rayo de sol. Por culpa de éste dios, los aztecas más tarde se llamarían Mexicas abandonaron sus casas y
tierras y emprendieron un largo éxodo.
DIOSES AZTECAS
Los Aztecas‐Mexicas tuvieron numerosas divinidades de la Salud y de la Enfermedad.
Tenemos a Tzapotlatena, diosa de la Farmacia, Tonantzin, diosa de la Tierra, ambas se encargan
de las plantas medicinales, Xipetotec, patrono de los médicos y protector de la piel.
Chalchiuhtlicue, diosa de la Fertilidad. Tlazolteotl, conocida como Toci la cual era la diosa de la
Medicina, patrona de los doctores, cirujanos, sangradores, parteras, y adivinos y Diosa de la fertilidad.
Xipe Totec Dios de la Primavera y de la Vegetación. Tenía piel humana recubriendo su cuerpo
que significaba renovación de la tierra. Asociado a enfermedades que aparecian durante la primavera,
como problemas oculares, problemas de piel tales como escabiosis, sarampion, flictenas y ulceras.
Ehecatl Dios del viento. Causaba el reumatismo y los escalofrios. Quetzalcoatl serpiente emplumada.
Curaba casi todas las enfermedades.
Tezcatlipoca Dios patrón de los nagualli, necromantes y brujos de magia negra. Se ponía furioso
si no le hacìan penitencias y sacrificios en su honor y ocasionaba enfermedades: lepra, gota, plagas y
locura.
Cihuateteo: Diosa de las mujeres muertas en parto.
Xochipilli: Dios de las Flores y del Canto
En cuanto a la religión del pueblo azteca, la base de la vida era estar en armonía con la
naturaleza, la religión azteca trataba, por sus fines y por su práctica, de atraer aquellas fuerzas naturales
favorables a la existencia humana y de rechazar las que le eran perjudiciales, un idea que era
compartida por todas las etnias indígenas de la América prehispánica. La religión azteca no tenía un
Salvador ni un cielo o un infierno para recompensar o castigar las consecuencias de la conducta
humana. El rito azteca consistía en el ofrecimiento de regalos, oraciones y actos penitenciales para
inducir el favor de los poderes divinos, quienes personificaban a la naturaleza.
Los aztecas desarrollaron un concepto de relación entre las fuerzas sobrenaturales y el
Universo.
La tergiversación cristiana acerca de los dioses aztecas llevó a los frailes evangelizadores
(usualmente franciscanos) y los nacidos en México de ascendencia europea, a crear el mito de un
Quetzalcoatl cristiano.
Tenemos por ejemplo que Fray Toribio de Benavente, el célebre Motolinía, inició esta
transformación cuando aseveró que Quetzalcoatl era un "hombre honesto y templado", y dijo que fue él
quien "comenzó a hacer penitencias y ayuno y disciplina".
Bartolomé de las Casas dio un paso más en esta conversión cuando afirmó que Quetzalcoatl, el
dios de Cholula, era un hombre blanco, de ojos grandes, largo cabello negro y barba redonda. Esta
última aseveración, que no era propia de los frailes franciscanos, sino que era una historia que venía
siendo transmitida oralmente de generación en generación entre los aztecas, posiblemente unida a la
hipótesis de la presencia de hombres blancos, y barbudos en la península de Yucatán centenares de
años antes (vikingos?), sería una de las explicaciones por la cual los conquistadores españoles no
tuvieron en sus primeros contactos con Moctezuma II, la violencia que hubieran tenido, de ser
considerados conquistadores o invasores de su cultura. Ellos estaban totalmente convencidos de que
Cortéz era posiblemente la reencarnación de Quetzalcoatl.
El dominico Diego Durán completó esta identificación en su Historia de las Indias, donde
escribió que Quetzalcoatl había sido en realidad un mensajero de Cristo, puesto que había difundido los
signos de la verdadera religión y había profetizado la llegada de los españoles. La interpretación de
Durán no admitía la idea de que los indios de la Nueva España pudieran haber sido olvidados por los
señalados para propagar la palabra de Cristo. Según su interpretación, el apóstol de los indios había sido
Topiltzin, "el cual sabemos haber sido predicador de los indios". Así, por medio de esta transmutación,
Quetzalcoatl adquirió los rasgos de un apóstol de Cristo, mientras que otros pensaron que Dios había
utilizado ese engaño para atraer a los indios a la verdadera fe.
Como lo ha mostrado Jacques Lafaye, la "idea que pronto tendió a imponerse fue que
Quetzalcoatl era el apóstol Santo Tomás y que todas las analogías de las creencias del antiguo México
con el cristianismo derivaban de una pretérita evangelización de América y de la degradación ulterior de
la doctrina". Sobre estas bases se afirmó la idea de que Quetzalcoatl fue un dios blanco, procedente de
un país remoto, cuyo mandato era difundir la civilización en las incultas tierras de América.
57