Ya en marzo de 1.896, las cartas a los editores de revistas científicas de los Estados Unidos
hechos reveladores sobre la acción biológica de los rayos X. A pesar de la cantidad
de incidentes reportados, la opinión que prevalecía entre los científicos era que las lesiones de la piel no
estaban causadas por los rayos X, sino más bien por otros factores relacionados, como la luz ultravioleta,
los rayos catódicos, la inducción eléctrica, la oxidación por ozono, la idiosincrasia del paciente o fallas
técnicas. A pesar de la cantidad de incidentes reportados, la opinión que prevalecía entre los científicos
era que las lesiones de la piel no estaban causadas por los rayos X, sino más bien por otros factores
relacionados, como la luz ultravioleta, los rayos catódicos, la inducción eléctrica, la oxidación por ozono, la
idiosincrasia del paciente o fallas técnicas. Pero los reportes eran tan persistentes y tan numerosos que un
Elihu Thomson, para despejar las dudas, decidió verificar sobre sí mismo la acción de los
rayos en los tejidos vivos. Expuso el dedo meñique de su mano izquierda durante media hora por día al
tubo de Crookes que poseía. Durante una semana no se produjo ningún efecto y su piel permaneció
intacta. Pero después de un cierto tiempo el dedo enrojeció, se puso extrañamente sensible, hinchado y
doloroso, y dos tercios de la parte expuesta estaban afectados por una flictena que se extendía cada día.
Diecisiete días después de la exposición el dedo todavía se veía mal, pero empezaba a mostrar una
tendencia a la curación, la acción destructiva no se había extendido más allá de la superficie y se limitaba
a la parte expuesta. El dedo vecino, menos directamente irradiado, se puso rojo y doloroso, pero sin
flictena y curó rápidamente. Para responder a las objeciones de quienes aún no estaban seguros,
Thomson repitió la experiencia con otro dedo, pero cubriéndolo de plomo, salvo a nivel de una pequeña
ventana: la radiolesión no apareció más que en el sitio no protegido.
Un resumen de sus experimentos apareció en American X Ray Journal de noviembre de 1.898.
Elihu Thomson también opinó que una pantalla metálica protegía de una manera eficaz, pero, como la
interposición de tal pantalla aumentaba el tiempo de exposición, se preguntaba si habría un verdadero
beneficio en tanto no se pudiera encontrar una pantalla que separase los rayos útiles de los que eran
absorbidos por la piel.
Elihu Thomson and Thomas Edison X‐Ray Tubes
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