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Reimpreso de:
P. Nijs e I. Brosens (eds.), Reversability of Sterilization - Psycho(patho)logical Aspects, Acco: Leuven 1981, pp. 37-50

FERTILIDAD E INFERTILIDAD:
UN RESUMEN HISTORICO

E.J. HAEBERLE

RESUMEN

La presente ambivalencia individual y social hacia la fertilidad tiene una larga historia. Esta historia es iluminada por una discusión de dos discrepancias: 1. Aquella entre los nacimientos reales y potenciales (fertilidad y fecundidad) y 2. Aquella entre el crecimiento de la población real y potencial. Malthus atribuyó esta última discrepancia al funcionamiento de los controles "positivos" y "preventivos" sobre la población, es decir, el incremento de la mortalidad y el descenso de la fecundidad. Los neomaltusianos, afrontan un comienzo de "explosión de la población", tratando de fortalecer los controles preventivos, pero su éxito permaneció limitado. En el futuro algún control adicional de la fecundidad humana parece inevitable. Se describen algunas exploraciones actuales en esta dirección.

En muchos países hoy, los ginecólogos parecen llevar una vida profesional de permanentes contradicciones. Por lo tanto, en el transcurso de una única mañana, pueden esperarse a que esterilicen a alguien y a revertir una esterilización. Se les puede pedir consejo sobre una anticoncepción segura y una inseminación artificial. Pueden tener que asistir al nacimiento de un niño e inmediatamente después realizar un aborto. De hecho, pueden hacer todo esto no sólo en el mismo día para diferentes pacientes, sino para el mismo paciente por un periodo superior de tiempo.

Esta observación sencilla insinúa una obvia ambivalencia individual y profesional hacia la fertilidad humana y, según incluso revela un estudio histórico superficial, esta ambivalencia no es un fenómeno moderno. El progreso tecnológico y científico quizás han perfilado el tema incrementando y refinando las opciones, pero no las han creado. La fertilididad e infertilidad siempre han provocado respuestas humanas contradictorias. En resumen, el médico que se pregunta cómo debería responder a las exigencias del conflicto de nuestro tiempo está en realidad tratando con los viejos problemas que nunca han sido resueltos y que quizás formen sencillamente parte de la condición humana.

La historia ambigua de la procreación humana está quizás mejor aclarada por una discusión de dos discrepancias perennes: aquella entre los nacimientos reales y potenciales y la que está entre el crecimiento de la población real y potencial.

Volviendo a la primera de estas discrepancias, descubrimos que el género humano nunca ha intentado reproducirse en su completa capacidad. Es decir, la fertilidad humana (medida en nacimientos reales) no se ha igualado nunca con la fecundidad humana (medida en nacimientos potenciales). Ninguna sociedad, pasada o presente, ha permitido alguna vez la reproducción hacia su límite biológico. Todas las sociedades han creado, más o menos conscientemente, obstáculos a la fertilidad, y, después de Kingsley Davis, podemos dividir estos en cinco grupos: 1. Los tabúes sobre la asociación de hombres y mujeres (reclusión, celibato, estado y limitaciones financieras), 2. Tabúes sobre las relaciones sexuales (límites de edad del matrimonio, prohibición de las relaciones sexuales antes y fuera de matrimonio, o después del parto), 3. Restricciones en la concepción (castración, esterilización, anticoncepción), 4. El aborto y 5. El infanticidio (en el caso de múltiples nacimientos, mujeres no deseadas, nacimientos ilegítimos, niños débiles o malformados). (Davis 1949: 557 561).

Desde luego, mientras todos estos obstáculos a la fertilidad estén presentes quizá en una sociedad determinada, no pueden del todo recibir una aprobación oficial. Todavía, al menos algunos de ellos, se reconocen siempre abiertamente y son justificados. Esto es verdad, a pesar del hecho de que la fertilidad ha sido por mucho tiempo uno de los ideales humanos más ampliamente aceptados. El "ser fructífero y multiplicarse", ha sido la meta declarada de la mayoría de las familias individuales, de las tribus y de las naciones enteras desde el alba de la historia.

De hecho, esta meta generalmente también tenía el apoyo de la creencia religiosa, como por ejemplo, en los una vez casi cultos universales de fertilidad. No obstante, incluso luego la fertilidad no fue un valor absoluto. Por ejemplo, en la antigua Grecia, donde los diversos cultos de la fertilidad todavía se practicaban abiertamente, también se encontró socialmente aprobados para la anticoncepción, el aborto y el infanticidio. De hecho, Aristóteles derivó incluso el origen del comportamiento homosexual de una decisión política de limitar a la población de Creta (Políticos , II, 10).

Por otro lado, tales actitudes, parecen ser contradichas por el denominado Juramento "Hipocrático" que prohíbe expresamente el aborto. El mismo hecho, sin embargo, de que el juramento se consideró necesario demuestra que el aborto fue una práctica generalizada. De hecho, la escuela "hipocrática" misma lo practicó y el famoso, pero malatribuido juramento se ha mostrado para ser documento de un grupo atípico religioso pequeño de médicos, posiblemente vinculado a Pitágoras (Pollack 1969: 130 133 ;dolan& Adams Smith 1978: 28 31).

Es también bastante interesante señalar que las grandes religiones mundiales presentes se desarrollaron originalmente en respuesta o incluso en oposición a cultos antiguos de la fecundidad y se les asoció con ciertas costumbres sexuales. El hinduismo, como una religión sincretística, absorbió sencillamente un culto de la fecundidad en la veneración de Shiva como un dios de la reproducción. El budismo, por contraste, derivó su primer impulso de una rebelión ascética contra todos los enredos terrenales, incluida la familia y la descendencia. El judaísmo luchó por mucho tiempo y duro contra los baals, dioses locales de la fertilidad. El cristianismo suprimió los ritos de fecundidad licenciosos griegos y romanos, y el Islamismo comenzó como un movimiento reformador que, entre otras cosas, restringió la poligamia árabe de su tiempo (Fagley 1960).

Sabemos sin embargo, que después de alguna transformación, el ideal de fertilidad sobrevivió no sólo en el Islamismo y en el Judaísmo, donde se formó el "prejuicio reproductivo" de la ley Mosaica, sino también en la Iglesia cristiana. Después de un periodo inicial de indiferencia a los temas mundiales, una moralidad sexual fuerte proanalista fue adoptada e incluso algun rito de fecundidad pagana sobrevivió, de forma cristianizada, bien entrada la Edad Media (Wright 1866).

Tomando una amplia perspectiva de estos desarrollos, uno no puede sorprenderse al descubrir una cierta ambivalencia en nuestro patrimonio cultural. A lo largo de la historia, nuestros ascendientes han, tanto promovido como desalentado la fecundidad, a menudo al mismo tiempo. Todavía, uno no debería suponer que estas políticas estuvieron necesariamente siempre en conflicto, porque a menudo se dirigieron a diferentes segmentos de la sociedad o reflejaron algún diseño de política amplio, como la eugenesia o un esfuerzo para elevar el nivel de vida. La fertilidad se convirtió luego sencillamente en uno de varios factores que invitaron a la manipulación.

Aparte de tales consideraciones, sin embargo, sabemos que nuestra propia tradición judeocristiana ha limitado durante bastante tiempo la fertilidad manteniendo restricciones de apoyo sobre asociaciones femeninas y masculinas así como sobre las relaciones sexuales.

Tal apoyo quizá puede haber sido más selectivo con respecto a la esterilización, anticoncepción y aborto, pero parece haber aumentado en los últimos años. Sólo el infanticidio permanece alto y universalmente condenado en todo el mundo por las autoridades judías y cristianas.

Hasta el punto en que nuestra cultura hoy apoya más limitaciones sobre la fertiliddad que anteriormente, está desde luego, respondiendo a la población mundial dramática moderna producida mediante una disminución de la tasa de mortalidad. En edades anteriores a este crecimiento había sido tan gradual que llegó a ser casi imperceptible. En épocas de abundancia algunas poblaciones vieron un gran incremento, pero la escasez de alimentos, las enfermedades y la guerra tarde o temprano produjeron una gran pérdida y por lo tanto, la curva general de la población, con diversos movimientos de zigzag, escaló a un ritmo sumamente lento. Por ejemplo, se calcula que la población de la India en el cuarto siglo a. de C. era aproximadamente de 100 millones, y al comienzo del siglo XVII d. de C. fue todavía la misma. Por lo tanto, en dos mil años no hubo prácticamente ningún crecimiento de la población. Desde entonces sin embargo, la población de la India se ha duplicado en 200 millones y luego nuevamente triplicado a más de 600 millones (Thomlinson 1965:11).

Según lo ya mencionado, esta clase de aumento sin precedentes llegó a ser posible a través de una fuerte disminución en la tasa de mortalidad, que, a su vez, fue causada por el progreso industrial científico. En el caso de la India, desde luego, tal progreso no aumentó la población orgánicamente, sino que importó (o fue impuesto por) los poderes coloniales occidentales. Por lo tanto, la tasa de natalidad de los indios todavía refleja los hábitos reproductivos preindustriales y el crecimiento de la población acumulativa llegó a ser bastante dramático (mundial, de una tasa de mortalidad inferior, un segmento proporcionalmente más grande y todavía creciente de la población está ahora ocupada con la reproducción. En algunos países, muchas parejas en este segmento pueden, muy bien individualmente, tener menos niños que sus ascendientes tuvieron, pero el gran total de todas estas parejas no obstante produce un mayor incremento que incluso antes.)

En el rápidamente desarrollado Oeste, el aumento, aunque sustancial, fue mucho menos pronunciado, porque las personas casi "naturalmente" desarrollaron nuevas actitudes mientras se creaba su sistema industrial. A partir del siglo XVII, la producción industrial y agrícola mejoró los alimentos y otras necesidades regularmente al alcance de un mayor número de personas, elevando por lo tanto la esperanza general de vida. En la ciencia médica del siglo XIX, la mejora del saneamiento redujo la mortalidad incluso más, y por lo tanto, la población pudo incrementear hasta una tasa más rápida. Por otro lado, y esto es importante, con su salud incrementada, la longevidad y el confort, las personas también encontraron nuevas razones para limitar sus familias. Como resultado, en medio de una población generalmente creciente, la fertilidad descendió gradualmente.

Uno debe comprender, sin embargo, que el cambio general en la actitud no estuvo restringido a los individuos. La revolución industrial no solamente creó un "hombre nuevo" con diferentes valores y hábitos personales, sino también nuevas formas de gobierno y fuerzas sociales nuevas. De hecho, en el s. XVIII, tanto los individuos empezaron a adaptarse al mundo moderno emergente, tanto los gobiernos descubrieron la "población" como un fenómeno y como un problema. La población no fue sólo una suma de "temas" fieles u otro nombre para "las personas", sino un nuevo concepto que describía una entidad responsable de la planificación deliberada. La tasa de nacimientos y de muertes, la esperanza de vida, la vivienda, el nivel educacional, la higiene general, la distribución de los ingresos, la producción y el consumo empezaron a aparecer como factores manejables o al menos como motivos de inquietud del gobierno legítimo (Foucault 1976).

Sobra decir, que el Siglo de la Ilustración vio aquí una oportunidad para mejorar el destino humano y para producir con el tiempo una sociedad perfecta. Utópicos sociales como William Godwin y el Marques de Condorcet imaginaron un futuro ideal como resultado del aumento del control racional de todas las fuerzas naturales y sociales1. Algunos autores más conservadores expresaron ciertos recelos, pero no pudiendo desalentar el espíritu general de esperanza.

El Rev. Thomas Robert Malthus
(1766-1834)

Es en este contexto que el primer gran estudio, bastante melancólico, del crecimiento de la población se emprendió y tiene que verse. En 1798, Thomas R. Malthus publicó su Essay on the Principle of Population, nombrando la fertilidad humana como la razón principal de porqué un mundo perfecto, o incluso razonablemente feliz era para siempre imposible. Malthus estuvo impresionado por la discrepancia entre el crecimiento de la población real y potencial, obsening: "... en ningún estado en que todavía hemos sabido que tiene el poder de la población ha dejado de ejercerla con perfecta libertad". (Malthus 1970: 73). A esto sugirió añadir que si "el poder de la población" estuvo "sin esforzarse en comprobar el aumento de la especie humana sería evidentemente mucho mayor que cualquier incremento que hasta ahora se haya conocido". (Malthus 1970: 73 74).

Malthus luego trató de explicar la discrepancia y encontró que esto reflejó el contraste entre dos poderes desiguales; la enorme capacidad del género humano para producir niños y la capacidad moderada de la tierra para producir alimentos. Todavía sin comprobar, la primera de estas capacidades crecería a una tasa geométrica (1, 2, 4, 8, 16, 32, etc.), mientras que la segunda crecería sólo aritméticamente (1,2,3,4,5,6, etc.). Se llegó a la conclusión de que la población tenía que ser limitada, y esto se realizó mediante la operación de dos controles permanentes desagradables: la miseria y el vicio. Además, ambos de estos controles fueron mutuamente exclusivos, pero juntos exhaustivos y por lo tanto, cada uno de ellos sólo podría ser debilitado al fortalecerse el otro. El vicio podría reducirse sólo incrementando la miseria y viceversa.

Esta aserción posteriormente llegó a ser conocida como el "teorema triste", porque implica que las poblaciones siempre crecerán hasta el punto en que se convierten o en viciosas o miserables o ambos. De hecho, se notó que el teorema tenía una consecuencia natural peor conocida como el "teorema sumamente triste", porque, si Malthus fue correcto, todo el progreso humano, cada mejora en las condiciones de la vida, continuaría a la larga, aumentando sólo la población y por lo tanto, también aumentaría la cantidad total de miseria y de vicio.

En realidad, Malthus no tenía ningún deseo de convertirse en el padre de una nueva "ciencia triste". Como un clérigo levemente amanerado y benevolente, estuvo consternado por su propia tesis y, desde el mismo comienzo, exigió tanta crítica como fuera posible. Fue con un sentido del alivio, por consiguiente, que siguió una sugerencia de Godwin y rectificó "algunas de las más duras conclusiones" de su ensayo. Como resultado, en una edición revisada y ampliada, Malthus pudo superar el dilema anterior al agregar una tercera restricción moral del control de la población, cuya aplicación generalizada podría reducir tanto la miseria como el vicio.

Malthus definió esta restricción moral muy exhaustivamente sin embargo como "la restricción del matrimonio que no está seguida por gratificaciones irregulares". (Malthus 1803: I. 15; 1970: 25). Aparentemente, esto no le ocurrió a él que incluso parejas casadas ejerzan quizás alguna restricción y conscientemente limitando el tamaño de sus familias. Desde luego, para Malthus, el aborto y la anticoncepción eran vicios, pero es extraño que no considerara incluso la opción de la abstinencia sexual dentro del matrimonio. Por otro lado, es posible considerar la demanda de la abstinencia sexual antes o fuera del matrimonio como una carga poco razonable y clasificarlo sencillamente bajo el título de miseria. Por consiguiente, el sistema tripartito completo, como originalmente se presenta, aparece insatisfactorio y desequilibrado.

Si esto había sido todo, Malthus podría haber olvidado, pero afortunadamente para su fama postrera, no fue completamente consecuente y también describió un segundo, sistema más neutral de los controles que atraviesan las divisiones valorativas del primero. Esta es una división sencilla dentro de las posibles categorías objetivas de los controles de población preventiva que quizás todavía sean útiles hoy.

Como Malthus los describió, los controles positivos de la población "incluyen cada causa ... las cuales en cualquier grado contribuyen a acortar la duMtion natural de la vida humana" (Malthus 1803: I.15; 1970: 23) y por lo tanto tener el efecto de llevar la tasa de mortalidad. Por contraste, los controles preventivos sirven de función para reducir la tasa de natalidad. Malthus enumeró algunos de ellos, aunque la delicadeza de sus frases deja algunos temas algo oscuros. Incluyen la ya mencionada "restricción moral" así como la anticoncepción, aborto, "relaciones promiscuas", "violaciones en la cama de matrimonio" y "pasiones anormales" (Malthus 1803: I.16,II.8; 1970: 24).

Claramente, las dos categorías sencillas de controles preventivos y positivos funcionan bien en principio, y sólo unos pocos detalles parecen anticuados hoy. Por ejemplo, los controles positivos han resultado ser menos graves de lo previsto, porque el suministro alimentario ha crecido más rápido de lo permitido por una mera progresión aritmética. Malthus estuvo simplemente equivocado en este punto, porque subestimó posteriormente el progreso científico y agrícola. Además, su descripción de los controles preventivos necesitan ser modificados. Por lo tanto, está poco claro cómo las "relaciones promiscuas" y "las violaciones dentro del matrimonio" (¿adulterio?) pueden reducir la tasa de natalidad. Es también curioso que Malthus enumera el aborto bajo los controles preventivos, no los positivos, es decir no cuenta los aún no nacidos entre los que poseen "vida humana". Finalmente, parece dar por supuesto el matrimonio monógamo, pero deja de ver que, al menos en su propio tiempo, esto actúa en sí como un control preventivo, ya que a menudo ata a los hombres y a las mujeres potencialmente fértiles a los cónyuges infértiles.

En realidad, la sofisticación científica moderna ha planteado muchas otras preguntas acerca de la lista de Malthus de los controles de población preventivos, aunque el concepto como tal permanece válido. De hecho, el mismo hecho de que su lista ha sido sujeta a la reinterpretación y el aumento revela una oportunidad antes insospechada para el incremento del control humano, un rayo de esperanza que Malthus mismo no vivió el tiempo suficiente para verlo.

En cualquier caso, Malthus colocó la base para cualquier avance que se logró, a pesar de sus predicciones. Pesimistas como fueron la mayoría de sus conclusiones, proporcionó un enfoque nuevo, un marco de referencia que apeló a sus mentes sucesoras científicas. Al criticar, corregir, rechazar o rectificar Malthus, los eruditos y los políticos aprendieron primero a percibir y luego a dirigirse a un conjunto nuevo de preguntas. El control cualitativo y cuantitativo de la población se convirtió en un tema principal científico en el siglo XIX, y las nuevas ciencias de demografía, economía, sociología, criminología, penología y psiquiatría hicieron todo lo posible por extender este control en la medida de lo posible.

Como diversos expertos científicos y organismos gubernamentales procedieron a una aplicación práctica de sus apreciaciones, sin embargo, a menudo se encontraron sin comprenderse los unos a los otros e incluso chocando abiertamente entre sí mismos. Disputas aprendidas, cruzadas populares, propaganda y folletos, demostraciones, debates parlamentarios y luchas del tribunal, revelaron que la antigua ambivalencia hacia la fecundidad humana estuvo lejos de resolverse. Por ejemplo, Malthus nunca había considerado seriamente la anticoncepción como un escape de las perspectivas tristes que presentó, sino después de él un movimiento enérgico de regulación de la natalidad que surgió finalmente adoptando su nombre. El primer "neomaltusiano", Francis Place, claramente aludió a Malthus en sus Illustrations and Proofs of the Principle of Population (1822), pero avanzó a una intrépida, posición nueva: "Si ... fue una vez claramente comprendido, que no fue de mala reputación para las personas casadas aprovecharse de tal medio preventivo como desearían, sin ser perjudicial para la salud, o destructivo para la delicadeza femenina, prevenir la concepción, quizás un control suficiente produciría inmediatamente el aumento de la población más allá del medio de subsistencia; el vicio y la miseria, hacia un grado prodigioso, quizás sean eliminados de la sociedad; y el objeto del Sr. Malthus, Sr. Godwin y cada persona filantrópica, es promovido mediante el aumento del bienestar, de la inteligencia y de la conducta moral en la masa de la población". (Place 1822: 165).

Una de las hojas contraceptivas de Francis Place.
En 1823, se distribuyeron ampliamente en Inglaterra.
Para ver el texto total, hacer click aquí.

Ya que la "masa de la población" fue la mayor preocupación, tomó otra medida radical y, en 1823, fueron distribuidas hojas conteniendo consejos contraceptivos. Este asesoramiento (recomendando la "inserción" precoital de una esponja en la vagina) no fue muy útil desde nuestro presente punto de vista médico, pero por lo menos creó una base para la discusión pública. Es más, una de las hojas se dirigió específicamente a "trabajar a las personas" y trató las diferentes razones económicas de la anticoncepción: el tamaño de las familias limitadas conduciría a un aumento de sueldo para los trabajadores y contribuiría a concluir con la miseria del trabajo de los niños (Himes 1970: 216217).

Curiosamente, la "democratización" del conocimiento anticonceptivo, mientras fue privadamente denunciado en muchos barrios, al principio no provocó ninguna censura del gobierno. Place y otro antiguo neomaltusiano no encontraron mucha resistencia oficial a sus campañas anticonceptivas. De hecho, el libro de un médico estadounidense que trató ampliamente los métodos anticonceptivos, KnowltonFruit s of Philosophy (1832), se vendió lentamente en Inglaterra durante décadas, antes de que se convirtiera en polémico.

Luego, en el último trimestre del siglo, un contragolpe moralístico empezó a notarse. En 1877 dos partidarios de la anticoncepción, Charles Bradlaugh y Annie Besant, fueron puestos a prueba para distribuir el trabajo de Knowlton, pero con el tiempo surgió victorioso. Al desánimo de sus adversarios, su caso popularizó aún más la información anticonceptiva, colocando a Inglaterra en la vanguardia de la planificación familiar deliberada. En 1878, Charles R. a que Drysdale fundó la Liga Maltusiana y empezó a editar una revista The Malthusian. Por este tiempo, la tasa de natalidad inglesa empezó una disminución constante (Himes 1970: 244).

Tres antiguos neomaltusianos

Charles Bradlaugh

Annie Besant

Charles R. Drysdale

Sin embargo, la lucha no siempre se ganó tan fácilmente. Los Estados Unidos, por ejemplo, también entraron en una fase de reacción moralística en 1870. A la instigación deAnthony Comstock, el presidente de la "Sociedad de Nueva York para la Supresión del Vicio", el Congreso aprobó una ley contra el material "obsceno" postal. Comstock se hizo un agente especial de la oficina de correos, y, durante las próximas cuatro décadas, persiguió a cualquiera que enviara información anticonceptiva. Atrapó a médicos, quienes luego perdieron sus licencias, llevó a la defensora del control de la natalidad Margaret Sanger al tribunal, e incluso tuvieron a su esposo encarcelado. Esta reacción fanática tuvo sin embargo su paralelismo en otros países, como en Bélgica, donde, como tarde en 1909, un médico, Dr. Mascaux, fue sentenciado a tres meses de prisión por propagar el conocimiento anticonceptivo y por lo tanto la "moralidad ofensora". (Ellis 1936: 598).

En la práctica real, sin embargo, la planificación familiar tuvo que ser adoptada lentamente en la mayoría de los países occidentales. La tasa de natalidad descendió no sólo en Inglaterra, sino también en Francia, donde el código napoleónico prohibió a los agricultores dejarles la tierra a sus hijos primogénitos y previno en cambio una división. Como resultado, los agricultores franceses (en 1850 cerca del 70% de la población) limitaron el número de sus hijos (los agricultores franceses en Canadá, que no estaban sujetos al sistema napoleónico, conservaron una tasa de natalidad elevada. Van Ussel 1970: 193). Por lo tanto, es obvio que las consideraciones económicas estaban empezando a tener algún efecto. Incluso las "clases bajas" trataron, desesperadamente a menudo, de limitar el número de sus hijos. Un resultado de estos esfuerzos fue el creciente número de abortos tanto en Europa como en América (Ellis 1936: 602 604).

Indudablemente, el aumento de abortos estuvo también relacionado con la falta de anticonceptivos eficaces, especialmente entre los pobres. Es verdad que en el transcurso del siglo, la tecnología anticonceptiva había hecho avances significativos, pero los fiscalizadores moralísticos como Comstock previnieron o por lo menos retardaron su distribución general. Ya en 1838 Friedrich Adolph Wilde había desarrollado una funda cervical, en 1843 la vulcanización de la goma posibilitó la fabricación masiva de condones, y en 1881 Wilhelm P.J. Mensinga inventó el pesario anticonceptivo. No obstante, las familias de trabajadores no tenían generalmente acceso a estas invenciones, y especialmente las mujeres a menudo llegaron a considerar su fecundidad como una maldición, porque las agota y las empobrece aún más.

Teoría y práctica del control de la natalidad

Francis Galton
El científico inglés y
primo de Charles Darwin
fue el primer partidario de la "eugenesia",
es decir el control de la natalidad con el propósito
de mejorar el género humano.

Wilhelm P.J. Mensinga,
un doctor alemán del campo,
inventó el pesario anticonceptivo
en 1881. Para él, el control de la natalidad
fue un medio "para proteger
a las mujeres contra la brutalidad de los hombres".

Es digno de mención, sin embargo, que algunos de los grandes "campeones de los pobres" eligieron no implicarse. Karl Marx, por ejemplo, quién había insultado y ridiculizado el "parson de Malthus" como "despreciable" y como un "desvergonzado adulador de las clases imperantes", también fracasó al apoyar la lucha de las mujeres de clase trabajadora para la anticoncepción. Aparentemente, Marx percibió y rechazó el "teorema sumamente triste" implicado en el ensayo original de Malthus como un ataque contra el socialismo2. No obstante, al mismo tiempo, también rehusó a considerar el escape práctico de su teorema propuesto por los neomaltusianos. Esta negativa doble de todo llamada "maltusiana" continuó luego siendo la característica de la doctrina comunista hasta bastante recientemente. Sólo en nuestro tiempo algunos países comunistas, especialmente la República Popular de China, empezaron una campaña enérgica del control de la población.

Si Marx, Engels y otros defensores de la clase obrera dejaran de apoyar el movimiento del control de la natalidad, otros agentes del cambio social serían menos renuentes. Bajo la influencia de tales psiquiatras del siglo XIX como Morel, y Charcot, empezaron a creer en la degeneración hereditaria y guiados por eugenesistas como Galton, exigieron medidas prácticas para eliminarla. El resultado fue, entre otras cosas, un programa de esterilización obligatoria de seres "inferiores" físicos, mentales y sociales. En 1907, el estado norteamericano de Indiana aprobó, por primera vez en el mundo, la ley de esterilización obligatoria, otros estados, y de hecho otros países, como la Alemania nazi, siguieron, y por lo tanto, la puerta se abrió al gran abuso gubernamental (persecución 1977: 15 16). En el incluso apoyo financiero gubernamental de los Estados Unidos a la esterilización "voluntaria" condujo a abusos, porque las mujeres pobres e incluso las niñas adolescentes a menudo fueron presionadas o engañadas dando consentimiento a doctores racistas o codiciosos3. Es sólo en años recientes que las quejas por diversos libertarios civiles han tenido éxito al reformar o incluso al concluir con estas políticas confundidas. Entretanto, sin embargo, los temas más extensos no se han resuelto. El crecimiento mundial de la población continuo y acelerado ha impulsado incluso más las propuestas radicales del control de la fertilidad humana. En 1955, Alan Gregg describió, por primera vez, el género humano como un "crecimiento cancerígeno" sobre el planeta Tierra que podría con el tiempo destruirse. En 1960, Raymond B. Cowles propuso una "bonificación para no tener hijos" para ser pagados a los padres potenciales por el gobierno por no tener hijos. En 1964, esta idea fue elaborada por Kenneth E. Boulding en una "licencia comercializable para los bebés". La unidad para tal licencia sería un "deciniño", y una acumulación de diez de estas unidades, por la compra, la herencia o donación, titularía a una mujer para tener un hijo legal. En 1967, William y Paul Paddock llegaron incluso más lejos que esto y propusieron un sistema de "triaje", que cancelaría todos los envíos de alimentos estadounidenses a aquellos países que dejen de controlar su "superpoblación". Ya que "no podían ser salvados", deberían simplemente ser abandonados a morir, lo más pronto, mejor. La China especialmente mencionada por Paddock como un país donde la inanición masiva tuvo probabilidad del golpe dentro de menos de un decenio. En 1968, Paul R. Ehrlich apoyó este criterio, comparando a la población mundial como una bomba que va a estallar.

La lista de tales sugerencias recientes drásticas podría fácilmente extenderse, pero el punto está indudablemente claro: para algunos pensadores sociales la ambivalencia de la Edad de Oro hacia la fertilidad humana está ahora amenazando con resolverse en el negativismo y el pánico. Donde la vida misma aparece como una enfermedad, una mercancía, una catástrofe o un arma de destrucción, la razón está debilitándose e incluso puede ser incapaz de tomar medidas positivas.

Esta actitud es igual de irresponsable que la apatía del tradicional laissez faire que simplemente ignora las consecuencias de la falta de acción continua. Las medidas positivas deben y pueden ser tomadas, como algunos países que se consideraron una vez más allá de la esperanza que habían mostrado. Por lo tanto, China, para la cual Paddock había predicho la inanición masiva en los años setenta, no sólo tuvo éxito alimentando a su población, sino también emprendiendo un programa a través de su limitación (bastante interesante, la característica más sorprendente de este programa es la "restricción moral" maltusiana, es decir una postergación de mardage combinada con una anulación de las "gratificaciones irregulares").

Resumiendo, uno quizás diga que la reciente desesperación occidental es apenas una base para juicios infalibles. Lamentablemente, para algunos la desesperación ha ido ahora más allá de la mera renuncia ante la miseria y el vicio, pero ha crecido en un temor a la fertilidad como el precursor máximo de la muerte. Esto representa una inversión irónica de la antigua creencia en la procreación como el arma principal contra la mortalidad. Después de todo, los ideales de desafiar a la muerte y de producir abundantes vidas nuevas originalmente evolucionaron juntos. No sólo las naciones enteras esperaban escapar a la extinción mediante el mantenimiento de la tasa de natalidad alta, sino también los individuos vieron su muerte espiritual prevenida por una línea larga de descendientes. Al menos su memoria y su nombre vivirán. Por la misma razón, la infertilidad fue vista como una desgracia, porque debilitó la nación y negó a los hombres y a las mujeres individuales el consuelo de una "vida después" indirecta. No obstante, la conveniencia histórica y los cambios en las creencias religiosas con el tiempo moderaron este criterio absolutista y condujeron a la ambivalencia que caracterizó a la mayoría de nuestro pasado chilized. La fertilidad luego llegó a ser vista como uno de varios elementos en un sistema más grande de valores cuya estructura fue por encima de todo flexible, y cuya configuración exacta fue determinada por un vadety de factores individuales y sociales. Es más, con la reducción drástica de la tasa de mortalidad en tiempos modernos, la importancia exagerada de la fertilidad para "la supervivencia" humana fue incluso más y más reducida.

Todavía, hay una sospecha de que esta tendencia histórica no pueda continuar hacia su extremo lógico sin producir un peligro nuevo y serio. La amenaza de barbadsm siempre existe donde las personas pierden la paciencia con ambigüedades. La tentación para hacer lo puede ser gran, pero un criterio histórico puede enseñarnos que la fertilidad humana e infertilidad como tal ni garantizan ni amenazan la supervivencia humana. Nada puede considerarse como un valor absoluto, y nadie debería incluso esperar oír la última palabra en el asunto. El wiu de la ambivalencia y de hecho debería permanecer. Dentro de su contexto, las decisiones difíciles siempre tendrán que tomarse. Sólo podemos confirmar esto bastante: es en la mejor tradición histórica que todas nuestras decisiones deberan estar guiadas por la esperanza.

NOTAS

1.El Enquiry de William GODWINL concerniente a la Political Justice fue primero publicado en 1793. El marqués de Condorcet escribió su Esquisse d’un Tableau Historique des Progres de l´Esprit Humain mientras se escondía del terror revolucionario francés. Se publicó por primera vez en 1794 y luego en una traducción al inglés en 1795.

2.MARX expresó su objeción al "teorema sumamente triste" más sucinto en estas palabras: "si la teoría de Malthus de la población es correcta, entonces no pudo abolir esta (ley de hierro de salarios) incluso si abole el trabajo salarial unas cien veces, porque esta ley no es sólo capital sobre el sistema del trabajo por jornada sino también sobre cada sistema social. ˇDando un paso ordenadamente este, los economistas probaron hace cincuenta años o más que el socialismo no puede abolir la pobreza, que se basa en la naturaleza, pero sólo la comunaliza, la distribuye por igual sobre la superficie entera de la sociedad"! (Critique of the Gotha Program, Nueva York, 1933, p. 40).

3.Ver Federal Register, vol. 43. No. 217, Nov. 8, 1978, Part V, p. 52146.

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