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Simonelli, C., Petruccelli, F., Vizzari, V. eds.
"Sessualità e terzo millennio, studi e ricerche in sessuologia clinica", vol.I, Milan 1997, pp 13-22

Sexología: De Italia a Europa y al mundo

por Erwin J. Haeberle

Resumen

Italia puede muy bien ser considerado el país madre de la investigación sexual moderna. El conocimiento griego y romano antiguo acerca de la Anatomía y la Fisiología sexual humana fue preservado por médicos y eruditos islámicos. Sus obras, junto con las de Hipócrates, Galeno, Sorano y otros, fueron la base para el curriculum de la Escuela de Medicina de Salerno que, a partir del siglo XIII, sentó los estándares para el resto de Europa. A finales del siglo XV y pricipios del XVI, Leonardo da Vinci, "el primer sexólogo", fue uno de los pioneros científicos en empezar a disecar y explorar la Anatomía sexual y reproductiva humana. En el siglo XVI, Gabriele Fallopio y sus colegas produjeron adelantos revolucionarios en este nuevo campo. A finales del siglo XIX, Paolo Mantegazza expandió el enfoque médico tradicional al desarrollar una perspectiva antropológica de la sexualidad humana, convirtiéndose de ese modo en el primer sexólogo verdadero en el sentido moderno. Italia también produjo la primera revista científica dedicada completamente a cuestiones sexuales: "Archivio delle psicopatie sessuali", editada por el psiquiatra napolitano Pasquale Penta (1896). Estos precedentes finalmente permitieron al médico berlinés Iwan Bloch en 1907 desarrollar el concepto de Sexología como una ciencia interdisciplinaria en su propio derecho. Su colega Magnus Hirschfeld en 1908 editó la primera Revista de Sexología y no es ninguna coincidencia que solicitó y recibió contribuciones de los "grandes viejos" Mantegazza y Lombroso. A su vez los sexólogos alemanes, cuyo trabajo fue destruido por los nazis, sentaron un precedente para el renacimiento de la Sexología en los Estados Unidos. De hecho, algunas de sus figuras más prominentes e influyentes como Harry Benjamin, Ernst Gräfenberg y Hans Lehfeldt habían ido a Nueva York desde Berlín. El éxito de la Sexología estadounidense reestimuló los esfuerzos correspondientes en Europa, y hoy la Sexología es una empresa académica internacional con un futuro prometedor. En 1992, Italia nuevamente desempeñó un papel pionero como el país anfitrión del primer congreso de una nueva Federación Europea de Sexología.

El primer sexólogo en el sentido moderno de la palabra también resultó ser un gran patriota cuando dijo: "Hay más y mejor amor en Italia que en todo el resto del mundo porque el nuestro es el país de la belleza y el arte" (Mantegazza, 1936: 236).

Este hombre había pasado muchos años en Suramérica y había viajado considerablemente de Laponia a la India. Era no sólo un experto en el amor, sino también un médico, antropólogo, político y escritor y a juzgar por su estilo literario, fue un enérgico, entusiasta, de hecho un hombre apasionado, un innovador intrépido y cruzado por los derechos humanos en busca de la felicidad. En resumen, Paolo Mantegazza (1831-1910) fue no sólo un pionero en su tiempo, sino incluso puede servir de modelo a imitar para los sexólogos de nuestro tiempo. Esto no significa que aún tengamos que aceptar todas sus ideas. En verdad, algunas de ellas, entretanto, se han vuelto realmente anticuadas. Si tuvo razón acerca de Italia, nosotros extranjeros podemos descubrirlo en el curso de este congreso.

Sin embargo, antes de mirar de cerca a Mantegazza, quizás debemos recordar brevemente los antecedentes históricos de la investigación sexual en Italia. Después de todo, Roma fue la cuna de nuestra civilización occidental, su arte y su ciencia, e incluso después de la declinación y caída del Imperio Romano, gran parte de su cultura sobrevivió en la Edad Media.

El conocimiento sexológico antiguo griego y romano fue preservado y diseminado por los médicos islámicos, no sólo en el Medio Oriente, sino también en Europa. España morisca, Sicilia y otras partes del Mediterráneo se beneficiaron de los eruditos islámicos, especialmente bajo el reinado de Federico II de Hohenstaufen, quién reunió grandes mentes de muchas culturas en su tribunal en Sicilia. El balneario antiguo de Salerno, bajo la influencia de los escritos árabes, se convirtió gradualmente un centro de la medicina progresiva y por lo tanto mereció el nombre Civitas Hippocratica o ciudad Hipocrática. En 1224 el emperador le concedió el derecho único de otorgar títulos médicos y por lo tanto sus estándares fueron seguidos con vehemencia en todas partes. La extensa bibliografía sexológica islámica y judía del tiempo no puede ser aquí resumida, ni mucho menos analizada. Basta con decir, que, por vía de Italia, con el tiempo esta alcanzó y ejerció influencia sobre la mayoría de universidades europeas.

Con todo, fue sólo 200 años después que un comienzo de renacimiento de los ideales originales griegos y romanos impulsó una revisión crítica de las enseñanzas tradicionales y condujo a la nueva investigación independiente. Además, Italia desempeñó el papel pionero y produjo un florecimiento poco común del talento artístico y científico. El mayor de estos fue indudablemente el mismo modelo del "hombre del Renacimiento", Leonardo da Vinci. Sobresaliente tanto en las artes como en las ciencias, dirigió su atención no sólo a la apariencia, sino también al funcionamiento interno del cuerpo humano.

Leonardo comenzó sus estudios anatómicos en Milán a finales de la década de 1480, los continuó en Florencia y finalmente los concluyó aquí en Roma, aparentemente en el Ospedale di Santo Spirito. Sin embargo, como resultado de los rumores calumniosos difundidos por un celoso fabricante de espejos alemán, con el tiempo fue excluido del hospital y posteriormente abandonó sus estudios. Salió de Roma en 1515. Parece que el número de cuerpos que logró disecar personalmente fue pequeño, pero probablemente asistió a otras disecciones como observador. De hecho, parece que se había propuesto publicar un tratado anatómico. Lamentablemente, como tantas de sus otras obras, nunca fue terminado. No obstante, dejó una colección magnífica de dibujos anatómicos que, debido a las vicisitudes de la historia, cayó en posesión de la familia real inglesa. Hoy, se mantienen en el castillo de Windsor, y diversas ediciones tanto costosas como populares han sido impresas. De hecho, los dibujos de Leornardo del coito y del feto en desarrollo se han convertido en los esquemas básicos de muchos libros de texto sexológicos modernos.

Desde el punto de vista de la ciencia moderna, los dibujos no siempre son correctos, pero su valor artístico ahora es apreciado como quizá nunca antes. En cualquier caso, son un testimonio duradero de la curiosidad de una mente grandiosa que no reconoció ninguna barrera convencional y por lo tanto también intentó resolver los misterios del sexo. En este sentido, es indudablemente correcto considerar a Leonardo como un pionero de la Sexología (Dalma, 1972).

Tres pioneros que exploraron la Anatomía sexual humana

1. En Milán, Florencia y Roma: Leonardo da Vinci (1452-1519). [70K]

2. En Padua: Andreas Vesalius (1514-1564). [71K]

3. En Padua: Gabriele Fallopio (1522-1562). [56K]

Los detalles anatómicos exactos de los cuerpos masculino y femenino fueron revelados poco tiempo después por los primeros grandes anatomistas, especialmente el belga Andreas Vesalius en la Universidad de Padua y sus sucesores. Uno de los más interesantes de estos sucesores es Gabriele Fallopio, el descubridor de las trompas ováricas que ahora llevan su nombre (trompas de Falopio). También fue un experto pionero en las nuevas infecciones luéticas y, en este contexto, se afirma que inventó el precursor del condón. En su libro "De Morbo Gallico" (la enfermedad francesa), publicado en 1564, dos años después de su muerte, escribe:

"Siempre que un hombre tiene relaciones sexuales, debería (si fuera posible) lavarse los genitales, o limpiarlos con un paño; después debería usar un lino pequeño hecho a la medida del glande y correr el prepucio hacia adelante cubriendo el glande; si puede hacerlo, es bueno humedecerlo con saliva o con una loción... Intenté el experimento en 1100 hombres y pongo al Dios inmortal por testigo de que ninguno de ellos fue infectado (Fallopio, citado en Himes, 1970: 190)".

El mejoramiento posterior en este invento lo hizo gradualmente más similar al condón que conocemos hoy, pero hasta bien entrado el siglo XIX fue usado principalmente para su finalidad original como un dispositivo protector contra la infección. Su uso como anticonceptivo fue un acontecimiento tardío, y, entretanto, este desarrollo ha vuelto al punto de partida: muchos muchos gobiernos en todo el mundo hoy lo recomiendan principalmente para la protección contra las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el SIDA. Fue también en Padua, a propósito, donde Hieronymus Fracastor en 1530 había escrito su poema "Sífilis", el cual dio al Morbus Gallicus su nombre ahora más familiar.

Posteriormente durante un tiempo considerable, las escuelas y universidades médicas italianas siguieron siendo modelos para el resto del mundo, y sólo hay que mencionar el nombre de Galileo Galilei para recordar que Italia siguió haciendo contribuciones significativas al desarrollo de la ciencia moderna. Sin embargo, en lo que al estudio de la sexualidad humana le concierne, nada realmente revolucionario sucedió en ninguna parte de Europa hasta bien entrado el siglo XIX.

Paolo Mantegazza (1831-1910)

Edición estadounidense de "Gli amori degli uomini" de Mantegazza .

En 1854, el joven médico italiano Paolo Mantegazza escribió un libro sustancial sobre la "Fisiologia del Piacere" (Fisiología del placer), un trabajo que lo prepararía para la tarea monumental de escribir la "Trilogía del Amor" por la que todavía es recordado hoy. En la cima de su carrera académica, produjo tres volúmenes que lo hicieron tan famoso como infame fuera del mundo académico: "Fisiologia dell’ amore" (1872), "Igiene dell’ amore" (1877) y "Gli amori degli uomini" (1885). Ya el primero de estos no es ningún tratado profesional seco de Anatomía y Fisiología, sino un ensayo cuasi filosófico sobre las muchas facetas del amor a través de las edades y en muchas culturas, sus leyes, costumbres, alegrías y aflicciones escritas y no escritas. El elogio de Italia que cité al comienzo es tomado de este libro que contiene muchas más máximas, aforismos y observaciones, por ejemplo esta:

"Matrimonio por despecho es como matarse a sí mismo para vengarse de un enemigo" (Mantegazza, 1936: 217) o:

"Cuando un hombre joven se casa con una mujer vieja o un hombre viejo con una mujer joven, casi siempre es un negocio..." (op. cit.: 218) o:

"Nunca creas a una mujer que desea saberlo todo acerca de tu pasado, jurando amarte de la misma forma. La sinceridad y la franqueza no exigen que le limpies a un amigo el fango de sus zapatos, y ¿quién no ha adquirido algo de fango en algún pantano del mundo moral"? (ibidem).

Según podemos ver, Mantegazza no sólo deseaba proporcionar información, sino también dar asesoramiento práctico basado en su gran experiencia y reflexión. Esto se evidencia aún más en los dos volúmenes siguientes. Especialmente el tercero y último volumen sobre las diversas formas de amor entre los seres humanos analiza y destila vastas cantidades de información histórica y etnológica para llegar a alguna filosofía sexual práctica que beneficiaría al lector promedio.

Es este tercer volumen el que constituye la primera obra sexológica verdadera en nuestro sentido moderno. Realmente, Wilhelm von Humboldt, aproximadamente 50 años antes, había planificado un trabajo igualmente minucioso y ambicioso, una "Historia de la Dependencia del Género Humano" ejemplificada por medio de relaciones entre mujeres y hombres. Este habría sido el clásico sexológico original, pero Humboldt nunca ejecutó su plan (Humboldt, 1908). Por lo tanto, el título de pionero se le otorga a Mantegazza.

Para apreciar su logro, este debería ser visto en su contexto biográfico: Mantegazza, como resultado de sus propios estudios etnológicos en Suramérica, se interesó por los estudios transculturales. Así, se convirtió en uno de los fundadores de la nueva ciencia de la Antropología y fue, de hecho, el primer profesor de Antropología en Florencia, el fundador de la primera Sociedad Italiana de Antropología, el creador del primer Museo Italiano de Antropología y el redactor de una revista antropológica. Estuvo también activo en política, primero como diputado en el parlamento italiano, posteriormente como miembro del senado. Su interés activo en la salud pública es evidente en su estudio de la pobreza y las enfermedades infecciosas. De hecho, entre sus contemporáneos fue conocido como el "Apóstol de la Higiene del Estado". En esto, como en otros aspectos, se asemejó mucho a su contemporáneo Rudolf Virchow en Berlín, quién fue también un pionero de la salud pública y estuvo activo en política. Tanto para Virchow como para Mantegazza, además, la Antropología y la Medicina fueron ciencias gemelas, cada una indefensa y desamparada sin la otra, y en este sentido tuvieron una visión mucho más grande de sus responsabilidades académicas que la mayoría de sus sucesores.

En el caso de Mantegazza, su visión más amplia le permitió estudiar los fenómenos sexuales fuera de los confines estrechos de la medicina tradicional. Vio que muchas formas prohibidas y condenadas de la actividad sexual humana fueron y siempre habían sido universales, y esa mayor tolerancia, aunque no aprobada, fue exigida incluso en el occidente cristiano. En otros aspectos, sin embargo, siguió siendo un niño no crítico de su tiempo. Su condena de la masturbación y del amor entre hombres, por ejemplo, son casos al respecto. Incluso así, suministró amablemente tantas historias clínicas y ejemplos históricos conmovedores, que muy a menudo minó sus propios argumentos. Y en Suramérica él mismo adquirió inocentemente un hábito que le haría ganar pocos amigos hoy: "Prefiero una vida de diez años con coca a una vida de siglos sin coca" (Mantegazza citado en Robinson, 1935). En la vida posterior, su estrecha colaboración con el ahora ampliamente desacreditado Cesare Lombroso también pone en duda algo de su juicio.

No obstante, algunos de sus otros pronunciamientos son tan actuales como siempre. Por ejemplo, su respeto por otras culturas no lo impide la condena de ciertas costumbres antiguas:

"El clítoris fue y todavía es, extirpado en muchos países y entre muchas razas diferentes, con la única finalidad de disminuir la voluptuosidad de las mujeres y por consiguiente volverlas más fieles... Sería difícil imaginar una forma más egoísta de la perversión, cuando uno se detiene a pensar que el amor es una alegría dirigida a dos y que el suprimir el placer de nuestro compañero en el acto es cruel y bárbaro..." (Mantegazza, 1935: 121-122).

No solo este último volumen, sino la entera "Trilogía del Amor" es una mezcla de tales ideas radicales y más convencionales y como tal es un documento único de la Sexología en su estado naciente. En el momento, Mantegazza fue atacado despiadadamente y vilipendiado por sus esfuerzos. De hecho, había conversaciones respecto a privarlo de su cátedra y de su puesto en el Senado italiano. Hasta cierto punto, se sintió como "empacando su equipaje y emigrando" (8). Al final, sin embargo, permaneció, y la tormenta de indignación pública se calmó. Leyendo el trabajo hoy, nos damos cuenta del nacimiento difícil de nuestra ciencia, de los muchos obstáculos externos que tuvo que superar, pero también del peligro interno, siempre presente en las asunciones incuestionadas. Desde luego, hoy también hacemos tales asunciones y por consiguiente, de aquí a cien años, nuestras propias conclusiones también parecerán caducas.

El hecho de que Mantegazza está realmente al comienzo de nuestra ciencia es quizás mejor ilustrado por una circunstancia curiosa, aparentemente descuidada, pero en realidad muy significativa sobre la cual no tuvo ningún control. Según se menciona reiteradamente, su trilogía estaba dedicada al estudio del amor, o, en el original italiano, "amore": la fisiología del amor, la higiene del amor y el amor de la humanidad. Para la edición estadounidense de este último trabajo, el título original "Gli amori degli uomini", se tradujo como "The Sexual Relation of Mankind" (Mantegazza, 1935). Esto, a primera vista, el cambio inocuo de "amori" por "relaciones sexuales" en realidad marca un cambio conceptual profundo que ocurrió en el mundo occidental en el momento. Esto definió el mismo momento en que el antiguo ars amatoria fue depuesto por una nueva scientia sexualis. "Amor" misterioso y siempre evasivo, parecía también vago y emocional, un tema a ser enfocado por la ciencia. En su lugar ahora aparece "sexo" un fenómeno más técnico y neutral, menos molesto, que podría ser examinado de una manera más sobria y controlada. El "amor" mismo se había prestado a filosofar, las "relaciones sexuales" podrían ser clasificadas y contadas. Pronto, aparecieron toda clase de términos, más modernos. El amor griego se convirtió en "homosexualidad", hacer el amor en "relaciones sexuales", vicio en "psicopatología sexual", fuerza atractiva en "sex appeal", castidad en "hiposexualidad" o "carencia de deseo sexual". El aprender a comprender su propio cuerpo fue llamado ahora "educación sexual", la enseñanza del arte del amor "terapia sexual". Una nueva ciencia sexual comenzó a medir, calcular y agregar; realizó encuestas acerca del "comportamiento sexual", deseando saber cuántas mujeres y hombres hicieron qué, con qué frecuencia y con quien. En resumen, empezó una era de cuantificación, de números y porcentajes que crearon su propia terminología, de hecho, sus propios objetos de estudio.

Tomó mucho tiempo hasta que los nuevos sexólogos comprendieron que el nuevo concepto de "Sexualidad" fue tan esquivo como había sido el viejo de "amor", que este no fue un objeto sólido ni siquiera una proyección de su propio nuevo criterio del mundo. En realidad, tanto el concepto de "Sexualidad" y Sexología, la ciencia dedicada a su explicación, fueron creaciones de la civilización occidental de siglo XIX. Ambos fueron impensables antes de este tiempo y en cualquier otra parte del globo. Lo mismo es verdad, desde luego, para varias otras ciencias modernas, como la Sociología y su objeto la "sociedad", la Psicología y su objeto la "psique", las Ciencias Económicas y su objeto la "economía" o las Ciencias Políticas y su objeto la "política". En cada caso, el objeto de investigación no es algo real encontrado en el mundo natural, sino una construcción cultural que surge de una situación histórica específica, a saber la de los países industrializados occidentales en una cierta etapa de productividad. En otras palabras, en los casos mencionados, el objeto científico al parecer sólido e inmutable es producido, definido y mantenido por los métodos de investigación inventados para éste y aplicados al mismo.

La construcción de la "sexualidad humana" quizá sea, en realidad, el ejemplo más informativo en este sentido. Caracteriza nuestra presente cultura tan claramente como la idea de "amor" había caracterizado el mundo preindustrializado. Mantegazza estuvo en el umbral de nuestro nuevo mundo. Incluso habló de amor, pero fue traducido como si hubiera hablado de "relaciones sexuales". Por lo tanto, probablemente a pesar suyo, es una figura verdaderamente central en la historia intelectual occidental.

Interesantemente, hay algunas indicaciones de que el predominio del concepto mundial de "sexo" sobre nuestro pensamiento científico gradualmente puede llegar al final. Cuando, en los años cincuenta, John Money empezó a diferenciar entre "sexo" y "género" y más recientemente incluso empezó a hablar de "enfermedad de amor" y "mapas de amor", pudo muy bien haber anunciado otro cambio conceptual que podría revelar sus implicaciones totales en el próximo milenio. Pero antes de especular acerca de nuestro futuro, regresemos una vez más a nuestro pasado.

Una vez que Mantegazza había ensanchado la perspectiva médica tradicional, fueron establecidos los fundamentos para una ciencia del sexo más integral en su propio derecho. Fue Iwan Bloch, un dermatólogo berlinés, quien, en 1907, introdujo el concepto de "Sexualwissenschaft" o Sexología, una empresa académica interdisciplinaria que combinaría los enfoques tanto de las ciencias naturales como sociales. Bloch, un hombre de erudición enorme con una biblioteca privada de aprox. 40.000 libros, comprendió que los fenómenos sexuales debían ser estudiados en su contexto sociohistórico y que la mera colección e interpretación de las historias clínicas nunca podría descubrir su verdadera importancia. El fenómeno de la prostitución, por ejemplo, nunca podría ser comprendido al estudiar sólo a las prostitutas y sus clientes. Fue igualmente importante examinar la historia, organización actual, situación jurídica y papel económico de la prostitución en cualquier sociedad dada. Sin duda, en la transacción sexual misma había factores biológicos a ser estudiados (las capacidades sexuales individuales y motivaciones de las personas interesadas), pero su verdadero significado podría ser revelado sólo al considerar los temas culturales más grandes. Por lo tanto, la prostitución, así como el antiguo dios romano Janus, tenía dos caras, una de las cuales mira hacia el mundo natural, la otra hacia el mundo social. Por consiguiente, sólo la colaboración entre científicos naturales y sociales puede esperar hacer justicia a ambos. Y esto se aplicó a otra manifestación de la sexualidad humana.

El nuevo concepto de Bloch fue aceptado con vehemencia por sus colegas, y así sólo un año después, en 1908, Magnus Hirschfeld pudo publicar la primera "Zeitschrift für Sexualwissenschaft" (Revista de Sexología). Esta revista pionera solicitó no sólo artículos médicos -entre ellos contribuciones de Mantegazza y Lombroso-, sino también ensayos etnológicos, legales, históricos, filosóficos, literarios y filológicos. Más importante en nuestro presente contexto, ésta contuvo un extenso homenaje a otro pionero sexológico italiano:

Pasquale Penta (1859-1904), un psiquiatra en Nápoles, había sido el primero en publicar una revista científica dedicada completamente a cuestiones sexuales, la "Archivio delle psicopatie sessuali". Esta revista apareció durante ocho años de 1896 a 1904, cuando la muerte intempestiva de su editor puso fin abruptamente a su carrera más prometedora. Penta no sólo imprimió contribuciones orignales, sino que intentó familiarizar a sus lectores -fueran italianos o extranjeros- con toda la investigación sexológica importante a través de resúmenes regulares, objetivos. Fue especialmente esta última característica la que más impresionó a sus compañeros sexólogos (Näcke. 1908).

Dos publicaciones de Pasquale Penta:
Izquierda: "I Pervertimenti sessuali nell´ uomo" (1893) - Derecha: la revista "Archivio delle Psicopatie Sessuali" (1896)

La revista de Hirschfeld sobrevivió solamente uno año, pero fue fundada nuevamente en 1914 por Bloch y Albert Eulenburg. Posteriormente a cargo de Max Marcuse, continuó apareciendo hasta 1932, cuando la creciente amenaza nazi lo forzó a cesar la publicación. Hirschfeld, en 1919, había abierto el primer Instituto de Sexología en Berlín y en 1921 había convocado al primer congreso sexológico internacional en esa misma ciudad. Un segundo congreso en Berlín, organizado por Albert Moll en 1926, celebró incluso su ceremonia inicial en la sala plenaria del Reichstag. Sin embargo, cuándo Hitler llegó al poder en 1933, la primera gran fase de la Sexología se acabó rápidamente (Haeberle, 1981; 1982; 1983; 1984; 1985). Hirschfeld, Moll, Marcuse y muchos de sus colegas fueron judíos y cuando el Instituto de Hirschfeld fue saqueado y cerrado por los nazis, casi todos ellos huyeron en exilio, a Palestina, Egipto, Francia, los Países Bajos, Suiza, Escandinavia o la Unión Soviética y algunos a los Estados Unidos. El berlinés Harry Benjamin, por ejemplo, quién había emigrado a Nueva York ya en 1913, pudo ahora dar la bienvenida a algunos colegas distinguidos, primero a Hirschfeld, quién sólo estuvo de paso allí y posteriormente Ernst Gräfenberg y Hans Lehfeldt quienes se quedaron. Gräfenberg, un pionero del DIU ("anillo de Gräfenberg") ahora ha llegado a ser mejor conocido como el descubridor del "punto Gräfenberg" (punto G); el último contribuyó a la fundación de la Society for the Scientific Study of Sex (SSSS) y a organizar el primer Congreso Mundial de Sexología en París 1974. Cuatro años después, en 1978, este congreso tuvo lugar aquí en Roma. El resto de la historia de la Sexología en los Estados Unidos es también lo suficientemente conocida para ser repetida aquí. Los nombres de Alfred C. Kinsey, Masters y Johnson, Helen Kaplan y John Money bastan para indicar los avances enormes que desde entonces han sido logrados. Déjenme, por consiguiente, regresar a Europa y terminar llamando su atención hacia otro hito sexológico en Italia. Hace cuatro años, en 1992, Taormina fue sede del primer congreso de una fundación recientemente creada, la Federación Europea de Sexología, que por ahora, tiene más de 60 instituciones y organizaciones miembro y la cual, entretanto, ha celebrado dos congresos más en Copenhague y Marsella. No sólo que: Italia, Francia, España, Bélgica, Gran Bretaña y Suecia -a nombre sólo de los países miembro de la Unión Europea- ahora tienen diversos programas de entrenamiento académico que conducen a grados académicos legítimos en terapia sexual médica y no médica así como en educación sexual. Programas similares existen en Estados Unidos y varios países latinoamericanos. Incluso el Lejano Oriente ahora puede jactarse de una Federación Asiática de Sexología. Todo esto le un augura buen futuro a la Sexología en el próximo milenio.

¿También significarán los adelantos científicos esperados un aumento de la felicidad humana? Aquí en Italia, me parece obvio que Mantegazza tuvo razón: "Aunque la ciencia progrese, el amor seguirá siendo un arte" Mantegazza, 1936: 237).

Bibliografía

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Robinson, V., 1935, "Introduction", in Mantegazza, 1935, The Sexual Relations of Mankind (see above).

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