Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas la sociedad de los hombres de talento, de artistas, de almas delicadas; en adelante, no podrás
desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado:
prolongarás vidas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.
Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación: ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el
corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela.
Los habrá que desconfiarán de ti si no usas barba, otros si no vienes de Asia; otros, si crees en los dioses; otros, si no crees en ellos. Te gusta la sencillez:
habrás de tomar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo: no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar
relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlar. Serás el vertedero de
sus disgustos, de sus nimias vanidades.
Sientes pasión por la verdad, ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros, su insignificancia, pues les molestaría.
Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante, cómplice. Aunque la Medicina es una ciencia oscura, a quien los
esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la
naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesita. No cuentes
con agradecimientos: cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado.
Mientras está en peligro te trata como un Dios, te suplica, te promete, te colma de halagos; no bien está en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se
trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra. Te compadezco si sientes afán por la belleza: verás lo más feo y repugnante
que hay en la especie humana, todos tus sentidos serán maltratados.
Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas, palpar
tumores, curar llagas verdes de pus, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuantas veces, un día hermoso, lleno de
sol y perfumado, o bien al salir del teatro, de una pieza de Sófocles, te llamarán para un hombre, que molestado por dolores de vientre, pondrá ante tus
ojos un bacín nauseabundo; diciéndote satisfecho: "Gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo". Recuerda, entonces, que habrá de parecer que
te interesa mucho aquella deyección.
Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las verás por la mañana desgreñadas, desencajadas, desprovistas
de sus bellos colores y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miserias
sin gracia. Sentirás por ellas más compasión que deseos. Tu vida transcurrirá como a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las
almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes: la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres. Te verás
solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano.
Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo.
Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa mientras estás a tiempo; pero si, indiferente a la fortuna, a los
placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido
sin ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien le
ocultas la llegada de su muerte: si ansías conocer, penetrar todo lo trágico de su destino, entonces sí...
¡Hazte médico, hijo mío!".
medicina prehipocrática, denominada Medicina Homérica, fuente de todo lo
que podamos saber de la medicina en Grecia, se debió a los poemas de Homero.
, poema de la segunda mitad del siglo VIII a.C , que a su vez describe hechos acaecidos en
Makaon y Podalirios, hijos de Esculapio ejercen funciones
de cirujano y médico respectivamente.
En dicho poema se describen cientocuarenta y siete heridas de craneo, de cuello, de tronco. Se
describen doce heridas de flecha, doce de honda, cientoseis de lanza, con una mortalidad del 42%, 66% y
80% respectivamente. Las diecisiete heridas remanentes de espada, fueron todas mortales (Cosmacini 2.003)
En dichas descripciones es asombroso notar las genialidades de Homero en sus descripciones de
anatomia topográfica, haciendonos pensar que los conocimientos anatomicos de Homero eran tan
avanzadas como los de Hipocrates, tres siglos despues.
Homero reflejaba un conocimiento de los sitios vulnerables del cuerpo humano, la disposición
anatomica de los organos y las consecuencias inmediatas de las lesiones sufridas en cada uno de ellos
(Cosmacini 2003)
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