Según las crónicas españolas los aztecas tenían cuatro destinos, adonde iban las almas una vez
que morían. El primer destino era Mictlán (inframundo‐ o infierno de los cristianos), donde vivía un dios
maligno que se hacía llamar Tzontémoc, "el Señor del inframundo". Las ánimas de los difuntos que iban
al Mictlán eran los que morían de enfermedad.
"Ahora fuesen señores, principales o gente baja. El día que uno se moría, varón, o mujer o
muchacho, decían al difunto echado en la cama, antes de que lo enterrasen: "¡Oh hijo¡ ya habeis pasado
y padecido los trabajos de esta vida; ya que servido nuestro señor al llevaros, porque no tenemos vida
permanente en éste mundo y brevemente, como quién se calienta al sol, es nuestra vida. Ya os fuisteis
al lugar oscurísimo que no tiene luz, ni ventana, ni habeis más de volver ni salir de allí, ni tampoco más
habeis de tener cuidado y solicitud de vuestra vuelta. Despues de haberos ausentado para siempre
jamás, habéis dejado ya a vuestros hijos, pobres y huérfanos y nietos, ni sabeis como han de acabar, ni
pasar los trabajos de ésta vida presente..." (Fray Bernardino de Sahagún)
Un segundo destino era el de Tláloc, dios de la lluvia. El Tlálocan tenía el aspecto de una
hermosa selva tropical y a él iban todos aquellos que llamaba el mismo Tláloc, especialmente los que
morían a consecuencia de la acción de un rayo, los ahogados y los que sufrían largas y penosas
enfermedades.
"El día que se morían de las enfermedades contagiosas e incurables no los quemaban, sino
enterraban los cuerpos de dichos enfermos, y les ponian semillas de bledos en las quijadas, y sobre el
rostro. Además ponianles color de azul en la frente, con papeles cortados, y más en el colodrillo
ponianles otros papeles y les vestían con papeles y en la mano ponianles una vara. Y así decían que en el
paraíso terrenal había siempre verdura" (Fray Bernardino de Sahagún)
El tercer destino era el Tonátiuh Illhuícac ó Cielo del Sol, donde iban los guerreros que morían
en la guerra. Con su muerte se convertían en las "gentes del águila" y habitaban en la Casa del Sol,
donde se unían al dios del Sol en la primera parte del viaje diario que emprendía éste de Oriente a
Occidente. A medio camino de su curso el Sol era saludado por otro grupo de seres favorecidos: las
mujeres que habían muerto al dar a luz en el acto de producir nuevos guerreros.
Estas mujeres se llamaban Mocihuaquetzque (guerrero en forma de mujer) y todo el mundo se
alegraba de su muerte, incluso sus propios maridos, quienes decían que su mujer no iba al infierno, sino
a la Casa del Sol y que éste se la había llevado, por ser valiente, para que estuviera con él.
"Cuando una de éstas mujeres muere, la partera la adora antes que la entierren y le habla de
ésta manera: ¡Oh mujer fuerte y belicosa, hija mía muy amada¡ Valiente mujer, hermosa y tierna
palomita, señora mía, os habeis esforzado y trabajado como valiente, habéis vencido, habeis hecho
como vuestra madre la señora Cihuacóatl‐Quilaztli. Hija mía muy amada, te ruego que nos visiteis desde
allá, pues que sois mujer valerosa y señora, pues ya que estais para siempre en el lugar del goce y de la
bienaventuranza, donde siempre habeis de vivir. Ya estais con nuestro señor, ya le veis con vuestros
ojos y le hablais con vuestra lengua. Rogadle por nosotros, habladle para que nos favorezca y con esto
quedamos descansados" (Fray Bernardino de Sahagún)
El cuarto destino era el Chiuchihualcuauhco o Tonacacuauhtlitlán, en el que iban los niños a
esperar su segunda oportunidad de vida bajo las ramas de un árbol de los que colgaban mamas que
destilaban toda clase de frutos. Ahí se encontraban los puros.
"Ellos eran los que no llegaron a conocer, no llegaron a alcanzar el polvo, la basura...Y he aquí la
completa palabra, la que ha de guardarse, lo que ha de tomarse, lo que ha de oírse; que se dice que de
los niñitos pequeños que mueren se hacen piedras verdes (chalchihuites ó cuentas de piedra verde), se
hacen preciosas turquesas, se hacen brazaletes. Cuando mueren no van allá, al temible lugar de los
vientos helados al Mictlán. Van allá a la casa de Tonacate‐cuhtli. Vienen en el lugar del árbol de nuestro
sustento; liban las flores de nuestro sustento. Allá viven en el árbol de nuestro sustento; de él chupan"
(Codice Florentino)
ACTITUD DE LOS AZTECAS ANTE LA ENFERMEDAD
Ellos mantenían una estrecha vinculación entre los aspectos religiosos, mágicos y "científicos"
para poder enfrentar las enfermedades. Dentro del aspecto religioso tenían dioses responsables de la
salud y de las enfermedades. Dentro del aspecto mágico suponían que las enfermedades eran causadas
por el maleficio de los enemigos y por lo tanto protegidos con la magia y dentro del aspecto científico
hacían uso de plantas medicinales, minerales y procedimientos médicos.
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