Codice Magliabecchi, mostrando un sacrificio ceremonial azteca. El sacerdote les arrancaba el corazón con un cuchillo de obsidiana (roca
volcánica), luego el cuerpo sin vida era arrojado escaleras abajo (Bancroft 2003)
La manera que tenían los aztecas de apaciguar a los dioses, violentos y antinaturales, era a
través de sangrías y de sacrificios como reseñamos arriba. Era éste la forma en que los humanos podían
sobrevivir y obtenerse además el pleno desarrollo de cosechas y del engorde y desarrollo de los
animales de cría. ra prácticamente la devolución de una deuda ya que el azteca consideraba que los
E
alimentos consumidos se nutrían de la sangre de los dioses, por lo cual la entrega de sangre era una
obligación, de hecho se denominaba Tequictl o devolución de la deuda y el nivel de sangría personal
dependía del rango de la persona.
Los plebeyos tenían solamente que pincharse las orejas y dejar caer gotas de sangre al piso.
Mientras que los sacerdotes que vivían en celibato tenían que lacerarse el prepucio del pene.
Además de éstas ofrendas de sangre personal existían dos formas de sacrificio humano, una la
ejecución del Ixiptia, que eran hombre y mujeres que imitaban a los dioses.
La otra era el sacrificio masivo de victimas en las celebraciones de los cuatro festivales más
importantes del año (Tlacaxipeaualiztli, Etzalqualitztli, Ochpaniztli y Panquetzaliztli).
El miedo a la forma de morir se basaba en que la conducta de su vida no era la que designaba
su última morada, ésta era más bien definida por el tipo de muerte que le acontecía.
Los antíguos indígenas no tenían miedo a la muerte "sino a la forma de morir, alcanzándose los
máximos honores al ser inmolado en el Techtal (la piedra de los sacrificios) ya que existía la firme
convicción de que si la víctima se ofrecía de una manera voluntaria ingresaba en un mundo de placeres
eternos sin penas ni fatigas; o en el caso de la mujeres, muriendo de parto.
Estos eran los únicos caminos para eludir el Mictlán o "lugar de los muertos", conocido también
como Ximoayán, "lugar de los descarnados" y Tocempopolihuiyán "nuestro lugar común de perecer",
donde iban las almas en peregrinación, sufriendo todo tipo de visicitudes, durante cuatro años después
de su deceso.
El concepto de resurrección es un tema muy recurrente en gran número de mitos mexicanos
antiguos: Huitzilopochtli, el Ser Supremo de los guerreros aztecas, personificación de la fuerza vital del
Sol, no es más que un guerrero resucitado, llamado "colibrí", por parecerse al pájaro mosca que, aunque
aparentemente muerto en la sombra, siempre está dispuesto a emprender el vuelo cuando le toca un
56