir tener o no hijos, el número y el espacio entre cada uno, y el

derecho al acceso pleno a los métodos de regulación de la fecundidad.

9. El derecho a información basada en el conocimiento científico. Este derecho

implica que la información sexual debe ser generada a través de la investigación

científica libre y ética, así como el derecho a la difusión apropiada en todos los niveles

sociales.

10. El derecho a la educación sexual integral. Este es un proceso que se inicia con

el nacimiento y dura toda la vida y que debería involucrar a todas las instituciones

sociales.

11. El derecho al atención de la salud sexual. La atención de la salud sexual debe

estar disponible para la prevención y el tratamiento de todos los problemas,

preocupaciones y trastornos sexuales.

LOS DERECHOS SEXUALES SON DERECHOS HUMANOS FUNDAMENTALES Y UNIVERSALES.

Declaración del 13avo. Congreso Mundial de Sexología, 1997, Valencia, España

revisada y aprobada por la Asamblea General de la Asociación Mundial de Sexología,

WAS, el 26 de agosto de 1999, en el 14º Congreso Mundial de Sexología, Hong Kong,

República Popular China.

 

Apéndice III

 

Organización Mundial de la Salud (OMS) Definiciones de trabajo de sexo, sexualidad, salud sexual y derechos sexuales*

Sexo

El sexo se refiere a las características biológicas que definen a los seres humanos como

hembra o macho. Estos conjuntos de características biológicas no son mutuamente

excluyentes ya que hay personas que poseen ambas, pero estas características tienden a

diferenciar a los seres humanos como machos y hembras. . En muchos idiomas, en el

lenguaje común, suele utilizarse el término sexo para significar "actividad sexual"; sin

embargo, para fines técnicos en el contexto de las discusiones sobre sexualidad y salud

sexual, se prefiere la definición anterior.

Sexualidad

La sexualidad es un aspecto fundamental de la condición humana, presente a lo largo

de la vida y abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, la orientación

sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se vivencia y

se expresa por medio de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores,

comportamientos, prácticas, funciones y relaciones. Si bien la sexualidad puede incluir

todas estas dimensiones, no todas ellas se vivencian o expresan siempre. La sexualidad

recibe la influencia de la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales,

económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, así como religiosos y

espirituales.

Salud sexual

La salud sexual es un estado general de bienestar físico, emocional, mental y social

relacionado con la sexualidad; y no la mera ausencia de enfermedad, disfunción o

incapacidad. La salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso a la sexualidad y

a las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales

placenteras y seguras, libres de coacción, discriminación y violencia. Para alcanzar y

mantener la salud sexual, deben respetarse, protegerse y satisfacerse los derechos

sexuales de todas las personas.

Derechos sexuales

Los derechos sexuales abarcan los derechos humanos que ya se reconocen en las leyes

nacionales, en los documentos internacionales de derechos humanos y en otras

declaraciones de consenso. Comprenden el derecho de todas las personas para que,

libres de coacción, discriminación y violencia, puedan:

* alcanzar el nivel más alto posible de salud sexual, lo que comprende el acceso a

servicios de atención de salud sexual y reproductiva;

* buscar, recibir y divulgar información con relación a la sexualidad;

* recibir educación de la sexualidad;

* respeto de su integridad física;

* elegir su pareja;

* decidir si se quiere ser sexualmente activo o no;

* tener relaciones sexuales consensuales;

* contraer matrimonio consensual;

* decidir si la persona quiere tener hijos o no, y cuándo quiere tenerlos; y

* llevar una vida sexual satisfactoria, segura y placentera.

* Estas definiciones de trabajo se elaboraron como resultado de una consulta técnica

internacional convocada por la OMS sobre la salud sexual en enero del 2002, y

posteriormente fueron revisadas por un grupo de expertos de diferentes partes del

mundo. Se presentan aquí como una contribución a los debates en curso acerca de la

salud sexual, pero no representan una posición oficial de la OMS y no deben utilizarse

o citarse como definiciones de la OMS.

Referencia: WHO. Gender and Reproductive Rights.

www.who.int/reproductive-health/gender/sexual_health.html

 

Apéndice IV

 

Método empleado en la elaboración de la declaración y del documento técnico Salud Sexual para el Milenio

La elaboración y finalización de la declaración y documento técnico Salud Sexual para el

Milenio constituyó un proceso exhaustivo de consulta y examen que culminó en el

documento final presentado aquí. La preparación y la publicación de Salud Sexual para el

Milenio también representan una evolución natural y lógica de la labor de la Asociación

Mundial para la Salud Sexual (WAS). Por ejemplo, la WAS presentó su Declaración de los

Derechos Sexuales (véase apéndice II) en el Congreso Mundial de Sexología en Valencia,

en 1997, y posteriormente el documento fue revisado y adoptado por la Asamblea

General de la WAS celebrada en Hong Kong en 1999. La WAS ha contribuido

activamente con varias iniciativas importantes que establecen el reconocimiento

internacional de la función vital de la sexualidad y de los derechos sexuales para el

bienestar de los pueblos como una extensión importante de los derechos humanos

básicos, así como de las recomendaciones para la acción a fin de conseguir que estos

derechos sean respetados por la gente de todo el mundo. La WAS trabajó en

colaboración con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para preparar el

informe del 2000 Promoción de la salud sexual: recomendaciones para la acción (PAHO, 2000) y

ha desempeñado una función protagónica al publicar, en el 2002, las Definiciones Prácticas

de la Salud Sexual, de la Organización Mundial de la Salud.

Con la emisión por las Naciones Unidas de la Declaración del Milenio y la formulación de

los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), el Comité Asesor de la WAS

reconoció que la alineación de las metas amplias de salud sexual con los ODM que se

dirigen el combate a la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, y la

discriminación contra las mujeres, constituía el siguiente paso importante en la

evolución de la salud sexual.

Antes del 17.o Congreso Mundial de Sexología, celebrado en Montreal en el 2005,

Pierre Assalian, presidente del Congreso, tuvo la visión de utilizar el Congreso como

una oportunidad para elaborar una declaración que alineaba los objetivos de

promoción de la salud sexual con los ODM. La 6.a WAS convocó una reunión en la

República Dominicana en enero del 2005, en colaboración con la OPS y con

contribuciones de varios líderes clave de UNICEF, FNUAP, SIECUS y otros grupos

internacionales pertinentes. Se formó un grupo de estudio de la WAS para desarrollar

aun más los mecanismos destinados a elaborar y aprobar la Declaración. Todos los

participantes estuvieron de acuerdo con la finalidad y la importancia de formular una

declaración sobre la salud sexual para el Milenio.

Para recibir aportaciones de un público lo más amplio posible, la WAS formuló un

plan para crear un diálogo acerca de la elaboración de la Declaración mediante una

serie de mesas redondas en el 17.o Congreso Mundial de Sexología, celebrado en

Montreal, en julio del 2005. En preparación para estas mesas redondas, la WAS

encargó un documento de antecedentes que fue escrito por Françoise Girard (2005)

para orientar a los participantes en los Objetivos de Desarrollo del Milenio acerca de cómo

podría integrarse la promoción de la salud sexual. Con insumos de los participantes en

las mesas redondas, la WAS emitió la Declaración de Montreal: Salud Sexual para el Milenio

en el 17.o Congreso Mundial de Sexología.

Después de la elaboración de la Declaración de Montreal, la WAS obtuvo una subvención

de la Fundación Ford para elaborar un documento técnico que explicara con mayor

detalle y reforzara la Declaración de Montreal.

Para iniciar el proceso de elaboración del documento técnico, se invitó a un grupo

selecto de expertos reconocidos (véase apéndice V), cada uno con una especialización

en las esferas específicas de la promoción de la salud sexual abordadas en la Declaración

de Montreal, a que presentaran documentos de antecedentes que se convirtieron en la

base de los capítulos del documento técnico final. Luego se distribuyeron los

documentos de antecedentes para su examen por un grupo más amplio de expertos de

todo el mundo en promoción de la salud sexual, quienes luego se reunieron para

celebrar una consulta de expertos de la WAS en Oaxaca, México, los días 1 y 2 de

mayo del 2006 (véase apéndice V). En esta reunión, se hicieron aportes extensos a la

declaración y documento técnico. En general, se aprobó la Declaración de Montreal

con algunas modificaciones y sugerencias menores. La base del documento técnico se

elaboró aun más en respuesta a los documentos de antecedentes y a diversos grupos de

trabajo que se formaron en torno a las ocho partes de la Declaración.

Además, se contrató a Debbie Rogow como evaluadora externa para evaluar la reunión

de Oaxaca, la preparación del documento técnico, así como su recepción, ejecución y

difusión. Por último, la Sra. Rogow ayudará a evaluar el resultado y repercusión del

documento técnico.

Luego, Alexander McKay preparó un proyecto de documento del Consejo de

Información y Educación sobre Sexualidad del Canadá, bajo la orientación de Eli

Coleman, Coordinador del Proyecto, de Rafael Mazín (OPS), de Esther Corona (WAS)

y de Eusebio Rubio (Presidente de WAS). Después, los diversos capítulos del borrador

se hicieron circular entre los expertos que habían asistido a la reunión de Oaxaca y se

pidieron otras aportaciones. El comité editorial preparó un borrador final de la

declaración y documento técnico que fue distribuido a todos los miembros de la WAS

para la consideración definitiva durante las reuniones del Comité ejecutivo, Comité

Asesor y Asamblea General del la Asociación Mundial para la Salud Sexual durante el

Congreso Mundial de Salud Sexual que se celebró en Sydney, Australia, del 13 al 19 de

abril del 2007.

En varios casos, el proyecto de documento se basa al pie de la letra en los documentos

de antecedentes, aunque el equipo editorial hizo diversos cambios de redacción que

variaban en grado. Queremos reconocer claramente el trabajo de los autores de los

documentos de antecedentes, pero también hay que reconocer que en muchos casos se

hicieron cambios importantes a esos documentos. La intención es que todos los

documentos de antecedentes se publiquen en su totalidad y sean un reflejo fiel de los

argumentos y la evidencia presentados por los propios autores, en un número especial

próximo de la revista International Journal of Sexual Health.

 

Apéndice V

 

Agradecimientos

Coordinador del proyecto y redactor jefe

Eli Coleman

Editor asociado

Alexander McKay

Coeditores

Eli Coleman

Esther Corona

Rafael Mazín

Eusebio Rubio-Aurioles

Grupo de Estudio de la WAS para preparar la Declaración de Montreal

Eli Coleman, (Presidente del Grupo de Estudio y Ex Presidente de la Asociación Mundial para la Salud

Sexual)

Esther Corona (Asociación Mundial para la Salud Sexual)

Carissa Etienne (Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud)

Rafael Mazín (Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud)

William Smith (Consejo de Información y Educación sobre Sexualidad, Estados Unidos, SIECUS)

Presidente del 17.o Congreso Mundial de Sexología, Montreal, Canadá, 2005

Pierre Assalian

Facilitadores de grupos pequeños de las mesas redondas en el 17.o Congreso Mundial de

Sexología

Juan Luis Álvarez-Gayou (México)

Peter Aggleton (Reino Unido)

Walter Bockting (Estados Unidos)

Doortje Braaken (Países Bajos)

Vanessa Brocato (Estados Unidos)

Rosemary Coates (Australia)

Uwem Esiet (Nigeria)

Monica Gonzales (Estados Unidos)

Selma Gonzáles (México)

Prakash Kothari (India)

Sarah Hawkes (Reino Unido)

Rubén Hernández Serrano (Venezuela)

Terrence Hull (Australia)

Michael McGee (Estados Unidos)

Emil Ng (China)

Andrea Parrot (Estados Unidos)

Ursula Pasini (Suiza)

Rodolfo Rodríguez (Ecuador)

William Smith (Estados Unidos)

Dennis Sugrue (Estados Unidos)

Jod Taywaditep (Tailandia)

Leonore Tiefer (Estados Unidos)

Autores de antecedentes del documento técnico

Derechos sexuales

Eleanor Maticka-Tyndale (Canadá)

Lisa Smylie (Canadá)

Equidad de género

Elizabeth Castillo Vargas (Colombia)

Adriane Little Tuttle (Colombia)

Violencia sexual y abuso

Ine Vanwesenbeeck (Países Bajos)

Educación sobre la sexualidad

Doortje Braeken (Países Bajos)

Melissa Cardinal (Reino Unido)

Salud reproductiva

Angela Heimburger (Estados Unidos)

Victoria Ward (Estados Unidos)

Infección por el VIH/SIDA e ITS

Sarah Hawkes (Reino Unido)

Disfunción y trastornos sexuales

Emil Ng (China)

Placer sexual y bienestar

Terence Hull (Australia)

 

Consulta internacional de expertos: Promoción de la salud sexual:

Mejoramiento de la salud sexual en el Milenio. Hotel Victoria, Oaxaca City,

México 1 y 2 de mayo del 2006

 

Lista de participantes

Pierre Assalian, MD, CSPQ, Dipl.Psych*

Director de Servicios de Sexualidad Humana

Montreal, Québec, Canadá

Sharon Bissell Sotelo, MA

Oficial de Programa

John D. y Catherine T. MacArthur Foundation

Ciudad de México, México

Walter O. Bockting, PhD*

Profesor adjunto

Programa de Sexualidad Humana

Departamento de Medicina Familiar y Salud

Comunitaria

Escuela de Medicina, Universidad de Minnesota

Minneapolis, Minnesota, EUA

Jaqueline Brendler, MD.*

Especialista en ginecología y obstetricia

(FEBRASGO) y sexualidad humana (SBRASH)

Porto Alegre, RS. Brasil

Beatriz Castellanos Simona, Ph.D.

Especialista en educación sobre sexualidad y salud

reproductiva. Equipo de Apoyo del FNUAP a los

Países de América Latina y el Caribe

Ciudad de México, D. F. México

Elizabeth Castillo Vargas

Abogada y experta en salud sexual

Profamilia — Colombia

Bogotá, Colombia

Mariela Castro Espín, M.Sc.*

Directora del Centro Nacional de Educación

Sexual (CENESEX)

Presidenta de la Sociedad Cubana

Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad

(SOCUMES).

La Habana, Cuba

Verapol Chandeying, MD., Dip OBGYN

(Thai), Dip Reprod Med (Thai), FRCP

(Edin)

Profesor adjunto

Departamento de Obstetricia y Ginecología

Facultad de Medicina

Universidad Prince of Songkla

Hat Yai, Tailandia

Rosemary Coates, Ph.D.*

Profesora

Programas de Sexología

Escuela de Salud Pública

Universidad Curtin

Perth, Australia Occidental

Esther Corona**

Psicóloga

Presidenta

Asociación Mexicana para la Educación Sexual

(AMES)

Tlalpan, DF México

Eli Coleman, Ph.D.**

Profesor y director

Programa de Sexualidad Humana

Departamento de Medicina Familiar y Salud

Comunitaria

Escuela de Medicina, Universidad de Minnesota

Minneapolis, Minnesota, EUA

Maryanne Doherty, Ph.D.

Decana adjunta y profesora

Universidad de Alberta

Edmonton, Alberta, Canadá, T5G 2G5

Faysal El-Kak M.D. M.S.

Senior Lecturer

Faculty of Health Sciences

American University of Beirut

POBOX: 11-0236

Uwemedimo Uko Esiet, MD, MPH*

Secretario Regional de la WAS para África

Cofundador y Director, Action Health, Inc.

Convener, Federación Africana para la Salud y los

Derechos Sexuales

Jibowu, Lagos, Nigeria

Carissa F. Etienne, MD

Subdirectora

Organización Panamericana de la Salud (OPS)

Washington, D.C., EUA

Paola Ferroni, PhD

Profesor y Directora

Centro para la Salud Internacional

Universidad Curtin

Perth, Australia Occidental

Marc Ganem, MD*

Ex presidente de la Asociación Mundial de Salud

Sexual

Presidente de la Sociedad Francesa de Sexología

Clínica

París, Francia

Juan Luis Álvarez Gayou Jurgenson, MD

Director de Prevención y Participación Social

Centro Nacional para la Prevención y el Control

del VIH/SIDA (Censida)

México, D.F., México

Sarah Hawkes, MB, BS, PhD

Profesora titular de clínica

Escuela de Higiene y Medicina Tropical de

Londres

Londres, Reino Unido

Angela Heimburger, MPH

Federación Internacional de Planificación

Familiar, Región del Hemisferio Occidental

(FIPF/WHR)

Nueva York, Nueva York, EUA

Terence H. Hull, Ph.D.

Profesor

Programa de Demografía y Sociología, Escuela de

Investigación en Ciencias Sociales

Universidad Nacional Australiana

Canberra, Australia

Pinar Ilkkaracan, M.A.

Cofundadora, Mujeres por los derechos humanos

de las mujeres (WWHR) y Coalición para los

derechos sexuales y físicos en las sociedades

musulmanas

Estambul, Turquía

Barbara Jones

Gerente

Sección de Salud Sexual y las ITS

Organismo de Salud Pública del Canadá

Ottawa, Ontario, Canadá

Eleanor Maticka-Tyndale, Ph.D.

Cátedra de Investigación del Canadá - Justicia

Social y Salud Sexual

Depto. de Sociología y Antropología

Universidad de Windsor

Windsor, Ontario, Canadá

Rafael Mazin, MD, MPH

Asesor Regional en Prevención y Atención

Integral de la Infección por el VIH y las ITS

Organización Panamericana de la

Salud/Organización Mundial de la Salud

Washington, D.C., EUA

Alexander McKay, Ph.D.

Coordinador de investigación

Consejo de Información y Educación sobre

Sexualidad, Canadá

Toronto, Ontario, Canadá

Reiko Ohkawa, M.D.*

Departamento de Obstetricia y Ginecología

Organización del Hospital Nacional

Centro Médico Chiba

Chuoku, Chiba, Japón

Hans Olsson, B.Ed

Asociación Sueca de Educación sobre Sexualidad

(RSFU)

Estocolmo, Suecia

Deborah Rogow, MPH

Consultora de evaluación para la WAS

Codirectora del proyecto “Rethinking Sexuality

Education” para el Consejo de Población

Santa Barbara, California, EUA

Eusebio Rubio-Aurioles, MD, PhD. *

Presidente

Asociación Mundial para la Salud Sexual

Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A.C.

Asociación Mundial de Salud Sexual

Tlalpan DF, México

Jorge Saavedra López, MD

Director General

Centro Nacional de Prevención y Control de

VIH/SIDA (Censida)

México, D.F. México

Lisa Smylie, MA, Ph.D. Candidate

Depto. de Sociología y Antropología

Universidad de Windsor

Windsor, Ontario, Canadá

William A. Smith, B.A., Ph.D. Candidate

Vicepresidente de Política Pública

Consejo de Información y Educación sobre

Sexualidad, Estados Unidos (SIECUS)

Washington, D.C., EE.UU.

Ondrej Trojan, MD

Consultorio privado de psiquiatría y sexología

Praga, República Checa

Wilhelmina María AnnaVanwesenbeeck, PhD

Rutgers Nisso Groep

Utrecht, Países Bajos

Javier Vásquez

Especialista en Derechos Humanos

Área de *Tecnología y Prestación de Servicios de

Salud (THS)/Área de asuntos jurídicos (LEG)

Organización Panamericana de la

Salud/Organización Mundial de la Salud

Beverly Whipple, PhD, RN, FAAN *

Secretaria General

Asociación Mundial de Salud Sexual

Profesora Emérita

Rutgers, Universidad Estatal de New Jersey

Voorhees, Nueva Jersey, EUA

Ninuk Sumaryani Widyantoro

Psicóloga

Miembro de la Junta Asesora de la Fundación de

Salud de la Mujer

Kebayoran Baru, Yakarta Selatan, Indonesia

Kevan Wylie, MB, MD, DSM, FRCPsych *

Clínica Porterbrook, Universidad de Sheffield

Royal Hallamshire Hospital

Reino Unido

* Miembro del Consejo Consultivo de la WAS

** Miembro ex officio del Consejo Consultivo de

la WAS

 

Financiamiento

Este proyecto fue financiado gracias a una subvención de la Fundación Ford.

 

Crédito de Fotografías

Las fotografías utilizadas para ilustrar esta publicación fueron una cortesía de la

Organización Panamericana de la Salud.