Erwin J. Haeberle *

El futuro de la Sexología. Una mirada radical

Traducción: Agurtzane Ormaza. Tomado de Challenges in sexual science. Current theoretical issues and research advances. Coord. Clive M. Davis. SSSS, 1983.

* Ph. D. Ed D. y M. A. en Sexologia. Profesor en el Instituto para Estudios Avanzados de la Sexualidad Humana en San Francisco (California). Presidente de la Sociedad alemana para la investigación social y científica del Sexo.

 

ÍNDICE
El nacimiento de la Sexología
Los primeros escritos programáticos (1907-1914)
La segunda fase de los escritos teóricos (1915-1926)
El futuro de la sexología

 

 

La Sexología es hoy en día un proyecto académico y terapéutico impropiamente entendido y definido, que desconoce sus raíces históricas y que carece de un fundamento teórico firme. El motivo fundamental que hay detrás de esto es la destrucción sistemática llevada a cabo por Hitler y los nazis de todo lo relacionado con el origen y la primera gran fase de la Sexología- Fue tan devastadora que la mayor parte de los sexólogos actuales no saben quié­nes fueron los fundadores y desconocen la respetable y larga trayectoria que hicieron en este campo. No obstante, aún es posible reconstruir la mayor parte de la historia de la sexología con los archivos privados y públicos, que están repartidos por todo el mundo. Una recons­trucción de esta índole -volviendo a las raíces de la Sexología- nos proporcionaría una mira­da “radicalmente” diferente a la que predomina hoy en día. Se vería que los precursores actuaban con una buena estructura, y que establecieron una sólida y amplia base para un desarrollo adecuado en el futuro. Este artículo menciona referencias de numerosos textos ori­ginales, poco comunes, desconocidos y no traducidos (en su mayor parte del Instituto Kinsey en Bloomington, Ind.); a través de todo ello se hace una nueva conexión entre la Sexología actual y su impresionante (aunque injustamente olvidado) pasado, a la vez que se esboza una perspectiva para un futuro desarrollo. Bloch, Molí, Hirschfeld y Max Marcuse son los auto­res más importantes. Un análisis de su trabajo da fe de que la Sexología es un proyecto inmenso que combina las ciencias y las humanidades; la Sexología hubiera tenido un lugar legítimo y bien integrado en el mundo académico, si el fascismo europeo no hubiera llevado una destrucción masiva del mismo. Pero esta misma razón nos lleva, sin embargo, al redes­cubrimiento de las raíces de la Sexología y aun camino con un futuro prometedor.

Palabras clave: Sexología, historia, nazis, redescubrimiento, futuro.

THE FUTURE OF SEXOLOGY. A RADICAL VIEW
Sexology today is an ill-understood, ill-defined, academic and therapeutic enterprise without any awareness of its historical roots and without a firm theoretical foundation. The main reason for this is the systematic destruction of everything connected with the origin and first great phase of sexology by Hitler and the Nazis. This destruction was so thorough that most current sexologists are unaware of the pioneers and the long and honorable tradition of their field. However, it is still possible to reconstruct most of the history of sexology with the help of the various public and prívate archives around the world. Such a reconstruction - going back to the roots of sexology - will yield a view “radically ” different from the one prevailing now. It will be found that the pioneers operated within a very sound theoretical framework and had laid a solid and very broad basis for a healthy future development. By quoting extensively from a number of rare, unknown, and untranslated original sources (mostly from the Kinsey Institute in Bloomington, Ind.), the paper reconnects Sexology to its impressive (if unjustly forgotten) past and sketches a perspective for future growth.
The main authors are Bloch, Moll, Hirschfeld, and Max Marcuse. An analysis of their work establishes sexology as a vast enterprise that combines both the sciences and the humanities, and which would have found its legitímate and well-integrated place in academic world, had it not been targeted for detruction by European facism. By the same token, however, the rediscovery of its roots can put sexology back on the path to a promising future.
Keywords: sexology, history, nazis, rediscovery, future.

 

 

En 1983 se celebrará por primera vez en Estados Unidos el Congreso Mundial de Sexología -75 años después de la publica­ción de la primera revista (Zeitschrift für Sexualwissenschaft, Berlín, 1908) y 70 años después de la fundación de la primera asocia­ción de sexología (Árztliche Gesellschaft fiir Sexualwissenschaft und Eugenik, Berlín, 1913). Este doble aniversario nos recuerda que el estudio científico del sexo, incluso en su sentido moderno y limitado, no es un capri­cho académico reciente, si no que tiene una larga y respetable tradición. De hecho, si recordamos el primer congreso internacional de Sexología a principios de nuestro siglo, el siguiente es el decimotercer congreso inspira­do y dedicado a nuestra ciencia.

Por supuesto, en un sentido más amplio, la investigación racional y sistemática de la con­ducta sexual es mucho más antigua; como mínimo data de los griegos de la antigüedad. Hipócrates, Platón, Aristóteles y, más tarde, Sorano y Galeno estudiaron temas sexuales, así como lo hicieron los sabios musulmanes y muchos de los grandes científicos occidenta­les desde el Renacimiento. Este no es el lugar para debatir con detalle su trabajo, todavía está por escribirse una historia sobre la inves­tigación sexual desde la antigüedad hasta ahora. No obstante, casi todos nosotros somos conscientes de que el estudio del sexo entró en una nueva fase en el siglo XIX, y que se convirtió en una ciencia más amplia y, a la vez, enfocada de una manera más específica; en pocas palabras: desarrolló un concepto de su objeto de estudio que todavía hoy en día determina buena parte de nuestros esfuerzos.

Después de todo, las palabras, expresiones y frases clave eran desconocidas en la literatu­ra clásica. Términos como “sexualidad”, “homosexualidad”, “conducta sexual”, “impulso sexual”, “respuesta sexual” y “dis- fimción sexual” no pueden encontrarse en la Biblia, Homer, Dante, Shakespeare, Voltaire o Goethe. Y ninguno de los fundadores ameri­canos las habían oído nunca. Esto es, las pala­bras más importantes de nuestra profesión no tienen un sinónimo exacto en ninguna lengua antigua ni moderna previamente al siglo pasa­do. Estas palabras no hacen referencia a obje­tos inmutables, contables y concretos, sino a ideas esencialmente modernas. Lo cierto es que los hombres y las mujeres siempre se han reproducido, siempre han sentido amor, deseo y placer sexual, pero en el pasado estas experiencias se concebían de una manera diferente. La “modernización de la sexuali­dad” y las ideas resultantes de ello hoy en día reflejan un proceso nuevo y parte de un pro­ceso histórico más extenso. Son el reflejo de grandes cambios económicos, sociales y cul­turales que, aun ahora, no se han entendido totalmente[1].

Sin embargo, tenemos que entender estos cambios si queremos encontrar los verdaderos orígenes de la investigación sexual moderna. Es una tarea difícil, y necesitamos del esfuer­zo colectivo de los historiadores sociales que cubren cada aspecto de la civilización occi­dental. Pero incluso un examen específico de nuestra propia historia, por ejemplo, el simple intento de seguir el desarrollo de la sexología como ciencia de pleno derecho es extraordina­riamente difícil. La razón de esto es un acon­tecimiento histórico desafortunado: la mayor parte de los precursores en la sexología eran judíos alemanes y austríacos, y su trabajo fue sistemáticamente destruido por Hitler y los nazis. Realmente, no es exagerado afirmar que, en este caso, la primera fase de toda una ciencia fue víctima del holocausto.

Ya he esbozado, este año en Jerusalén, las primeras dimensiones de esta pérdida, y he sugerido maneras en las que podemos inten­tar recuperar por lo menos parte de este lega­do[2]. Hoy me gustaría hacer un inciso modesto en esta dirección y referirme a los primeros escritos programáticos que tratan el concepto de la sexología y que no han sido traducidos, están olvidados y son poco comunes. Estimo que estos escritos nos son todavía útiles mien­tras elaboramos el mapa de un futuro rumbo. Creo que si se toma un punto de partida radical de la sexología, volviendo a nuestras raíces, es posible que encontremos más fácil­mente los principios directores, el significa­do, el propósito y la dirección apropiada de nuestro trabajo.

 

El nacimiento de la Sexología

Al estudiar la concepción, el nacimiento y la primera fase de la sexología, vemos que estuvieron acompañados por un debate teórico profundo y complejo. Los precursores de nuestro campo no tropezaron ciega ni fortuita­mente con su misión, si no que procedieron consciente y deliberadamente, teniendo mucho cuidado en cada paso. Fue esta cons­ciencia crítica, más que ninguna otra cosa, lo que les permitió avanzar en su causa, y confío en que, volviendo ahora a estos pasos, encon­tremos la confianza y los medios para asegu­rar que la Sexología tenga un merecido y pro­minentemente lugar entre las demás ciencias.

El dermatólogo berlinés Iwan Bloch (1872- 1922) fue quien propuso por primera vez la idea de una labor científica y académica consa­grada al estudio del sexo, y fue quien acuñó también un nuevo término: Sexualwissenschaft. Primeramente el término se tradujo como “ciencia sexual”, pero, como ya veremos, es ligeramente erróneo ya que el término alemán Sexualwissenschaft incluye tanto las ciencias naturales como las humanidades. La traduc­ción “Sexología” es, pues, preferible ya que la raíz griega “logos”, que es parte de la palabra, tradicionalmente se refiere a la razón, y, por tanto, a cualquier estudio racional, al conoci­miento organizado de cualquier clase. El híbrido grecolatino “Sexología” se refiere al estudio teórico del sexo, al igual que el térmi­no alemán original. En este sentido, Iwan Bloch puede legítimamente ser llamado el padre de la Sexología (o Sexualwissenschaft)[3].

Como ya se ha mencionado, la investiga­ción sobre asuntos sexuales había entrado en una nueva fase de concentración y especiali­zaron, incluso con anterioridad a Bloch. La medicina del siglo XIX desarrolló con detalle una materia que había heredado de la Ilustración y empezó a interesarse cada vez más por los raros, peligrosos y supuestamente insanos aspectos del sexo. Ya en 1843, el médico ruso Heinrich Kaan, en su libro Psychopathia sexualis, señalaba una clasifica­ción de las enfermedades mentales sexuales; Krafft-Ebing adaptó, amplió y mejoró el método, tras más de 40 años, en otro libro del mismo título[4]. En realidad, esta época prese- xológica de la investigación sexual moderna se consagró casi exclusivamente al estudio de personas supuestamente enfermas. Las mani­festaciones sexuales de las enfermedades fue­ron cuidadosamente listadas y, por regla, atri­buidas a la degeneración[5].

Bloch era un hombre enormemente instrui­do que hablaba varias lenguas y poseía una biblioteca personal de 40.000 volúmenes; tras documentarse, supo que muchas de las conduc­tas sexuales supuestamente patológicas y dege­neradas habían existido siempre en numerosas partes de la tierra, tanto en personas “primiti­vas” como civilizadas. Así, pues, gradualmente vino a concluir que el punto de vista predomi­nante sobre la conducta sexual era restringido, y que la investigación histórica y etnográfica debía corregirlo. Comenzó a ver las “psicopa- tologías sexuales” como manifestaciones uni­versales y sin limitación de tiempo de la condi­ción humana; finalmente, en los primeros años de nuestro siglo abordó la noción de la degene­ración sexual en un estudio seminal[6].

Bloch llegó a esta posición adoptando una sugerencia que el médico y etnólogo Bastían había hecho unas décadas atrás: creía que todos los sistemas de religión, lenguaje, filo­sofía, arte, sociedad y derecho poseían ciertas “ideas elementales” y universales. Estas ideas elementales adoptan formas específicas adap­tadas a la geografía, la cual lleva la población a sistemas económicos específicos. Así las ideas elementales aparecen en forma de “ideas étnicas”. La guerra, la inmigración, el comercio llevan consigo algunas de ellas a otras áreas donde no existían con anterioridad[7].

Fue un gran logro del mismo Bloch que empleara el concepto de “ideas elementales” con referencia al tema sexual. Así mismo, se esforzó por tratar este tema de una nueva mane­ra, más amplia que la que era común en su tiempo, y para hacerlo se convirtió en el primer sexólogo.

 

Los primeros escritos programáticos (1907-1914)

En 1907 Bloch publicó su primer trabajo riguroso de sexología bajo el título de Das Sexualleben unserer Zeit (La vida sexual de nuestro tiempo) y en su prólogo expuso lo siguiente:

El autor de este trabajo... está... convenci­do de que la reflexión puramente médica de la vida sexual... es aún incapaz de hacer justicia a los muchos aspectos de las relaciones que hay entre lo sexual y el resto de las esferas de la vida humana. Para ser justos con la gran importancia del amor en la vida del individuo y en la sociedad, y en relación con la evolu­ción de la civilización humana, esta sección de investigación concretamente ha de ser tra­tada como parte subordinada del conjunto de la ciencia humana, que está constituida por la unión de las demás ciencias —biología gene­ral, antropología y etnografía, filosofía y psi­cología, historia de la literatura y de toda la historia de la civilización... Hasta la fecha no ha existido un solo tratado tan amplio de toda la vida sexual... Es el momento oportuno para hacer un intento y examinar el enorme mate­rial disponible y presentar el resultado desde un punto de vista común[8].

Este “punto de vista centralizado” era el de la Sexología (Sexualwissenschaft).

Varios de los colegas de Bloch aceptaron rápidamente su nuevo concepto y término. Tan un solo año después, Magnus Hirschfeld dirigió el primer volumen Zeitschrift für Sexualwissenschaft (Revista para la Sexología), y aprovechó la ocasión para publi­car algunos de sus escritos programáticos. Sin embargo, antes de entrar en ello es convenien­te mostrar el pensamiento de Bloch en esta materia.

Bloch se embarcó pronto en un ambicioso plan para dirigir una serie de monográficos escritos por especialistas de diferentes cam­pos. Tomados en conjunto constituirían una base pertinente y una amplia introducción a la Sexología. Este Handbuch der gesamten Sexualwissenschaft in Eizeldarstellungen (Amplio compendio de Sexología en monográficos) se mantuvo fragmentado debi­do a la prematura muerte de Bloch; sin embar­go, ofreció una vez más un breve ensayo teó­rico en el prefacio del primer volumen. La prostitución, el tema del volumen, presentaba para Bloch el problema central de la Sexología; era un tema que combinaba los aspectos sexuales tanto biológicos como cul­turales de una manera muy real. Este intento de tratar el tema le llevó de una manera natu­ral al concepto de una nueva ciencia:

La doble naturaleza del impulso sexual, su aspecto cultural y su aspecto biológico, nos lleva a pensar en la enorme dificultad de la investigación científica y sexual, y hace com­prensible que, por una parte, los médicos y científicos naturales, y por otra, los teólogos, filósofos, abogados y científicos sociales crean que deberían resolver el “problema sexual” desde sus respectivos y ceñidos puntos de vista. Este hecho, por sí solo, prueba que es necesario fundar la Sexología como ciencia con pleno derecho; que no debe verse ya como un apéndice de otra ciencia o como el com­pendio de las diferentes disciplinas en diferen­tes ciencias sexuales, lo cual no tiene ningún sentido. Ya se ha visto a dónde nos llevaría el enfoque puramente médico-clínico de Krafft- Ebing... de sus predecesores y sucesores, algu­nos de los cuales creyeron haber enriquecido la ciencia cuando lo único que hicieron fue acuñar nuevos términos que parecían extran­jeros... El punto de vista puramente médico (sin mencionar el psiquiátrico) de la sexuali­dad... no es suficiente para entender las rela­ciones multilaterales del sexo con las otras esferas de la vida humana. Estas relaciones en su totalidad son materia de la Sexología. Esta se enfrenta a la tarea de investigar no sólo la relación fisiológica entre los sexos, sino tam­bién la social y la histórico-cultural. Estudiando tanto al hombre natural como al civilizado, se deben encontrar, como si dijéra­mos, las ideas sexuales elementales de la humanidad, por ejemplo los fenómenos bio- sociales comunes a todas las gentes y todos los periodos históricos. Son la base firme para la construcción de una nueva ciencia. Tan sólo este punto de vista antropológico (en el sentido más amplio de la palabra), que nos proporciona unas observaciones a gran esca­la, para las que el material nunca puede ser lo suficientemente amplio,... nos da una base científica de la misma exactitud y objetividad que se encuentran en las ciencias naturales[9].

Resumiendo esta perspectiva ampliada enormemente para el estudio del sexo, Bloch señaló a un ilustre predecesor -el reformador del sistema universitario alemán, Wilhem von Humboldt-, cuyas obras reunidas aparecieron en una nueva edición crítica[10]. Esta edición publicó por primera vez la propuesta de un trabajo sexológico, Historia de la dependen­cia de la raza humana, que Humboldt había esbozado en 1827 ó 1828. Fue la extensión de un plan previo para una Historia de la prosti­tución (década de 1790), donde quiso trazar el tema sexual a través de todos los periodos históricos en cuatro secciones principales: “Historia del sexo femenino”, “Historia del impulso reproductivo”; “Historia de la escla­vitud” e “Historia de la dependencia de la libertad masculina”. Humboldt había planea­do examinar la evolución de la libertad huma­na y utilizar las relaciones entre los sexos como enfoque. Obviamente el fenómeno de la prostitución debía ser central en este estu­dio, así como lo fue para la investigación que realizó Humboldt. Además, en la introduc­ción a su plan, Humboldt había anticipado el concepto que después acuñó Bastían, “ideales elementales”, y lo había ajustado a la esfera sexual:

Hasta ahora no había intentado suficien­temente seguir la historia de la condición de los individuos y de la raza humana a través de todas las situaciones de la vida privada y en la tradición en su conjunto... Sin embargo,... no sólo nos detenemos a examinar a los seres humanos bajo varias condiciones, sino que también nos centramos en situaciones genera­les en las que se manifiestan los seres huma­nos y las gentes. Estas condiciones permane­cen mientras las... individuales perecen... Se desarrollan... y se transforman en ideas, y como tales son superiores a la raza humana, ya que generaciones enteras pueden ser sacri­ficadas en su altar[11].

Es comprensible que Bloch se sintiera exaltado al haber encontrado el precedente de su trabajo en este hombre., quien más que ningún otro fue responsable de la formación y dirección del estudio universitario en Alemania. Verdaderamente, el hecho de que Humboldt, adelantándose a su tiempo, hubiera concebido una amplia ciencia del sexo, era una prueba suficiente de que la sexología era más que un experimento académico, era el resultado del progreso científico. Como afir­ma Bloch haciendo referencia al conato de Humboldt:

No era el momento oportuno para un pro­yecto así. Tanto la historia social como las ciencias naturales generales todavía se movían en una construcción apriorística; la etnología estaba todavía en sus principios, unos principios muy modestos —en resumen, se necesitaba todo para una base objetiva sexológica y... la reforma sexual todavía esta­ba por darse. Otro siglo exacto de investiga­ción científica,... métodos exactos en las... ciencias sociales e históricas..., una... acumu­lación de datos en etnología, historia legal y moral comparativa... fueron necesarios para renovar el intento con unas bases más segu­ras[12].

Mirando a su alrededor Bloch vio que estas nuevas bases se estaban reuniendo. La gran cantidad de nuevos hallazgos etnológicos simplemente esperaban a ser analizados desde un “punto de vista centralizado” de la Sexología. Bloch pidió a Ferdinand von Reitzensteín, un ayudante en el Museo ber­linés para la Etnología, que escribiese dos monográficos ilustrados para el compendio sexológico planeado: “El hombre en las socie­dades naturales y civilizadas” y “La mujer en las sociedades naturales y civilizadas”[13]. Asimismo, Bloch también se aproximó a Magnus Hirschfeld para un número sobre homosexualidad, ya que sus estudios estadísti­cos y su conocimiento de miles de homose­xuales (tanto pacientes como no pacientes) le proporcionaban más material que ninguna otra persona poseyera en toda la historia[14]. Bloch escogió a ambos autores principalmente por su amplio y detallado conocimiento, y no tanto por sus consideraciones teóricas. Su objetivo era plasmar tantos datos objetivos como fuera posible y con gran variedad docu­mentada para contrarrestar (como antídoto) las ceñidas suposiciones no cuestionadas de la medicina sexual tradicional. A este respecto, Bloch fue un empirista, y está claro que él hubiera estado entusiasmado con las investi­gaciones posteriores como las que Kinsey dirigió. A pesar de su interés personal en las ideas, Bloch sabía muy bien que la sexología necesitaba ser respaldada por datos. Los datos eran cruciales como último objetivo principal de la sexología para una reforma sexual racio­nal y duradera.

Hirschfeld en calidad de editor de la men­cionada Zeitschrift für Sexualwissenschaft (1908) también había expresado estas inquie­tudes. En su revista fundadora había escrito tres largos artículos programáticos explicando la nueva ciencia. En el primero de estos artí­culos “Introducción a la Sexología” (enero, 1908) enfatizaba el nuevo y desinteresado punto de vista del sexólogo:

El estudio del sexo, al que esta revista está dedicada, no es un campo nuevo. Siempre ha habido hombres que se han aproximado a ¡os problemas del amor humano y la vida sexual como investigadores y académicos. Sin embargo, siempre han permanecido aislados tanto en número como en importancia; han permanecido muy por debajo de los que se aproximaron al tema desde otros puntos de vista —el ético y el artístico.

Solamente nuestro tiempo ha creado el concepto de una ciencia exacta (Wissenchaft) del sexo.

La ciencia natural, a la cual pertenece obviamente la sexología, recoge fenómenos naturales; es, sobre todo, descriptiva. No obs­tante, también permite entender los datos ya que conecta los pensamientos con el fenóme­no. Esta es la característica del esfuerzo científico (Wissenchaft) y especialmente de la venerada triada de la teología, jurisprudencia y filosofía. El principio más importante del pensamiento es, en este caso, la simplifica­ción —una reducción de diferentes observacio­nes de fenómenos elementales hasta el punto en que más reducciones son imposibles—... La Sexología, como cualquier otra ciencia, se basa en el conocimiento del fenómeno indivi­dual. Lo recoge y describe, y asi hace un intento para explicar, a través de la deduc­ción razonada, sus principios comunes o leyes naturales. Pero esta ley nos ayuda a com­prender el fenómeno que hay detrás[15].

Estas líneas introductorias, a pesar de que puedan parecer simples a primera vista, aún así contienen el germen de uno de los debates más importantes del futuro. La demanda de Hirschfeld de una Sexología descriptiva fue, por supuesto, fácilmente aceptada, pero su definición como una ciencia natural fue pron­to vista como inadecuada. Es un poco confuso que mencionara la teología, la jurisprudencia y la filosofía como ciencias que comparten los mismos principios con la sexología. Por otra parte, su afirmación de que los descubrimien­tos de las ciencias naturales nos llevan al entendimiento del fenómeno observado, pos­teriormente se consideró como precipitado. Más tarde se corrigieron estas deficiencias con una diferenciación más clara entre las ciencias naturales y las ciencias humanas. Aún así Hirschfeld era digno del mérito de haber dado paso a cuestiones teóricas y bási­cas.

Merecía aún más reconocimiento al haber señalado las áreas de la sexología en su segundo artículo programático (octubre, 1908), donde listó 14 áreas de investigación: (1) Anatomía sexual (el estudio de las diferen­cias sexuales físicas hasta la célula), (2) Química sexual (el estudio de las feromonas, glándulas externas e internas), (3) Fisiología sexual (el estudio de los cambios corporales durante la actividad sexual), (4) Psicología sexual (el estudio de las influencias culturales en la conducta sexual), (5) Evolución sexual (el estudio del desarrollo sexual a través de la vida humana), (6) Biología sexual comparati­va (comparación de la conducta sexual entre diferentes animales y los seres humanos), (7) Higiene sexual (el estudio de los efectos de la abstinencia, nutrición, educación sexual, etc.), (8) Profilaxis sexual (el estudio de las enfer­medades venéreas y problemas genéticos), (9) Política sexual (el estudio del código civil relacionado con el sexo y la promoción de la felicidad general), (10) Legislación sexual (el estudio de las leyes criminales sobre el sexo y de sus efectos intencionados e inintenciona- dos), (11) Etica sexual (la búsqueda para un estándar sexual realista), (12) Etnología sexual (el estudio de las costumbres sexuales en todo el mundo), (13) Variaciones sexuales (el estudio de toda la gama de conductas sexuales) y (14) Patología sexual (el estudio de las deficiencias y malformaciones sexua­les).

Obviamente esta lista no era exhaustiva, ya que ni siquiera mencionaba el arte o la lite­ratura erótica, cuya investigación había sido apoyada por Hirschfeld y Bloch. A pesar de eso, la lista ofrece una ilustración amplia de la inmensa y monumental perspectiva de la investigación sexual. La psichopathia sexualis, que había dominado completamente la investigación en el siglo anterior, había dis­minuido en tamaño un problema concreto entre otras muchos que mayormente no tenían conexión con la medicina.

Igualmente instructivo es el último artícu­lo de Hirschfeld sobre los métodos de la sexo­logía (diciembre, 1908). Enumera siete clases de herramientas de investigación que pueden llevar al conocimiento sexológico. El primer gran grupo está, por supuesto, compuesto por todas las herramientas y métodos de las cien­cias naturales, desde la regla de medir hasta la balanza, desde el cuchillo hasta el microsco­pio y el análisis químico. El segundo método principal es lo que Hirschfeld llama “explora­ción psico analítica” a través de un extenso cuestionario. El artículo vuelve a publicar el cuestionario que había sido desarrollado con la ayuda de colegas como Bloch y Karl Abraham. Muchos de los 127 ítems principa­les están subdivididos entre varias preguntas especiales y abiertas; de modo que el número total puede llegar a ser de más de 400, depen­diendo del individuo. En su contenido, son bastante similares a los que posteriormente incluiría Kinsey en sus entrevistas: historia familiar, características físicas, salud, expe­riencias de la niñez, religiosidad, aficiones, actividad sexual, actitudes hacia el sexo, etc. Hirschfeld más tarde amplió el cuestionario y lo  llamó cuestionario “psicobiológico”, y lo utilizó extensamente tanto en su propia inves­tigación como en la práctica terapéutica. Por supuesto, individuos diferentes divergían tam­bién en la extensión de sus respuestas, aunque de media, los completaban en dos semanas. El récord lo tuvo un hombre al que le llevó tres años y que con cada respuesta casi completa­ba un gran tomo[16]. Esta enorme e inestimable colección de documentos se ha perdido para la ciencia debido a la destrucción nazi. Sin embargo, dos origínales bastante detallados llegaron hasta el Instituto Kinsey, donde per­manecen sin ser traducidos ni analizados hasta el día de hoy.

Dado este interés por la exploración inter­na, no es sorprendente que Hirschfeld también describiera la autobiografía y la biografía como el tercer método sexológico. El cuarto método se refiere a los estudios estadísticos, algunos de los cuales ya habían sido dirigidos por el mismo Hirschfeld. El quinto método es el estudio histórico, el sexto y séptimo son estudios etnográficos y filológicos. El artículo concluye con el llamamiento a instituciones, revistas y congresos de sexología, los cuales podrían demostrar su carácter amplio y conso­lidar su posición académica.

En suma, los tres artículos programáticos de Hirschfeld dejaban bastante claro que la sexología podía reivindicar su lugar como cien­cia de pleno derecho. Rebatían la caracteriza­ción de la sexología como una ciencia estricta­mente natural, ya que muchas de sus áreas de interés, así como muchos de sus métodos no son los de las ciencias naturales. Este problema fue resuelto más tarde por nuevos integrantes en el campo. Aun así, como primer esquema amplio, el intento de Hirschfeld se ha manteni­do bien al paso del tiempo. El desarrollo actual de la sexología ha proseguido las demandas y predicciones originales.

Bloch, más tarde, tuvo tan sólo otra opor­tunidad de desarrollar sus criterios en 1914, cuando junto con Albert Eulenburg volvió a publicar Zeitschrift für Sexualwissenschaft y suscitaron la polémica con un artículo sobre “Las tareas y objetivos de la sexología”. Para entonces, nuevos estudios endocrinológicos, especialmente los de Eugen Steinach en Praga, habían levantado una gran expectación que quedó reflejada en la revalidación de su posición. Bloch estaba interesado todavía por las ideas y su desarrollo, pero ahora conside­raba que podían hallarse en las bases biológi­cas. Así mismo, su definición de la sexología trajo un aspecto nuevo y diferente:

La sexología... es el estudio... de las for­mas y efectos de la sexualidad en sus aspectos físicos y psicológicos, individuales y sociales. Esta definición hace justicia a la peculiar y doble naturaleza del impulso sexual, su aspecto cultural y biológico, y nos muestra que incluso como médicos y científicos natu­rales, nunca debemos abandonar los aspectos sociales y culturales, teniendo en cuenta espe­cialmente que poseen un substrato biológico. Un verdadero estudio científico del fenómeno sexual es posible en su base biológica. El fenómeno biológico de la sexualidad explica el fenómeno psicológico y cultural... La sexo­logía es, en esencia, una ciencia biológica[17].

Esta fue la última palabra del “padre de la sexología” en este tema. Deberes médicos durante la Primera Guerra Mundial le aparta­ron de participar en más debates. Poco des­pués de la guerra desarrolló una grave y larga enfermedad que le llevó a la muerte.

 

La segunda fase de los escritos teóricos (1915-1926)

La segunda fase de los escritos teóricos está relacionada con el nombre de Max Mar cuse, quien no formuló ninguna teoría sexológica, pero como editor de libros y revis­tas, incitó a otros a que lo hicieran. Su primer logro a este respecto fue la publicación de un artículo de Julius Wolf “La sexología como una ciencia social” en el Archiv für Sexualforschung (1915). Bloch, Hirschfeld y el mismo Marcuse eran médicos y, aunque sus intereses eran amplios, habían sido educados en las ciencias naturales. Wolf, como científi­co social, se aproximó a la sexología desde una dirección diferente. El artículo primera­mente revisa varias aproximaciones a la sexualidad que habían sido listadas en el libro de Auguste Forel La cuestión sexual (1906). Forel había distinguido diez aproximaciones básicas: la pornográfica, la autoérotica y la artística; la religiosa, la política, la legal, la ética y la pedagógica; la médica y la histórico- etnográfica. Hizo una crítica no sistemática de alguna de estas aproximaciones y finalmente recomendó una metodología combinada.

Obviamente, como señala Wolf, esto no es suficiente para establecer una ciencia. De hecho, un examen crítico revela que las tres primeras aproximaciones (la pornográfica, la autoerótica, y la artística) no son científicas y que, en este contexto, no deben siquiera ser consideradas. Las cinco siguientes (la religio­sa, la política, la legal, la ética y la pedagógi­ca) pueden tener una visión científica, pero son de carácter esencialmente normativo. Solamente las dos últimas aproximaciones (la médica y la histérico-etnográfica) pueden ser tomadas como científicas en el sentido estric­tamente empírico, especialmente si las consi­deramos paradigmáticas para las ciencias naturales y ciencias sociales respectivamente. Verdaderamente, sólo hay dos clases de cien­cia: la ciencia natural (Naturwissenschaft) y la ciencia social {Kulturwissenschaft), y el conocimiento que se obtiene en una de ellas es fun­damentalmente diferente al conocimiento obtenido en la otra. Como explica Wolf:

Los propósitos de las ciencias naturales son esos procesos o eventos que no dependen de la intención humana. Esto... es lo que entendemos por procesos naturales. Sin embargo, con esta caracterización negativa... nosotros hemos definido también, al mismo tiempo, el objeto de las ciencias sociales. Uno tan sólo tiene que dejar el tinte negativo.

Por supuesto, en los procesos y eventos que no dependan de la intención humana no se puede rastrear ninguna motivación para su causa. Así, se ha dicho que “la naturaleza no entiende nada de intenciones e ideas”. Sin embargo, mientras no conozcamos la causa de un suceso, no podemos proclamar verda­deramente que lo “entendemos Así, el cono­cimiento obtenido a través de las ciencias naturales ha sido apropiadamente llamado conocimiento externo. Visto desde fuera, todo parece ser... materia. El conocimiento de las ciencias naturales se dice, así, que toma todo en materia, que saca el alma de las cosas. Las ciencias naturales no nos muestran motiva­ciones, pero explican todo ofreciendo una última causa hipotética. Esto no es sólo así para la mecánica, la física y la química, sino también para las otras ciencias naturales explicativas: biología, fisiología y psicología. Uno tan sólo tiene que pensar en conceptos como selección, variedad, reflejo, asociación, etc. En el otro extremo, el conocimiento de las ciencias sociales significa entendimiento real, identificación y experiencia. Batallas políti­cas, corrientes religiosas, movimientos artísti­cos, etc., se pueden y se quieren entender “desde dentro ”. El conocimiento de las cien­cias sociales ha sido, pues, llamado, no sin razón, una percepción del propósito, ya que las causas fundamentales son siempre propó­sitos, ideas y valores.

Dada esta gran diferencia, es claramente inconveniente mezclar las revelaciones de las ciencias naturales y las ciencias sociales, e incluso, estudiar ambas dentro de un marco de conocimiento universal. Cada una de ellas requiere una ciencia. No, como sugería Forel, una combinación de ambas, sino... dos sexo- logias empíricas diferentes: una como ciencia natural y otra como ciencia social[18].

En los siguientes párrafos, Wolf deja claro que un mismo investigador puede estudiar las dos sexologías, siempre y cuando mantenga la distinción bien clara en su mente. Después de observar que la sexología ha hecho un buen comienzo como ciencia natural, Wolf mencio­na a Havelock Ellis, cuyo trabajo es un intento de tratamiento enciclopédico de la sexología como ciencia natural. Por otra parte, se men­ciona La vida sexual de nuestro tiempo de Iwan Bloch como un intento de presentar los hallazgos de las ciencias sociales relacionados con el sexo. Pero también se hace una crítica, ya que la obra aboga por ciertos cambios lega­les y políticos. Esto no es científico:

Incluso como una ciencia social, la sexo­logía, debe... proceder deforma diferente. No debe justificar o condenar nada. Simplemente como ciencia natural debe solamente investi­gar y explicar. No debe nunca presentar la vida erótica de un grupo en particular o un periodo histórico como modelo. Así, la sexo­logía debe... iluminar la vida sexual de las diferentes clases sociales, gentes y periodos históricos... debe intentar lograr un entendi­miento total arrastrándolo hacia lo económi­co, cultural y demás condiciones[19].

Nuestra vida amorosa es... puramente ani­mal, es también producto de la cultura, y como tal, está relacionada con otros objetos y valores culturales, como son la economía, el estado, el arte, la religión la ley, etc. Para entenderlos no se debe venir de las... ciencias naturales[20].

Sin embargo, el mero... entendimiento de las diferencias en la vida sexual de las dife­rentes clases... proporciona no mucho más que la base para la sexología como una cien­cia natural. Basándonos en este entendimien­to, nosotros debemos... investigar qué relacio­nes de reciprocidad existen entre la vida sexual y el resto de las actividades en cada clase social; yendo más allá', qué consecuen­cias tiene ¡a vida sexual para la nación, su crecimiento y su organización, así como en su cultura material y espiritual[21].

Habiendo promovido estas peticiones, Wolf sugiere algunas áreas que pueden ser útiles para investigar. Por ejemplo, él cree que la teoría “asexual” puramente económica de la población de su tiempo debe ser rectificada por una aproximación sexológica, ya que los “hábi­tos de reproducción” obviamente han cambiado desde Malthus, y no necesariamente por razo­nes económicas. Otros objetos para la sexo­logía como ciencia natural podría ser los estilos masculinos y femeninos, las condiciones de las viviendas, código civil y criminal, todas las for­mas de entretenimiento como teatros, desde bailes públicos a fiestas privadas, arte y músi­ca. En este último contexto, él menciona específicamente las óperas de Wagner y Richard Strauss que apelaban a una interpreta­ción desde la sexología. Además, la historia, los contenidos, las formas de religión, especial­mente las sectas, serían entendidas mucho mejor si se examinasen desde la sexología. El estudio concluye con un llamamiento a la coo­peración entre las dos sexologías, “ciencias hermanas”, que juntas pueden superar los enor­mes obstáculos en la investigación sexual.

Desgraciadamente, Wolf hizo estas suge­rencias cuando la sexología, que apenas había nacido, se encaraba con la primera amenaza externa de su supervivencia. Era el segundo año de las Primera Guerra Mundial, que todavía no vislumbraba un final; la nación estaba preocupada por otras cuestiones. La revista donde apareció el ensayo era un órga­no oficial de la Sociedad Internacional para la Investigación Sexual, fundada por Albert Molí, que ahora no podía avanzar. Molí había planeado un congreso internacional, pero tuvo que ser suspendido debido a la guerra. Solamente después de la guerra, cuando Marcuse se convirtió en el editor de la más antigua e importante Zeitschrift für Sexualwissenschaft, sería cuando la asocia­ción de Molí comenzó a prosperar. Finalmente, en 1926 esta gran revista renovó la discusión teórica. En ese mismo año Marcuse editó una edición amplia de su Handwörterbuch der Sexualwissenschaft (Diccionario de bolsillo de sexología) y Molí logró convocar su primer congreso en Berlín.

El Handwörterbuch de Marcuse ofrecía largas entradas en orden alfabético que, aun­que escritas desde “un punto de vista centrali­zado” de la sexología, reflejaban los diferen­tes métodos de las diversas disciplinas. Así, demostró en un artículo propio para la Zeitschrift für Sexualwissenschaft, el hecho de que la sexología no tiene, o no puede ser defi­nida debidamente con, un método científico. Bajo el título de “Metodología de la Sexología” Kunz afirmaba contundentemente:

Si uno quisiera hacer válida una ciencia dependiendo de la existencia de... un método específico, así como uno... exclusivo, con un objeto específico, no existiría la sexología. Fue la enorme importancia de la sexualidad en la vida la que jugó... un papel decisivo para que Iwan Bloch creara el término sexología (Sexualwissenschaft). Esto contrasta con otras disciplinas donde el elemento afectivo tiene un... rol más subordinado y no intencionado. El hecho de que nosotros no tengamos una ciencia especial para el “olor ” o el “hambre ” no se debe al conocimiento lógico -la justifi­cación sería la misma para la sexología— se debe solamente a ese elemento afectivo'[22].

En cuanto al “objeto” de la sexología, Kunz señala continuas disputas sobre los con­ceptos u observaciones psicoanalíticas:

No hay perspectiva de que haya un acuer­do general para una definición válida de lo que nosotros entendemos por sexología. No vemos manera de... determinar exactamente el propósito de la sexología[23].

Sin embargo, esto no nos debiera inco­modar:

Otras ciencias toleradas académicamente se encuentran en la misma situación, la psico­logía, la biología, por ejemplo. Nadie, con la esperanza de lograr un acuerdo general, osa ofrecer una nítida definición de “alma” o de “vida ”[24].

Estas observaciones tan acertadas ilustran la mayor complejidad entre los teóricos de la sexología, quienes se hacían más críticos res­pecto a sus suposiciones anteriores. Este nivel se mantiene en el Handwórterbuch de Marcuse, en el que Artur Kronfeld contri­buyó con la nueva entrada: “sexología” (Sexualwissenschaft); un ensayo amplio en el que se revisaba y se resumía toda la materia.

A Kronfeld, un brillante psiquiatra y cola­borador temporal de Hirschfeld, finalmente le ofrecieron una importante posición en Moscú, donde terminó suicidándose, probablemente víctima del terror estalinista[25]. Su trabajo no sólo es importante por razones históricas. Después de resumir brevemente la historia de la sexología, vuelve al inevitable tema:

Es la sexología... ¿una ciencia de pleno derecho totalmente válida y con derecho pro­pio, que se mantiene por sí sola?

La sexología no tiene ciertamente un obje­to de estudio único. La sexualidad, sus condi­ciones, formas y efectos son tan increíblemen­te variados... que no pueden ser aislados del proceso vital en su totalidad. De momento, una sexología especial no parece necesaria. En cambio la sexología es absorbida... cons­tantemente por la riqueza de los problemas que son asistidos por las ciencias amplias. Pero incluso a propósito del método, la sexo­logía no se puede, aparentemente, justificar como una ciencia de pleno derecho. Por ejemplo, la biología sexual no tiene otro método en su arsenal que la biología como tal. Así mismo todas las demás disciplinas parciales de la sexología —la antropológica, la sociológica, los estudios de la herencia etc.- deben usar los métodos desarrollados por... la antropología, la sociología, la cien­cia de la herencia, etc[26].

Volviendo a esta cuestión, Kronfeld da la siguiente respuesta:

Aquí tan sólo puedo ofrecer mi propia y personal convicción, la cual es probablemen­te compartida por todos los contribuidores de este diccionario de bolsillo, es decir, que hay verdaderamente un criterio que justifica la sexología como ciencia de pleno derecho.

Me parece que este criterio se puede encontrar en la unidad de todas estas dife­rentes disciplinas, con respecto a la perspec­tiva principal, a su pauta máxima, a su punto de vista, a su manera de enfocar los proce­sos y acontecimientos vitales. La sexología verdaderamente va de la mano de todas las ciencias individuales, trata los mismos obje­tos y utiliza los mismos métodos: pero el punto de vista desde el cual selecciona los fenómenos y áreas problemáticas toma una posición, los entiende y los evalúa —este punto de vista es igual en todos los sitios. Enfatiza las relaciones con la sexualidad, las aísla conscientemente de una manera par­cial, y para que emerjan así los resultados de los investigadores individuales en un cua­dro global específico. Esta parcialidad es la garantía de la unidad. De este manera, noso­tros obtenemos un punto de vista científico de la vida en su totalidad. Puede que no sea el esencial, otros puntos de vista y más pro­fundos son también posibles. Pero este punto de vista, aunque sea parcial, no obstante, ofrece una estructura organizada y relacio­nada jerárquicamente... de conocimiento y evaluaciones[27].

Así, después de casi dos décadas de discu­sión teórica, el debate vuelve a lo dicho por Bloch; de modo que uno está tentado a decir instintivamente que la noción de la sexología se caracteriza, sobre todo, por su “punto de vista centralizado”.

 

El futuro de la sexología

Desgraciadamente, poco después la sexo­logía encararía su segunda amenaza extema con el alzamiento del nazismo, y esta vez fue funesto. En pocos años, todas las revistas de sexología cesaron sus publicaciones; los gran­des libros precursores fueron quemados, los institutos sexológicos fueron quemados, los grandes congresos cancelados, los mismos sexólogos fueron silenciados, arrestados u obligados al exilio. Cualquier discusión teóri­ca se volvió imposible. De hecho, mientras los nazis conquistaban Europa, la sexología, en todas sus manifestaciones y logros, tuvo un trágico final.

Después de la derrota de Hitler y el final de la Segunda Guerra Mundial, los europeos necesitaron muchos años para reavivar la investigación sexológica. Los sexólogos ale­manes, especialmente, tuvieron que hacer fren­te a grandes obstáculos, ya que toda la base de su trabajo anterior había sido destruida. Finalmente, hubo de nuevo escritores teóricos, pero no mostraron conciencia de la gran tradi­ción que se había perdido. Esta tercera fase de la teoría sexológica alemana se merece una discusión profunda en otro lugar[28]. En este contexto puede ser suficiente el mencionar un detalle sintomático: cuando el primer sexólogo alemán de la posguerra Hans Giese publicó un nuevo Wórterbuch der Sexualwissenschaft (Diccionario de sexología, 1952), no había una entrada para “Sexualwissenschaft” (sexo­logía), lo cual hubiera sido un indicio del esfuerzo teórico, desafiando el sistema acadé­mico. La sexología no se atrevía a definirse a sí misma. De hecho, la timidez del esfuerzo fragmentado vino a ser obvia en la primera frase de la “Introducción”:

Nosotros nos adherimos a la tesis de que el público no debe necesariamente ser alum­brado en temas sexuales, sino que creemos que la sexualidad debería, en concordancia con su esencia, tomar el lugar entre dos per­sonas y no ir más allá de este esquema sin una razón especial[29].

Por supuesto, desde que estas palabras fue­ron escritas se ha progresado mucho en Alemania, donde dos universidades tienen departamentos de sexología. De hecho, en estos departamentos se encuentran no sólo médicos, sino también científicos sociales que han demostrado un interés renovado en temas teóricos. Sin embargo, como estos departa­mentos siguen conectados, unidos a las escue­las de medicina, gran parte de su trabajo está destinado a las demandas y preocupaciones terapéuticas. En el resto de la comunidad académica se conoce poco o nada la pérdida de la tradición sexológica y, así, no se ha demostrado ningún interés en que sea repuesta.

En principio, esta situación prevalece en otros países también, incluso en Estados Unidos. La investigación americana, desde Kinsey y Masters y Johnson, ha tomado el liderazgo en el desarrollo de la sexología en todo el mundo, pero las universidades sólidas han hecho menos que las europeas para pro­moverlo dentro de sus propias universidades. Algunas muestras de los “Programas de sexualidad humana” se han mantenido acadé­micamente superficiales, y no se ha permitido que cuajaran en centros serios para la enseñanza e investigación universitaria. La percepción de la sexología en el público está totalmente distorsionada por los populares seudo científicos “informes sexuales”, chifla­duras terapéuticas y cruzadas morales varias. Los medios de comunicación, que no tienen ningún indicador fiable, se inclinan al sensacionalismo. En resumen, todavía se considera que el estudio del sexo es sospechoso, frívolo o, en el mejor de los casos, innecesario.

Bajo estas condiciones puede parecer pre­cipitado predecir un futuro brillante para la sexología. Sin embargo, un futuro así no puede hacerse realidad, si no volvemos y desarrolla­mos nuestro impresionante pasado. Nuestra redescubierta tradición nos puede ayudar a evitar fallos prácticos y fútiles teorías, mien­tras nos preparamos una vez más para avanzar en nuestro campo. Por ejemplo, se ha sugerido que puede que veamos “el desarrollo de la sexología como una disciplina académica”[30]. Sin embargo, como ha demostrado la breve revisión que se ha hecho sobre los primeros escritos teóricos, la sexología no es, no fue, no ha sido nunca y no puede ser nunca una disci­plina académica en el sentido aceptado del tér­mino. No tiene un objeto claro ni un método propio, no puede ofrecer un método definido de estudio, tampoco un curriculum fijado, ni un reglamento definitivo de cursos. Al contra­rio, es, en esencia, un esfuerzo interdisciplinar que toma sus métodos desde las ciencias natu­rales y las sociales. Verdaderamente, de acuer­do con estos métodos uno sólo puede hablar de dos sexologías diferentes. Su propósito, la sexualidad, no es un claro y constante neutral, sino que es virtualmente el resultado de su par­ticular punto de vista. Este punto de vista puede ser adquirido por y enseñado a investi­gadores de varios campos, pero en sí mismo, no constituye una disciplina.

La sexología es una ciencia diferente de la criminología o del estudio de las religiones, que se aproximan a un tema importante de manera asequible internamente consistente, sistemática y racional. Cuando lo miramos bajo este prisma, la sexología no solamente justifica, sino que además demanda, el estable­cimiento de institutos, programas y departa­mentos universitarios de investigación. Obviamente, estos departamentos deben cons­tituirse por académicos y científicos de una gran variedad de disciplinas. No debe estar dominada por una disciplina bajo ninguna cir­cunstancia: cualquier servilismo a la medicina tradicional o la psiquiatría debe ser especial­mente evitado, si se quiere un progreso signifi­cativo. Después de todo, como ya hemos visto, la sexología debe su propia existencia a la crí­tica del modelo médico de la conducta sexual.

Hoy en día, el estudio médico del sexo muchas veces es científicamente naíf, y todavía se mueve en “interpretaciones a priori” del mismo modo que en tiempos de Bloch. Términos como “perversión”, “aberra­ción”, “desviación” y más concretamente “parafilia” demuestran que la medicina y la psiquiatría todavía están perseguidas por la quimera precientífica de una sola y correcta conducta sexual, dada de modo natural, con respecto a la cual los individuos corren ries­gos. Esta idea es una reliquia de las doctrinas religiosas anteriores, como podremos ver en la sexología como ciencia social. Si nosotros como científicos queremos definir ciertas con­ductas sexuales como indeseables, lo cual es nuestro privilegio, lo tendremos que hacer desde una base abiertamente establecida, secular y totalmente diferente. Sin embargo, hoy en día, nociones míticas y abiertamente teológicas de un “diseño evolucionista”, “intento de la naturaleza”, “una voluntad biológica” continúan apareciendo en debates académicos sobre el sexo y los despojan de (cualquier) validez científica. Todo esto sola­mente se puede superar desde la crítica fuera de la medicina, y con el continuo diálogo entre las diferentes disciplinas académicas, como tan bien entendió Bloch.

¿Quiere esto decir que los departamentos de sexología están condenados al desacuerdo eterno y no pueden establecer programas de educación de postgrado para llevar a cabo titulaciones académicas? No, desde luego que no. Ya existen programas como éstos y títulos académicos en sexología han sido otorgados no sólo por nuestro Instituto en San Francisco, sino también por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), entre otros. El criterio para estos títulos, como para cualquier otro, es la calidad académica probada por examen e investigación, y aceptada bajo una tesis o disertación aceptable. No es necesario decir que la investigación debe ser sexológica, esto es, debe enfocarse en algún tema relacionado con el sexo, y para poder llevar a cabo dicha investigación, el candidato al título debe lle­var a cabo un riguroso programa interdiscipli­nario. Los detalles de una programa así, por supuesto, están expuestos a ser debatidos, y un número de soluciones pueden ser concebi­das. Esta es un área en la que futuras discusio­nes entre investigadores del sexo, que se basan en experiencias válidas, pueden traer un gran progreso y una innovación útil. Estas dis­cusiones pueden seducir a universidades y escuelas universitarias hasta entonces reacias a reconocer la valía de la sexología, y garanti­zar un reconocimiento formal que se merece. No sólo el mundo académico, sino también toda la sociedad en su conjunto se beneficiaría ampliamente de ello.

Se pueden encontrar sugerencias para una posible estructura de los departamentos de sexología en los escritos programáticos de los fundadores. Como hemos visto Bloch, Hirschfeld, Wolf, Kunz y Kronfeld listaron un buen número de disciplinas que hicieron con­tribuciones importantes. De hecho, el Instituto para la Sexología de Hirschfeld, en Berlín (1919-1933) con sus cuatro secciones princi­pales -biología natural, patología sexual (medicina), sociología sexual y antropología sexual— puede ser un modelo a seguir tan bueno como cualquier otro. Desdichadamente, hasta ahora, las universidades americanas no han dado ningún paso decisivo en esta direc­ción y, como resultado, se ha impedido la necesaria cooperación entre sexólogos. Así, nos encontramos en un círculo vicioso: la carencia de un reconocimiento institucional previene a la sexología de dirigir un debate crí­tico y vivo que le llevaría al reconocimiento.

Mientras tanto, debemos estar agradecidos por la existencia de nuestra asociación y de nuestra revista[31] que sigue con este debate con un éxito en crecimiento. De hecho, esta confe­rencia proporciona un paso adelante esencial para la integración y cooperación que nos lle­vará más cerca de nuestro objetivo. En menos de dos años, el Congreso Mundial de Sexología en Washington D.C.[32], nos propor­cionará otra ocasión, incluso mejor, para dia­logar. Está enteramente en nuestras manos hacer un uso correcto de ello.

 

 


Notas al texto

1       Para una introducción al problema: Nobert Eüas, The Civilizing Process, Nueva York Books, 1978. Para investigaciones más específicas en el aspecto sexual: Jos van Ussel, Sexualunterdruckung, Reinbek b. Hamburg: Rowolth, 1970; Lawrence Stone, The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800, Nueva York: Harper & Row, 1977, y Michael Foucault, The History of Sexuality, 1 vol., Nueva York. Patheon, 1978.

2        Erwin J. Haerberle, The Jewish Contribution to the Development of Sexology, artículo presentado en el V Congreso Mundial de Sexología, celebrado en Jerusalén en 1981, y publicado en The Journal of Sex Research, 1982, 18, 305-323.

3        Se debe distinguir el concepto moderno de sexología (el estudio del sexo o scientific sexualis) del anti­guo concepto de erotología (el estudio práctico del acto sexual o ars amandi). Los trabajos de eroto- logía corno el Kama Sutra de Vatsayana, Scented Garden de Nefzawi o Ideal Marriage de van de Velde nos guían hacia experiencias subjetivas. Como se suele decir, son “libros prácticos”. Los trabajos sexológicos, en cambio, quieren transmitir una percepción objetiva. En este sentido más general, el tér­mino “sexológico” puede también ser empleado retroactivamente en la literatura más antigua como On Semen de Hipócrates, Geneaanthropoeia de Sinibaldus, Gyneacología histórica-médica de Schurig o Psychopathia Sexualis de Krafft-Ebing.

4        Richard von Krafft-Ebing, Psychopathia Sexualis, Ia ed., 1886.

5        El concepto de degeneración (dégénéréscence) fue principalmente obra de B. A. Morel (Traité des dégénéréscences physiques, intellectuelles et morales de Véspéce humaine, 1857). Magnan y Charcot modificaron posteriormente el concepto, pero mantuvo su influencia en el pensamiento médico y psi­quiátrico hasta que el trabajo de Bloch y Freud lo puso en duda.

6        Iwan Bloch, Beilrage zur Aetiologie der Psychopathia sexualis, Dresden 1902-1903.

7        Cf. Karl von den Steinen, “Adolf Bastian-Gedachtnisrede’^en Zeitschrift für Ethnologie, vol. 37, 1905. Los trabajos más importantes de Bastían son Der Mensch in der Gesehichte, 3 volúmenes, 1860 y Das Bestandige in den Menschenrassen und die Spielweite ihrer Veránderlichkeit, 1868.

8        Iwan Bloch, The Sexual Life of Our Time, traducido por Edén Paul, Nueva York. Allied Book Company, 1908, págs. ix-x.

9         Iwan Bloch, Die Prostitution, vol. I, Berlín. Louis Marcus, 1912, págs. vii-viii.

10      Wilhelm von Humboldt, Gesammelte Schriften, vol. VII, ed. Koniglich Preussische Akademie der Wíssenschaften, Berlín. B. Behr, 1908, págs. 653-655.

11      Ibid., págs., 654-655.

12      Iwan Bloch, Die Prostitution, pág. x.

13      Ibid., págs., xii-xiii.

14      Ibid.

15      Magnus Hirschfeld, “Ubre Sexualwissenschaft”, Zeitschrift für Sexualwissenschaft, N°l, 1908, págs., 1-2.

16      Magnus Hirschfeld, Sex in Human Relationships, Londres. John Lañe the Bodley Head, 1935, pág. 88.

17      Iwan Bloch, “Aufgaben und Ziele der Sexualwissenschaft”. Zeitschrift tur Sexualwissenschaft, vol. I, N° 1, 1914, 3-4 págs.

18   Julius Wolf, “Sexualwissenschaft”, Handwórterbuch der Sexualwissenschaft, ed. Max Marcuse, Bonn. Marcus & Weber, 1926, pág. 740.

19      Ibid., pág. 4.

20      Ibid., pág. 3.

21      Ibid., pág. 4.

22      Hans Kunz, “Zur Methodologie der Sexualwissenschaft”, Zeitschrift jur Sexualwissenschaft, vol. XIII, N° 1, pág. 21.

23      Ibid., pág 22.

24      Ibid.

25      Kurt Hiller, Leben gegen die Zeit (Lagos), Reinbek b. Hamburg: Rowohlt, 1969, pág. 114.

26       Artur Kronfeld, “Sexualwissenschaft”, Handworterbuch der Sexualwissenschaft, ed. Max Marcuse, Bonn. Marcus & Weber, 1926, pág., 740.

27      Ibid., págs., 740-741.

28       En esta discusión teórica, el historiador médico Wemer Leibbrand y su ayudante (después su mujer) Annemarie Wettley manifestaron su conocimiento de la tradición, la mayor de la época. Desgraciadamente su esfuerzo no tuvo el eco que se merecía. Ver especialmente Annemarie Wettley, Von der “Psychopathia sexualis” zur Sexualwissenschaft, Sttutgard. Enke, 1959, Annemarie Leibbrand-Wettley y Wemer Leibbrand, Medizin und “Sexualwissenschaft” Munich. Bayrische Landesárztekamer, 1970, y Annemarie und Wemer Leibbrand, Formen des Eros, 2 vols., Freiburg / Munich. Alber, 1972.

29      Hans Giese, Wórterbuch der Sexualwissenschaft, Bonn. Instituts-Verlag, 1925, pág., 5.

30      John Sumerlin, “Development of Sexology as an Academic Discipline”, The Society Newsletter (SSSS), invierno, 1981, pág., 4.

31      N. T. Se refiere a la DGSS (Germán Society for Social Scientific Sex Research). Y la revista es la SSSS {Society for the Scientific Study of Sex)

32      N. T. Congreso celebrado del 22 al 27 de mayo de 1983.

 

Nota: Todas las citas las ha traducido el autor de este artículo excepto la número 8 (Bloch, The sexual Life...).

Nota de la traductora: Las citas han sido traducidas del inglés al castellano.

 

CONCEPTOS DE SEXOLOGÍA

Una lista cronológica de las primeras obras programáticas

1.     Bloch, Iwan. “Vorwort”, Das Sexualleben unserer SEIT, Berlín. Louis Marcus, 1970.

2.      Hirschfeld, Magnus. “Uber Sexualwissenschaft”; “Einteeilung der Sexualwissenschaft”; Zur Methodik der Sexualwissenschaft”, Zeitschrift für Sexualwissenschaft, N° 1 (enero), N° 10 (octubre), N° 12 (diciembre), 1908.

3.      Rohleder, Hermann. “Die Sexualwissenschaft in ihrer Bedeutung für die arztliche Allgemeinpraxis”, Zeitschrift für Sexualwissenschaft, N° 2 (febrero), 1908.

4.     Katte, Max. “Ubre den Begriff der Abnonnitat mit besonderer Berücksichtigung des sexuellen Gebietes”, Zeitschrift für Sexualwissenschaft, N° 7, (julio), 1908.

5.     Bloch, Iwan. “Vorrede”, Die Prostitution, vol. I. Berlín. Louis Marcus, 1912.

6.     Bloch, Iwan. “Aufgaben und Ziele der Sexualwissenschaft”, Zeitschrift jur Sexualwissenschaft, vol. 1. 1914.

7.     Rohleder, Hermann. “Die Bedeutung der Sexualwissenschaft für die árztliche Praxis”, Zeitschrift Jur Sexualwissenschaft, vol. I. 1914.

8.     Wolf, Julius. “Sexualwissenschaft ais Kulturwissenschaft”, Archivfür Sexualforschung, vol. 1, 1915.

9.     Elster, Alexander. “Sozialhygiene - Eugenik und Eubiotik — Sexualsozdologie. Ein Versuch methodis- cher Klarstellung”, Zeitschrift jur Sexualwissenschaft, vol XII. 1925.

10.  Elster, Alexander. “Sexualsoziologie”, Handwórterhuch der Sexualwissenschaft. Max Marcuse ed., Bonn. Marcus & Weber, 1926.

11.  Kronfeld, Arthur. “Sexualwissenschaft”, Handwórterhuch der Sexualwissenschufl. Max Marcuse e., Bonn. Marcus & Weber, 1926.

12.  Kunz, Haas. “Zur Methodologie der Sexualwissenschaft”, Zeitschrift jur Sexuatwissenschaft, vol. XflGL 1926.

13.  von Müller, Hermann. “ubre den Begriff der Norm im Geschlechtlichen”, Zeitschrift für Sexualwissenschaft und Sexualpolitík, vol. XVII. 1931.

14.  Bien, Emst, “Fortschritte der Sexualwissenschaft”, Sittengeschichte der Nachkriegszeit, vol I. Magnus Hirschfeld ed. Leipzig and Wien. Verlag für Sexualwissenschaft Schneider & Co., 1931.