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El péndulo transatlántico

Entrevista con Harry Benjamin (12 de enero de 1885)
con ocasión del centenario de su nacimiento.

Entrevistador: Erwin J. Haeberle.

Publicado en "Sexualmedizin", vol. 14, 1/1985

Haeberle: querido Harry, con el paso de los años, hemos hablado a menudo sobre los inicios de la Sexología, y le agradezco la gran cantidad de material histórico que me dio mientras me relataba interesantes impresiones personales. Ultimamente, incluso en la República Federal de Alemania, el interés en la historia de esta ciencia se ha incrementado bastante, y así los lectores de Sexualmedizin tienen la oportunidad de oír sobre alguien que estuvo allí, por así decirlo, desde el comienzo. ¿Cómo llegó usted realmente a la Medicina sexual?

Benjamin: no estuve allí desde el comienzo. Sin embargo recuerdo, que cuando era joven fui a una conferencia de Auguste Forel, cuyo libro "La Cuestión Sexual" fue una sensación en esa época y me impresionó notablemente. También conocí muy pronto a Magnus Hirschfeld a través de una novia, que conocía al oficial de policía Dr. Kopp, encargado de la investigación de delitos sexuales. Este a su vez, era amigo de Hirschfeld, y así los conocí a ambos. Esto fue hacia 1907. Ellos me llevaron reiteradamente a sus rondas por los bares homosexuales de Berlín. Yo recuerdo especialmente "Eldorado" donde había imitadores de mujeres e incluso muchos clientes aparecieron vestidos con ropa del otro sexo. La palabra "travesti" no había sido inventada. Hirschfeld la acuñó apenas en 1910 en su famoso estudio.

Mis estudios médicos, sin embargo, no tuvieron que ver con problemas sexuales. Me doctoré en 1912 en Tübingen con una tesis doctoral sobre tuberculosis, habiendo estudiado con Ernst von Romberg.

Haeberle: antes de abandonar el tema Berlín, tal vez algunos recuerdos de la residencia imperial. Una vez usted me dijo que, de niño, vio a Bismarck en la calle.

Benjamin: sí, pero como amante de la ópera que fui toda mi vida, tengo otros recuerdos bellos. Por ejemplo, una vez bailé con la muy joven Geraldine Farrar -ella comenzó su carrera en Berlín- y en 1904 escuché a Caruso por primera vez. Yo estaba todavía en el último año de la escuela secundaria, pero ya tenía gran interés en la Medicina. Así que, sucedió que, con la ayuda del médico del teatro, una vez pude echar incluso un vistazo en la garganta de Caruso. Sin embargo, estaba tan excitado que no vi nada. Por otra parte, recuerdo que vi en el Max Reinhardt la legendaria producción de Gorki "Night Asylum", y en 1905, también vi el estreno mundial de "Despertar de Primavera" de Wedekind.

Haeberle: pero usted fue relativamente pronto a Estados Unidos por su trabajo sobre tuberculosis.

Benjamin: sí, y eso se lo agradezco al gran Karl Ludwig Schleich, el inventor de la anestesia local, quien, en esa época, ya era un anciano caballero al final de su carrera. No recuerdo como se fijó en mí, pero fue él quien me aconsejó seguir a un tal Dr. F. F. Friedmann a Nueva York. Este Friedmann, había tenido éxito en el tratamiento de la tuberculosis en los huesos y articulaciones por medio de un suero desarrollado por él mismo. Ahora quería extenderlo a la tuberculosis pulmonar. Un estadounidense rico lo invitó a Nueva York, donde él fue a continuar su investigación y a tratar al yerno de este hombre. Por el tratamiento completo, fueron pagados un millón de dólares. Friedmann, acompañado por mí como su asistente y también por un encargado de prensa, abordó el "Crown Princess Cecilie". Desafortunadamente, nuestra cooperación no duró mucho, ya que Friedmann resultó ser un médico poco ético. Su patrocinador pronto sospechó, e incluso nunca llegamos a ver al paciente. Cuando Friedmann me pidió luego "embellecer" sus datos investigatorios, la ruptura fue inevitable. Primero intenté ganarme la vida en un consultorio privado, pero en agosto de 1914 intenté regresar a Berlín. Nuestro barco estaba en medio del océano cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Fuimos desviados a Inglaterra. Ante la imposibilidad de retornar a Alemania, reservé, con mis últimos dólares, un pasaje de regreso a Nueva York. Para mí, este fue un golpe de buena suerte. Me salvé de la guerra, y por eso, al final, puedo estarle agradecido al inescrupuloso Friedmann.

Haeberle: ¿cómo se afianzó en Estados Unidos?

Benjamin: al principio no fue fácil. Después de varios intentos, en 1915 simplemente abrí un consultorio, en el cual también dormía. Mis ingresos no fueron sustanciales: 2 dólares por una consulta y 3 por una visita a domicilio. El alquiler me costaba 6 dólares semanales.

Haeberle: ¿cómo estableció contacto con Steinach y los otros sexólogos?

Benjamin: yo estaba muy interesado en Geriatría y por eso supe de los experimentos de Eugen Steinach, quien, por medio, de su llamada operación Steinach (es decir la vasectomía) consiguió efectos rejuvenecedores en animales. Finalmente, en 1921, tuve la oportunidad de acompañar a una paciente en un viaje a Europa con todos mis gastos pagados. En Viena, conocí entonces a Steinach en persona. Yo estaba muy impresionado con sus operaciones de cambio de sexo en ratas y conejillos de indias por medio de la castración y transplantación de glándulas endocrinas. Desde entonces, lo visité como discípulo casi regularmente todos los veranos hasta bien entrados los años 30. Así, llegué a ser, por así decirlo un péndulo transatlántico, que intentó mediar entre Estados Unidos y Europa. Por ejemplo, en los años veinte llevé la famosa película "Steinach Film", un largometraje mudo, a Nueva York y la mostré a la Academia de Medicina. Esta película científica fue hecha por la Ufa con ayuda austriaca y existió en dos versiones: una para especialistas, y otra para el público general. En Alemania, la película tuvo mucho exito, pero en Estados Unidos no pudo ser encontrado ningún distribuidor. Asumo que ambas versiones se encuentran ahora perdidas.

Haeberle: en Viena, usted también visitó a Sigmund Freud.

Benjamin: sí, Steinach me organizó un encuentro para conocerlo, y Freud me recibió en su apartamento. Era muy serio, pero rió brevemente cuando declaré en broma que una "desarmonía" de las almas podría quizás ser explicada por una "deshormonía" de las glándulas endocrinas. Freud estaba muy orientado hacia la Biología, y, en este sentido, no fue freudiano. Seguramente hubiera estado horrorizado de saber en qué se convirtió su doctrina en Estados Unidos. Freud también me confesó que él mismo se había sometido a una "operación Steinach". Creyó realmente que le había hecho bien, que su vitalidad había sido fortalecida, y que incluso su mandíbula (Freud sufrió de cáncer de mandíbula) había sido influenciada favorablemente. Hoy sabemos, por supuesto, que estas impresiones estaban basadas, en parte, en la autosugestión. Freud me pidió no decírselo a nadie hasta después de su muerte, y guardé esa promesa. También me preguntó si había sido analizado. Le mencioné mi relativamente corto análisis hecho por Arthur Kronfeld en Berlín. Freud me advirtió de que Kronfeld tenía "un carácter muy malo".

Haeberle: ¿dónde logró conocer a Kronfeld?

Benjamin: lo conocí en 1921 en el primer congreso de Hirschfeld en Berlín. Este fue la International Conference for Sexual Reform on a Sexological Basis en la casa Langenbeck-Virchow. Yo conocí a Hirschfeld desde antes de la guerra, y, entre tanto, él había abierto su Instituto en Berlín, el cual visité una y otra vez en los últimos años. Luego viajé a Berlín regularmente, y así, por ejemplo, también hablé en el gran International Congress for Sex Research organizado por Albert Moll en 1926.

Haeberle: ¿cómo era Moll como persona? Con frecuencia se oye que no fue fácil entenderse con él.

Benjamin: el fue muy "prusiano", no muy comunicativo y arrogante. Personificó el prototipo de profesor "alemán". No muy atractivo. Sin embargo, yo hablé en ambos congresos suyos, también en el de Londres.

Haeberle: aún así, ¿no dañó su amistad con Hirschfeld?

Benjamin: no, aunque Hirschfeld también tuvo su lado menos atractivo. Fue muy mezquino y a menudo descuidado en su apariencia. No obstante, fue un pionero importante con una capacidad enorme de trabajo. Cuando, en 1930, su vida se volvió cada vez más difícil debido a los nazis, yo lo invité a Nueva York para unas conferencias, y también lo ayudé más tarde tanto como pude. Nuestro amigo común George Sylvester Viereck lo cuidó y lo apoyó con entrevistas en muchos periódicos estadounidenses. Comenzando en Estados Unidos, Hirschfeld emprendió luego su famoso viaje alrededor del mundo. Le vi por última vez en Chicago, donde Max Thorek, el fundador de la Universidad Internacional de Cirujanos, dio una cena impresionante en su honor.

Haeberle: Hirschfeld también le envió a usted un homosexual germanoestadounidense llamado Elmhurst, quien, ya en esos días, deseaba fundar una organización homosexual en Nueva York.

Benjamin: yo hablé con Elmhurst y tuve que persuadirlo francamente de abandonar sus planes grandiosos. En ese entonces, Estados Unidos simplemente no estaba preparado para esas cosas. Le sugerí comenzar con un grupo pequeño de amigos. No sé que sucedió con ello; le perdí de vista.

Haeberle: usted mantuvo correspondencia con Hirschfeld prácticamente hasta el día de su muerte.

Benjamin: de hecho, yo le he entregado a usted la correspondencia en caso de que un instituto fuera reabierto en Berlín. En ese caso, sus cartas naturalmente pertenecen a allí. Sin embargo, si, en el futuro inmediato no ocurre nada en Berlín, éstas deberán ir a la Biblioteca en Los Angeles a quienes se las había prometido originalmente.

Haeberle: Hirschfeld una vez casi planeó transladar su Instituto a California. Lo que pasa es que ese plan nunca se materializó lo mismo que el del Congreso de la Liga Mundial para la Reforma Sexual que usted intentó organizar en Chicago en 1933.

Benjamin: lamentablemente. Yo incluso mantuve correspondencia al respecto con Havelock Ellis, quien, junto con Hirschfeld y Auguste Forel, fue uno de los presidentes de la Liga. A Ellis, también, lo conocí personalmente. Esto fue unos años después, en 1937, en Inglaterra. El ya era mayor y ya no en el mejor estado de salud, pero aún tenía una personalidad muy impresionante. Me recordó un poco a Rabindranath Tagore, el poeta indio, a quien había conocido como paciente de Steinach. Ellis y yo hablamos mucho tiempo, él mismo nos preparó té y en general fue un anfitrión afectuoso. A su manera inglesa, fue muy encantador.

Haeberle: usted también conoció a Norman Haire, el joven reformador sexual angloaustraliano, quien también estuvo activo en la Liga Mundial.

Benjamin: muy bien. Para su 60° cumpleaños en 1952, incluso estuvo en Nueva York, donde le organizamos una pequeña celebración. Desafortunadamente, él tuvo transtornos cardiacos y de repente, mientras estaba en Nueva York, tuvo que ser hospitalizado. Allí, junto con Alfred Kinsey, le visité. Sin embargo, sólo nos fue permitido permanecer media hora para no causarle demasiado estrés a Norman Haire. Pocos meses después, murió en Inglanterra.

Haeberle: ¿cómo, cuándo y dónde conoció a Kinsey?

Benjamin: lo conocí en Nueva York a través del famoso ginecólogo estadounidense R. L. Dickinson hacia 1945. Tres años más tarde en San Francisco, vivió en el mismo hotel que yo: el "Sir Francis Drake". Entre tanto, abrí un segundo consultorio (es decir de verano) justo enfrente de este hotel (en el "Sutter Medical Building" en la 450 Sutter Street). Así, conmuté entre las dos costas estadounidenses. Kinsey vino a California con mucha frecuencia debido a sus entrevistas, y me pidió consejo en el caso de un chico que había conocido en una de esas ocasiones. El chico muy afeminado deseaba, como él dijo, convertirse en chica, y su madre le apoyó en ello. Kinsey nunca había visto un caso igual a este, que fue nuevo incluso para mí. Este fue más allá del entonces reconocido travestismo. El concepto de transexualismo todavía no existía, este solamente tomó forma gradualmente en mi pensamiento, y no sólo debido a este primer caso. Introduje el término sólo en 1954, y mi libro sobre el tema ("The Transsexual Phenomenon") no apareció hasta 1966. De todas maneras, pregunté por el reconocimiento psiquiátrico del chico en vista de una posible cirugía que le daría a su cuerpo una apariencia más femenina.

Los psiquiatras discreparon entre ellos. Algunos estuvieron a favor, otros en contra.

Sin embargo, el chico recibió hormonas "femeninas" que "tenían un efecto calmante". Luego viajó a Alemania, donde se le sometió a cirugía parcial. Después de esto, desafortunadamente perdí el contacto con él, y por eso no sé qué pasó finalmente con el caso.

Haeberle: entre tanto, gracias a su trabajo pionero, el transexualismo ha sido reconocido como un diagnóstico médico, y también las respectivas operaciones quirúrgicas ya no son poco comunes. Al mismo tiempo, ha habido avances técnicos quirúrgicos. ¿Cómo ve usted el problema hoy?

Benjamin: se debe entender el problema principal de los transexuales. En inglés, este se denomina la "disforia de género", es decir, una discrepancia entre la Anatomía y la autoidentificación sexual. Esto no implica que se debería realizar cirugía en todos los casos, porque hay casos en los cuales tal cirugía es más tarde lamentada, a veces muchos años después. Muchos transexuales también pueden arreglárselas sin cirugía mientras estén siendo tratados con hormonas y puedan usar la ropa del sexo deseado (más exactamente: del que realmente se sienten). Al mismo tiempo, alguna psicoterapia debería ser aplicada. Como dije, esta puede ser ocasionalmente una solución aceptable. Yo mismo estoy a favor de la operación, pero esta debería ser aplicada crítica y cautelosamente.

Haeberle: si usted ahora vuelve la vista atrás sobre su larga y memorable carrera como médico y sexólogo pionero, ¿cuales son sus impresiones y experiencias más importantes?

Benjamin: primero, por supuesto, las impresiones humanas puras vienen a la mente. Ha sido un privilegio compartir con otros pocos el haber conocido hombres tales como Schleich, Forel, Steinach, Freud, Alfred Adler, Albert Moll, Hirschfeld y sus colaboradores Kronfeld, Levy-Lenz Y Peter Schmidt; el coleccionista de arte Eduard Fuchs, Havelock Ellis, Norman Haire y Alfred Kinsey. También conocí a Margaret Sanger bastante bien y también a Ben Lindsey y muchos otros estadounidenses quienes han trabajado por el alivio de la miseria sexual. Esta experiencia me muestra que el individuo puede de hecho hacer una diferencia, y que poca gente, a través del coraje y del trabajo duro, han disminuido el sufrimiento de muchos. En los días de mi juventud, por ejemplo, la sífilis era también incurable y la anticoncepción poco confiable. A este respecto, la situación ha cambiado radicalmente. También se ha llegado a ser más razonable con respecto a las leyes criminales contra la prostitución y el comportamiento homosexual. De hecho, la perspectiva completa de la Sexualidad ha llegado a ser más sofisticada, y no sólo su función procreativa, sino también su función recreativa está siendo ampliamente reconocida. En mis días de estudiante se hacían pocas distinciones. Hirschfeld fue el primero en hacer de los travestis un grupo visible especial, y yo mismo pude ayudar a distinguir a los transexuales de éstos. Como consecuencia, todas estas personas han sido ayudadas considerablemente en lo concierniente a su aceptación social. En este caso, la Sexología ha tenido efectos muy beneficiosos. Por otra parte, también he visto como esta ciencia llena de esperanza cae víctima de la barbarie nazi. Sin embargo esta renació aquí en Estados Unidos, pero también en Europa. Es simplemente indispensable.

Haeberle: ¿qué les desearía a nuestros lectores alemanes de la "Sexualmedizin" en el futuro?

Benjamin: como berlinés me haría, por supuesto, muy feliz si aún pudiera ver el regreso de la Sexología a Berlín. Cuando recuerdo que esta ciudad fue una vez el centro mundial de esta ciencia, entonces es muy triste ver como este patrimonio orgulloso está ahora practicamente olvidado. Por lo tanto el 8° Congreso Mundial de Sexología en 1987 no pudo ser realizado en Berlín, sino en Heidelberg. Anteriormente, los sexólogos de todo el mundo se encontraban regularmente en Berlín, no sólo para los congresos, sino también en el Instituto de Hirschfeld. Yo, con mis visitas anuales en los años veinte, soy el mejor ejemplo. Como un "nómada entre dos mundos", he cultivado la conexión sexológica entre Berlín y los Estados Unidos. Hoy, cuando Berlín debe tanto a Estados Unidos, no hay - y esta es la ironía - desde hace mucho ningún interlocutor en Berlín. El puente transatlántico que yo crucé tantas veces en ambas direcciones, ha colapsado, para nuestro campo, y ya no será de nuevo reparado.

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